Por favor abuelita solo la cabecita 2

2021-12-21


Luego de terminar llenándole su vagina con semen caliente le di a ella el un último empujón y ahí nos quedamos los dos abuela y nieto pegados y profundamente dormidos en la oscuridad de mi habitación. Ella a sus 62 años se encontraba ya bien cansada con el trajín que tuvo en la fiesta y al haber bailado con muchos de la familia, también al haber bebido varias copas de alcohol y ahora acababa su día recostada en mi cama y recibiendo por parte de su nieto un par de nalgadas en esos glúteos grandes, luego ya varias embestidas en su chucha caliente y con bastante hambre de verga. Ya en la mañana cuando abrí los ojos aún estaba durmiendo a mi costado mi abuela, con la luz del día miré mucho mejor lo que me había comido anoche y le vi todo ese culazo grande de mi abuela, y como entre sus nalgas le salía mi semen aún, entonces antes que mi mamá viniera a buscar a la suya de inmediato buscó con qué iba ahora limpiar todo ese desastre que le había dejado en su vagina. Salí de mi habitación fui al baño a lavarme primero y regresó con agua y una toalla pequeña y lavé lo mejor que pude su chucha, le abría sus labios vaginales para dejarlos bien limpios, pero eso me calentó e hizo que de nuevo se me pusiera dura la verga. Y tuve que pelear con la excitacion y al mismo tiempo con la razón ya que era muy peligroso porque mi mamá ya podía levantarse de su cama, la lavé y le acomodé su calzón y vestido dejé todo como si nada hubiera pasado y me fui a ver televisión a la sala un rato y me quedé dormido. -! Hijo, hijo despierta.. ¿Acá has dormido toda la noche.? -! Si mamá tú sabes que me es difícil dormir con otra persona en mi cama, así que entonces mejor la dejé a mi abuela que duerma sola y así descansa mejor ella.. ¡ -! Gracias hijito por ser tan bueno con tú abuelita pero ahora voy y la despierto para que te vayas a tú cama.. ¡ -! Noo mamá no hagas eso deja que siga durmiendo mi abuela y recuerda que ella se vino contigo para ayudarte a traer a mi papá que estaba borracho y pudiendo irse a descansar con cualquiera de mis tios a sus casas .. ¡ Lo entendió y se alistó para ir al mercado a comprar lo necesario para preparar el almuerzo, como no quería verla a los ojos cuando mi abuela se despertará le dije a mi mamá que la acompañaría. - ¿ Estás seguro hijo..? -! Si mamá tú también debes de estar cansada luego de la fiesta de anoche, así que voy ayudarte en traer las bolsas.. ¡ Cuando regresamos ya se había levantado mi abuela pero como estaba con mi mamá no me dijo nada solo se me quedó mirando, y sé puso ayudarla a mi mamá con la preparación del almuerzo. - ¿ Mamá como has dormido.? -! Bien hija estaba muy cansada pero dormí bien.. ¡ -! Que bueno mamá, mi hijo se fue a dormir al sofá para que tú duermas mucho mejor.. ¡ Ella sé me quedó mirando y para que su hija no sospechará nada me dio las gracias, ahí mi mamá me dijo que me fuera a dormir a mi habitación si quería, porque no era los mismo dormir en un sofá que en una cama. Tenía un poco de miedo de que me podría decirme mi abuela al dárse cuenta en la mañana que su vagina estaba con residuos de semen, ella tenía un fuerte carácter y todos en la familia lo sabían, pero también supuse que ella no podría hacer algún escándalo ya que después de mucho tiempo había disfrutado de una verga nuevamente y me había dejado continuar, pero su mirada por momentos fija en mi me tenía muy tenso y nervioso. Cuando se despertó mi papá se dio un baño con agua fría para quitárse en algo la resaca y se sentó para almorzar con todos nosotros, y sonóle el teléfono de la casa y fui a contestar era mi tía que preguntó por mi mamá y le aviso y ella fue y se pusieron hablar. -! Vamos váyan alistándose que nos vamos a ir a las playas del Sur ya esta viniendo Gladys con su camioneta a recogernos.. ¡ -! Vayan ustedes yo no voy a ir a la playa, aún estoy muy cansada, además no me gusta que otros decidan por mi y tampoco tengo ropa de baño.¡ Contestó mi abuela muy seria, y mi mamá por más que trató de animarla no lo consiguió, y ella era así UNA VEZ QUE ALGO SE LE METÍA A LA CABEZA NADIE PODÍA HACER QUE CAMBIE DE OPINIÓN, yo fui a mi habitación rápido para alistarme y cuando detrás mío fue mi abuela y me dijo. -! Jovencito tenemos que hablar así que no se aliste que usted no va a ir a ningún lado tampoco.. ¡ Me dejó completamente frío lo que me dijo mi abuela , justo que toda la mañana estuve evitando estar a solas con ella así que me eché en mi cama pensando en mi defensa.

Autor: Alberto Categoría: Sexo Anal

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Nada se compara al amor fraternal

