Mi nombre es Joaquín, de 31 años, soy hijo único, y desde que los 14 años estoy obsesionado sexualmente con la curvilínea figura de mi progenitora. Ella se llama Amelia, actualmente tiene 51 años, y compartimos vivienda. Mi padre falleció cuando yo era un niño, por lo que hemos vivido prácticamente solos desde entonces.
Desde hace un par de años ella modela para mí en lencería y ropa provocativa, también me permite que la grabe en vídeo y recientemente se ha iniciado en el mundo de las transmisiones eróticas vía webcam.
Que se haya dado toda esta situación entre una madre y un hijo es algo muy inusual, pero procedo a relatar muchos detalles para que entendáis el contexto.
Quiero ser sincero desde el principio y no sembrar falsas esperanzas en los lectores. Adelanto que en mi historia NO ha habido ni habrá relaciones sexuales directas. Este relato es más bien una confesión pública anónima, dado que mi situación nunca la he compartido con nadie.
Empecemos. Los hechos que motivaron mi obsesión dieron inicio a finales de los años 90, cuando yo era un chaval de 14 años, y mi madre Amelia una atractiva mujer de 34 años.
Amelia, por lo general y desde que tengo uso de razón, ha utilizado ropa provocativa y tenido una actitud desinhibida, sobre todo en la intimidad de nuestro hogar. Pantalones ajustados y minifaldas cortas eran muy frecuentes en sus vestimentas diarias.
Por otra parte, uno de los sueños de Amelia fue dedicarse al modelaje o al baile, pero por diversos motivos nunca pudo hacerlo de forma profesional, por lo que se dedicaba a ello solo como pasatiempo. Después de trabajar y hacer algunas labores del hogar, bailaba, modelaba y se grababa en vídeo con una vídeocámara VHS. En nuestra casa teníamos una habitación exclusiva para eso, a la que ella llamaba 'el estudio', donde se encerraba para grabarse.
Al principio me invitaba a verla, sin embargo, a mis doce - trece años era algo que no me interesaba. Yo prefería dedicar mi tiempo libre, entre otras cosas, a jugar fútbol con mis amigos, los videojuegos, leer comics y ver animes en televisión, así que al final fue algo que ella hacía en solitario, sin interrupciones de ninguna clase.
En cuanto a mí, una de mis aficiones era grabar en vhs mis animes preferidos y películas que transmitían en televisión, con la intención de coleccionarlas y revisionarlas.
Llegué a tener decenas de cassettes vsh en mi colección.
Mi madre también tenía decenas de cintas de la misma tecnología, pero en su caso, eran de sus danzas y modelajes. Suponía que las guardaba para verse a posteriori.
Debido a esto, en nuestra casa había una ingente cantidad de cassettes vhs, tanto de ella como mías. Como comenté al principio, era finales de los años 90, el acceso a internet era limitado, de manera que el vhs era una tecnología lúdica accesible.
En esa época nuestra vida era tranquila, sin sobresaltos. Ella trabajaba y no tenía pareja, no que yo supiera.
Además, por esa época, empezaban a aflorar deseos sexuales en mí, aunque jamás se me cruzó por la cabeza observar a mi madre de forma libidinosa, muy a pesar de sus vestimentas provocativas y actitudes desinhibidas. Para satisfacer mis deseos solía intercambiar revistas porno con mis amigos, espiar a las compañeras de clase o piratear la señal del canal porno de la televisión satelital .
Pero nunca se me cruzó ver a mi madre de forma libidinosa, a pesar de que no me hubiera supuesto ningún inconveniente dada su actitud desinhibida en la intimidad del hogar.
No obstante, las cosas estaban a punto de cambiar.
Un día de mis vacaciones escolares (a mis 14 años de edad) mi madre me pidió prestada una cinta de una película de las que yo grababa, sin embargo, pasaron los días y olvidó devolvérmela.
Una semana después, yo estaba solo en casa, organizando mi colección y recordé que me faltaba esa, así que entré a su habitación con la intención de buscar dicha cinta y retornarla a mi estante.Yo era, y sigo siendo, una persona meticulosa y me gustaba tener todo ordenado.
