🔥Relato Erótico de Transexual: Un curso de horticultura. ❌Sin Censura❌

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Fecha: 2019-10-15


Un curso de horticultura.


Autor: Gregorfc

Categoría: Transexual

De regreso a la rutina después de un tórrido verano con mi pareja en los parajes más sórdidos de la península pero bien aprovechados con abundante lectura y sexo, me apunté a un curso de horticultura urbana en mi barrio para matar mis largas horas libres. Y es que uno no acepta, la cruda realidad: estoy en paro de larga duración y he de ejercer de amo de casa: llevo todas las mañanas los niños al cole, hago las camas, friego los platos, cocino tiendo la colada y un largo etcétera. Os confieso un secreto: lo hago esas tareas con ropa íntima femenina y delantal, nada más. Como mi esposa trabaja en un banco me quedo solo en casa todas las mañanas y gran parte de la tarde. En cuanto cierra la puerta me voy al armario me pongo sus bragas, y su sujetador, me da morbo y me anima a hacer las tareas del hogar mientras escucho música. Sé que el vecino de enfrente me ha visto varias veces en paños menores, una vez incluso con medias y ligas incluida mientras canto a todo volumen. Los primeros días me asusté y él también. Pero más tarde lo vi con sus ojos abiertos, llenos de lujuria. Uno que le escribe es partidario de dar y recibir de modo que quise complacerle y repetí varios días a sabiendas que se excitaba y mi pene se ponía duro como el palo de la escoba. Ya ni me enrojezco cuando lo advierto que se hace una paja sin dejar la ventana. Más de una vez me he mojado las bragas de mi mujer. Como me levanto temprano, suelo acabar pronto esas arduas faenas, entonces dedico mi tiempo a leer revistas de moda, de cocina y, escucho música o si no me mato haciendo pajas mirando los videos de Xhamster o después de un chateo bien caliente. El caso es que decidí cambiar un poco de rutina y salir de casa y me apunté, como he dicho al principio, a un curso de horticultura para urbanitas que se imparte en el jardín de la esquina. Dada su proximidad y curiosidad me apunté sin pensarlo dos veces, además tenía la esperanza de que si aprendo a plantar mis propias verduras, finalmente en casa seremos todos vegetarianos al cien por cien, cosa que mi esposa de momento no se apunta, tal vez sea porque le gusta demasiado mi rabo, me lo chupa con una succión tan carnívora que le deja a uno bien seco, eso sí permítanme decir que de lo único que no cederé será el cunnilingus que le hago un par de veces por semana a cambio, es el único conejo que me encanta y me lo comeré por muy vegetariano que sea. Eso es irrenunciable de por vida. El primer día éramos diez los alumnos, la mayoría jubilados, al menos por las canas que lucían llegué a esa conclusión. Yo y una hermosísima cuarentona, morena y pelo negro, éramos los más jóvenes. Fue un curso tan corto como inesperado e imprevisible tan solo de un día de duración pero qué decirles muy intenso y bien aprovechado aunque lo pagué bien caro, pues acabé con una noche en el calabozo. Y es que la instructora del curso tuvo mucho que ver. Se presentó una joven casi adolescente que a mí me quitó el hipo nada más verla entrar en el huerto, encandiló al resto. Tanto por su desenvoltura, y su descaro como por su forma de vestir, unos jeans muy cortitos luciendo unas piernas perfectas, largas y bronceadas. Lucía un top verde que permitía ver el ombligo, sus caderas y su figura estilizada. Era además, pelirroja, sí con dos trenzas y el pelo panocha. Su acento gutural la delataba como nórdica y a pregunta del servidor supimos que era escocesa, de Glasgow, la típica con pecas en la cara. Esa belleza nos cautivó a más de uno y una. Empezó por mostrar los tipos de abono, la tierra, las semillas y esquejes ideales para plantar en septiembre, entre otras mis favoritas: zanahorias y calabacín que, me confieso queridos y queridas, los suelo utilizar para jugar cuando me masturbo. Ella no portaba sujetador, por lo que se podía apreciar, sin esfuerzo casi, la lechosa piel de sus senos. Sin ningún pudor los podía contemplar cada vez que se agachaba para hacer un surco y plantar semillas y algunas de las hortalizas. Sus gestos y su naturalidad nos sedujo me sedujo de inmediato y a la cuarentona que la tenía a mi lado también pues, no tenía otra vista de los pechos de la chica, y parecía encantada. La cosa fue a más cuando se acercó para mostrarme a mí personalmente, cómo se hace un surco. Su perfume me atravesó, me agaché con ella rozándonos los hombros. Yo asentía