2021-12-21


La familia Gursaco estaba compuesta por cuatro miembros: el padre, la madre, el hijo y la hija. De los primeros dos no hablaremos porque a nadie le importa, nos enfocaremos en los segundos dos. Julio Gursaco y Rosana Gursaco, dos hermanos de perfil bajo, adictos a la soledad y a los videojuegos. Como toda pareja de hermanos, habían tenido sus más y sus menos durante la niñez y la adolescencia, pero de adultos ya no siguieron compitiendo por el amor de los padres. Julio era un hombre de piel blanca rosada, cabello bien corto de color castaño oscuro, cejas finas con colas apenas visibles, sienes adornadas con algunos lunares diminutos, orejas medianas con lóbulos caídos, nariz pequeña y rojiza con vellos salientes, bigote y barbilla bien delineados, comisura marcada, mejillas rosáceas, labios agostos y lisos, mentón rectangular, cuello salpicado con verrugas pequeñas, hombros normales, pecho poco trabajado, abdomen protegido con una delgadísima capa de grasa, cintura angosta, brazos flacos y piernas de futbolista. Medía un metro setenta y tenía una voz un poco afónica. Rosana era una mujer ordinaria, poco femenina, malhablada, un tanto egocéntrica y poco afable. Tenía cinco centímetros menos que Julio, compartía el color de piel, cabello y ojos con él. Su cabello era corto y siempre llevaba el mismo peinado desaliñado, sin mencionar que casi toda su ropa era poco colorida y holgada. Nunca se maquillaba ni se depilaba porque le parecía una pérdida de tiempo. Tenía un cuerpo delgado, algunos lunarcitos en la espalda, pechos firmes de tamaño mediano, cadera ancha, nalgas macizas y muslos adiposos. Los hermanos tenían veinte años cuando decidieron irse a vivir al otro lado de la ciudad, a treinta kilómetros de la zona rural en la que moraban sus padres. Irse a vivir solos fue un gran paso para ellos, y una forma práctica para que aprendieran a hacer las cosas por cuenta propia. A sus padres no les molestaba tener que pagar un alquiler, dinero no les faltaba y ganas de echar a sus polluelos de casa tampoco. Al principio, la relación entre los hermanos era bastante distante: dormían en camas separadas, se hablaban poco, no veían la televisión juntos, se bañaba cada uno en un horario distinto, se cocinaban diferentes platillos, estudiaban fuera de casa, salían sin avisar e incluso lavaban la ropa por separado aun teniendo un lavarropas automático. Vivían alejados como si no formaran parte de la misma familia. Pensaban que actuar como adulto significaba hacer todo sin ayuda. El departamento en el que vivían tenía cinco metros de ancho por seis metros de largo, el baño era el sitio más lindo, con grifería dorada y una impecable bañera blanca, la cocina era pequeña y poco llamativa, el comedor era la parte más amplia, con un ventanal que iba desde el borde del piso hasta el techo enyesado, las cortinas eran azules y tenían casi tres metros de largo, las puertas eran metálicas, las lámparas eran de bajo consumo, las paredes eran amarillentas, el piso estaba decorado con cerámicos floreados y zócalos intactos. Por la zona en la que estaba ubicado el edificio de cuatro pisos, el precio a pagar era razonable, al menos hasta ese momento. La entrada tenía una escalinata cubierta con cemento lisado, las escaleras eran angostas y tenían forma espiralada, la pared era de color blancuzco y tenía varias manchas de humedad, el pasamanos estaba medio flojo, el ascensor no funcionaba y la azotea era un nido gigantesco de palomas. Los vecinos eran poco ruidosos, Julio y Rosana apenas los conocían de vista. El barrio era bastante céntrico y seguro. Los autobuses cruzaban por la maltratada calle a cada rato, haciendo los infernales ruidos de frenadas bruscas que siempre aturdían a los caminantes. Los edificios contiguos apenas eran notables desde el departamento de los hermanos Gursaco, todos ellos eran más bajos y precarios. Los fines de semana, debido a la baja frecuencia del transporte público, era muy silencioso. El barrio permanecía en mutismo absoluto, salvo que hubiese una fiesta en alguno de los edificios de la zona. Julio y Rosana estudiaban en la misma universidad, sólo que asistían a distintos salones porque cursaban diferentes carreras: él cursaba filosofía en el primer piso y ella cursaba antropología en el tercer piso. La institución a la que iban era medianamente lujosa, con aulas pequeñas, pasillos extensos y un patio arbolado. En la planta baja, se juntaban los estudiantes de las diferentes carreras a dialogar. El recreo era el único momento en el que los jóvenes disfrutaban la compañía en grupo. Julio tenía un sabelotodo de compañero, un tal Nataniel, que siempre le ayudaba con los trabajos prácticos y los ensayos académicos; Rosana tenía una compañera, una tal Alexa, que siempre la acosaba en clase y en el baño. En el primer caso, la relación era distante, Julio hablaba lo mínimo necesario para relacionarse con su compañero; en el segundo caso, Rosana hablaba mucho con su compañera, pero nunca se animaba a seguirle la corriente por temor a que la condujera a hacer algo indebido. Nataniel era un hombre de tez blanca, cabello rizado y oscuro, ojos marrones, nariz aguileña, orejas chuecas, mejillas porosas, boca grande, dentadura reluciente, mentón bien afeitado, papada prominente, cuello corto, hombros parejos, tronco grueso, nalgas caídas, piernas infladas y con mucho vello corporal. Ser un gordito adusto no era la mejor opción para conseguir amigos, pero al menos sabía muchas cosas. Tenía veintiún años y medía un metro setenta y dos. Alexa era una mujer de tez blanca con tono rosáceo, cabello largo y pelirrojo, pestañas extensas, ojos avellanados, nariz respingona y cortita, orejas diminutas, cachetes mofletudos y manchados de pecas, labios gruesos, mentón redondeado, cuello de pocos centímetros, hombros bajos, pechos grandes como melones, vientre grasiento, cintura ancha, brazos fofos, glúteos esponjosos, piernas gelatinosas y pies pequeños. Tenía tatuada una mariposa en la nuca y un colibrí en el brazo izquierdo. Tenía veintitrés años y medía un metro sesenta y seis. La poca confianza que Julio se tenía a sí mismo era un impedimento para tener novia. La única forma de obtener placer era masturbándose en el baño cuando estaba solo. Rosana estaba tan ensimismada en su carrera que no pensaba en tener pareja; de hecho, no quería tener un hombre al lado que la arrastrase de aquí para allá como una mucama. Sentía cierta atracción por las chicas universitarias, pero se negaba a aceptarlo como normal. Envidiaba a las más simpáticas del curso porque ella era la encarnación de la antipatía. Las semanas iban transcurriendo y los hermanos iban sintiendo los efectos del agotamiento, propio de la vida de estudiante universitario. La extensa jornada y la enorme cantidad de actividades que les daban, sobrepasaban los límites. Ambos fueron invadidos por la defraudación y la apatía. Antes de decidirse a mandar todo a la mierda, se arriesgaron a probar algo distinto. Salieron una noche con sus compañeros de curso y se dieron cuenta de que les hacía muy bien. Conocieron el valor de la amistad y la calidez de una buena compañía. Julio pasó una noche divertida junto a Nataniel, jugaron sus videojuegos favoritos y bebieron en exceso. Esa experiencia había sido fenomenal, pero a la larga sería perjudicial para la salud de los dos. Aun así, siguieron repitiendo la misma junta todos los sábados a la noche, único momento en el que podían pasar el tiempo haciendo otra cosa que no fuese estudiar. Hubo una oportunidad en la que Nataniel invitó a Julio a su cama para que conociera una de sus posesiones más valiosas. Sacó de la cama una bolsa doblada con rasgos antropomórficos reconocibles. Al inflarla, la figura tomó forma de mujer pulposa. Fue en ese momento cuando Julio se percató de que era, nada más y nada menos, que una muñeca inflable. Nataniel le pidió que le ayudara a llenar de semen la muñeca, cosa que él aceptó sin chistar. Tuvieron sexo con un trozo de plástico. Julio se apercibió de que su compañero era un hombre lascivo que mantenía los niveles de testosterona por las nubes al no tener pareja. Sabía que, con esa actitud reticente, no tenía posibilidades de hacer el amor con una mujer de verdad, y eso lo llenaba de vergüenza. Casi todos los hombres de su edad ya habían perdido la virginidad, él se sentía como la oveja negra de la familia al seguir manteniendo la pureza carnal. Nataniel le decía que no tenía que preocuparse, que pronto encontraría un agujero dónde meterla. Rosana visitaba con poca frecuencia a Alexa, pero con el correr del tiempo, las visitas se fueron volviendo más y más frecuentes. Cuando llegó el día indicado, Alexa invitó a Rosana a una pijamada de mujeres, de esas en las que hacían cosas sucias y contaban chismes de pareja. Rosana se sintió como una tonta al no tener nada que contarles durante la reunión, pensaba que era una inútil que jamás tendría la oportunidad de pasarla bien como las demás chicas de la universidad. Como ella se sentía como un insecto, Alexa le prometió que la ayudaría con su falta de entereza. Le ofreció pasar con ella una noche a solas en su departamento para poner a prueba la solidez de la amistad que las unía. Ella aceptó a duras penas, creyendo que su compañera le daría ánimos para que no bajara los brazos. Confiaba plenamente en ella ya que la conocía muy bien. La noche del encuentro fue distinta a lo esperado. Alexa convenció a Rosana de tener un encuentro íntimo utilizando los juguetes para adultos que había comprado recientemente. Fue durante esa confusa noche que Rosana probó por primera vez los placeres inaguantables de la masturbación con un vibrador de gran tamaño que tenía estimulador de clítoris incluido. Los lubricantes femeninos y los consoladores le dieron más felicidad de lo que esperaba. Llegó a sentirse como una mujerzuela. Le pareció que valía la pena intentarlo. Finalizado el primer semestre, llegaron las vacaciones de invierno y los hermanos Gursaco al fin respiraron con tranquilidad. Luego del interminable tormento de trabajos áulicos, optaron por tomarse unos días libres antes de regresar a la casa de sus padres. Julio se rencontró con Nataniel y Rosana se rencontró con Alexa. Los dos seguían interesados en experimentar cosas nuevas, la diferencia era que, tras la cercana interacción de las últimas semanas, los compañeros de ellos, que al principio parecían personas normales, resultaron ser unos pervertidos de primera clase. Nataniel sorprendió a Julio llevándole una hermosa chica de la carrera de bibliotecología a su departamento. Esa jovenzuela de diecinueve años se llamaba Martina y era una puerca. Los muchachos se pusieron de acuerdo en cenar juntos, beber unos tragos y hacer un trío antes de medianoche. Metidos en el lujoso baño, Julio y su compañero tuvieron sexo con la muchacha lujuriosa. Julio probó por primera vez los placeres incomparables de la felación y su compañero penetró una concha de verdad por primera vez. Ambos perdieron la virginidad el mismo día. Alexa llevó a Rosana a su departamento y le presentó a uno de sus excompañeros de la carrera de periodismo. Él era un joven amable de veinticuatro años, de rasgos orientales. Se llamaba Sasuke y era un rompecorazones. Se dispusieron a tener sexo entre los tres. Con el joven hijo de padres japoneses, gozaron a lo grande. Él se tiró en la cama y devoró la concha de Alexa mientras Rosana le daba la mamada de su vida. El sexo oral no le pareció algo asqueroso. Tras haberse sumergido en el bello mundo del libertinaje y los placeres carnales, los hermanos Gursaco sufrieron un cambio notable de comportamiento. Dejaron atrás las caras largas y se volvieron personas efusivas, con muchos deseos de hacer cochinadas en todo momento. El néctar de la libídine los había hipnotizado por completo, los había convertido en esclavos de la carne, en adictos a la fruición. Julio experimentaba frecuentes erecciones involuntarias cuando dormía, y en varias oportunidades tenía sueños húmedos, producto de un incontrolable deseo de experimentar aventuras idílicas con el sexo opuesto. Rosana sentía su cuerpo más sensible que antes, en especial las zonas erógenas que tanto le gustaba estimularse, y no podía dejar de pensar en un segundo encuentro con Alexa, en el que tuviese la chance de gozar de otra sabrosa verga. La segunda semana del mes fue opacada por un periodo interminable de lluvias torrenciales, inundaciones masivas y vientos huracanados. Los cortes de luz se volvieron frecuentes y la enorme cantidad de agua evitaba que las personas salieran del edificio dado que las calles se convertían en lagunas y, como consecuencia de eso, el transporte público no funcionaba. El caótico clima obligó a la gente a resguardarse hasta que las autoridades se hicieran cargo de la perentoria situación. Mientras tanto, la fastidiosa ansiedad inquietaba a Julio y a Rosana, quienes querían salir de esa prisión para rencontrarse con sus compañeros de clase y divertirse como lo habían hecho la última vez. Los incontrolables deseos de tener otro encuentro carnal no los dejaban en paz ni por un segundo. La droga que habían descubierto los torturaba por dentro a medida que pasaban los días. Buscaron la mejor forma de reprimir esos deseos voluptuosos, sin saber que eso sólo empeoraría las cosas. Habían intentado entablar conversaciones sobre temas que les interesaban, buscando desviar la mente para no seguir padeciendo como un par de púberes neófitos al mundo del sexo. Nada de ello servía para que sus perturbadas mentes dejaran de pensar en lo acontecido. Cada uno quería divertirse a su manera, y al no poder hacerlo, se sentían como unos anacoretas, como animales enjaulados. El reloj había marcado las seis de la tarde, momento en el que el cielo ya estaba oscuro como un abismo y las tenues luces de la ciudad ya se veían desde la ventana. La humedad era tremenda, mas la temperatura se mantenía por encima de los quince grados centígrados. Sin embargo, dentro del departamento, el ambiente se sentía más cálido que afuera, casi rosando los veinte grados. El espejo del baño y el ventanal estaban empañados y las paredes estaban frígidas. Julio se levantó de la cama, fue al baño, se quitó la ropa, se sacudió la cabeza, pasó un trapito seco por el espejo, miró de cerca al jovencito delgado del reflejo, rascó la oscura cabellera de corta longitud, echó un vistazo a la parte alta de los brazos y notó pelitos que le salían de las axilas. Su abdomen chato y su angosta cintura parecían anormales de frente; en cambio, sus piernas lucían mejor, más fibrosas y marcadas que los brazos, con casi nada de vello. Los rasgos físicos no eran propicios de alguien que buscaba urgente una pareja con quien pudiera pasarla fetén, aunque tampoco estaba mal para un jovenzuelo energúmeno. El enorme espejo ubicado encima de la bacha de cerámica, reflejaba el cuerpo desnudo de un hombre normal cuyo instinto animal lo había empujado a volverse libidinoso. Lo único que quedaba fuera del alcance del espejo era el tren inferior, es decir, de la pelvis para abajo. A él no le molestaba el hecho de tener un miembro corto y circuncidado, lo que le importaba era que funcionase a la perfección. Los arrugados escrotos debajo del caído apéndice masculino tenían el tamaño de huevos de gallina y venitas visibles. Cuando estaba excitado, su erección se encorvaba un poco hacia arriba y alcanzaba los doce centímetros, el glande se expandía como el píleo de un hondo, el meato urinario quedaba expuesto, las protuberantes venas resaltaban en la carne del órgano enhiesto. Dejó de examinar los detalles externos de su cuerpo, se metió en la bañera, encendió la ducha eléctrica, abrió el grifo, se dio un baño con agua tibia, tomó el jabón y se enjabonó todo el cuerpo. Exploró todos los recovecos de sus extremidades con el espumoso trozo de jabón, disfrutó la paz bajo la refrescante agua, cerró los ojos y se imaginó a Martina desnuda. Pensar en ella lo extasiaba hasta el punto de ponerlo tenso. El precioso cuerpo de esa rubia rellenita de ojos claros, de culo pomposo y tetas abultadas, lo embriagaba de amor. Las fantasías con ella siempre lo ponían cachondo. Dirigió la mano derecha, enjuagada con agua espumosa y restos de jabón, a la zona baja del cuerpo, manoseó el bulto y palpó la zona erógena a fin de reavivar la llama de la lujuria. En poco tiempo, obtuvo una erección bien tiesa y la siguió manoseando hasta el hartazgo. En ese ínterin, Rosana sentía que los dedos le tiritaban y los dientes le castañeaban. Tan nerviosa estaba que no podía controlarse. Se desvistió, manoteó una cajita que estaba debajo de la cama, sacó una bolsa y tomó el vibrador que le había obsequiado Alexa. Era un miembro macizo de veinte centímetros de largo y cuatro centímetros de grosor. Quitó la rosca de la parte de abajo, le colocó las baterías en el interior, lo enroscó, lo encendió y se lo llevó a la boca. Acto seguido, lo lubricó con gel íntimo, lo movió hacia abajo, lo llevó derechito al esternón, hizo que las tetas le vibraran y los salientes pezones se le endurecieran, dando inicio una nueva sesión de precalentamiento. Tomó más lubricante y embadurnó las tetas con el aceite inoloro a base de agua. Mantuvo la constancia dibujando círculos con el vibrador encendido sobre la parte superior de su cuerpo. El roce con los pezones la ponía bien cachonda y la obligaba a resollar con éxtasis. Prosiguió el juego desplazando el vibrador desde el pecho hacia abajo, pasando por el vientre, el ombligo, el velludo monte de Venus y los genitales. Dirigió la punta del juguete al clítoris y lo frotó por ese botón carnoso lleno de terminaciones nerviosas, ubicado en la parte alta de su sexo. Estimuló la parte externa de esa zona hasta alcanzar una erección clitoral. El glande del órgano respondía muy bien a la estimulación que el juguete le estaba dando. La mano izquierda la extendió y los delgados dedos con uñas cortas acariciaron los labios vaginales, mientras que la otra mano sostenía el vibrador que estaba ocupado estimulando el clítoris. La cuantía de placer iba en aumento, los resuellos se iban volviendo gemidos, el malestar iba siendo reemplazado por el bienestar y el nerviosismo se iba convirtiendo en relajación. La masturbación manual la encaminaba hacia el punto crítico. Por más esfuerzo que hacía por alcanzar el culmen de la excitación, su cuerpo no le daba lo que quería. Aumentó la velocidad de los movimientos rotatorios y buscó mil formas de lograr lo que Alexa había logrado la noche que Sasuke le devoró la concha. La caverna vaginal estaba repleta de fluido y los dedos quedaban empapados al meterlos adentro. El placer era moderado y hasta parecía insoportable de a ratos, pero no era suficiente para hacerla gritar como una meretriz durante la accesión. Julio pasó casi media hora bajo la ducha hasta que cerró el grifo y salió. Tomó una toalla blanca que siempre estaba colgada en un gancho metálico y se secó con ella. Lo malo era que la excitación no había mermado, la erección permanecía intacta pese a haber dejado atrás la fantasía erótica. Se puso la misma ropa que había dejado encima de la mochila del retrete, salió del baño, se dirigió a la sala y se pegó un susto cuando vio una angelical figura sobre la otra cama. —¡Ay, Rosana! —vociferó desconcertado al verla desnuda—. Y después dices que el pajero soy yo. Una inconmensurable sensación de vergüenza lo domeñó, empujándolo hacia lo más hondo de la intranquilidad. Estaba preocupado por la situación actual. Creía que su hermana lo estaba poniendo a prueba para ver cómo reaccionaría al verla tocándose. Su verga aún seguía firme y con la uretra húmeda luego de la sesión de autoestimulación en el baño, y eso le preocupaba mucho. Un hombre excitado con una mujer desnuda enfrente siempre era un peligro, y más aun tratándose de un hombre lujurioso. —Eres un pajero de mierda y lo sabes —le respondió con una mirada picarona y lasciva. Se detuvo un momento para hablar con él. —Sí, pero yo no me pajeo enfrente de ti. —Nadie te lo prohíbe —se lo dijo de forma tajante, como si le valiese verga lo que él hiciera. —¡No seas sucia! —le pidió. Sus ojos se centraron en la parte baja del cuerpo femenino que tenía a menos de un metro. Un objeto extraño atrapado en las garras de esa mujer calentona le llamaba la atención—. Tú hasta porquerías te metes por el hoyo. —Es un vibrador, tonto —le corrigió—. Y no me lo estoy metiendo adentro, lo estoy usando para calentarme. —¿Y cómo se siente? —se lo preguntó a bocajarro, sin siquiera pensarlo. —¿Quieres que te lo meta por el culo para saber cómo se siente? —le lanzó la pregunta para intimidarlo, creyendo que se retiraría de inmediato. —No soy de los que se meten cosas ahí —rechazó la oferta—. Aunque debo admitir que no luces nada fea, hermanita —masculló sin darse cuenta. —¿Qué dijiste? —creyó haber escuchado mal. —Nada. —¿Dijiste que luzco fea? —No, dije que no luces nada fea. —¿Acaso te caliento? —¡¿Cómo crees?! Somos hermanos —se rehusó a aceptar su deseo inconsciente como algo real. Verla desnuda le ponía los pelos de punta—. ¡Dios mío! ¡No digas tonterías! —Julio, eres el colmo de lo pajero. —Mira quién lo dice. La sensación de desasosiego iba en aumento. Los dos estaban excitados y molestos por haber iniciado ese diálogo impensado. Ninguno sabía cómo terminarían las cosas, pero dada la tesitura que les impedía salir del edificio, sospechaban que ese encuentro era una señal del destino. Dos hermanos salaces encerrados en una sala era una circunstancia ideal para que se diera el incesto. —Hombre tenías que ser. —Si papá y mamá se enteran de esto… —masculló por segunda vez. —¿Enterarse de qué? —De que me calienta mi hermana —respondió al tuntún. —¿Qué? —No dije nada. —¡Pero qué tipo pajero! Julio estaba ruborizado, se le caía la cara de vergüenza. Frases inapropiadas salían de su boca como por arte de magia. Él nada podía hacer para evitar decir la verdad. De su alma emergían aquellas palabras sinceras que demostraban lo mucho que quería a su hermana. El amor fraternal ya no era lo mismo que había sido al principio, ahora era un apego emocional mucho más fuerte. —Perdóname, Rosana —expresó su inquietud entre sollozos—. No sabes lo difícil que es ser un solterón. Tú eres lo más cercano a una mujer que tengo. Al pensarlo por un instante, ella se dio cuenta de que le estaba diciendo la verdad monda y lironda. Él era pésimo para mentir o para ocultar lo que sentía. Si Julio admitía que estaba caliente, estaba diciendo la verdad. De su boca sólo salían verdades como puños, cuando estaba bajo los efectos de la ansiedad. —Acepto tu disculpa, Julio —le respondió con su meliflua voz y extendió los brazos para apapacharlo. Algo que ella nunca aceptaba era ver llorar a su hermano, fuese cual fuese el motivo del llanto. Él accedió a su petición, se sentó