🔥Relato Erótico de BDSM: Primera sesión BDSM con... ¿quieres ser tú? ❌Sin Censura❌

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Fecha: 2019-08-27


Primera sesión BDSM con... ¿quieres ser tú?


Autor: Bluetitadine29

Categoría: BDSM

Tras chatear por la app decidimos quedar en un lugar cerca de la casa de John, tomar unas cañitas en una terracita para conocernos no está mal, hablar de lo cotidiano y común, de las vacaciones y del moreno recién cogido y que en el tiempo irá desapareciendo poco a poco. Una vez convencidos de que todo puede ir bien, que hay feeling y ganas de más, pago la cuenta y nos vamos a mi casa. María parece retraída, quizás nerviosa, quizás excitada, no dice nada en el breve trayecto entre la terracita y la casa. Ya le había dicho a María que viniera preparada con algunas cosas o ropa específica como el vestido que llevaba de color azul oscuro que le hacía ser la envidia de todo el barrio, era comida con la vista y eso en gran medida le hacía sentirse excitada a la par que orgullosa. En esos pensamientos discurría cuando llegaron a la casa de John. Nada más entrar éste le cogió el bolso y lo dejó en el salón a la vista de ella para tranquilizarla, acercó el oído a su boca y le preguntó la palabra de seguridad, a la que ella respondió bajito como si alguien que no fuera él estuviera escuchando. Después de esto, le pidió a María que se quitara el vestido y quedase en ropa interior delante de él, llevaba un conjunto negro, sensual. John ya tenía preparado todo el material, así que ella pudo ver como de un maletín posicionado contra ella, para que no viera lo que había en él, iba sacando cosas que harían de aquel rato un momento especial, divertido, sensual, perverso, húmedo. Antes de nada, John encendió una mini cadena con música para dar ambiente. Lo primero que de allí salió, fue un antifaz para cubrir la vista de la sumisa y que desde el primer momento no viera lo que a cada paso iría a suceder. Así, ella sólo sentiría e incrementaría sus sensaciones y orgasmos cuando los hubiera. Así, ella, de pie en el salón sintió a su alrededor como John la rodeaba y con su aliento acariciaba su cuello y con sus manos acariciaba su piel hasta que él se posicionó detrás suya y se acercó a ella para susúrrale al oído que si se sentía perra o no. Ella dijo que no y cometió el error de que ahora estaba ya en faena y debió decirle no, amo o no, mi señor. Esto lo aprovechó él, porque entonces le quitó el sujetador que llevaba para contemplar sus tetas a la par que le decía que no debe nunca olvidar que mientras estén juntos en la sesión, debería referirse a él como su señor o su amo, y si quería hablar debería pedir permiso, en caso contrario, en caso de contrariar a su señor, recibiría un castigo. Ella subió y bajó la cabeza para asentir y dar por comprendida la situación. Tras quitarle el sujetador, él apretó sus pezones para que ellos quedaran erectos, un poco por la presión y otro poco la excitación y el morbo que en ella provocaba esa situación. Lo que no se esperaba ella es que él no sólo pellizcara sus pezones, sino que los lamiera y los succionara, para que una vez humedecidos y comenzando a recorrer por todo su ser una sensación de gusto y placer, sobre ellos quedaran sujetos sendas pinzas. Tras ello, y al oído le dijo que cada vez que cometiera un error un castigo sobre ella se cerniría y bien podía ser una cosa aún por descubrir o hacer que la pinzas se apretaran un poco más para causar una sensación mayor de presión. No sé si es que le iba el mambo o qué, pero resultó ser un poco rebelde, le gustaba retar y eso daba juego. Así que tras recibir su primer castigo, recibió un segundo castigo por decirle que puede ser más respondona; lo que hizo que él le pusiera una mordaza en la boca para que callara mientras él se concentraba en hacerla sufrir a la par que le generaba placer, mira tu por donde, algo haría bien, que tras ponerle la mordaza, le quitó la parte de debajo de su bonito conjunto de ropa interior y allí se vio que ya empezaba a estar mojada. Ya veo lo zorra que eres, dije yo. Y ya nada podía decir porque amordazada se hallaba. Vamos a ver si puedes serlo más o no. Le separé las piernas un poco, y antes lubriqué mis dedos para acariciar su clítoris y hacer que ella se excitara un poco, con una mano agarraba su cuerpo, con la otra la masturbaba a ella, lo que hacía que por un lado se estremeciera pero cuando llegaba al climax decidí parar y de su boca salió un sonido ininteligible que sono como un hijoputa termina, pero no le dí mayor importancia que la que tenía y decidí acudir a mi maletín para coger el látigo sonoro e indoloro para fustigar su sexo, tetas, pezones y cuerpo con él. Un nuevo castigo por insultarme. Deja de ser mal hablada o no haremos nada, le solté. Así que