mientras me explicaba pero uno sin proponérselo casi no podía dejar de mirar sus pequeños y firmes pezones rojos. Me puse bien caliente, noté el inicio de una inevitable erección. Creo que ella sintió mi calentón, pues a sabiendas que miraba sus pechos me mostraba una sonrisa de pilla que me excitó más. Hice un esfuerzo por concentrarme, pues allí había vecinas respetables y por la cara que ponían y los gestos que mostraban no le gustaba como iban las cosas, hicieron un corrillo aparte, mientras que la cuarentona y dos vecinos más seguimos a su lado haciendo surcos, llamando a la escocesa cada dos por tres con la escusa de contemplar de cerca sus secretos. Estando ella a mi lado me levanté y notó mi bulto a la altura de su cara y me sonrió, es más ella se levantó y sin disimulo, me frotó el pene sin complejos. - ¡Pero qué zanahoria tenemos aquí! ¡Qué rápido crece! Quedamos la mitad siguiendo sus instrucciones, el resto se había apartado definitivamente a cultivar por su cuenta o simplemente a ver lo que hacíamos. Yo me había puesto más rojo que un tomate, pero reconozco que me gustó mucho su actitud. Cuando acabamos de hacer los surcos pidió tres voluntarios para que le acompañásemos al invernadero donde estaban las muestras de algunos esquejes que debíamos de plantar. Me presenté yo, la cuarentona y un señor de unos setenta años, que luego me percaté que era el vecino que se masturbaba viéndome. Antes de entrar el grito de su esposa le llamaba para que volviese, pero el viejo, se hizo el sordo cerrando la puerta con el pestillo. Ahí dentro estalló todo. Cuando la profesora inclinó su cuerpo sobre una mesa para una coger las macetitas con los esquejes, el viejo verde se colocó en su culo cogiéndole las caderas y se frotó contra su mini sin pudor y le hizo gracia a la escocesa. La cuarentona, sin cortarse le puso la mano debajo del top verde acariciándole los pechos. Yo no pude contenerme y me bajé la bragueta, dejando libre mi duro y desinhibido pene, la cuarentona me dio besitos con la lengua y mientras lo agarró metiéndolo en la boca de la instructora. La pecosa, atrapada por detrás por el vecino que ya se había bajado los pantalones, por los manoseos de la morena en sus pezones, se regocijaba con mi verga en su boca. La mujer cuarentona se masturbaba y me besaba en la boca. Sin embargo cuando el viejo le bajó el mini short y le quitó el tanga verde con el ánimo de hincársela. se quedó parado, pasmado. Resultó que la chica tenía una polla, pequeña, que sobresalía de su pelo igualmente panocha en su monte de Venus. Eso no le gustó al viejo, pero a mí me encantó y no lo pensé dos veces me agaché, le acaricié la suave piel de su miembro blandito sacándole el escroto y besándolo. Me lo tragué con el objetivo de endurecerlo. El viejo se arrinconó masturbándose mientras nos miraba, la vecina aproximo a la instructora a su sexo para que se lo lamiara. Yo no paré de chupársela, era la primera vez que probaba una polla. Yo quería que la escocesa, una linda transexual, se corriera en mí para saborear el semen. Apenas lo degusté. Pues la puerta se abrió se sopetón interrumpiendo la orgía. Yo con la cara manchada de semen, la cuarentena cesó de gemir y el vejete se subió los pantalones en cuanto vio a su mujer entrar. La mujer profería todo tipo de maldiciones. Imaginen la escena. Tiempo le faltó para que llegase la policía municipal, no sé cómo se presentó en cinco minutos, deteniéndonos a los cuatro por escándalo público. Pasé horas en comisaría declarando y encerrado en un cuartito yo solo, aún tenía fresco la carita que ponía la escocesita. No me arrepentí. Era la primera vez que mojaba le chpapba la polla a una transexual y me recreé tanto en su cara, en su pene, en sus pecas que mientras pasé el tiempo encerrado en el calabozo, tuve otra erección y me volví a correr. “¡Una adorable mujer transgénero! Una shemale como se dice en Xhamster! Cuantas pajas me había hecho viendo crossdresser, shemales,… Acabamos pagando una multa de escándalo. Tuve que justificarme a mi mujer una y miles de veces, me prohibió comer conejo durante una temporada pero más adelante me comprendió y me perdonó, volví a la carga con el cunnilingus. De hecho al reconciliarnos y a ella le excitaba mucho que le contase la historia de invernadero y luego hacemos el amor de escándalo, con strapon incluido en mi ano. De hecho soñamos un día con encontrarnos a la escocesa e invitarla en nuestros juegos sexuales, pero de momento no tenemos éxito. Gracias.


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