al borde de la cama y dejó que lo ciñera con sus brazos de damisela. Estar cerca de ella lo serenaba y lo hacía sentirse bien, como un niño en los brazos de su madre. No obstante, la protuberancia en la entrepierna seguía presente pese al tiempo transcurrido. Quería que esa maldita erección desapareciese cuanto antes. Cuando estaba excitado, no podía pensar en otra cosa que no fuera sexual. —No te lo tomes tan a pecho, hermano —le susurró al oído—. No has hecho nada malo. —¿Pero es normal que me sienta así? —le preguntó y apoyó las manos en la parte baja de su espalda, tocando los hoyuelos de Venus. Al hacer contacto con la piel de aquella mujer con la que compartía los genes, sintió que estaba tocando una musa—. Quiero decir… ¿es normal que sienta algo por ti? —Para un chico de tu edad, yo creo que sí. El fuerte aroma de la mujer de cabello corto y oscuro lo atraía como un imán. La piel de su cuerpo era suave y sedosa como el terciopelo. La calidez de su aliento era penetrante y la seguridad que transmitía era inefable. Más que una hermandad adyacente, lo que sentía por ella era atracción sexual. El dionisíaco sentimiento de sometimiento a su voluntad era ineludible. —Sabes una cosa, ahora que estás cerca de mí, me siento muy cómoda. —Le quitó los brazos de encima y lo miró de frente. Mirarlo directamente la convencía de que él había aparecido en el momento justo para hacer un experimento fraternal. Estando vis a vis, la azarosa incertidumbre de los dos desapareció de repente—. Has conseguido que me laxara, y eso no lo logra cualquiera. —Espera. —La miró con toda la extrañeza del mundo y mantuvo la seriedad en sus palabras, coordinando pensamientos impuros y desechando ideas preconcebidas—. ¿No estás molesta conmigo? —¿Por qué iba a estarlo? No hiciste nada malo, tontín —le dijo y lanzó una sonrisa sospechosa que parecía fingida. —Bueno, dije algo que no debería haberte dicho. Las palabras salieron de mi boca sin que me diera cuenta. —Me importa un rábano lo que hayas dicho —le respondió al instante—. Lo importante es que aquí no pasó nada. —Aún… —¿Cómo dices? Julio estaba tan cerca de Rosana que hasta escuchaba la respiración de ella. Sus narices estaban a pocos centímetros y sus ojos no se movían para nada. Un silencio grandilocuente los mantuvo helados por quién sabe cuánto tiempo. El instinto animal del hombre saltó a la vista y sucedió lo que tenía que suceder. Un inevitable acercamiento, más rápido que un golpe, unió los labios de ambos. Rosana se quedó quieta mientras su hermano le metía la lengua dentro de la boca, como queriendo conquistarla. Rosana siempre andaba por la vida con la escopeta cargada, con hosquedad y pocas ganas de mostrar afecto, pero ese día mostró todo lo contrario. Se dejó llevar por la reacción de su hermano y aceptó el apasionado beso que le dio. Permitió que lo repitiera y que le tocara los hombros con las lívidas manos, más temblorosas que nunca. Los amoratados labios de Julio fueron los culpables de una escena que quedaría grabada en la memoria de los dos. —Nada mal para ser un principiante —le respondió y colocó los húmedos dedos en los laterales de su cuello—. ¿Eso lo hiciste adrede? —Quería ver si eso te calentaba. —Un beso ligero no será suficiente para calentar a tu hermana —le contestó para que hiciera otra cosa. Su objetivo era apretarle los tornillos para que le diera placer con la boca. Se lo comía con los ojos. Julio captó el mensaje sin mucho esfuerzo neuronal, retiró las manos de sus hombros para ponerlos en la espalda y desde ahí desplazarlas hacia los laterales, pasando por los dorsales y las costillas, con la intención de explorar el torso descubierto que tenía a su disposición. La forma sugestiva en la que aquellos ojos masculinos estudiaban el cuerpo de la fémina era llamativa. Los traviesos dedos exploraron la piel del torso y se detuvieron entre los bustos entumecidos que parecían estar suplicando que los tocaran. Accedió a ellos con parsimonia y confianza, poniendo especial énfasis en los tiesos pezones de color rosa pálido, cuyas areolas poseían tubérculos de Montgomery visibles. Esa zona era sensible y estimularla con caricias servía para excitar a cualquier mujer. Las manos de Julio dieron un paseo por la parte frontal del pecho de Rosana, se desplazaron de un lado a otro del adiposo tejido y las ásperas areolas. Los dedos pulgares fueron los principales agentes de estimulación durante el proceso de frotación, los demás dedos amasaron el hermoso par de bolas de grasa que estaban pegados a los pectorales de la mujer. A pedido de Rosana, Julio incrementó la tensión de la beatífica tesitura al añadir una babosa e inquieta lengua al área de estimulación. Ella se tumbó a la bartola, a la espera de una delectación mayor. La saliva pronto rodeó los pezones, dejando las tetas más húmedas que antes. Los lengüetazos, los mordisquitos, los besos y las chupadas ponían al rojo vivo a la mujer, producían una gratificación sexual sin precedentes. Ella estaba comenzando a sentir la fruición que había estado buscando antes. Cuando las tetas quedaron listas, la lengua de Julio descendió por el vientre, rozó el ombligo, cruzó el monte de Venus y se detuvo frente a un erecto clítoris que exigía con urgencia una sesión especial de amor. Para ese momento, la excitación del hombre estaba por las nubes y la incomodidad brillaba por su ausencia. —¿Crees que deba seguir? —le preguntó, intercambiando una mirada sicalíptica con ella. —Es muy tarde para retractarse —le dijo con tono serio—. Muéstrame lo que sabes hacer. La poca experiencia de Julio con personas del sexo opuesto le jugaba en contra, tenía que actuar bajo la guía de ella si quería hacerla gozar como se lo merecía. Tenía el presentimiento de que haría el ridículo al querer calentarla. Para poder conseguir un orgasmo, ella necesita un buen succionador, y él no sabía cómo succionar correctamente. Las manos se dirigieron a la cueva rosada protegida con pétalos carnosos que conducían a la parte interna de la concha. Los masajes que Julio ofrecía con los seis dedos estimulaban bastante bien, la lengua sobre el clítoris incrementaba esa estimulación. Como elemento extra, Rosana utilizó el vibrador para masajearse los pezones y así poder alcanzar el punto crítico del juego exploratorio. Julio magreaba la concha de su hermana con un cariño fuera de lo común mientras su boca azotaba sin piedad el órgano más sensible de la mujer. A Rosana se le subía el pavo, quería experimentar un orgasmo épico con la ayuda de su inexperto compañero de habitación. Le importaba un carajo que aquel hombre fuera su hermano, lo único que anhelaba era experimentar el mismo placer que había experimentado Alexa con Sasuke. El tiempo pasaba y la sensación se iba volviendo cada vez más viva. Los gemidos formaban parte de la escena, el placer sexual prevalecía y el goce encontraba un punto máximo. Rosana no soportaba más la estimulación, sentía que en cualquier momento se vendría como una ola. Las abruptas exhalaciones constantes y los exagerados suspiros de deleite sólo ponían más cachondo a Julio, quien no tenía intenciones de detenerse hasta el final. La insistente chupada, los dedos que ingresaban al orificio vaginal y los pezones que vibraban al ritmo del rígido juguete, conllevaron al orgasmo más intenso de Rosana. Ella gritó desesperada cuando los jugos de su concha salieron a borbotones. A Julio le sorprendió la ferocidad con la que se había corrido, ni siquiera tuvo tiempo para calcularlo. Quitó la boca y las manos de la zona erógena y la miró con extrañeza. —Eres una cerda. —La culpa es tuya por calentarme —farfulló entre resuellos. —Bueno, supongo que eso fue todo —suspiró con alivio, creyendo que la escena por fin había acabado. —¿De qué diantres estás hablando? Recién empezamos. —Si seguimos adelante, esto acabará mal. Y tú sabes bien el riesgo que corremos —le señaló para que no cometieran un craso error del que luego se podían arrepentir de por vida. —¡Me importa una mierda! —respondió, viéndolo con malos ojos—. A mí me gustó mucho así que lo mejor será proseguir. —Eh, ahora resulta que tú eres la pajera de la familia. Después de haber sobrepasado los límites del amor fraternal, Rosana estaba lista para más diversión. Su ávido deseo no podía desvanecerse hasta no haber llegado a la última etapa. Le hizo un vehemente gesto de aprobación y le tocó el rostro con la mano derecha. Ansiosa estaba por experimentar otra suculenta escena. —Jamás pensé que mi hermana fuese tan sucia —le dijo—. Me he llevado una gran sorpresa el día de hoy. —Deja de decir tonterías y dame otra chupada. —Levantó la espalda y quedó con las nalgas apoyadas en el centro de la cama. —Al menos podrías ser más considerada y pagarme por el favor que te hice, ¿no te parece? —Ah, conque eso es lo que quieres. —Lo miró a los ojos y adivinó lo que deseaba—. Bueno, yo no tengo problema en hacerlo. —¿Segura? —Quítate la ropa. Sin pensarlo dos veces, Julio se puso de pie, se quitó la remera blanca, el pantalón azul de tela flexible y el calzón negro que escondía un legítimo tesoro. Al ver de cerca ese atractivo cuerpo desnudo, Rosana se acordó de Sasuke; es más, ese muchacho se parecía mucho a su hermano, con la única diferencia que él tenía ojos achinados y cabello lacio. Lo primero que examinó fueron esas formidables piernas de atleta cuyos cuádriceps y bíceps femorales estaban bien definidos. —¿Contenta ya? —No me dijiste que estabas excitadito —le dijo al ver su erección. —Fui a darme una ducha y aproveché la oportunidad para jalármela. No conseguí venirme. —Yo haré que te vengas —le prometió y extendió los brazos para que se acercara a ella. Julio todavía tenía un poco de vergüenza al estar en pelotas frente a su hermana. Pensaba que lo juzgaría por tener un miembro corto. A ella no le importaba el tamaño en sí, sino la dureza carnal de éste. Al tocarlo con la mano derecha, lo sintió tibio y húmedo. La uretra había estado segregando líquido preseminal durante todo ese tiempo. Al apretarlo, salía el fluido transparente y caía al piso. La mano izquierda palpó las bolas para ver cuán suaves eran al tacto. Se llevó una gran sorpresa al tocarlas. —Tienes un lindo par de huevos —le dijo mientras los examinaba con la mano—. De seguro deben estar llenos de leche. —Los apretujó un poco para comprobar la consistencia—. Te la sacaré toda. —¿Mi paquete no te parece pequeño? —Para mí está bien. Habiéndole dado el visto bueno, Rosana se reacomodó en el borde de la cama, manoseó de forma cariñosa cada ínfimo detalle del paquete. Los genitales de su hermano no estaban nada mal, le parecían dignos de tocar. Las ágiles manos brindaban una sensación ligeramente placentera con cada toque y caricia que daban. El miembro tieso seguía largando fluido, como si no pudiera parar nunca. A ella le parecía divertido jugar con las bolas y el perineo. —¿Quieres probarla? —le ofreció su verga para que la chupara. —Acércate más —le pidió para poder zampársela. Rosana recorrió los muslos, la ingle y la cadera con las manos, inspeccionó el bálano, el frenillo y el tejido eréctil con la boca. Los labios y la lengua fueron los siguientes intervinientes en la rijosa escena. La felación dio inicio al mismo momento que las dos manos iniciaron un buen masaje testicular. Julio no podía creer lo que estaba sintiendo, se derretía de placer, se ponía muy tenso, le sudaban las manos y sentía un sinfín de electrizantes punzadas que recorrían sus piernas. La satisfacción aumentaba con cada segundo que pasaba. Lo que al principio había sido un ligero bienestar, se estaba convirtiendo en un magnífico orgasmo. Julio sentía cómo le comía el rabo con ganas, buscando hacerle sentir lo mismo que él le había hecho sentir a ella con el cunnilingus. Tal y como había ocurrido con Martina, la mamada estaba llegando al punto culminante en el que ya no había vuelta atrás. —Me voy a venir —musitó sofocado. Ella siguió comiéndose esa verga como si fuera un helado de fresa. La chupó de una punta a la otra, la llenó de saliva y la puso más tiesa que antes. Al llegar al límite de la resistencia, Julio apoyó las manos en sus hombros, se reclinó hacia adelante y gimió enaltecido de deleite. En un plis-plas, se corrió en la boca de su hermana. Le llenó la cavidad oral con un espeso semen insípido que tenía un aroma muy fuerte. A ella no le pareció asqueroso tragarse la sustancia viscosa. —Tú también resultaste ser un cerdo —le dijo cuando se echó para atrás. Se relamía luego de haberle comido la pija. —Jamás pensé que pasaría esto —suspiró entusiasmado—. Es un sueño hecho realidad. Julio estaba estupefacto luego de todo lo acaecido durante los últimos minutos. El inmenso placer que le daba su hermana no tenía comparación. Estaba viviendo una de las experiencias más gratificantes de su vida sin saberlo. Tanta calentura lo estaba volviendo loco. Pero como toda práctica adictiva, el cuerpo exigía más. El sexo no era trascendental si las parejas no lo hacían hasta quedar exhaustas. El ostensible amor fraternal ya no se podía disimular. Los dos estaban calientes y querían seguir cogiendo. No les importaba que fueran hermanos ni tampoco les importaba el hecho de que podían contraer enfermedades venéreas. Los núbiles jóvenes se comportaban como un par de púberes, dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de satisfacer sus necesidades. —Supongo que te lo merecías después de la tremenda chupada que me diste. —¿Y ahora? —Tírate en la cama así te monto. Sin importarles el riesgo de un posible embarazo, siguieron adelante con el juego. Julio se acostó en la cama con la verga todavía tiesa y ella se acuclilló encima de él, justo sobre la mitad de su cuerpo. Tomó el vibrador y lo utilizó para estimularse el clítoris, las manos humedecidas con lubricante las utilizó para amasarse las tetas, las piernas las iba a utilizar para hacer sentadillas. Julio la sostuvo tomándole de los tobillos, manteniendo el cuerpo firme sobre el colchón tapado con una sábana rosada. Ella se desplazaba a toda marcha sobre su verga, haciendo que él gozara en silencio. En poco tiempo, la penetración vaginal se tornó deliciosa y los dos lo disfrutaron por igual. Gemían al unísono a medida que el placer sexual se acrecentaba paulatinamente. Se mantuvieron unidos por los siguientes minutos, incapaces de separarse. La triple estimulación que recibía Rosana la dejaba extasiada, con ganas de más acción. Gozaba la verga de su hermano como una puta, bajaba y subía sobre ella como si fuera un consolador macizo. El poderoso vibrador le daba muchísimo placer al clítoris; la verga dura masajeaba el interior de la encharcada concha. Tanto regocijo pronto tocó fondo y ya no pudieron continuar. Ella se vino por segunda vez, ensució los genitales de su hermano con los fluidos vaginales y levantó la cadera. Manoteó la hinchada verga, la agitó cuan rápido pudo y logró que hiciera erupción de nuevo. Julio se retorció de placer cuando se la jaló con tanta fuerza. Sintió un colosal alivio luego de haber eyaculado. El semen se le esparció por el pecho y el vientre. A continuación, Rosana se puso de rodillas y lamió los fluidos que su hermano había acabado de lanzar. Se aseguró de dejarlo limpio para la siguiente ronda. —Eres más sucia de lo que pensaba —se lo dijo con agitación, aún no había recuperado el aliento. —Tú fuiste el que empezó así que ahora no te quejes. —Estuvo riquísimo. —Pues lo que sigue te va a gustar más. Ella se sentó frente a él, le acomodó las piernas para que formaran una uve invertida, se puso en decúbito prono, dirigió la boca a la zona erógena, alzó la parte inferior de las piernas, se metió el vibrador lubricado en la concha y lamió con fervor los escrotos que tenía enfrente. Le comió las bolas y le acarició la verga con la mano derecha. Su boca tragaba sin lástima los sacos arrugados que protegían los testículos y largaba mucha saliva a fin de lubrificar la zona. El vibrador en la concha le producía un sinfín de sensaciones placenteras que la hacían estremecerse. La plétora de fluidos en la vagina facilitaba la introducción de un objeto tan duro como ese. Experimentaba el dolor de una penetración controlada al mismo tiempo que degustaba la exquisita carne masculina. Seducida por el encanto anatómico de su hermano, engulló la verga y volvió a succionarla de la misma manera que lo había hecho antes. Con una verga en la boca y otra en la concha, se sentía como si estuviera haciendo un trío. Cerró los ojos para fantasear con Sasuke y Alexa, sintió cómo la temperatura corporal aumentaba exponencialmente, acompañada de temblorosos espasmos y flagrantes jadeos. La complacencia se apoderó de ella en menos de lo esperado, tuvo que hacer un colosal esfuerzo para no gritar. Luego de correrse por tercera vez, recibió el semen de su hermano en la boca y se lo tragó sin más ni más. Rosana no podía creer lo excitada que estaba. En cuestión de minutos, había experimentado tres orgasmos que la dejaron sin aliento. Sus mejillas estaban enrojecidas, sus tetas estaban infladas y sus labios vaginales estaban hinchados. Semejante excitación la estaba dejando en la miseria. —Admito que tienes habilidad para este tipo de cosas —Julio le dijo—. Deberías haberte dedicado al sexo y no al estudio. —Tu erección sigue intacta después de todo lo que hicimos. —Se la tocó con ambas manos y se apercibió de que la dureza muscular se mantenía—. Eso es admirable. —¿Qué quieres hacer ahora? —Me apetece un sesenta y nueve. —¿Quieres que cambiemos de posición? —No. Quédate como estás. Yo me acomodaré. Se reacomodó al darse vuelta, siguió en decúbito prono, con la boca apuntando a los genitales de su hermano. La única diferencia con la escena anterior era que su concha quedó a merced de él para que la lamiera con entusiasmo. Con premura, iniciaron otro juego de exploración corporal. Se regodearon dándose cariño con los labios y la lengua. Intercambiaron besos, lamidas y chupones. Julio exploró el interior de la concha con la lengua, saboreó toda la región carnosa, humedeció los labios, lengüeteó el meato urinario y alcanzó a rozar el clítoris. Rosana oprimía las bolas con ambas manos y se tragaba la verga con facilidad. Lamía el glande, dibujaba círculos y semicírculos, pasando de la parte alta a la parte baja, ensalivando las espinitas peneanas de los alrededores. La frágil hermandad dependía de dos lenguas juguetonas que se metían en las partes más sensibles del cuerpo. El exceso de saliva y las ganas de divertirse eran el detonante de un imperioso orgasmo. Gozaban como cualquier pareja del mundo, sólo que ellos no eran pareja, eran dos hermanos cachondos con muchas ganas de jugar al papá y a la mamá. Hacer el delicioso les resultó mucho mejor de lo que habían imaginado. Cuando la insistencia cruzó la línea limítrofe, los cuerpos de los dos trepidaron a la par de la fruición desencadenada por el intercambio de sensuales lamidas. La compulsividad sexual los arrastró directo al mundo de los placeres más fogosos, en el que disfrutaron la unión y la calma. Ella se reacomodó encima de la cama y él apoyó las nalgas en el borde de la misma. Se miraron de frente y no se reconocieron. Estaban tan alterados con lo que había acabado de suceder que apenas se consideraban hermanos plenos. Se dieron un beso ligero y esperaron a que las ansias se disiparan en algún momento, cosa que jamás ocurrió. —Creo que podemos hacerlo una vez más —sugirió Rosana con los cachetes sonrojados—. La última ronda será la mejor. —¿Cuál es el plan? —Quiero que me cojas de nuevo, pero tírame la leche en mi pancita. —¿Qué posición te apetece esta vez? Ella le respondió poniéndose al costado de la cama, con los glúteos apoyados en el borde y las piernas bien abiertas. Quería ser penetrada al estilo tradicional, con salvajismo y con cariño. Él le siguió la corriente, se puso de pie, se mantuvo quieto enfrente de ella, le agarró las piernas con las manos y la miró a los ojos por enésima vez, tratando de descifrar aquella mirada que lo ponía intranquilo. Comenzó a penetrarla despacio, procurando hacerla sentir la mayor satisfacción posible. Ella se estimuló el clítoris con los dedos lubricados y se manoseó las tetas de vuelta. La forma de empujar que tenía Julio era pacífica, sin apresuramiento alguno. Mantenía un ritmo constante para que pudiese aguantar más tiempo sin venirse. Él sabía que mientras más veloz lo hiciera, más pronto acabaría. Aumentó la velocidad luego de cinco minutos para probar qué tanto podía soportar sin respirar con dificultad. Esa repentina decisión excitó a Rosana, le hizo sentir un poco de dolor, pero la ayudó a encaminarse nuevamente al tan esperado clímax. No había nada que ella deseara más que correrse como una actriz porno en pleno rodaje. La última parte de la sesión de amor fue interrumpida por una penetración brusca y feroz, la cual producía más dolor que placer. Rosana gemía sin parar ya que la sensación de ser taladrada todavía era desconocida para ella. Aguantó hasta el último periodo, momento en el que Julio retiró la verga. Ella se la jaló con fuerza e hizo que le eyaculara encima. El semen fue esparcido por sus tetas y su vientre. —¡Madre mía! ¡Qué bueno que estuvo eso! —exclamó Julio y se sentó en la cama. —Valió la pena —dijo y se sentó a su lado. Le acarició los genitales y le dio un beso en la mejilla. La hermosa verga que le había dado tanto placer se puso flácida y ya no podía eyacular más—. Fue algo inesperado. —De saber que sería tan sabroso, lo habría hecho antes. No sé por qué nunca se me ocurrió. —Si hubiera sido en otro momento, yo no lo habría aceptado —le explicó para que no pensara que todo era tan fácil como parecía a simple vista—. Hoy me agarraste con las manos en la masa. Los dos estábamos calientes. Era de esperar que esto sucediera. —Y eso que al principio tuve mis dudas. —Yo también. Hasta pensé que me arrepentiría —aseveró y le rascó el mentón con la mano izquierda—. Ahora que lo pienso, el sexo entre nosotros fue lo mejor que nos pudo haber pasado. —Coger siempre es divertido. Sólo hay que saber con quién hacerlo y cuándo hacerlo. Se revolcaron en la cama, se besuquearon y se tocaron como si no les importara nada. Se comportaban como una pareja de tortolitos, aun cuando no se amaban como una pareja de verdad. Lo único que había entre ellos era atracción sexual, no amor de pareja. Lo malo era que el hacerlo muchas veces conllevaba al enamoramiento, y eso era algo que ninguno de los dos deseaba. Ellos querían seguir tratándose como hermanos a pesar de que no eran personas normales. Desde ese día en adelante, los deseos de salir con sus compañeros de clase no eran tan intensos. Cuando la lascivia los dominase, al incesto podían recurrir para calmarse. Eso sí, tenían que mantener eso en secreto por el bien de sus vidas. Si sus padres se enteraban de lo que habían hecho, los matarían.