Entré a su 'estudio' y empecé a buscar. Vi varios cassettes, sin embargo, no estaba el que yo buscaba. Me dirigí hacia su habitación y proseguí mi búsqueda ahí. Al poco tiempo, para mi sorpresa y sin querer, descubrí una especie de fondo falso en un armario. Ahí se encontraban varias decenas de cassettes vhs. Había unas pocas que estaban rotuladas con la fecha, como las que había visto antes en el estudio, pero predominaban unas que estaban señalizadas con letras y números, caracteres que parecían tener ningún sentido.
Me quedé extrañado. ¿Por qué guardaba estas en un lugar distinto? pensé. Cuidadosamente cogí varias con la idea de curiosear, me fui a mi habitación y las puse en mi reproductor.
Estaba solo y aburrido en casa, me quedaba una larga mañana por delante, por lo que disponía de bastante tiempo para escudriñar.
Además, sabía que mi madre no regresaría del trabajo sino hasta varias horas después.
Las primeras que revisé eran las que estaban rotuladas con fechas. Eran vídeos de ella bailando de forma normal. Nada extraño y nada que no supiera.
Sin embargo, llegó el momento de visionar las que tenían letras y números que parecían aleatorios. Me intrigaba ver su contenido.
En el primero que puse, ella aparecía bailando, pero me resultó extraño que en esa ocasión su cuerpo estuviera enfocada de la cintura para abajo, con una minifalda muy corta. La cara no se le veía en ningún momento.
Los minutos fueron transcurriendo, y su baile empezó a tornarse más picaresco. Era evidente que se trataba de una especie de striptease. Yo me quedé estupefacto. Nunca había visto a mi madre actuar de esa forma. Me puse muy nervioso, sabía que estaba visionando algo 'prohibido'. Se trataba de mi madre, sí, pero no fue sino hasta ese momento que advertí que también era una mujer atractiva. En pocas palabras, me estaba excitando lo que veía. Además, influía bastante el hecho de que en dichas escenas no se le viera la cara, de manera que mi subconsciente 'olvidaba' que se trataba de mi madre.
Puse dos cassettes más, y la rutina se repetía. Ella bailando en minifalda, haciendo poses casi vulgares, para al final quedarse en ropa interior. Las escenas solían durar cinco minutos.
Mi nerviosismo y excitación se incrementaron en demasía. Nunca había visto a mi madre de esa forma, me estaba gustando mucho lo que veía, aunque no entendía por qué ella hacía eso.
Volví al escondite con la intención de buscar más cintas de códigos raros. Extendí el brazo lo máximo posible, revisé y saqué las cintas que estaban al fondo de todo. Encontré unas que estaban rotuladas de forma similar a las anteriores, pero con un detalle especial: tenían un paréntesis con una 'x'.
Tomando en cuenta lo anterior supuse que encontraría algo interesante, y suponía bien.
Reproduje la primera. De nuevo la escena daba inicio con mi madre bailando en una minifalda muy corta, de forma sugerente, con la cámara enfocando de la cintura para abajo.
Era evidente que el propósito de todas estas escenas eran excitar a su espectador. Conmigo, su hijo, lo había logrado, a pesar de los tabúes que eso implicaba. De forma paulatina la intensidad y la picardía del baile se fueron incrementando. Se quitó la minifalda y se quedó en ropa interior, como en las anteriores escenas que había visto. Cuando creí que la escena se terminaría, como en ocasiones anteriores, en esta escena ella se acercó a la cámara, caminando de espaldas. Se quitó la braga con parsimonia y seducción, dejó al descubierto su pálido y gran culo, se inclinó, separó las nalgas con sus manos y mostró sin tapujos su área genital y anal frente a la cámara.
Me quedé con la boca abierta. No daba crédito a lo que veía.
Eso fue la gota que rebalsó el vaso. No pude más. Retrocedí la escena, la puse en velocidad lenta, me saqué la polla y empecé a masturbarme contemplando la escena en la que mi madre mostraba abiertamente todo su ojete y su coño. La vista me parecía extasiante. A mi edad, era la primera vez que contemplaba algo así en todo su esplendor. Era tal mi estado de excitación que me me masturbé tres veces seguidas.
Posteriormente, vi las demás grabaciones, y en todas era el mismo ritual. Había descubierto una mina de oro. No obstante, preferí no decirle nada a ella y mantener el 'status quo'. Suponía que sí le reclamaba algo a mi madre, no iba a poder seguir viendo esas maravillosas grabaciones, por lo que preferí mantenerlo en secreto.
Ya no necesitaba obtener porno clandestino. Con los bailes eróticos de mi madre me bastaba y me sobraba para masturbarme.