esta vez le quité la mordaza y le pregunté que si sería buena, y dijo que sí, pero se le veía en los ojos que no. Volví a tocar su clítoris, muy húmedo, pero antes le dí mis dedos a ella, para que los probara y humedeciera con su lengua y su saliva, una vez hecho eso, volví a meterlos en su coño, para ver si llegaba al orgasmo pronto o tarde… y mira tu por donde, fue bastante rápido, esta vez dejé que se corriera y sintiera el primer orgasmo, lo que la hizo temblar y jadear un poco. Mientras se recuperaba, saqué unas cuerdas del maletín y la até las manos. Una vez que estaban bien atadas, la hice arrodillarse y saqué mi polla para que la comiera, chupara y lamiera. Pero no permití que lo hiciera mucho, porque la frecuencia y la fuerza la manipulaba yo con mis manos, haciendo más una participación suya meramente pasiva y yo guiándola en todo momento lo que quería. Hubo un bonito deepthroat. Cuando hube terminado acaricie su cara, la mire, me miró a través del antifaz y le dije que se quedara ahí quieta, sin levantarse. Yo fui al maletín y cogí un collar con correa que le puse haciendo de ella una auténtica perra. Así, la dirigí a la habitación, ella gateando desnuda por la casa y yo como su amo recorriendo el pasillo orgullo de semejante perra. Ella seguía sin ver nada, sólo sentía y a cada paso o gateo se sentía temerosa pero excitada para sentir el siguiente juego. Entramos en la habitación, ella no veía nada, sólo oía lo que su amo le decía: Vamos, ponte de pie, muy bien ahora te voy a ayudar a tumbarte en la cama. Bien, extiende un brazo, extiende el otro, abre las piernas… muy bien. Ahora te voy a atar los pies y manos a la cama. ¿Recuerdas tú palabra de seguridad? Sí mi señor. Muy bien. Una vez atada de pies y manos, ella empezó a escuchar un zumbido cerca de su oído, después lejos y finalmente lo sintió rozar sus pezones, que nada más al contacto se pusieron tiesos, como en formación de guardia, deseosos de volver a ser succionados. No tendrían esa suerte por el momento. Ese zumbido, esa vibración recorrió su cuerpo, bajando por el estómago, vientre, pubis sin contacto en el coño, muslos y finalmente, ahora sí, clítoris. Ella pensó por un momento que era otro control de orgasmos y en cambio fue todo lo contrario, una constante vibración en su coño húmedo y ardiente, cuya única variación era el movimiento del aparato por su amo y las diferentes velocidades que él imprimía. María sentía como el calor se aumentaba en el cuerpo, se mordía la lengua e imaginaba que se tocaba los pezones o que una gran polla la penetraba pero no, mientras la vibración continuaba, echa una fiera que le hizo temblar de placer una primera vez y al mismo instante un sufrimiento porque aquello no paraba y continuaba tras el orgasmo… podría decir la palabra y todo pararía, pero ella no quería parar, quería saber hasta donde podría llegar, que sentir más placer del nunca tuvo aunque eso supusiera un desgaste energético para ella… aguantó, sí que aguantó, le vinieron dos orgasmos más, se corrió, gimió y se extasió, pero aún así no dijo la maldita palabra y John decidió parar con el juego. Le quitó el vibrador, y la acarició para después darla un masaje relajante, un masaje que le permitiera salir de la situación de estrés orgásmico, de estrés extra sensorial. Le quité el antifaz y pudo volver a ver… aunque no por mucho tiempo. Le quité las cuerdas, y ella se masajeó muñecas y brazos para desentumecerlos… le dije que se levantara pero que se pusiera a cuatro patas. Puesta en esa posición el puse unos almohadones bajo su tripa y le pedi que se volviera a tumbar. Le volví a poner el antifaz. Empecé a masajearla la espalda, las piernas, las nalgas… el ano. Con lubricante masajeé su ano, e introduje un dedo, así poco a poco aquello iba dilatando, poco a poco, muy poco a poco… un dedo, dos dedos, hasta que pude introducir un pequeño plug anal para que allí quedara un rato, dilatándose el ano, como un pequeño entrenamiento… sin embargo no quería dejarla asi sin más; así que pedí que se reincorporara un poco y mojé mi mano con mi saliva para después mojar su coño y meter mi polla en su húmedo, caliente e irritado coño, la penetré y ella se revolvía inquieta, había estado muy caliente y tanto orgasmo empezaba a ser un horror soportarlo… pero aguantaría por terminar la sesión lo que pudiera y sino diría la temida palabra. Fue penetrada hasta que dejó de serlo porque John paró y le quitó el plug con cuidado, pero con más lubricante la folló por detrás, a cuatro patas hasta que él acabó, sacó su polla ardiendo y se la dio de comer a ella para que limpiara de semen su polla y la dejara reluciente. La dejó sola en la habitación para que se relajara, y tranquilamente recuperase el aliento.


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