Autor: Daigarus Categoría: Incesto

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Viendo el corso junto a mi tía Charito 2

2021-12-21


Cuando la señora del bar se fue de compras dejándonos con su esposo, como se lo dijo su mujer este se había quedado dormido, al ver eso fui a ver como mi tía con él agua quitaba lo pegajoso que había quedado su pantalón y calzón con lo abundante que había sido mi eyaculacion, y ver ahora esas nalgas que las había sentido ya cuando saltaba sobre mi erección estando los dos con ropa me puso a mil, así que ya no aguanté más entre al baño y la sorprendí abrazándola fuerte por detrás y ahora mi tía Charito si lo sintiese al 100 %. -! Noo.. Carlitos puede venir el esposo de la señora..sueltame. ¡ Mi tía primero me malogró todos los planes que ya tenia con mis amigos y tuve que acompañarla a ella y su familia al corso, luego cuando estaba ya sobándole mi erección bien rico a esa flaquita y ella la botó luego tomando su lugar y dando saltos con su culo mientras veía el corso haciendo que me vaciara sobre nuestras ropas y ahora que ella estaba sin nada abajo y me mostraba todo su culo me pedía que la soltará ni que fuera estúpido, ahora era el momento preciso que tenía yo que aprovechar y así lo hice. Así inclinada como estaba mi tía y yo detrás de ella agarrando mi verga buscaba la entrada de su vagina, cuando lo encontré puse la cabeza del pene y lo empujé sin pensarlo, ella dio un gritito y me decía que NO que ya debería de estar de regresó la señora. -! Ahh... Carlitooos.. noo ya debe estar regresandoo.. ahh.. ahh.. ¡ -! Hum.. mm.. sólo un rato tía no voy a demorar.. mm.. mm.. ¡ Empujaba fuerte y rápido contra el culo de mi tía, y se sentía bien rico ese agujero que se estaba ya tragando toda mi verga, mi tía Charito era bien arrecha ya se lo había escuchado decir una vez a mi mamá a otra tía conversando entre ellas. Y ella me lo confirmó en el corso que estando a unos metros de su esposo se sobaba y saltaba sobre mi pene erecto sin importarle, así que ahora ya no le tenía ningún respeto a ella. -! Ayy... Carlitooos.. ahh.. ahh.. sii yaa.. noo.. parees.. ayy.. ayy.. ¡ Ahora que mi tía me pedía que le siguiera dando más verga ya con mis manos le separé sus nalgas para tener mejor visión como se lo metía vi ese ojete marrón que también quería probar, a mis 15 años está era una oportunidad que no debía dejarlo pasar, así que ERA AHORA O NUNCA. -! Noo.. Carlitooos.. por ahí no.. ¡ Pero cuando me dijo eso mi tía ya tenia la cabeza introducída en su culo y antes que ella pudiera evitarlo empuje muy fuerte y se metí todo y le tapé la boca para que no gritara y pueda despertar al viejo que dormía afuera . -! Ayy..Carlitooos... ayy .eres una mierda.. me dueleee.. así no se hacee.. ayy.. ayy.. ¡ Con lo arrecha que era mi tía no era su primera vez que recibia un pene por el culo, hasta las malas lenguas decían que ella le ponía los cachos a mi tío Pepé, ya que casi todos los sábados salía a fiestas con sus amigas. Así que ahora yo era como el vengador de mi tío y que la iba a castigar por ser una TÍA MUY MALA.. -! Despaciooo.. Carlitooos. ayy. mee dueleee. ahh.. ahh.. ¡ Que rico se sentía al inicio como apretaba su ojete cada vez que lo introducía luego se lo sacaba ver su cara toda transpirada y de dolor que tenía mi tía Charito me ponía más excitado y no paraba y continuaba embistióendola sin dudas al escuchar sus gritos. -!.. Ayy.. ayy..Carlitooos.. eres maloo..noo esperaste que mi culito se abraaa.. ayy. ¡ -! Tiaa.. noo tenemos.. muchoo tiempo.. ahh que ricoo.. ¡ Ella ya resignada no le quedaba más opción que aguantar como su sobrino la cogia salvajemente al inicio por su concha mojada y luego por el culo, hasta que me vine y eyaculé en su ano, que ya estába muy abierto y adaptado al tamaño y grosor de mi verga, y llenándoselo con mucho de mi esperma. -! Yaaa.. mee vengoo.. aayy que ricoo.. Tíaaa.. ¡ -! Ohm... Carlitooos.. hum.. hum.. té sientoo.. todoo.. ohhh.. ohhh. ¡ Ella quedó totalmente exhausta luego de ser cogida brutalmente por su sobrino y su respiración de a pocos se fue normalizando, cuando retiré mi pene de su culo el verlo como un agujero abierto en forma de O, me sentí ganador había tenido mi primer encuentro sexual con mi tía Charito de 40 años,y rápido nos acomodamos nuestras ropas y salimos justo en ese momento llegaba al bar la señora. - ¿ Ya se va señora..? -! Sii muchas gracias no sé que hubiera hecho sin su ayuda.. ¡ Salimos y cuando vio su celular mi tía Charito se dio cuenta que tenía varias llamadas perdidas y lo llamó a su esposo, ella le dijo que se iba a ir a su casa porqué estaba con la menstruación así que iba a tomar un taxi y se iría a su casa. -! Okey amor ve a la casa, luego voy yo cuando acabé el corso, te lo has perdido está muy bonito ¡ ¿ estas con Carlitos..? -! Si él me va acompañar a que tomé el taxi, luego él se va a su casa tampoco quiero abusar .. ¡ -!.. Noo amor que te acompañe a la casa y luego que sé regresé en otro taxi a su casa.. Déjame hablar con él.. ¡ Hablé con mi tío y me pidió que por favor acompañe a su mujer y así lo hice.. Llegamos a su casa y mi tía se quitó su ropa y se fue a bañarse mientras yo estaba en su sala.

Autor: Carlitos Categoría: Incesto

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Confesión real de un profesor

2021-12-20


Romantiporno | Tabú | profesor-alumna | 14 años | ©Stregoika 2018   Relato de alto nivel, romántico y porno, sobre una relación amorosa entre un profe solitario y una chica de noveno grado. Prefacio ¯¯¯¯¯¯¯ Esta es la historia de la mejor experiencia de mi vida. Puede que resulte un poco larga, pero sé que habrá un puñado de público que la aprecie, como ha resultado con algunos de mis cuentos. Hay personas quienes gustan de leer una historia bien contada que, aunque sea un relato erótico, sea algo más que una descripción lineal y tosca de acciones. Por eso, a esa selecta porción de lectores les regalo hoy la primera historia REAL que publico. Capítulo 1 Natalia ¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯ Todo empezó por un proyecto que me inventé en un colegio al que acababa de entrar a trabajar. Yo no quería ser el típico profesor que pasaba sin pena ni gloria y que después de irse, nadie recordara. Eso era todavía más difícil si uno se adjuntaba a la empresa cuando el año ya había avanzado. Así que me puse pilas a trabajar.    Como se avecinaba la semana de ferias, me propuse a hacer mi propio proyecto relámpago. Por aquél entonces, el video en 3D casero todavía era algo muy novedoso. Se me antojó hacer una demostración de cómo hacer video anaglifo con cámaras normales y para llamar la atención, poner en escena a una muchacha bien bonita, bailando seguramente. Pero la búsqueda no fue fácil. El colegio estaba, obviamente, lleno de mamasitas que sabían bailar, pero ninguna quería comprometerse tan avanzadas las fechas. Fue cuando apareció Natalia:    —Profe y el video ¿tiene que ser de baile? ¿no puede ser de gimnasia, digamos?    nunca se me había cruzado por la cabeza.    —¿Tú haces gimnasia, mi amor?    Sé lo que están pensando. Decirle “mi amor” a una estudiante. Pero yo siempre lo hice y nunca nadie dudó de lo fraternal que sonaba.    —Pues también bailo bien, pero se me da mejor la gimnasia. Yo quiero aparecer en el video, pero quiero salir haciendo gimnasia. Hecho. Desde ese momento en adelante, las cosas marcharían siguiendo un guión escrito por el universo. Lo que otras personas gustan de llamar “voluntad de Dios”, porque se cumple sí o sí. Solo que, con un grado más de madurez: la conspiración del universo está más allá del bien y del mal. Y, siempre queda el albedrío para que los fulanos en cuestión decidan qué camino cursar. La vida, cumple con poner todo en bandeja de plata. Natalia era un bizcochote de muchachita de 14 años, de esas que uno, así tenga 36, sueña con haber tenido de novia a esa edad. Pero también cumplía con el otro requisito, ante los ojos de hombre con que uno fue dotado —¿o maldecido?—: Natalia inspiraba sexo. Por lo general, las niñas de colegio de grados octavo a undécimo, inspiraban fantasías de un corte a la vez. Románticas o sexuales. Pero Natalia era una deliciosa rareza que inspiraba ambas. Claro que, no me di cuenta del sexo que inspiraba hasta que entró al aula múltiple, donde yo la esperaba con el equipo de audiovisuales y empezó a quitarse el uniforme. Sí, lo que se están imaginando es lo mismo que me imaginé cuando ella entró, cerró la puerta y se desabrochó y quitó la jardinera: Que quedaría en ropa interior y eventualmente, desnuda. El corazón me dio un brinco. Afortunadamente, solo fue un truco de mi imaginación. Natalia se había quitado la jardinera y la había arrojado sobre la colchoneta, pero había quedado en leotardo. Sea como sea, el efímero espectáculo fue bastante provocador. Natalia venía de cambiarse en el baño, solo que se había puesto la jardinera otra vez encima para no atravesar el colegio en leotardo. “Qué mamasita” me dije a mí mismo. Estaba en una de esas situaciones, tan lamentablemente repetitivas cuando uno es profesor, en que hay que hacer de tripas corazón y hacerse el fuerte o el indolente o el que uno es de piedra. Casi siempre, la tentación y la lívido se controlan con éxito, pero a un precio altísimo que con el tiempo, uno se aburre de pagar: ansiedad. Natalia tenía la piel color trigo. Pero no era ese hecho por sí solo el que hacía que uno quisiera morderla como un apetitoso pan. Sus formas esculpidas por la combinación de la edad y la práctica deportiva, hacían que uno aflojara la mandíbula. También, era de esas niñas con un bio-tipo que encanta a los incautos varones, ya que, sus brazos tenían una tenue capa de vello, del mismo color de la piel, por lo que también tenía las cejas bellamente pobladas. Y su rostro… (suspiro) su rostro… todavía puedo sentir esas mejillas que se le horadaban con la sonrisa y esos ojitos negros que desaparecían cuando reía. La muchachita de noveno grado se había amarrado la melena de forma reglamentaria, para no mechonearse a sí misma cuando estuviera haciendo la rutina.    —¿estás lista? —le pregunté    —claro ¿y tú?    —por supuesto. Empieza cuando quieras. Capítulo 2 Gimnasia sensual ¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯ Ay dios. Si solo verla ahí de pie después de arrojar su jardinera me tenía cardíaco, verla hacer su rutina me desestabilizó. Mientras aparentaba serenidad, rogaba a dios un poco de fuerza. Por momentos ni siquiera grababa bien, pues prefería verla en vivo y en directo y no a través de la pantallita de la cámara. Natalia hacía medias lunas y otras piruetas de gimnasia artística. La hermosura de su ser se hizo casi tangible. La gracilidad de su cuerpo, la estética apabullante y la sensualidad macabra. Sí, macabra. Lo que le hace la belleza del cuerpo de una jovencita a la mente de un hombre normal, es una trampa macabra de la naturaleza que la civilización ingenua e impotentemente ha tratado de prevenir.    Entonces estaba yo ahí, en el potro de torturas, encadenado. Pero encadenado por mí mismo, siendo yo mismo el verdugo, por decisión. Y ¿qué tal si decidía liberarme? Natalia seguía haciendo movimientos que alardeaban de equilibrio y concentración. De vez en vez estaba sentada con los brazos y piernas abiertos o juntando la punta del pie con sus manos por detrás de su cabeza. Era buena. Y yo, estaba muriéndome. En medio de la rutina, el leotardo se le había recogido bastante y estaba metiéndosele en su trasero y vagina de manera brutalmente provocadora. Tuve el pródromo de la horripilante ansiedad, pero, decidí no pagar el precio y permitirme disfrutar. La observé por varios minutos. Me deleité mirando ese coñito, allá pasivo y a merced de los movimientos de las piernas, que se estiraban y encogían, iban y venían. Qué jugoso manantial de delicias. “No aguanto, tengo que ir a pajearme” pensé. Por cómo estaba, acabaría en un minuto, máximo, echaría el semen en el lavamanos y lo enjuagaría rápidamente. El descanso vendría pronto y sería un gran alivio.    No se diga más ¡al baño! Empecé a atornillar la cámara en un trípode y Natalia me sorprendió sufriendo. Estaba temblando y no controlaba bien mis dedos.    —¡profe…! —sonrió desde donde estaba.    Entonces suspendió su rutina y se quedó sentadita mirándome. Todavía faltaban meses para que yo me enterara que ella se había dado cuenta que yo tenía una carpa de circo en el pantalón.    —¡PROFE! —insistió, con un asombro que yo todavía no entendía, mientras yo trataba de que enroscara la punta del tornillo cabrón hijo de su puta madre con la tuerca de la puñeta y malparida cámara.    Pero yo parecía tener Parkinson además de los dedos llenos de aceite. Ella me miraba con los ojos y la boca abiertotes y media sonrisa. A ver, pausa. ¿Suena increíble? Pues ¿qué puedo decir? Lo es. Pero, en honor a la verdad ¿han oído de la paradoja del simio escritor? Resulta que, en la lógica, alguien desocupado estableció que, si encierras un simio con una máquina de escribir, con el suficiente tiempo, terminará escribiendo una novela. Con el suficiente tiempo, hasta lo imposible ocurre. Por eso ahora son comunes los resultados de lotería con los cuatro números iguales. Y a mí me ocurría esto. Una niña de noveno grado se percataba de mi erección y no reaccionaba con miedo ni asco, como lo hubiera hecho cualquier otra niña adoctrinada por una sociedad prejuiciosa y temerosa, sino con sano asombro. La explicación no era tan simple, toda vez que había tardado años en hallar un patrón, un efecto y una causa comunes: Las chicas como Natalia, absolutamente adorables y que son la encarnación de la chica de los sueños de los hombres sensibles y solitarios, son criadas solo por sus padres. Están libres del miedo a los hombres que transmiten como una infección todas las madres. Son chicas y luego mujeres excepcionales. Había conocido una durante mi juventud y dos durante la universidad. Ahora, Natalia, 22 años menor que yo. Si para su mente libre de prejuicios, provocar una erección no era nada de otro mundo… lo que venía después… mejor sigamos ¿en qué íbamos?    —¿Qué haces? —me preguntó.    —en seguida regreso.    —no, no te preocupes, profe. Una toma más y ya. Además, ya tengo qué volver.    “que no me preocupe ¿de qué?” pensé ingenuamente. Pero le hice caso, principalmente porque quería mirarla un poco más antes que se fuera. El resto de su rutina fue muy diferente a lo que había sido hasta entonces.    Ahora, me miraba todo el tiempo, con la boquita sutilmente estirada para los lados y sus movimientos parecían ser más conscientes, menos mecánicos. Creo que es de lo más hermoso que he visto tan de cerca en mi vida. Estábamos en una situación tan íntima y tan sugerente que, por lo menos a mí, se me había olvidado el resto del mundo. Seguí hipnotizado con el brillante micro-tejido de su leotardo y su piel flexible haciendo bellas figuras, como alabando al aire. Me hacía suspirar. Cuando terminó su rutina, se incorporó y empezó a ponerse la jardinera. Yo empecé a recoger mis cosas. Tuve la fantasía de que acabábamos de hacer el amor. Ella se abotonaba la jardinera a un lado de la cintura, mientras me preguntó    —profe ¿tú eres casado?    En medio de la fantasía que tenía mi cabeza, razoné las opciones de respuesta. Decir la verdad, conduciría a más preguntas que a su vez llevarían a la humillante verdad, que yo era un solitario. Decir que estaba casado, era una mentira todavía más humillante. Así que, dije lo intermedio, la mentira más bondadosa posible.    —Me voy a casar, este año me caso.    —Ay, felicidades profe.    —Y eso ¿por qué la pregunta?    —No. quería saber si tenías novia —sonrió pícaramente.    Obviamente su pregunta se debía a cómo me había puesto por verla hacer gimnasia, pero yo todavía no lo sabía. Pues bien, la grabación terminó, ella se marchó y yo me fui al baño a hacerme una de las pajas más gloriosas que tengo en memoria. Recuerdo haber tenido en la mente repitiéndose la visión de su panochita apretada entre ese afortunado leotardo azul oscuro, apretándose y aflojándose con las piernas. No sé por qué fui tan tonto por tantos años y soporté la ansiedad solo por cumplir con un estándar de supuesta rectitud, de no mirar, no pensar, no desear. Prrr… Yo creía que todo había terminado. Una niña bonita y sensual más por la que me saqué un pajazo celestial para agregar a la lista. Pero no. El haberme provocado una erección, suscitó un interés en ella que desató los acontecimientos más peligrosos y románticos de mi vida. Capítulo 3 el incidente de la nucita® ¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯ Al poco tiempo hubo una semana de vacaciones, durante la que usé el recuerdo de las rutinas de gimnasia de Natalia para mis solitarias noches y mañanas. El video también era bueno, aunque no tanto, porque lucía más grabado por un profesional que por un pervertido, pues Natalia aparecía solo del abdomen para arriba. Honestamente, no fui capaz de grabarla abusivamente. Durante el descanso, no imaginé ni soñé lo que vendría tras el regreso a clases.    —¡Primero fue el huevo!    Esa vocecita dulce y consentida se me hizo muy conocida. Pero estaba demasiado metido en mis pensamientos todavía.    —¡Mírelo! Profe ¡primero fue el huevo y después la gallina!    entonces volteé la mirada como un zombi y Natalia y sus amigas se echaron a reír.    —Profe ¿en qué piensa? —se carcajeó Natalia.    Su risa era adorable. Me miraba con la carita hinchada y el cuerpo doblado por la carcajada. Si hasta se palmoteaba los muslos. Al verla, tuve una sensación rara de haber estado con ella toda la semana de vacaciones, en un idilio y una lujuria indecibles: Pura paja. Entonces, al fin aterricé.    —Natalia. hola corazón.    —Hola profe.    Natalia metió en su boca la ridículamente pequeña cucharilla de la nucita® que venía comiendo. Despidió a sus amigas y se sentó a mi lado. Ese solo acto significaba mucho para mí. Natalia era atípicamente amable, sobre todo para lo que era el adolescente promedio. Yo estaba sentado en un sardinel del patio y Natalia se ubicó a mi lado, cuidándose de meter bien la parte delantera de su falda entre sus piernas, para no mostrarle sus delicias a todo mundo.    —¿Cómo estuvo tu semana? —le pregunté.    —Bien, ya tengo listo todo lo de la feria.    —Qué bien.    —Y ¿cómo estuvo tu semana? ¿cómo vas con tu novia?    Me asombré. Una conversación tan aparentemente frívola, permanecía en su memoria. Estaba preguntándome por mi novia, lo que era deprimente, puesto que era ficticia. Otra vez me encontré sorteando las respuestas.    —Peleamos.    —Ay, no ¿por qué? —se lamentó    —Porque vio el video tuyo y se puso celosa.    Creo que, un demonio me asistía poseyéndome y hablando por mí, debido a que yo era demasiado idiota para hablar por mí mismo. Natalia soltó una sonora carcajada, cuyo aire disparó hacia adelante como invitando al mundo entero a reírse con ella. Ni siquiera se había preocupado por terminar de engullir la media cucharadita de nucita® que le quedaba sobre la lengua. Entonces se puso el dorso de la mano sobre la boca y pidió disculpas.    —No, profe, en serio.    —En serio, mi vida. Se dio cuenta de lo hermosa que eres y se puso celosa.    —Ay, tan lindo usted, profe. Pero no peleen. Ella debe saber lo afortunada que es.    No pude más que fruncir el ceño, encoger los ojos casi tanto como lo hacía ella cuando reía y mirarla sin dar crédito a lo que acababa de oír. ¿Estaba correspondiendo a mi coqueteo? La respuesta me la ofreció la vida en el segundo siguiente:    —Toma el último pedacito de mi nucita —dijo.    Raspó bien el recipiente con la cuchara y sin pensárselo, se retorció un poco para llevarla a mi boca. Yo no titubeé y acepté el bocado. Pero la cuchara era tan pequeña que toqué sus nudillos con mis labios. Ella sonrió. Una vez habiendo renunciado a pagar el precio de la insufrible ansiedad, todo fluye mejor. Es como volver a la vida, salirse del sistema, desencadenarse… cubrí su mano con la mía y besé sus dedos. Una pequeña parte de mí gritó a truenos “¿Esto en verdad está pasando?” miré alrededor y ahí estaba el colegio, el mundo seguía girando, solo que lo hacía sumergido en su sueño, mientras nosotros abandonábamos los convencionalismos y nos poníamos sobre todos ellos. Natalia aceptó mi gesto y cabeceó de forma consentida. Dio dos lastimeros golpecitos con la cuchara sobre el fondo vacío de su recipiente de crema de chocolate y leche y se dijo a sí misma    —¿Por qué no dejé más nucita? Las experiencias prohibidas, se van sumando y dando más y más sentido a la vida. Inclusive puede uno ir de pie en un transporte atiborrado de gente, pero ir sonriendo. U olvidar rencillas que uno tiene con el mundo y hasta perdonarlo. ¿Acaso estaba enamorándome? Capítulo 4 todos los profes lo hacen ¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯ Había decidido darle continuidad, aunque fuera simbólica, al asunto de la crema de chocolate y leche. Compré un frasco grande de nucita® para obsequiarle a Natalia. Estaba aguardando el momento para dárselo y este se precipitó sobre ambos. Una soleada mañana, llevé a grado undécimo a los prados para que hicieran una actividad. Al lado, en la cancha, estaba el noveno de Natalia en educación física. Supe que Natalia me tenía prendado cuando la miraba más que a las otras. Incluso más que a las chicas que antes me parecían más mamasitas que Natalia. Mientras mis estudiantes hacían bulla y reían enredándose con una lana, me desentendí por un minuto para descansar la mente y retrasar un poco la inevitable demencia que le espera a todo docente. Me senté en el prado y me dispuse a contemplar el partido de baloncesto. Tren de ricuras. Me pregunté si los profesores de educación física eran eunucos o qué. Por lo general, sobre todo en colegios públicos y sobre todo en aquellos tiempos, la ropita de deportes de las chicas era una provocación. Ya saben —lo he dicho en mis cuentos— por la muy absurda filosofía feminista de que las mujeres pueden verse provocativas, pero que los hombres no deben provocarse. Las chicas jugaban con camisetita blanca, ajustada hasta que sus formas no solo se revelaban, sino que se acentuaban y un bicicleterito azul de gimnasio que ahorraba verdaderas fortunas en tela. Como si fuera poco, había chicas que se ajustaban todavía más su uniforme de deportes. No tengo claro si era intencional o qué, pero el espectáculo de panochas apretujadas hasta la asfixia y nalgas asomadas era como para que le pusieran a uno camisa de fuerza y babero. Ahora, si es que no se lo han imaginado, Natalia era de esas que, ignoro si por intención o porque su cuerpazo no daba para menos, llevaba ese bicicletero como pintado con brocha y cubriéndole apenas lo exigido por la sociedad. Me vio desde su partido de basket y lo abandonó de inmediato para correr a saltitos hacia mí.    —¡Hooola profe!    —Hola mi amor ¿cómo va todo?    Se sentó a mi lado.    El aroma de cuando se sentó la última vez junto a mí me había encantado. Y ahora, me hipnotizaba y me subía a los cielos el olor de su cuerpo bañado en sudor y mezclado con su jabón de baño y su perfume. Se notaba que usaba cosas caras, de esas que están diseñadas químicamente para reaccionar con la temperatura y la acidez de la piel y oler bien. Su pecho crepitaba por la respiración agitada. Sus preciosos senos subían y bajaban con la camisetita pegada por el sudor. Podía ver su delgado brasiér. Además, tenerla ahí al lado con esas rodillotas empinadas y sentir su calor, me aceleró el corazón.    —¿Qué están haciendo? —me preguntó con poco aire, refiriéndose a mi curso.    —Un juego.    —Se ve como chévere. ¿Cuándo nos lo haces a nosotros?    —mmm, puedo ajustarlo a lo que ustedes están viendo.    —¿Ellos que están viendo? —dirigió su mirada a los de undécimo    —nube electrónica. Orgánica.    Natalia subió las cejas y abrió la bocota, como de costumbre. Miró al vacío y dijo    —Ah, eso…    “Esta china debe ser muy buena en teatro” pensé. Cada gesto que hacía era rebosante de gracia y adorabilidad. Tenía la cara rojita y el cabello amarrado, aunque algunos mechones no habían soportado el calor y estaban fuera de lugar. “Quién pudiera tenerla así pero debajo de uno” pensé.    —Natalia ¡venga a ver! —le gritó su profe de deportes.    —Voy profe —Natalia se levantó de un brinco a su encuentro, pues el profe ya venía hacia nosotros.    “En el nombre de todos los dioses, qué culo ¿quién hizo eso? ¿cómo va a tener eso así y a traerlo al colegio? Que respete a los hombres reprimidos como yo” pensé. Qué pedazo de culo tan rico, trágame Tierra… La observé detenidamente dar cada paso desde que se levantó y puso su trasero cerca a mi cara hasta que volvió a la cancha. La próstata me palpitaba tanto como el corazón. De lo que no me di cuenta, fue que Ricardo, el de educación física, me había visto verle el culo a Natalia y chorrear la baba como perro. Estaba trotando hacia mí. Entonces llegó hasta mí, me pasó la mano detrás de la cabeza y apretó amistosamente mi hombro. Me dijo prácticamente al oído    —Sí, yo sé que está buena, pero disimule porque aquí hasta el pasto tiene ojos. La historia de Ricardo merece su propio relato. Aquí, solo diré que él se convirtió en mi cofrade de copas y tutor, aunque era más joven que yo, en cuestión de amores profesor-colegiala. Dicho sea de paso, si ustedes conocen algún profesor de bachillerato, no importa lo que piensen de él, ha tenido al menos un romance con una estudiante. Creo que diría “tendría que ser gay para que no tuviera un romance”, pero los profesores gay tienen romances con los jóvenes. Si hasta conocí de primera mano la historia de una psicóloga escolar que tuvo un acalorado romance con una chica de undécimo. La menor manipuló a su antojo a la funcionaria para evitar que emitiera su concepto profesional sobre ella, hasta que la enamoró. ¡Vamos! dejen de creer que hay una especie de estatus supremo que tienen quienes trabajan con menores de 18 que los hace idóneos e impecables. Prr, eso no existe. Es como creer que a los curas no se les para el pito o los policías nunca se pasan una luz roja o los médicos no se pegan una traba. Hasta la policía de menores tendrá fantasías en la privacidad de sus pensamientos cuando confiscan material prohibido. La diferencia es que somos un puñado los que hablamos abiertamente de esto.    Bueno, en lo que estábamos: Por un consejo de Ricardo, le dejé el frasco de 500 gramos de nucita®en su maleta, anónimamente. La reacción de ella sería muy informativa para mí. Y en efecto, así sucedió. Un día que se llevaba a cabo una celebración de alguna estupidez, una de 150 que hay cada año en los colegios, hallé el momento preciso para dejarle el regalo a escondidas. Y no tuve que esperar mucho más de una hora, pues tan pronto ella descubrió el presente, me buscó por todo el campus hasta que me encontró. No creo poder confirmarlo, pero creo que fui el primer sospechoso y eso ya significaba bastante. Faltaba ver cómo lo tomaba.    —Profe ¿fuiste tú el que metió la nucita en mi maleta?    estaba de pie frente a mí, con las manos unidas por delante, sin ninguna expresión predecible. Estábamos en el pasillo que daba salida a grado décimo. Y ahí obró otra vez el destino. La ruidosa campana sonó al tiempo que yo hablé.    —¿Qué? ¿Si o no? ¡ay profe no le oigo! —se quejó ella.    —SI, ES DE MI PARTE —me hinqué y subí la voz. Mi intención era darle un beso en una de sus preciosas mejillas. Me agaché los pocos centímetros que necesitaba para hacerlo. Por la campana, los de décimo salieron como estampida en erupción volcánica. Natalia, sorprendida, brincó a abrazarme y el beso que yo estaba dando le calló en el cuello. Traté de disimular, pero el abrazo de ella era demasiado sincero y un corrillo de chicos de décimo, boquiabiertos, estaba en torno nuestro. Fue como empezaron los rumores y la parte más llena de ají de mi historia. Capítulo 5 La conspiración cósmica ¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯ El clímax de todo lo ocurrido llegó gracias a un paro de transportadores. Ese viernes, los conductores no solo pararon, sino que bloquearon vías por toda la ciudad y la “secuestraron”. Como yo vivía tan lejos, salía desde tan temprano que viajé antes que el paro empezara. Por eso llegué al colegio. Otros profesores tuvieron que caminar por horas y llegar, como buenos asalariados. Pero los estudiantes no tienen esas obligaciones absurdas. En el colegio había si acaso el 30% del estudiantado. De mi curso de 33 jóvenes, habían llegado 12 y 4 se devolvieron. Lo mismo ocurrió en cada grupo. Prácticamente no había nadie. Lo mejor ocurrió cuando, el típico grupo de profesoras proactivas sugirió reunir a los niños en actividades lúdicas. De los 8 que me quedaban, se fueron 5. Cuando me di cuenta, a mi salón habían llegado todos los desparchados de cada curso.    —Qué, profe ¿nos va a contar historias de terror? —preguntó uno de los chicos de décimo.    Yo era un afamado contador de historias e interpretador de sueños, incluso en el tan poco tiempo que llevaba allá. Como no había nada qué hacer y se aproximaba Halloween, accedí.    Como habrán adivinado, Natalia era una de ellos y se sentó ‘al mando’ conmigo durante esa mágica mañana. Si hasta habían tapado las ventanas con cinta y carteleras viejas para oscurecer el salón y ambientar mis relatos. Quepa el comentario, fue todo un honor ser reconocido por echar buenos cuentos a viva voz y sacarles gritos a los chicos en plena época del ascenso de las creepy-pastas. Mientras narraba las historias, Natalia me abrazaba. Estuvo muy bien pegadita a mí por mucho rato y el ambiente fue de tal grado de libertad que me da nostalgia recordarlo. No había reglas, nadie juzgaba. No había nada de malo en ello. Ni siquiera cuando ella tomó una de mis manos entre las suyas y la frotó largo rato. Bueno, ese es uno de cien detalles románticos, pero omitiré los demás₂ en atención a que este es un relato erótico. _______________________ ₂Por eso inventé el género Romantiporn, para no tener qué volver a omitir el romance ¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯ Por su puesto hubo cartas de amor, un primer beso, situaciones no menos increíbles de lo que ya les he contado, por ejemplo, como la defendía yo en situaciones escolares, etc. Por ejemplo, que un estudiante que estaba profundamente enamorado de ella, lloró ante mí preguntándome por qué se la quitaba. Al final lo admitió porque yo era su profesor favorito y creía que yo le convenía mejor a Natalia. Por ejemplo, los sueños de Natalia que yo interpretaba y que significaban su obsesión sexual por mí. Por ejemplo, que durante un descanso en un parque público, unos malandros se mezclaron y amenazaron a un estudiante en un intento de ajuste de cuentas. A mí me responsabilizaron alegando el descuido que cometí, ya que los delincuentes habían logrado llegar hasta ese punto, gracias a que yo estaba embobado cantándole una canción a Natalia, guitarra en mano, en un rinconcito muy alejado. Hasta fuimos el tema central de una columna de chismes en un pasquín impreso que era del proyecto de idiomas. También aparecía Ricardo y una de sus choco-aventuras. Las chicas del proyecto me entrevistaron y me preguntaron “¿Qué pensaría usted si una hija suya le dice que tiene una relación amorosa con un profesor del colegio?”, a lo que descaradamente respondí “Pues si el profesor es como yo, felicito a mi hija”. Lo recuerdo y yo mismo no puedo creerlo.    En contraste, lo que viene a continuación es difícil de compartir, sobre todo por ser de forma explícita, por el recuerdo grato y cariñoso que tengo de Natalia. Pero igual quiero seguir contando esta historia, no solo por cachonda sino porque escupe en la cara de quienes se santiguan y niegan sus lados oscuros refugiándose en la doble moral. Después de una hora o un poco más de tertulia, los poquísimos estudiantes estaban dispersos por muchas partes del colegio. Ya ni los directivos querían estar pendientes. Eran tan pocos muchachos que parecía un día pedagógico, con dos o tres estudiantes colados. Natalia, Alexandra —una de sus amigas, celestina ella— y Fredy, el joven del corazón roto; eran los únicos que quedaban conmigo. El chico alargaba cada palabra para no dejarnos a Natalia y a mí a solas, pero la otra chica fue más fuerte. Logró llevárselo. El corazón se me aceleró. Después de tantas cosas, al fin estaba a solas con Natalia, la treinta mamasita del bizcochito apretado bajo el leotardo y el culazo despampanante y al mismo tiempo, la muchachita de gestos adorables y ternura desquiciante. Yo, estaba sentado en mi mesita de docente, tratando de pensar qué haría a continuación. Pero no era necesario pensar: Las cosas pasarían sin forzarlas de ninguna manera. Natalia se metió entre mis piernas y recostó su trasero en una de ellas. Yo la tomé por la cintura.    —Nata…    —No pasa nada, si viene alguien, Alexandra nos avisa.    Como había hecho ya varias veces, tomé su carita y la conduje hacia la mía con dos dedos. Nos dimos unos besos. Natalia respondió metiéndose más entre mis piernas. Yo, otra vez mostré la necesidad de un límite. Y ¿si estaba pasándose de la raya? El riesgo era más que temerario, era absurdo.    —Nata, mi amor…    —Ay, dime que no te gusta… —me retó.    —¡Ja! Es que ése el problema.    —Y eso es justamente lo que yo quiero    —Qué ¿que nos descubran?    —No, profe. Quiero que se te pare otra vez. ¡Plop! ¿Han visto esos memes donde muestran una cara dibujada en línea con una expresión de tal asombro que se descuencan los ojos y se desgarra el cuello? Pues, tal cual. Y, sí, estaba parándoseme hacía pocos segundos. Tenerla ahí, más cerquita que nunca y de remate a solas, bebiendo su rico olor y sintiendo su calor, además del pequeño y cálido vacío en medio de sus nalgas, que era tan evidente en mi muslo.    —A mí nunca nadie me ha hecho sentir como tú —agregó— y me encanta como me miras y me tratas.    Ya me lo había escrito algunas veces. “No sé qué es eso que tú tienes que nadie más tiene”. ¡Puff! Eso reconstruye el alma por más hecha pedazos que esté, créanme. Ahora, oírlo a pocos centímetros de mi oído era, era… no sé. Estaba enamorado. La atraje por completo hacia mí con mi mano y nos empezamos a dar besos. Una partecita de mí gritaba, por allá adentro, si acaso no estaría soñando o todo era una alucinación o una broma o qué. Pero sí estaba pasando y de vez en cuando hay que aceptar las cosas maravillosas que nos pasan. Capítulo 6 Pura lujuria ¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯ ¿A alguien a alguna vez le han leído la carta astral? Si no, les diré que, en momentos diferentes de la vida, hay diferente influencia para diferentes cosas. Y que, eventualmente se presentan las condiciones perfectas para que algo ocurra. Solo hay que saber reconocer el momento y actuar. Ricardo decía “Eso es lo mejor que le puede pasar a un hombre en la vida”. Sí, lo mejor. Así que ¿cuántas veces más habría yo de esperar que me ocurriera? Con razón decían que uno se arrepiente es de lo que NO hace. Ahí estábamos, Natalia y yo, una pareja prohibida a punto de hacer el amor en un lugar prohibido. Ya en alguna ocasión, la propia realidad se había vuelto relativa delante de mis sentidos porque se asemejaba a algún sueño, aunque nunca por nada tan complejo ni mucho menos tan bello. Si hasta tenía ganas de darme un fuerte pellizco. En los tres meses que llevábamos de novios, solo una vez nos habíamos encontrado por fuera del colegio. ¡Diablos que es difícil tener una relación con una “menor”, o sea alguien a quien se le ha establecido a dedo que no es apta para tal cosa! “¿Por qué diablos tienen que existir los límites?” solía renegar ella. Los menores no son dueños de su tiempo, ni de su vida y eso no está mal para las mayorías. El problema es que siempre hay gente no convencional, que tiene que vivir apegada a las reglas de las mayorías, basadas en el miedo. Recuerdo haber soñado una vez ser aún un estudiante y haberme sentido tan asfixiado por los muros y las rejas del colegio que salí huyendo para siempre, a correr libre por las calles. Entonces, si el universo se tomaba tantas molestias para hacerme un regalo ¿cómo iba a ser tan idiota de rechazarlo? ¿iba a preferir apegarme a las convenciones chiquitas de la gente chiquita o me regocijaría en la grandeza? “si no es ahora, no será nunca” me dije. Estaba muy seguro de hacerlo, como cuando eres capaz de predecir por intuición que algo que nunca ocurre —lo del simio que escribe una novela— eventualmente está por suceder. Pero no volverá a ocurrir en siglos. Podía presentir que no había nada en este mundo que pudiera impedirlo. Era nuestro momento, nuestro regalo y nuestro tiempo. Si el mismo cosmos estaba conspirando ¿qué podría pasar en su contra? ¿Que subiera el puto rector o la tonta coordinadora y nos sorprendiera? ¿Que Natalia se arrepintiera al último segundo y saliera gritando y yo terminara en la cárcel? ¿Qué justo en el último momento antes del coito empezara un sismo de 9 grados en la escala de momento de magnitud? ¡Nada! Cualquiera de esas tonterías sería probable en otro momento, en otro lugar, con otra chica, pero no ahí, en ese entonces, ni con Natalia. Esa aula de clase vacía no hacía parte del méndigo mundo. Así que, me dejé llevar. Con seguridad y calma. Con confianza, casi chabacanería. El cuerpo y la mente se transforman. Nada se siente igual. La química de la vida entra en un hiperactivo éxtasis y resulta tan delicioso que, uno se reconcilia con su parte animal y la deja fluir. Y valga decir que el sexo prohibido proporciona dicho placer, pero multiplicado por 10. Tanta es la sensación de euforia que uno entiende a las personas que se vuelven adictas al sexo. Vivir sin conocer dicha sensación, no vale la pena. De igual modo, se admira y hace reverencia a quienes, en efecto, son capaces de vivir sin ello. Mis manos pasaron de apretar gentilmente el tórax de Natalia, con un sentido protector; a masajear su vientre, subiendo lentamente hacia sus senos. No parábamos de besarnos. Parecíamos disfrutar mucho el sabor de los labios del otro y explorábamos recíprocamente nuestros dientes, lengua y la comisura de la boca. El sonido de los besos entraba por mis oídos como una descarga de alta tensión que se procesaba en micro-segundos e iba a parar a mi falo, que ya estaba indolentemente tirando los pantalones hacia afuera. Natalia pasaba sus dedos sobre el bulto y de repente se concentró en la punta. Me daba apretoncitos en el glande con una pinza que formaba con sus dedos. ¿Habría estado queriendo hacer eso desde aquel día de su rutina de gimnasia? ¿Habría tenido fantasías y una que otra masturbación, igual que yo, en la semana de vacaciones? Los pensamientos solo me ponían más caliente. Ya estaba mojando más que cualquier vez pudiera recordar. Mi mano derecha seguía caballerosamente puesta en su cintura, apretándola contra mí. Su diminuto masaje era tan rico que yo tenía ganas de venirme. Mi mano izquierda, estaba en la gloria de su teta derecha. Se la masajeaba con pasión. En ese instante se le salió el primer gemido que recuerdo de ella, directo desde su vientre y arrojó dentro de mi boca su hálito divino de niña que está por cumplir los 15. Separé un poco más mis piernas, pues necesitaba espacio. Quería agarrarle el culo y le hice espacio a mi mano para tal propósito. Tan pronto mi palma derecha tuvo esa gloria, se encendió en mi mente cual pantalla de cine, la imagen de Natalia poniéndose de pie para correr de vuelta a su partido de baloncesto. Ese culo perfecto, provocativo y redondo, estaba ahí en mi mano morbosa. Yo también hice una pinza con el pulgar y los demás dedos para darle pellizcos. Natalia empezó a respirar más y más fuerte y me desabrochó el pantalón. Me encantaba poder al fin masajear esa cola como tantas veces lo había hecho en sueños. Manosearle el culito a una colegiala, así, sin más, por encima de la falda y todo, es una acción sublime y que lo sube a uno al cielo como si salieran alas. La tela de la falda tiene una textura ligeramente áspera, lo suficiente para que mi palma se cargara de electricidad. Mi mano, su falda y su bella cola se movían estregándose lo uno sobre lo otro. Sus nalgas eran firmes, muy firmes. No por nada, ya que la chica hacía deporte desde los 7 años. Mientras Natalia continuaba su masaje sobre mi glande a través del bóxer, seguíamos dándonos besos sonoros y acalorados y yo le manoseaba las tetas y el culo. En un punto no lo resistí y abrí bien mi mano para agarrarle la nalga lo más que pudiera. Se la apreté bien. Pero no fue suficiente. Con mi dedo índice y los demás apoyándolo, metí fuertemente su falda entre su culo. Querría agarrarla toda, tocarle todo, chuparla, cogerla… Hasta que, al fin, su falda empezó a hacerme estorbo y se la subí. Natalia parecía avanzar a la par conmigo. Cada paso que yo daba servía como una especie de aprobación para que ella diera el suyo. Me sacó la verga. Haló el bóxer y yo le ayudé un poco. Sentía el endurecimiento desde el perineo, incluso de más atrás. Natalia me masajeaba la verga y dejó de besarme para mirar. Natalia me lo tocaba con la punta de los dedos y me descargaba corrientazos que me enchinaban la piel. En cuanto a mi mano derecha, bajo su falda… ayúdame dios. He escrito varios cuentos de los que me enorgullezco, pero rememorar algo real es un calibre nuevo para mí. Tal vez tenga que parar de escribir para hacerme una paja. Tenía los tres dedos medios en su entrepierna, por detrás. El calor era impresionante. Se sentía como cuando te bajas de un avión que despegó en el páramo y abrió las compuertas en el trópico. Sus panties se sentían ligeramente húmedos. No sé si era sudor, pura excitación o ambas cosas. Quizá el inmenso calor que tenía allí le hacía sudar también la piel. Qué experiencia más sublime. Mientras le mordía suavemente el costado del cuello con mis labios, le daba un tierno masaje en su zona íntima con mis tres dedos. Ella, para sentirme más, tenía las piernas muy bien cerradas y no me daba mucho espacio para mover los dedos. Arriba y abajo, arriba y abajo. Ella volvió a gemir. También empezó a mover sus caderas adelante y atrás. El pito me empezó a pasar corriente. Ya quería cogerla. Ella jugaba con el lubricante que me salía a raudales mientras yo le besaba los lóbulos de las orejas. Cuando estaba yo dándole besitos en la partecita cóncava detrás de su oreja, ella descendió. Mi mano se salió de entre sus piernas y sintió un frío tenaz cuando volvió a quedar expuesta al aire. No pude pensar nada más. No es muy fácil pensar cuando una estudiante de noveno grado que amas con el corazón, te da besos en la punta de la verga por primera vez. No me avergüenza admitir que, como hacen las mujeres, tuve que agarrar fuertemente un objeto en mi mano para sobrellevar la inmensa sensación. Cogí el borde de la mesa con tanta fuerza que se me marcaron los dedos. Es que mi glande nunca había estado de fuera del prepucio. Solo cuando me bañaba y obviamente no en estado de plena erección. La sensibilidad allí era fenomenal, por lo que los besitos y las lamiditas de Natalia me electrocutaban. Luego se lo metió bien la boca. Yo, no solo estrujaba el borde de la mesa, sino que apretaba los dientes. ¿Qué puedo decir? Una muchacha divina como el sol, colegiala, con el uniforme puesto, alumna mía, en el salón de clase, me lo estaba mamando. Para incrementar el morbazo, bajé la mirada. Quería verla comiéndome la verga. Tuve el impulso de agarrar su frente y levantarla, quería que me mirara, pero no lo hice. Solo vi su cabecita yendo para adelante y para atrás, mamando juiciosa. Húmeda y calientita. Su lengua se movía independientemente, lamiéndome la pija como helado. Tuve una imagen asombrosamente nítida de ella frunciendo el ceño, asombrada por la venida tan abundante que le estaba dejando en la garganta. Luego tosía y un poco de la leche salía con fuerza, pegándose en mi pene y abdomen y un poco también en sus mejillas. Quería hacerlo verdad, pero… no podía. Si me venía, no habría tiempo para recuperarme y seguir haciendo todo lo que quería hacer.    —ven preciosa, ven te hago el amor…    La tomé de las manos y la conduje a ponerse de pie. Logré contener el orgasmo justo a tiempo. Le quité el saco e intercambiamos de lugar. Ella me miraba con los ojos tan brillantes que se le veía el amor. Le di un beso más, tomando su rostro a dos manos y la doblé gentilmente sobre la mesa. Natalia exhaló complacida. Ya había curioseado con la mano y el turno era para la vista. Si los hombres por naturaleza somos visuales en el sexo, yo era el doble o el triple. Me encantaba mirar. Entonces subirle la faldita a mi niña fue un paseo por las nubes que disfruté milímetro a milímetro. Acerqué mi cara a la parte de atrás de sus muslos tanto como pude, sin que pudiera dejar de ver y sentir ese calor tan rico. Al fin descubrí su ropa interior, sus cucos o como se dice en el resto del mundo, sus calzones. Eran blancos —qué excitante— y eran ceñidos. Por otra parte, no debe haber ningún aroma posible más rico para un hombre que aquél cálido hálito que se libera cuando se le sube la falda a una colegiala. Besé sus piernas, las mordí suavemente y ascendí a sus nalgas. También la mordí con los dientes amortiguados por mis labios. Ella gimió asombrada. Di unos cuantos besos más en su concha, por encima de su panty y acariciándole los muslos y la cadera. “Estos cucos me los quedo para mí” decidí y se los quité. Como un ladrón profesional, los puse dentro de mi morral en un parpadeo, sin ser descubierto. Pero había delante de mí algo mucho más importante. Recordé otra vez la gimnasia y la forma en que su leotardo azul oscuro con figuras azul claro, se le metía entre las nalgas y los labios vaginales. Me acordé de cuánto la deseé y cuánta paja me saqué a nombre de ella. Ahora, esa misma cuca estaba ahí a centímetros de mi cara, rebosando de ganas, abajo de esas mismas nalgas prodigiosas que ella sacaba orgullosa al sol para clase de deportes. También, qué estética vagina. Solo era una rajita impecable, salpicada por unos vellitos cortitos y delgaditos que crecían con timidez. Lamí y chupé todo aquello, mientras ella gesticulaba contenta. La imagen de Natalia en uniforme de educación física seguía impresa en mis retinas, aun cuando en realidad le comía la panocha en ese instante. Consistía en el morbo, la obsesión que me había dejado y que estaba complaciendo. Me encantaba pensar que, así como me palpitó de ganas la próstata cuando la nena se levantó y vi sus nalgas apretaditas entre el diminuto bicicletero, ahora estaba comiendo aquello. Mis ojos se saciaron ese día y ahora, el resto de mí tenía la satisfacción. Mi lengua conocía el sabor de su sudorcito y mi olfato conocía el aroma de sus fluidos. Creo suponer que, los que se denominan normalmente como “pervertidos”, tienen una capacidad superior para disfrutar de lo terreno, impulsada por un deseo básico no reprimido y una imaginación más allá de lo normal. Mientras abría y cerraba mis labios, potenciados por mi mandíbula sobre su vagina, imaginaba que estábamos en medio de su partido de basket. Lo más rico era satisfacer ese improbable deseo y saber que, en el futuro, cuando la volviera a ver así, podría pasar mi lengua sobre mis dientes y saber que mi boca ya tuvo ese frenético éxtasis de chupar todo eso que había allí. Esas exquisiteces pequeñas en tamaño, pero inmensas en valor que ella apenas cubría con su pantalonetica de gimnasio. Mientras pensaba todo eso y chupaba, me la había empezado a jalar sin darme cuenta y tuve que soltármelo por la derramada inminente que se avecinaba. Abrí los ojos y recordé la realidad. Natalia estaba ahí con el pecho tendido sobre la mesita de profesor, con la falda tendida sobre toda la espalda y poniéndome la colita en la cara. Me apeteció comerle el ano. Me saboreaba como un crío hambriento y me seguí saboreando mientras abrí sus nalgas a dos manos. Me enamoré instantáneamente de ese pequeño manjar, puesto que no era más que un diminuto poro, que no sería perceptible si no fuera porque su ubicación era marcada por un asterisquito de piel. Adorable, sencillamente adorable. Pero no había tiempo para un anal, menos si el agujerito en cuestión era nuevo. Fantaseé con estar con ella en muchas sesiones muy largas de sexo, para entrenar su culito para el amor, con mucha saliva y con los dedos, progresivamente. Como fuera, no podía renegar, no podía pedirle más suerte al destino. Creo que nada, ni siquiera su vagina, que acababa de comer; había chupado yo con tantas ganas. Fue tal la intensidad de mi mamada a ese orto que ella estrenó una clase especial de gemiditos. “cómo quisiera encularla” pensé.    Me puse de pie, puse mi mano en su hombro y apunté mi pene —recuerdo que nunca me lo había visto tan crecido y que vérmelo así era parte de lo que me excitaba —a su cavidad vaginal.    Quería experimentar esa gloria milímetro a milímetro y así lo hice. Natalia ahogó los gritos con la mano. Se veía encantadora ahí tapándose la boca y con los ojos cerraditos. Le temblaban los párpados. Empezamos a culiar. “Al fin…. Ufff, al fin…” pensaba. Si describiera la dicha que inundó mi espíritu, llenaría estas líneas no solo de arrechera sino de fulgor romántico. La verdad, fue como volverlo a hacer por primera vez —o mejor—. Penetrar y hacerle el amor a una colegiala es un pasaje místico, hace que todo alrededor, antes y después, desaparezca. Cuando se recuerda, se cuestiona uno por qué las mejores cosas de la vida están prohibidas. Lo mandan a uno a la cárcel, al hospital o lo hacen a uno suponer que lo mandan al infierno. Si tan risible lugar existiera, valdría la pena ir, después de hacer el amor con una colegiala de catorce años, con el uniforme puesto, en un salón de clase. Por otra parte, uno admite que hay miles de relaciones entre adolescentes por ahí, pero uno presiente que no son ni una décima así de intensas en amor y placer. Sencillamente, porque un joven adolescente, aunque esté con la criatura más bella de este mundo, con un ángel encarnado, el idiota no lo sabe. Por algo, la sabia madre natura hizo a los hombres con una niñez tremendamente larga y a las mujeres, con una niñez tremendamente corta. La pareja natural es de un hombre y una muchacha. La pareja por excelencia, Natalia y yo. Ya sugerí que el cuerpo y la mente cambian y se asciende a un punto casi extra corpóreo. En el coito, se está en la cúspide. Agarraba a Natalia por un hombro y por la cadera y la bananeaba frenéticamente. En un punto, ella no resistió más y se quitó la mano de la boca. Gritó. No estoy seguro de qué pasó o tal vez sí estoy seguro, pero es demasiado increíble, incluso para mí mismo. Le permití gritar dos veces más, puesto que la sensación que me proporcionaba era riquísima. En ese piso del colegio, con toda seguridad, solo estábamos Natalia, Alexandra y Fredy como esbirros ahí afuera y yo. Pero los gritos de placer de Natalia se dispersaron en el vacío como bala de cañón. Recordé las risotadas hipersonoras de Nata. A continuación, yo mismo le tapé la boquita. Seguí bombeando y bombeando y bombeando… tenía muchas ganas de echárselo dentro. Hubiera sido como la consumación perfecta de nuestro deseo y nuestro amor, pero no lo hice. Lo saqué y terminé masturbándome sobre sus preciosas nalgas. Nunca, ni en las pajas a nombre de la misma Natalia, ni cuando me pajeé en el baño del colegio con la imagen de su conchita haciendo gimnasia, sentí tanto. Las nalguitas de mi Nata estaban quedando sin una pulgada limpia y yo seguía acabando. Recuerdo que gruñía, involuntariamente. Un chorro más, un gruñido más, unas gotas más, una gota más, otra, la última… todo terminó. Parecíamos acabar de terminar una carrera de triatlón.    La respiración si apenas alcanzaba para mantenernos vivos. Me recargué sobre ella y le cubrí el costado del rostro de besos. Tuvimos unos minutos para gozar el éxtasis. Natalia, aun dando resoplidos y sonriéndome, se irguió.    —¿Dónde está mi panty?    La recordé volviendo a ponerse la jardinera después de su rutina de gimnasia cuando apenas nos conocíamos y que fantaseé con que acabábamos de hacer el amor. Sentí una alegría inmensa.    —Ese panty ahora es mío.    Ella sonrío y me dio un beso. Parecía que cada detalle de mi obsesión con ella, la complacía. Desde mi erección por verla haciendo gimnasia hasta el apropiarme de su calzón. Se acomodó la jardinera.    —¿No te vas a limpiar?    —No. Creo que va a ser rico sentirme sucia y saber que el que me ensució fuiste tú. No sabía que fuera tan puta. 0k, rico. Hasta donde yo sabía, a Natalia se la había comido un primo de su edad en un paseo familiar y durante un año se la había vuelto a comer esporádicamente. Pero no imaginaba que tuviera fetiches. Advertirlo, solo me hizo enternecer más y darle un enorme abrazo. ¿Qué había hecho yo para merecer semejante bendición? Una niña hermosa, sin tabúes, miedos ni prejuicios, para mí. En medio del abrazo recordé que era probable que nunca más volviéramos a estar, así que la apreté más y más. Ella correspondió. Epílogo ¯¯¯¯¯¯¯¯ Lo que pasó a continuación, fue el duro despertar. Volver a la aburrida y casi deprimente realidad. La vida volvió a aterrizar en su estadio obligado de apariencias y estándares. Todo se inundó de repente otra vez de hambre, plaga, miedo y odio.    —HOOOOLA PROFE GISELI!! —gritó a truenos Alexandra, desde la escalera, que quedaba como a 50 metros del salón donde me cogí a Natalia. La reacción ante la alerta fue inmediata. Natalia me besó en la boca y se retiró como un rayo, hacia los baños, a ponerse totalmente a salvo.    —Uhy, pero por qué grita, que horror ¡no estoy sorda! —escuché responder a la Coordinadora Giseli, un poco molesta.    Como sea, la profesora nunca me buscó, sino que siguió de largo al siguiente piso. Ojalá, ese maravilloso día hubiera sido aprovechado por muchas más parejas prohibidas para hacer riquísimo el amor. Nuestro noviazgo prosiguió justo hasta donde ambos habíamos pronosticado: El último día que el colegio hiciera actividades. Después de eso, por la dificultad de encontrarse con una menor de edad, las cosas serían imposibles. Fue algo que hablamos muchas veces, pasando gradualmente de la negación a la aceptación. Era una realidad de las que profesaba Ricardo sobre sostener relaciones amorosas con estudiantes: “Disfrútelo, porque es como vivir un sueño, pero parte de vivir ese sueño, es despertar. A ella le espera toda una vida y usted no puede impedirle nada. No le niegue la vida. Ella va a terminar el colegio, a empezar la universidad, a trabajar, a pasear, etc. Y va a conocer a alguien más. Usted, ámela, mientras ella se lo permita, cuando ya no, retírese como un caballero. Para eso el hombre es usted, un hombre, no un niño. Usted seguramente se convertirá en el recuerdo más bello que ella tenga de su juventud, así que procure eso, ser un sueño vivido e inolvidable para ella y no una pesadilla que quisiera olvidar. Lo que siempre les digo a quienes les pasa eso, tener amores con una estudiante, se lo digo a usted: Trátela bien, trátela BIEN”. 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Autor: Stregoika Categoría: Tabú

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Senderismo.

2021-12-17


Es una noche muy obscura … seguro me he despertado por alguna razón que al momento desconozco … tengo sueño … me siento cansada … siento que mi cabeza me explota … debo continuar a dormir … si es mejor que me acomode bien y siga durmiendo … pero … —¿Dónde está mi almohada? … —¡No! … ¡Esta no es mi almohada! … ¡Son! … ¡Son ramas! … ¿Dónde estoy? … No veía nada, la obscuridad era absoluta, mis ojos no lograban vislumbrar nada en la penumbra de la noche, mi respiración estaba alterada, no podía respirar muy bien me sentía algo mareada, tenía una cierta sequedad en mi boca, no hay luz en este mundo donde me he despertado, es terrorífico, me pregunto como podré superar estas tinieblas, mi cabeza estaba pegajosa y mis cabellos tiesos. —¿Y esto que cosa es? … Hay algo tibio y peludo a mi lado, este ser mantiene mi temperatura, no debe ser una bestia salvaje ni feroz, sino ya me hubiese atacada, su olor no me es desconocido, es un olor peculiar, estamos muy cerca el uno del otro, esto debe ser una pesadilla … ¡Sí, eso debe ser … un sueño horrible! … debo despertarme y salir de esta angustia. Continuo a palpar a este ser que comparte mi estrecho espacio, se mueve, se mueve y se levanta, es un cuadrúpedo, puedo tocar sus patas, asemejan a … ¡un perro! … ¡Sí me parece un perro! … siento su legua que roza mi mano, es una lengua babosa y áspera, tibia y maciza, debe ser un animal de proporciones, pasa su lengua por mi cabellos apelmazados, pero por qué tengo mis cabellos así descuidados y sucios, tengo una especie de costras, me duele mi cabeza, creo que algo me golpeó o quizás me golpee yo misma en algún modo que desconozco. Mi ropas están en mal estado, estoy vestida con una especie de jeans, una parka, un chaleco y una remera de mangas largas, el ambiente es abrigado, tengo botas con cierre y largas medias de lana que cubren hasta mis muslos, es como si hubiese salido a recorrer alguna parte apartada y es probable que haya sufrido algún percance o accidente. Estoy tomando conciencia de que no es una pesadilla, lo que estoy pasando es muy real, pero no tengo recuerdos de nada, quizás perdí mi memoria y debo haber estado inconsciente por un tiempo indeterminado, siento mi boca seca, el animal como si leyera mis pensamientos me lengüetea los labios, lamo su lengua para absorber esa humedad, a ciegas pongo mis manos en su gruesa cabeza y mojo mis labios en su baba, necesito saciar esa sed, no tengo otro medio que absorber y beber de su baba, no me resulta desagradable, él me lengüetea el rostro, mis cabellos, como si quisiera limpiarme, lo dejo hacer, siento que él está cuidando de mí, me da confianza, pero me atemoriza la obscuridad alrededor de mí, creo haber perdido mi sentido de visión … ¡Estoy ciega! Me levanto y me golpeo la cabeza, estoy en una especie de caverna, a gatas comienzo a descubrir las dimensiones de mi refugio, palpando los muros me acerco a la entrada de la cueva, el exterior es más fresco, hay aire menos temperado, por el momento debo permanecer aquí hasta restablecer todos mis sentidos, me hago la idea de que mi refugio tiene como un metro y medio de alto y unos cuatro metros cuadrados de extensión, lo mejor es que acabo de encontrar una mochila que seguramente me pertenece, tengo una muda de medias y ropa interior, además, encontré varias barras de chocolates y unos paquetes de galletas, mientras no pueda ver donde me encuentro, debo permanecer en este lugar, pienso que ya habrá algún ente nacional de rescate buscándome, me imagino que tendré alguna familia, de momento no recuerdo nada de mi pasado y esto sí que me aterroriza. Encontré una botella grande de agua, la debo dosificar pues no sé cuanto tiempo restaré con mis limitaciones visuales, hay momentos como que, si viera algo y luego regreso a una total obscuridad, estar cerca del animal que me está a mí lado, me da una cierta seguridad y tranquilidad, me siento cansada, me acomodo para reposarme y siento que el perro sale de nuestra guarida, me siento intranquila sin él a mi lado, pero estoy tan cansada que me pierdo en un sueño inquieto pero reparador. No sé cuantas horas he dormido, siento la tibieza del perro a mi lado, no sé si es día o es noche, todavía estoy totalmente ciega, ¿cuál es mi nombre?, me doy cuenta que no sé nada de nada, ni siquiera recuerdo mi nombre, pero siento que mi cuerpo reacciona un poco mejor, sé que estoy en una cueva con un perro, sé que tengo una herida en mi cabeza, sé que tengo una perdida de memoria, sé que estoy perdida en alguna parte solitaria, me muevo y siento que el perro se alza conmigo, trato de orientarme hacia la salida de la cueva, a gatas me deslizo fuera, siento el frio ambiente y deduzco que es noche, hay solo una suave brisa muy fría y percibo algunos arbustos, no me atrevo a alejarme, no quiero perderme en estas tinieblas que me rodean, estoy de pie, me muevo para buscar la entrada de la caverna y escucho al perro delante de mí, me apoyo en mis rodillas y manos y gateo hacia donde siento el ruido del animal, casi sin darme cuenta entro en la gruta, estoy otra vez en la seguridad del cubil, me abrazo al perro buscando su seguridad, él me lengüetea con afecto. Me esforcé por tratar de recordar cosas, me parece increíble, pero recordaba algunos temas musicales, trate de relacionar esos temas con otros recuerdos, pero habían como flashes de luz con algunos rostros, no lograba reconocer a ninguna de esas caras que cruzaban velozmente por mi mente, logré establecer que mi lugar de domicilio es la ciudad de Santiago de Chile, vivo en un departamento, no recuerdo ninguna dirección cívica ni nada de eso, pero me alegro de recordar algunas cosas, poco a poco me recuesto y duermo, el perro se acurruca cerca de mí y me parece que se dispone a dormir junto a mí. Me despierto y logro ver una cierta claridad en un sector de la gruta, imagino sea la salida, me dirijo hacia ese claror y salgo de la cueva, la temperatura ambiente es bastante agradable y hay mucha luz, pongo mi mano ante mis ojos y veo solo una sombra borrosa, no distingo mi mano, pero percibo que tenemos mucha luz, concluyo que es de día, un día soleado, percibo la temperatura de los rayos solares, no logro distinguir formas ni colores, pero me reconforta el haber logrado recuperar en algún grado mi visión, todavía no es suficiente como para aventurarme lejos del cubil, me siento en un lugar sombreado y ejercito mis ojos, distingo las formas de algunos árboles y también me doy cuenta de que estoy en una especie de ladera de un cerro, he consumido la mitad del agua, me preocupa quedarme sin agua, al parecer hay algún afluente en las cercanías, pues Rocco, mi perro se llama así, otro recuerdo que no sé cómo emergió de mi cabeza, es claro que todos mis recuerdos están ahí, solo que por alguna razón no logro acceder a ellos. Tercer día, recuerdo que mi nombre es Joselyn, soy apasionada de senderismo, no recuerdo haber declarado a carabineros de que me aprontaba a aventurarme en la montaña, vivo sola con mi perro, en lo Barnechea, no recuerdo tener un novio que se preocupara por mi ausencia, me encontraba sin trabajo desde hace tres semanas y se me había ocurrido salir a la montaña a practicar mi deporte favorito, saltando de una roca a la otra resbalé y seguramente azoté mi cabeza en alguna piedra procurándome una herida con perdida de sangre, no recuerdo todo, pero me parece que esto es lo más cercano a lo que me ha sucedido, así que no debería haber nadie buscándome, pues no tuve la precaución de avisar a carabineros de mi intención de adentrarme por un par de días en la montaña, afortunadamente es octubre, aquí es primavera, el tiempo es templado, la noche en la montaña es muy frio, pero mis vestimentas me han mantenido abrigada, también recuerdo que mi perro es más que una mascota, solo ahora me explico ciertas actitudes suyas … ¡mi perro es también mi amante! He recordado muchas cosas, sobre todo el hecho de que mi perro y yo hemos tenido relaciones de sexo, no recuerdo desde cuando lo hacemos ni cuantas veces lo hemos hecho y ni siquiera como lo hemos hecho, por eso él se quedo a mi lado, estaba cuidando a su hembra, no me pareció tan abominable la idea, es más algo entre mis piernas me decía que debo haber gozado de esa experiencia, mi vagina se había humedecido, ahora me explico porqué él venía a olfatear mi orina y había intentado usar su lengua en mí. Mis recuerdos poco a poco iban emergiendo y mi vista también había mejorado, pero no puedo decir que veía todo, vislumbraba un poco mejor y también las tonalidades de grises se habían transformado en coloridas imágenes un tanto borrosas que lograba asociar a cosas conocidas, pero no lograba situarme ni orientarme en forma satisfactoria, por lo que prefería permanecer al cobijo y seguridad de la gruta. Al cuarto día el agua se había acabado, me acerqué a Rocco y busque su lengua para humedecer mi boca, él me prodigó caricias introduciendo su lengua en la profundidad de mi boca saciando mi sed y dejando mi boca húmeda, pensé si ayudaría a recuperar mi memoria el tener una sesión de sexo con él, pero lo descarté por lo caluroso del día y el no saber cómo hacerlo, pero después pensé que la que había perdido la memoria era yo y no él, entonces si lo habíamos hecho alguna vez, seguramente él tenía vivos recuerdos, esperé que bajara el sol y el ambiente se pusiera más fresco, me quedé fuera de la gruta hasta que llego el ocaso y los rayos del sol comenzaron a dejar el paso a la obscuridad de la noche, lograba ver muchos objetos brillantes en el cielo, la luna estaba en su cuarto creciente y una suave brisa refrescaba el crepúsculo. Entré en la cueva y Rocco entro junto a mí, me había sacado la parka con anterioridad y solo me había dejado la remera de mangas largas, no portaba sostén, lo que permitía que mis tetas se movieran a péndulo cada vez que me agachaba, mi vagina mostraba una incipiente vellosidad creciendo día a día, cuando bajé el cierre de mis jeans, Rocco se levantó a olfatearme de cerca, me metí un dedo en mi orificio y gemí al sentir mi húmeda vulva, me pareció pequeño mi boquete vaginal, saqué mi dedo y sentí que Rocco me daba lengüeteadas buscando mi mano, extendí mi dedo hacia su lengua y con cierta voracidad, Rocco me chupó mi dedo, luego metí dos dedos en mi panocha y se los volví a ofrecer, el perro casi me los devoró y después intento meter su hocico en mis jeans, me anduve asustando por la insistencia y la fuerza con que empujaba para buscar una via libre hacia mi panochita, algo en mi me decía que debía probar, pero me sentía extraña sintiendo esa atracción pecaminosa hacia Rocco. Finalmente pudo más mi curiosidad y con mis jeans a mis rodillas le deje el espacio suficiente para que llegara a mi intimidad carnal, ¡Oh, Dios mío! Su lengua se metió entre los hinchados labios de mi coño estrecho, caí hacia atrás abriendo con dificultad mis muslos, él metió su cálida lengua entre los delicados pliegues de mi conchita, quise escapar a esas abrumadoras y exquisitas sensaciones, pero no pude, me aferré a su cabeza y la enterré más en mi ingle, Rocco comenzó a forzar su hocico en mi bajo vientre queriendo penetrarme con esa lengua bífida que serpenteaba en la entrada de mi chocho, como pude alcance los cierres de mis botas y me las quité, luego empujé mi jeans hacia abajo y logré sacar mis piernas, ahora estaba totalmente desnuda de la cintura para abajo, excepto por mis abrigadoras medias de lana. Mi corazón latía desbocado, las sensaciones eran apabullantes, me estremecía toda, Rocco estaba sobre mi vagina y hundía con fuerzas su hocico en ella, a cada empuje se me escapaba un grito de demencial placer, lujuria pura, su lengua entraba por completo al interior de mi vulva sedienta de sus caricias, el aplastante goce me hacía querer cerrar mis piernas, pero al mismo tiempo empujaba su cabeza dentro de mí, comencé a retorcerme y contorsionar mi cuerpo al ritmo de sus embates, estaba disfrutando como nunca esta sesión amorosa con Rocco y en mi mente volvieron esos flashes de recuerdos, lo veía montándome y penetrándome con su pija hermosamente rosada, larga y gruesa, me hacía gemir con desesperación. Después de un fragoroso orgasmo que me hizo chillar y gritar a todo pulmón, traté de detenerlo: —¡Detente! … ¡Detente, Rocco! … ¡Por favor! … ¡Oh, diosito mío! … Él se detuvo y se quedó aparentemente tranquilo, quizás, un poco extrañado y confundido: —¡Oh, Rocco! … ¡Gracias! … ¡Estuviste magnifico! … Todavía me sentía caliente, como si mi cuerpo supiera que el jueguito no terminaba ahí, también Rocco estaba a la espera de algo más, tenía sentimientos encontrados, me toqué mi conchita y estaba empapada con mis fluidos y la baba de Rocco, sentía como si mi corazón latiera en mi panocha, mis grandes labios pulsaban, una abrumadora sensación me hizo pellizcar mis tetas y tironear de mi pezones, sin duda alguna mi cuerpo me pedía continuar con la joda: —¡Ven Rocco! … ¡Acércate! … ¡Ven aquí, mi niño! … Él se acercó directamente a mi vagina y otra vez sentí la consistencia de su lengua golpeando mi clítoris haciéndome chillar y abrir mis piernas de par en par, me estaba entregando a él, miles de placenteras imágenes volvían a mi mente y me hacían sentir más cachonda que nunca. Después de un segundo y maravilloso orgasmo, me quedé abstraída por un momento, como juntando fuerzas, mis ojos brillaban absortos, lograban definir la singular forma de mi perro, estaba mirando a Rocco ¡Lo estaba viendo con mis ojos! Me abracé a él por unos instantes casi a punto de llorar, mi mano se deslizó bajo su pancita y palpé su monstruosa verga húmeda y enhiesta, casi sin temor me arrodillé y apoyé mis manos sobre el piso de tierra, me alegré de sentir las zampas de Rocco arañando mi espalda protegida por mi remera, luego acomodó sus patas casi tocando mis muslos y comenzó a tironearme hacia su verga, instintivamente levanté mi culito sintiendo la puntita de su polla golpear mis muslos y nalgas. Di un chillido y un salto hacia adelante cuando la puntita de su pene centró mi vagina y resbaló fuera, la sensación de su miembro enfilando mi conchita me calentó aún más y me acomodé a recibirlo, Rocco hábilmente me penetró al segundo intento, me arrastré gateando ante la abrumadora sensación que me hacía sentir su pija que forzaba las paredes de mi chocho, Rocco aferró con sus dientes mis cabellos y me inmovilizó, mi mente luchaba en medio a esos lujuriosos y esplendidos efectos que me causaba su pene, el sentirme cogida como una perrita por este exuberante animal me daba una alegría y paz interior, no se si eran los recuerdos que regresaban a mi mente o solo el hecho de copular con él, pero me sentía feliz de ser una perrita humana. Rocco empujaba su verga con fuerza y rapidez inaudita, era como una maquina cogedora, mi conchita se estiraba haciendo espacio a su pija que crecía y crecía, algo había crecido más de la cuenta y Rocco me tironeaba tratando de meterme esa masa de carne que encontraba la resistencia de mi estrecha conchita, chillé a todo pulmón y él volvió a agarrarme por mis cabellos y me tironeó tan fuerte que una cosa inflada se metió en mí chocho y continuo a inflarse una vez dentro, estaba estirando mi panocha casi a reventar, pero no alcancé a preocuparme porque un avasallador orgasmo me estremeció de pies a cabeza, estaba berreando y chillando como una marranita, levanté más mi colita para sentirlo más profundo dentro de mí. Repentinamente, calientes chorros de esperma comenzaron a verterse dentro de mí, Rocco me brindaba su lechita privilegiada con su descendencia, trataba de preñarme, agarré sus patas traseras y apoye mi rostro sobre la tierra, me sentía tan natural con mi macho que me poseía en esta apartada gruta de la montaña, quizás si en tiempo prehistóricos las hembras humanas se convertían en perritas de vez en cuando, según dibujos ancestrales, al parecer de siempre el ser humano ha copulado con animales, otros recuerdos vinieron a mi mente, me recordé de mi departamento y también la dirección en Avenida las Condes, un montón de números giraban en mi cabeza y no sabía cual de ellos correspondía al número cívico de mi edificio, algo como doce mil y algo, no quise seguir esforzándome y seguí disfrutando de la verga de Rocco que pulsaba y expelía lechita caliente en mis entrañas. No sé cuanto tiempo estuvimos pegaditos con mi perro, pero recordé que lo hacíamos en mi departamento, en mi amplia cama y los hacíamos varias veces al día, sintiendo mi pancita llena de su leche, su verga salió expulsada de mi chocho, un aluvión de líquido se vertió de mi vagina, escurriendo por mis muslos y piernas, Rocco vino a lengüetearme y me llevo al paroxismo de un nuevo orgasmo, mis sienes latían a mil, una sonrisa se dibujo en mi rostro cuando abrí mis ojos y pude ver casi nítidamente a mi perro que salía de la gruta, rápidamente me limpie y me vestí, salí del cubil y había un cielo estrellado, la luna estaba lejos al poniente, me rendía cuenta de que mi visión no era del todo normal, pero distinguía las cosas mucho mejor que antes, alegre ante la perspectiva de volver a bajar la montaña e irme a casa, hice algunas cosas naturales que me pedía mi cuerpo y luego me adentré en la cueva para dormir, estaba en un estado casi eufórico cuando sentí que Rocco regresaba, traía su hocico mojado, inmediatamente me tragué su lengua humectando mi boca sedienta, lo besuquee hasta saciarme, pero eso tuvo un efecto secundario. Me despojé de mi vestimenta y Rocco se acerco a lamer mi sexo delicadamente, muy pronto su lengua chapoteaba en mi encharcada panocha, yo quería volver a sentirlo a él, así que me giré y me puse en cuatro, Rocco me volvió a montar, hábilmente enfiló su vergota en mi orificio lubricado abundantemente, fácilmente me penetro con su pene y su bola que rápidamente comenzó a inflarse dentro de mí, el roce permanente de su pene magnifico que cambiaba y cambiaba sus dimensiones me hacía enloquecer, enterré las uñas en la tierra y casi en un alarido de liberación, pasión y lujuria, me corrí en un sinfín de multi-orgasmos que me hicieron convulsionar, la apoteosis fue cuando él se corrió en mi con su cálida lechita rellenando todos los vericuetos y andurriales de mi estrecha vagina, simplemente colapsé en su verga que me transmitía descargas eléctricas que me causaban espasmos de placer. Simplemente increíble, mi cuerpo era un amasijo de carne inerte que pendía de su pene, él no se movió hasta que su pene resbaló con un potente sonido de descorche fuera de mi conchita que vibraba y pulsaba contrayéndose por simpatía, ni siquiera tuve la fuerza de alzarme, me desplomé sobre el piso y me quedé adormecida como en un trance, no sé si dormí mucho o poco, pero me desperté con más de mis recuerdos que se agolpaban en mí mente, me llamo Jocelyn Barraza, me recuerdo del número cívico del departamento donde vivo, me recuerdo que me encontraba sobre unas rocas temprano en la mañana y realicé una especie de salto en el que resbalé sin obtener el impulso necesario y me desbarranqué, aclaro mis ojos y logro ver las dimensiones del cubículo donde me encuentro, un leve claror se filtra desde el exterior, me visto con mis ropas que huelen muy mal, me siento desaseada, luego me deslizo fuera de la gruta. Un golpe de aire fresco golpea mi rostro, hay una noche de luna esplendente, pero no sé dónde me encuentro, la noche cambia la apariencia de cualquier paisaje con la diferencia de que me doy cuenta de que mi visión ha mejorado, siento que Rocco regresa de quizás donde y su hocico roza mi mano, su hocico esta húmedo, él va a beber en algún lugar no muy distante, debo averiguar donde está ese lugar, necesito lavarme y limpiarme, pero en tanto me acuclillo y lo tomo de sus mofletes y lengüeteo su hocico para humedecer mis labios agrietados y resecos, su lengua baña mi rostro, siento mi pelo sucio, siento que mí sexo se excita al explorar el hocico de Rocco, mi mano instantáneamente recorre su pancita y encuentra las joyas de la corona, me arrodillo y mi boca busca la punta de esa verga oculta que gotea un líquido que me es necesario, debo beber de él, su lechita aplacará mi sed y me alimentará. Me llevo a Rocco dentro de la gruta para continuar a jugar con su verga, sus olores y sus sabores me fascinan, creo que de siempre me han subyugado la forma de ser de estos animales y el apareamiento sexual con ellos, para mi Rocco no es solo parte de mi vida, él es mi vida, ahora que comienzo a recordar tantas otras cosas, me he dado cuenta lo importante que es Rocco para mí, ahora mientras lo hago echarse y mantengo mi boca muy cerca de su pene, paso mi lengua por mis labios casi a pre saborear su exquisito semen, que por lo demás, son fuentes de proteínas y otros elementos no dañinos para la salud, ahora recuerdo que las veces que me he bebido su lefa tibia son incontables, recuerdo de haber hecho el amor con mi Rocco al menos cinco días de la semana, para mi es la cosa más natural del mundo. Mientras estimulo a Rocco, él se ha girado de espalda acomodándose a que yo pueda hacerle salir su verga entera y engullirla placenteramente con mi ávida boca, esta vez no solo me dará placer, también me amamantaré de su lechita saciaré mi sed, debo esperar que amanezca para ubicar la fuente de agua donde Rocco va a beber, mi noble Rocco luce como un bondadoso genitor nutriendo a su hembra, yo devoro su verga metiéndola toda en mi boca, saboreando su exquisito y sápido miembro, es grueso, contundente, casi quisiera morderlo, mi boca sube y baja chupando su pene, con mis ojos bien abiertos trato de ver lo que estoy haciendo, mis ojos enfocan en la obscuridad de la gruta, veo su pelaje claro, mi panocha está húmeda bien lubricada, es la sensación de su caliente verga que moja mi boca, mi cuerpo entero está caliente por él, sigo chupando más rápido, lo acaricio con mi lengua y lo aprieto con mis labios, presiento la inquietud de Rocco, él sabe que está a punto de descargarse en mi paladar, siento las pulsaciones de su polla y repentinamente comienza a chorrear semen directamente en mí garganta, ha explotado con fuerza en mi boca, lo bebo todo, lo necesito todo, mi conchita esta muy húmeda, inserto dos de mis dedos y acaricio por algunos instantes mi flor de flores, succiono con fuerza el pene de Rocco y me corro en un mini orgasmo, junto mis muslos para apaciguar las olas de placer que me golpean una tras otra. Saciada de mi sed de líquido y de sexo, me acurruco al lado de Rocco y me adormento, en la obscuridad extrema de la gruta, logré ver el pene de mi perro, incluso el claror de mi piel blanca también lo percibí, pienso que mi vista ha mejorado ulteriormente, esperare el alba para ver que hacer, aún tengo muchas preguntas sin respuestas, pero ya he recordado lo suficiente y si mi vista me lo permite intentare regresar a casa. No tengo la menor idea de la hora que es, Rocco no está junto a mí, mientras me enderezo, salgo encorvada de la gruta, el día está nublado, maravilla de maravillas, logro ver nítidamente todo a mi alrededor, la nubes ocultan las crestas de los cerros cercanos, hay una especie de niebla húmeda, escucho ruidos y desde mi espalda veo a Rocco que regresa, toco su hocico y está fresco y mojado, me acerco a besuquearlo y mojar mi propia boca en su humedad, él generosamente lengüetea mi cara, me levanto a mirar por la dirección desde donde él venía, la niebla no permite ver más allá de un centenar de metros, me dirijo a unos matorrales con deseos de orinar, Rocco me viene detrás, bajo mis jeans y mis bragas, me acuclillo para hacer mis necesidades, siento la lengua de Rocco en mi culo. —¡Déjame orinar, perrito! … ¡Sí quieres que lo hagamos, espérame un poquito! … ¡Sabes que mami nunca te dice que no! … ¡Espérame, tesoro! … Inteligentemente él se aleja y me permite orinar, lo veo como él también alza su pata y orina unos metros más allá, me voy rápidamente a la gruta y Rocco entra de carrerita detrás de mí, me quito mis botas, mis jeans y bragas, me siento en el piso de tierra y Rocco viene directo a mi panocha, su fría nariz toca mi vientre mientras algunos centímetros de su lengua ya se adentraban dentro de mi conchita haciéndome arquear mi espalda, metiendo mis tetas en muestra, decidí quitarme mi remera y así quedé a la par de mi mascota, él con su pelaje y yo solo con mi piel, comencé a acariciar con delicadeza su miembro que comenzó a crecer paulatinamente en mi mano, siempre me ha excitado mucho el sentirme con ese poder de hacer que su miembro crezca desmesuradamente. No estaba en una cómoda posición, así que me acosté debajo de él y quedamos en una especie de sesenta y nueve, el con su cabezota lamiendo mi ingle, yo debajo de su pancita chupando su miembro colgante, él me lamía con gusto mi vagina, rozando mi clítoris una y otra vez, la sensación era tan abrumadora que me hacía estremecer, yo intente cerrar mis muslos y calmar esa vorágine de placer que me estaba volviendo loca, pero él empujo su hocico y metió su lengua entera dentro de mi y me hizo convulsionar de goce, solté su verga y agarré mi senos tirando de mis pezones que querían estallar, encorvé mi espalda y su pene me llego casi a la garganta, Rocco comenzó un movimiento frenético y le salió un copioso chorro de semen caliente que casi me hace ahogar, me relajé y comencé a tragar sus semillas ardorosas, calientitas y saladitas, él seguía atacando mi vagina con su lengua, no aguanté un minuto más, salí de debajo de él y me puse en cuatro como a él le gusta, una perrita sumisa y pronta a recibirlo. Paré bien mi colita y él se colocó detrás de mí, diestramente me montó acomodando sus zampas alrededor de mi cintura, casi tocando mis muslos, me tironeó hacia atrás y su pene se incrustó de una en mi conchita, me hizo gritar y pedir por más, acomodé mi vulva para permitirle de afondar su polla dentro, profundamente en mí, su bola entró y salió un par de veces procurándome un orgasmo espontaneo, luego se atascó en mí y comenzó a estimular mi punto “G”, mis chillidos se hicieron desesperados cuando otro salvaje orgasmo me hizo temblar y vibrar de pies a cabeza, Rocco estaba bombeando mi coño profundamente, la punta de su miembro se encontraba a la entrada de mi útero, pronto su lechita impregnaría mis paredes vaginales rociando vida dentro de mí. Desnuda y abotonada por mi perro en ese abrigador cubil, me sentía una perra de verdad, follando en medio de la naturaleza, libre y feliz, la mayoría de mis recuerdos están regresando a mi mente, creo ser pronta a bajar la montaña y buscar algún sitio civilizado donde comunicar con los míos, tengo una madre que se llama Olga y mi padre ya no está, tengo algunas amistades y tengo también un teléfono celular que al parecer perdí en alguna parte, siento el enorme pene de Rocco y tengo una serie de pensamientos lascivos, disfruto de haber quedado pegadita a mi macho, él está quieto y tranquilo dándome placer, si la situación fuera diferente quizás mi goce hubiese sido mayor, pero mi cabeza es un torbellino de placeres e ideas confusas, siento que Rocco se mueve hacia la salida de la cueva, estamos atorados, no debe hacer eso: —¡Rocco! … ¡Porquería! … ¡No te muevas! … Pero él no obedece y me saca pegada a su pene fuera de la caverna, escucho el sonido característico de un helicóptero en la lejanía, la niebla comienza a disolverse y puedo ver a mayores distancias, pero no veo físicamente a la aeronave, pienso lo embarazoso que sería qué un equipo de rescate me encontrara abotonada a mi mascota, trato de aferrar las patas de Rocco, pero él se mueve y su pene resbala fuera de mi conchita, rápidamente entro en el cubil y me visto, quizás haya alguien buscándome, hoy es el quinto día. Me visto y comienzo a caminar en la dirección en que creo Rocco vaya a beber, necesito lavarme y beber mucha agua, caminando por la ladera de la montaña, veo un despeñadero de rocas que creo reconocer, voy en esa dirección, observo el paisaje y creo reconocer la quebrada, me parece que en fondo a esa hay un arroyo. Llego al despeñadero y veo algunas rocas manchadas de sangre seca, veo un objeto que brilla, quizás sea solo un pedazo de vidrio, pero no encuentro mi celular, trato de encenderlo, pero lo único que logro es ver aparecer un “0%” en la pantalla que al instante desaparece, no tiene carga, un par de metros más allá hay una bolsa “canguro”, rápidamente la recojo, creo reconocerla, hay una billetera con algo de dinero y mi documentación personal, creo que me caí en este despeñadero y me golpee la cabeza en la rocas de aquí. Mi cabeza está caliente, otros recuerdos se agolpan ante mis ojos, me veo en esa fría mañana en que también había niebla, los arbustos estaban mojados y las piedras resbaladizas, me veo dando un salto y al resbalar, no tuve el suficiente empuje para caer sobre la otra roca y caí golpeándome la cabeza, debo haber estado inconsciente, solo Rocco estaba conmigo, no sé como llegué a la gruta, él debe haberme guiado a algún lugar donde me pudiese proteger y recuperar, Rocco me ha salvado la vida, nadie más estaba conmigo, mientras todas estas cosas van y vienen en mi mente, siento la presencia de mi perro a mi lado, me ladra como para advertirme de tener cuidado, me agacho y lo abrazo y lo beso: —¡Gracias, Rocco! … ¡Mi vida es tuya! … Recorriendo el sector, encuentro también un bastón de montaña que me pertenece, con cuidado bordeo el despeñadero y continuo a bajar por la quebrada, creo divisar un riachuelo más abajo. El sol estaba alto en el cielo cuando llegamos al borde del pequeño rio que se enanchaba y angostaba en su descenso hacia el valle, formando curvas y medios círculos, había una especie de remanso con una laguna, el agua prístina de la montaña es muy fría, pero en el remanso el sol la calentaba un poco, mire alrededor y no había signos de vida ni presencia humana, me desvestí, de mi bolsa recuperé un espejo y comencé a lavar mi cabeza con sangre reseca, mi remera olía horrible así que lavé algo de mis vestidos, después encontré bayas y semillas que devoré ávidamente, Rocco apareció con un conejo muerto, me lo dejó a mis pies, pero no había ninguna posibilidad de que yo comiera aquello, estaba tibio todavía, así que le hice un hoyito en una de sus patas y lo inflé como un globo, su piel se despegó de su cuerpo y fácilmente lo despojé de su piel, le abrí la panza y extraje sus órganos, Rocco lengüeteaba mis manos ensangrentadas, lo corté en algunos trozos que Rocco devoró plácidamente, no recuerdo haber hecho nunca lo que hice y por el momento no podría explicar como y porqué lo hice, lo importante es que tanto yo como él logramos comer algunas muy necesarias proteínas. El sol de mediodía recalentaba la tierra bajo mis pies, no pusimos a descansar Rocco se había bañado junto a mi en la laguna y ya frescos y secos buscamos la sombra acogedora de algunos arbustos y pequeños árboles, yo estaba desnuda sobre el césped en medio a los arbustos y Rocco apareció con su cabeza, su media lengua afuera y me miraba a los ojos y luego miraba mi vagina: —¡Uy!, perrito … ¿Qué pretendes? … Meneaba su frondosa cola y me hacía unas divertidas y juguetonas reverencias: —¿Quieres jugar? … ¿Quieres hacerlo con mami? … ¿Eres mi salvador? … ¡Ven, dame tu lengua! … ¡Te lo mereces! … ¡Ven y cógeme, perrito! … ¡Soy tú perrita! … ¡Ven! … No hubo necesidad de repetírselo, se ubicó en medio a mis muslos y su lengua comenzó a hurguetear en los delicados y calientes pliegues de mi chocho, abrí mis muslos al máximo y con mis dedos me abrí mi almejita para que me comiera hasta lo profundo de mi ser, comencé a gemir y mover mi pelvis, la sensación era formidable, arremetía con fuerza con su hocico y me enterraba su lengua profundamente, mis gemidos se transformaron en chillidos y gritos, me di vuelta y le ofrecí mi chocho, levanté mi culito y abrí mis rodillas al máximo para bajar mi panocha a su altura, Rocco se puso sobre mi y sin sostenerme centro su pija en mi chochito acogedor, fue goce de principio a fin, saqué unas champas de pasto mientras me corría demencialmente con su verga taladrando mi coño estrecho, me volvió a llenar con su semen y luego nos quedamos quietecitos por varios minutos, nos despegamos y pensé que lo mejor era retomar el descenso de la montaña. Caminamos ladera abajo siguiendo el curso del río, ya estaba reconociendo varios puntos geográficos de la montaña y si mis cálculos no se equivocaban, debía esta próxima a una postación de la policía de Carabineros, esto me dio aliento y ánimos, a paso firme continué a caminar, después de un par de horas llegué al camino asfaltado, seguí caminando y después de una curva divisé la estructura verde blanca del Reten de Carabineros, Rocco jadeando caminaba a mi lado, creo que el calor lo afectaba más a él que a mí, su pelaje lucía esplendoroso. En las afueras de la postación no había ningún policía, así que subí los dos peldaños y accedí a la puerta de ingreso, entre a las oficinas: —¿Joselyn Barrazas? … —¡Sí! … ¡Soy yo! … —Hay un operativo de ejército y carabineros buscándola por todas partes … quédese ahí quietecita mientras yo informo que usted está aquí sana y salva … Como a la hora un helicóptero de carabineros me llevó a mí y a mí mascota a una clínica, me curaron y me hicieron declarar muchas veces lo sucedido luego me acompañaron a mi domicilio donde me esperaba mi madre y alguna de mis amistades. Al cabo de algunos días fui citada a declarar, me aplicaron una multa por no haber tomado la precaución de avisar a carabineros mis intenciones de adentrarme en la montaña, pero eso es lo que menos me preocupa. Todavía mi madre no se explica como regresé sana y salva a casa, le he dicho una infinidad de veces que le debo mi vida a Rocco, él es mi protector y él fue mi salvación, además, continua a ser el mejor amante que he tenido en mi vida. Los comentarios vuestros son un incentivo para seguir contando historias y relatos, vuestra opinión es siempre invaluable, negativa o positiva, es valiosa y relevante, todo nos ayuda a crecer como escritores y narradores de hechos vividos o imaginados, comenten y voten, por favor. luisa_luisa4634@yahoo.com

Autor: Juan Alberto Categoría: Zoofilia

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Me masturbo ricooo

2021-12-17


Hace unos cuantos añosentre a un chat por diversión y valla que si me divierto. Conocí chicos de todo el mundo y eso me exita tanto que me masturbo a diario y hasta quedar complacida...casi siempre logro un orgasmo fabuloso que mojó la cama utilizo pepinos cepillos y todo lo que Se parezca a un pene.

Autor: Linda Categoría: Confesiones

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Viendo el corso junto a mi tía Charito

2021-12-16


En el mes de Julio para fiestas patrias siempre en el distrito de Miraflores realizaban EL GRAN CORSO DE WONG , era un evento dedicado a la perunidad, que lo organizaba un grupo importante empresarial de supermercados y en unión con todas las marcas de productos que vendían ahí, y cada marca presentaba un ó dos carros alegóricos era un desfile donde había bailes, coreografías, payasos que arrojaban regalos y caramelos al público en general . Ese era el motivo porqué venían a Miraflores familias enteras de otros distritos a disfrutar de ese gran espectáculo y pasar un día bonito y en especial los niños.. Como vivíamos en Miraflores ya lo habíamos visto en otros años el corso todos en mi casa, un día que mi mamá fue de visita a su hermana Charo le contó sobre el Gran Corso Wong, que era muy bonito para para que lo viera con su familia y ella se entusiasmo muchísimo y le dijo que vendría con su esposo e hijo a verlo. Y llegó el día del Corso Wong y mi tía Charo llegó a mi casa para verlo con su esposo Pepé e hijo, estaba ya por irme junto con mis amigos a jugar fútbol cuando mi mamá me dijo que los llevará yo para que vean el corso ya de una vez antes que lleguen mas gente y no puedan encontrar un lugar para verlo, la lleve a mi mamá a un lugar de la casa donde mi tía no nos pudiera escucharnos y le dije que YO no podía porque iba ya de salida con mis amigos, mi mamá se molestó y me dijo que no olvide nunca que la FAMILIA SIEMPRE DEBERÍA DE ESTAR PRIMERO, así que no me quedó más remedio que decirle que SI los llevaría a mis tios al corso . Era el año 2,005 cuando sucedió esto en ese entonces yo tenía 15 años estaba en plena pubertad y con las hormonas movidas, y no era verdad que iba ir a jugar con los amigos fútbol sino íbamos al Corso Wong, y como sabíamos que venían gente de otros lados íbamos en busca de conocer a chicas y buscarles conversación y si teníamos suerte les caímos bien y se hagan nuestras amigas para otro día salir con ellas, para mí esos planes que hice con mis amigos se echó a perder por la visita a mi casa de mi tía Charito y su familia. Fuimos con mi tíos Pepé y Charo rápido al Corso Wong y había ya mucha gente apostada en todo el trayecto que tenía de recorrido el corso, así que tenía ahora que buscarles un buen lugar donde mis tios pudieran disfrutar sin ningún problema el espectáculo. Buscando entre todo ese gentío logré hallar un espacio pero soló para uno adelante y le dije a mi tía pero ella prefirió que vaya mi tío Pepé porqué podía cargarlo él sobre sus hombros a su hijo y avanzar y abrirse camino entre la gente y quedarse ahí con mi primo de 6 años y pueda ver así ya sin problemas a los payasos y también a los carros alegóricos, ahora quedaba encontrarle a mi tía otro lugar, después de un rato lo hallé, quedaba a unos metros de distancia donde estaba mi tío ya viendo la caravana, la cogi de la mano a mi tía y nos metimos entre la gente y unos ubicamos en un sitio donde se podía ver. Ella estaba a un costado mío y le levantaba la mano contenta a mi tío, luego de un rato se apareció por mi lado una muchacha rubia de unos 18 años y me dijo si le podía darle un espacio para que pueda ver y la dejé que se ponga delante mío como había mucha gente todos estábamos juntos y ella se me pegó a mí y su trasero se frotaba con mi verga que de inmediato se puso duro, estaba yo algo nervioso pero ella no me reclamó y dijo nada parecía que era su modo de agradecer que le hubiera cedido mi lugar, que rico se sentía como mi verga estaba en medio de su culo, pero mi tía cuando se dio cuenta miró para abajo vio lo que pasaba así que la miró seria y de a pocos la fue empujando y ella se puso ahora delante mío y me hablaba y la muchacha creyendo que ella era mi madre se asustó y se marchó dejándome con la verga al palo, me molesté pero no podía decir y menos reclamarle nada a mi tía por eso . Pero cuando mi tía Charito miró a su esposo y que estaba atento mirando el corso y que aparte él solo podía ver nuestras cabezas a la distancia que se encontrsba de nosotros, cuando retrocedió y su trasero tocó mi pelvis ahí mi verga de nuevo rápidamente se me puso dura, yo creyendo que era porque la gente estaba que la empujaba evité el contacto yo retrocedí ubis pasos más, era mi tía y tuve vergüenza. Pero de nuevo ella tiro para atrás su culo y volviio a frotar el bulto que ya tenía entre las piernas, yo ya no podía retroceder más por la gente que tenía atrás así que quedamos bien pegados, mire a mi tío nervioso y él ni cuenta se daba de lo que pasaba, a mis 15 años por más que yo quisiera no podía evitar tener una erección. Estaba ahí callado avergonzado sintiendo el culo de mi tía que no me decía nada sino al contrario y cada vez que pasaba un carro alegórico ella saltaba como si fuera una niña feliz y sintiendo cada vez mi verga más dura. -! Ohh que bonitoo.. sii.. ¡ Cuando mi tío Pepé miraba a su mujer que estaba feliz saltando y levantando la mano saludando a los payasos se sonrió no podía imaginar que su mujer que cada vez que saltaba sentía la verga dura de su sobrino y como ella ya estaba muy arrecha entonces perdí todo respeto hacia ella y le empujé más fuerte mi erección. Cuando sentí como si estuviera recibiendo ya por todo mí cuerpo una descarga de placer, era una sensación nueva para mi y eché abundante esperma ya que a mi edad tenía llenos mis testículos, era tanto lo que hacía eyaculado que moje mi short y llegó hasta a marcharle también el pantalón de mi tía, tenía que decírselo ya que no podía regresar ella así a mi casa y la viera mi mamá y le dije al oído. -! Tía perdomene pero creo que mojé también su pantalón... ¡ Ella con su mano se tocó y sintió como tenía humedad pegajosa en medio de su trasero, así que nos salimos del gentío que nos rodeaba y como hacia calor me saqué el polo y me lo amaré a mi cintura y disimulando lo mojado que estaba en cambio ella tuvo que sacarse el polo afuera y jalar lo máximo que se pudiera para taparse y caminamos rápido . -! Tenemos que buscar un lugar donde limpiarnos.. ¡ En eso sonó su celular era mi tío Pepé que preguntaba en donde estábamos y mi tía le dijo que no se preocupe que tenía ganas de orinar y estaba en busca de un baño y era verdad necesitabanos un baño muy urgente pero había mucha gente por la zona que los baños de los restaurantes todos estaban ocupados y con gente esperando y me pedían que me pusiera el polo si quería entrar y nos miraban . Caminamos varias calles para encontrar un restaurante que no hubiera tanta gente esperando y nada, hasta al final encontramos un pequeño bar que recién abría su reja y entramos rápido y ahí atendían una pareja de esposos ya algo mayores. -! Buenas tardes podría alquilar su baño venimos desde el corso y por ahí hay mucha gente .. ¡ -! Si señora entiendo por ahí hay demasiada gente que viene a ver el corso, pero mi baño es para caballeros y la puerta no cierra bien.. ¡ -! Bueno entonces entraré con mi hijo para que cuide la puerta. ¡ Antes de entrar mi tía le dijo a la señora que ella estaba en sus días, ella le contestó que no sé preocupe que la entendía y que sé tome el tiempo que necesite que nadie iba a entrar al baño y fue dónde su esposo y le dijo.. " Viejo voy a comprar al mercado no voy a demorar regreso rápido pero mejor cierra la reja porqué tu luego te quedas dormido ya cuando regrese abres en el baño va a estár la señora con su hijo así que nadie los moleste." Fuimos al fondo del local donde estaba el baño que era grande tenía su inodoro y lavadero y la puerta tenía la cerradura mala y se abría la puerta, mi tía Charito miró hacia abajo y me dijo. -! Entra tu primero Carlitos que tú estás peor que yo.. ¡ Me saque el short y con agua lo lavaba esa zona lo mejor que se pude de semen y con el papel higienico lo secaba, mi truza lo guarde en el bolsillo y luego salí y mi tía entró se bajó el pantalón e igual que yo le echaba agua a la zona manchada de semen y como la puerta estaba un poco abierta de ver ese culo me puso de nuevo mal y estaba de vuelta con la verga dura, salí para ver que hacía el señor y tenía razón su esposa, estaba sentado y se había quedado dormido, regrese ahora mi tía se había quitado el calzón y le echaba un poco de agua, ya no me aguanté más le su culo y nalgas bien puestas y entre me puse detrás de ella y la abracé fuerte mi tía se asustó. -! Noo. Carlitos sueltame puede venir el señor.. ¡ -! Noo..tía el viejito está dormido, por favor dejame un ratito nada más, ademas también le gustó sentirlo cuando estábamos en el corso, no puede negarlo ¡

Autor: Carlitos Categoría: Incesto

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2 hermanas y 1 hermano

2021-12-16


Esto es solo una historia inventada, nada de esto es real. Son hermanos de edad pequeña, la forma de hablar de los niños está mal escrito a propósito.. Los pequeños trillizos siempre estaban juntos, Rosa con ese cabello largo y lacio, su hermanita Dana con un corte que le llegaba a los hombros y el dulce Daniel que compartía ese mismo color castaño que ellas y pestañas rizadas. Solían dormir juntos aún teniendo ya 6 añitos, aunque en cierta noche Dana escuchaba pequeños gemidos provenientes de su hermana. Desperté asustada pensando que algo le pasaba y le quitó la sábana. —¡Dana! —Rosa tenía sus pequeños deditos metidos en su apretada vagina, tenía bastante pena y volvió a taparse rápido. —¿Qué hacías? —Movió la cabeza de lado y siguió preguntando, dejando ver su pequeño hueco en la boca donde le faltaba un diente de leche. —Nada… Ya duemete. Entre tanta plática que tenían despertaron a su hermano que dormía a un lado. El lindo niño Daniel fue hasta ellas, preguntando la razón de su escándalo. —Es que Rosa se taba tocando ahí abajo donde hacemos pipí —acusó la de cortos cabellos y volvió a destapar a su hermana. Al parecer tampoco el niño entendía la razón, pero al ver a su hermanita con la parte superior desnuda sintió bastante calor. —Poque se siente rico… —al fin admitió Rosa, moviendo sus piernas—. Itetalo, Dana, te va a gutar —puso una carita de puchero. Dana no entendía pero se bajó la pijama y se acostó en la cama, puso sus dedos en su rosita vagina. No sintió nada, tan solo un pequeño escalofrío. Esa vista de sus dos hermanas hizo que el pene de Daniel despertara, de por si una vez vio pornografía en el celular de su papá. Eso le recordó algo. —P-pueden…juntanse y movese —explicó con sus dedos—, como tijelas… Una vez vi a papi ver un video así de dos señoras —ya la cara la tenía roja. Rosa rápido hizo lo dicho, ya su mojada intimidad chocó con la de su hermana. —¡ahhh! —Dana tuvo bastante placer de pronto y por inercia empezó a mover sus cadera al igual que Rosa, tallando sus ricas vaginas que soltaban jugos de placer. —Ta’ dico… Ahh… Mucho… —S-sí… Mucho, Rosa… Ahhh… Daniel podía oír como esas vaginas producían un ruido al chocar, empezó a tocarse su pene por encima de la pijama y también gemir… Recordó ese video de su papá donde la mujer era tomaba por un hombre. —P-pueden besase… Ellas se sorprendieron por lo dicho e hicieron caso, con pena acercaron sus labios puros para darse pequeños poquitos que rápido aprendieron a abrir la boca para besarse como en las películas que veían. Su caderas seguían moviéndose, tenían mucho placer y sus vaginas las sentías mojadas. Dana empezó a cansarse de las piernas y gimió, teniendo su primer orgasmo. Aunque Rosa seguía con ganas de más, metió sus dedos de nuevo en su vagina, era pegajosa y jugosa. Sus hermanos veían. —D-daniel… Metelo… Ya ssabes qué… Po favo… Quelo tu pene aquí… Daniel estaba a su punto. Se quitó el pantalón y se subió a la cama para poder desvirginar a su hermana. —¡Ahhh! —Rosa echó su cuerpo para atrás—… Rico… Ahh… Me gusta mucho… M-más… Fuete… Halo fuete, Dani… Como buen Hermano obedeció, no tenía ni idea de qué exactamente hacía pero le encantaba. Con fuerza metía su pene, dándose cuenta que su hermana abrazaba su pene con la vagina… Después de unos largos segundos de moverse en ella ya no aguantaba, quería hacer pis pero no salió de ella hasta que se corrió. Llenandola de su delicioso y dulce semen… Los trillizos habían descubierto una buena forma de pasar las noches… En la pequeña habitación se oían gemidos casi todo el rato.

Autor: ANONONIMA96 Categoría: Incesto

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En mi inocencia me cogí a mi hermanita

2021-12-16


Hola soy raul soy de xpujil campeche soy moreno criado en el campo lo que quiero contar es algo muy cierto me sucedio con mi hermana susana ella es menor que yo por 3 años yo tengo 17 años enmi familia somos 1 hombre y2 mujeres y mis2 viejos mi papa tenia sembradios de chiles jalapeños en una sona de bosques muy lejos de casa para llegar caminabamos 1 dia entero para llegar porloque construyo una casita para que me quede aya a cuidar los sembrados y tambien dejaban ami hermana conmigo para que me prepare comida y me atienda segun sus costumbres delos viejosnos quedavamos meses aya enla chozita que abia una cama de maderas donde dormia mi hermana yo dormia en una hamaca siempre nosotros dos solos no teniamos malicia entre nosotros pero uno comp hombre joven traes la verga parada todo el tiempo y mas que escuchaba enlas noches que mi hermana se quejaba un rato y luego se dormia una noche abia mucho frio y nos acostamos los dos juntos enla cama y estubimos platicando y jugando hasiendonos cosquillas y le preguntaba ami hermana si porque se quejaba enla noche ella riendo me dijo esque me caliento de verte en truza durmiendo y yo soy mujer y me danganas deque me abrases y me beses mucho yo ña tenia abrasada sobre mi hombro y le empese adar besitos ensu carita ensus hombros bajando por su estomago y ella nomas se quejaba y me pedia mas yo tenia mi verga muy dura ya pero yo nunca habia estado con una mujer asi no sabia que haser yo le vrdaba su boquita nomas eya se desnudo por completo y me desnudo ami y tomando mi verga parada me dijo la tienes muy grande nome ba acaber enmi sapitocomo dije yonosabia que haser con ella ella me dijo subete enmi y pon tu verga aqui y empuja me dijo me subia sbre de ella abrio sus piernas lomas que pudo y tomando mi verga sela empeso a tallar en su sapito de arriba abajo y me decia empuja despacio para que entre asi estubimos como media hora frotandonos nomas ata que ella se corrio como 3 veses asta que yo tambien me vine ensu barriga yo tire muchisima leche que le quedo ensu zapito y ensu barriga asi nos dormimos todos llenos de leche enla mañana ella esta llorando porque decia y si me ases un hijo mi papa nos ba amatar y lo bolbimos haser otra ves ese dia y yano volbimos haserlo por miedo que nos descubran la vida siguio su curso y como alos dos meses yego mi papa con mi otra hermana mi papa muy enojado nos dijo vine atraer a gloria que era mi hermana mayor ella tenia 23 añas y ya estaba casado mi papa nosdijo ya se dejo consu marido y lla anda de puerca con otros hombres aqui se va aquedar para que aprenda atrabajar no nomas ande buscando macho ya con mi hermana ai ya tenia que dormir con mi short puesto asi pasaron como 1 mes y mi papa se llevo asusana al poblsdo paraque acompañe ami mama quedando solo con gloria como ala semana empeso a llover todo el dia y toda la noche yno podia salir a trabajar en los sembradios nos pusimos aplaticar de su experiencia sexul delos dos yo le preguntaba si que es haser el amor que hase uno y que era eso ella se reia demi ignorancia y trataba de explicarme pero elque no sabe es como el que no be yo le dije que si me enseñaba y ella me decia pero somos hermanos no podemos haser eso solo se hase entre marido y mujer yole decia pues bamos a casarnos y ya ella se reia nomas ya en la noche ella me dijo en verdad quietes aprender te muestro como es peto me obedeseras y aras todo loque te pida que hagas yo si atodo ya medijo ben adormir aqui ala cama pues ella me empeso diciendo que la abrase yque le vese ensu boca y ya luego seguiamos empesamos a vesarnos muy rico ya traia la berga goteando babas luego me decia que le vese su cuello y sus chichis y segui bajando asta llegar asu sapito y que rico olor y me dijo que le diera vesitos en su sapito y que le pase mi lengua de abajo asia arriba y que rico sabor mi hermana se tenso y como que se orino me mojo toda mi cara luego me dijo pin tu verga aqui me dijo yolo hise y que caliente se sentia ella me fue jalando con sus piernas paraque entrara en ella y me deci aste para atras como si la sacaras pero sin sacarla y la metrs de nuevo asi estubimos como 10 minutos yo me corri adentro de ella y se sentia riquisimo nome queria salir de ella asi estubimos vesandonos un rato y otra ves seme paro de nuevo y ya seguimos asi como 15 minutos ella se orino como 3 veses y termine otrabes una venida muy rica que sentia que me nublava mi vista ella me dijo si no tomara mi pastilla para el embarazo me dejarias preñada ala primera pero ya savia que esto pasaria y la tomo despues enla mañana ella me empeso a tocar mi verga de nuevo y me dice aber parate quiero ber como tienes el picho de grande y cuando estubo parada atodo loque dava se quedo viendola y me dice mi marido la tiene mas cortita y delgadita ati te deve medir como una cuarta de hombre que viene siendo 22centimetros y gruesa me preguntaba si con mi otra hermana no abiamos pisado yo le dije que no sabia como ya ella me decia que cuando la mujer esta señorita alos hombres nos gustan mas romperles el sapito y que mi otra hermana era señorita en esos dias ubo una feria en el pueblo yo le dije ami papa que queriamos hir ala fiesta que saldriamos al pueblo y si mi papa yego aquedarse al cuidado de el sembradio y se llebo ami mama con el quedamos los tres en la casa fuimos ala fiesta casi toda la noche bailando y divirtiendonos asta como las tres dela mañana llegamos abrazados bromeando conmis hermanas mi hermana mayor nos preguntaba si como cogiamos aya en la parcela mi hermana le dijo que solo puro talladito porque tenia miedo deque la lastimara porque yo tenia muy grande el picho y mi hermana le decia que eso no dolia que si pero poquito y eso la primera ves y nos dijo si queriamos intentar ella nos enseñaba como mi otra hermana nomas me quedava mirando y despues dijo si yo queria que ella si ceraamos toda la casa y empese abrazando ami hermana y buscando sus labios empesamos a besernos muy rico mi hermana mayor decia apurence que ya me calente yo tambien porloque nos metimos los tres enla cama mi hermana abajo de mi completamente desnudita y mi otra hermana sentada viendo la accion yo me acomode entre sus piernas y colocar mi verga ensu sapito que estaba muy mojado empese a meterselo despacio porque mi hermana se hiba jalando cada ves que presionaba para entrsr en ella çuando su cabeza topo cola pared no tenia para donde haserse yo aprobeche y le di un empujon fuerte y entro la cabesa demi verga ella sele escurrian las lagrimas porque le dolia yo me quede quieto un ratito y bolbi a empujar entro la mitad ya me empese a mover despacito de atras para adelsnte muy despaci que fuera entrando mas asta que ya chocan nuestras pelbisya abia entrado todo mi hermana lo tocaba con su mano y desia si me cupo creia que no cabia todo eso que traes asi estubimos como media hora yo aguantando mi corrida cada ves que sentia que me hiba a correr me quedava quieto y otra ves entra y sale asta que nos venimos los dos al mismo tiempo cundo terminamos mi otra hermana estaba desnuda tocanfose el sapito y me dijo sigo llo hermanito note pongas tu ropa que mira como estoy le digo dejame me repongo tantito porque susi me saco toda la leche ya gloria le dio a susi una pastilla para el hembarazo porque dice con toda esa leche que te echo site hembarasa serian gemelos luego segui con gloria cogiendo asta qurdarme dormido ya cuando despertamos eran como las 2 dela tarde los tres sin nada de ropa y muriendonos hambre mihermana gloria se levanto a preparar algo de comer y nos dijo ay medejas algo hermanita les aviso cuando este la comida ustedes pisen que mañana nos vamos y quien sabe cuando se bean de nuevo nos metimos a bañar con susi los dos juntos y estsndo ai empesamos a vesarnos y seme paro de nuebo y sobemre el lababo lo hisimos otra ves muy rico ya cuando salimos me temblaban las piernas como potrillo recien nacido al dia siguiente nos despedimos de susi y nos fuimos alos sembrados aber alos viejos aya estaban muy enojados que noles gusta estar aya encerrados les dijimos y nosotros como creen que estamos aca y con mi hermana gloria hoy en dia ella volbio con su marido y yo sali de aya y me case con una linda mujer pero todavia asi nos pegamos unas buenas reblcadas con mis hermanas yaque susi se caso pero no tenia hijos su marido es esteril se hembaraso de mi y tubo un lindo bbmi otra hermana csda semana biene ami casa y nos escapamos para darnos unas buenas cogidas yaque dice que lo hasemos muy rico y eso que dicen que los hijos entre hermanos nasen todos locos creo es mentira los mios gracias adios estan bien sanitos

Autor: Gutierrito Categoría: Incesto

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La pastora Mariana pierde la apuesta

2021-12-16


Perdi contra mi classe de jovenes de mi iglesia bueno hombres son de 15 y 17 años el juego de atlas y leon yo aposte que iban a limpiar y pintar la iglesia ellos apostaron que lea lo que cada uno escriba en su papel y que los 13 de ellos me graben con su cellulares todos y no me puedo rajar les dijo esta bien atlas no a ganado en tantos años dije y pierden proximo dia en penales bueno Allego el dia me prepare me pongo mi blusa azul y falda Grease con tacon y chaleco corto para cobrir un poco mis pechos soy de talla DD38 como soy chaparra se ven mas grandotas con curvas aveces oigo los padre decir que tengo buena nalga para mi edad bueno llegue a classe y todos felices okay pues cual leo primero los tres primeros no eran malos se fueron luego el 4 sonrio y dijo apostaste eh dije si si aver mis ojos grandes muerdo mis labios bueno me graba dijo agachate que la luz estorbar me acerco y me inclo asi si mis botones de mi blusa apenas aguantan y que me desbotona el primero se iba safar ademas mi escote visible y braciel ok lee todos riendo " hola gente de las redes sociales de pablo soy la pastora mariana y claro la puta tetona de mi papi pablo buen trabajo mi puta si papi y antes que cabo me manoseo mis tetas le grito estan firmes dice.. Quien sigue me dice puedes arrodillar como vas a rezar y se para enfrente de mi viendo mi escote ten lee no vuelvo apostar callate lee "asi quires tu tetona efren de rodillas con mis labios de chupa vergas si Pastora gloriafica me si efren y me da una nalgada" .. Quien sigue asi quédate dice ten lee "hola soy mariana la pastora pendeja de Isaiah les gusta mi sonrisa y estas tetotas mias son de Isaiah me arranca mi bluza en puro braciel y brinco para el video riendo " quien mas " hola soy mariana la pastora de Compton soy la perra prostituta estupida de carlos miren mis tetotas son de el me sube mi falda mi culote tanbien anda carlos nalgada para tu puta papi orra oscar " aver asi sin braciel hola soy la perra de oscar mis tetotas ay toca las bebe mi panocha mojada para el todos graben soy la pastora puta de esta classe toquen su puta asi pendeja si chupamela todos aver hmmm boca tragate todo si bebe ay pablo asi mete me la soy su puta llena me ay mi culo Isaiah rompe me lo mi rey se traga los meados esta pendeja pues soy tu pendeja ayyyy que pasa puta pablo me orine adentro de su culo la quebramos

Autor: mariana_maganna Categoría: Confesiones

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