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Debut familiar (Primera parte)

2019-12-06


Desde hace tres semanas vivo con Peter, estamos acostumbrándonos a convivir juntos, soy consciente que mis padres no lo aprueban a pesar de ser hijo único. He ido al peluquero, no es caro y me cae bien, siempre me dice que tengo un pelo muy lacio y debo lavármelo con shampoo especial. Mi peluquero me ha dicho que la mayoría de rubios tienen ese problema. Me gusta llevar el pelo largo, notar como cae sobre mis hombros. Es sábado y hoy no trabajo, en cambio Peter tiene que trabajar. Trabaja de camarero, después de estos años quizá sea lo mejor que me ha pasado conocerlo. A mis 23 años me estoy forjando un porvenir, nunca hubiera imaginado ese cambio radical en todos los aspectos, tanto el laboral como el personal. Hasta los 18 no tenía clara mi condición, pero ocurrieron acontecimientos que llevaron a ello. Me llamo Jesús, aunque me apodan Jesulin, y como se habrán dado cuenta soy maricón. Todo empezó recién cumplidos los 18. Ese año nos mudamos a otra región por motivos laborales de mi padre, el lugar en cuestión era donde se había criado mi padre, por lo cual lo movían lazos familiares. Nos mudamos cerca de la casa de mi abuela, mi tío — el hermano mayor de mi padre — vivía arriba. Para mi padre el único consuelo de que mi tío Cesar estuviera cerca de la abuela era que era médico y dada la avanzada edad de ella era un consuelo. Por lo otro mi padre siempre al referirse a él lo hacía en términos “mi hermano, el gay”; y por parte de mi madre “el cuñado maricón”. A sus 54 años el tío Cesar era alto, de espaldas anchas, una incipiente barriga denotaba el buen comer, en su cabeza lucía una brillante calva, de frente ancha, nariz grande y gruesa, en su redonda cara llevaba una perilla blanca. En esa época sentía mal estar general, por lo que mi padre, mal que le pesará me dijo que el tío Cesar a última hora podía recibirme en la consulta privada. Nada más entrar en la consulta me dio dos besos, llevaba un pañuelo rojo bajo la bata blanca. A pesar de solo haberlo visto en celebraciones familiares siempre me había parecido un hombre majestuoso, sus dos besos cuando me veía y su mirada subrepticia le daban ese aura de bonachón (Aunque mi padre siempre me había advertido en cuanto a él y, con su soberbia de palabras hechas que tenía a mano “la cabra siempre tira al monte, Jesulin”). Terminado el saludo me dijo: — Cuéntame que te pasa, Jesulin. — Me siento débil, me mareo a veces, no tengo hambre — dije. — Bueno, en principio haremos una exploración a fondo — dijo mientras me miraba fijo a los ojos —, puedes quitarte toda la ropa. Quedé en calzoncillos mirando la consulta. — Los calzoncillos también, Jesulin, no seas tan recatado, estamos entre hombres — dijo en tono de complicidad mientras yo me los quitaba —. Voy a medirte y pesarte, ven…No has salido a la parte nuestra, la de tu padre, a ver… mides 168 cm y pesas 57 k. Creo que estás anémico. Túmbate en la camilla. Me tumbé en la camilla y toco mis articulaciones, al llegar al interior de mis muslos los masajeó. No pude evitarlo, note como mi pene tenía principio de erección. Se dio cuenta (como yo sé a día de hoy que el cabrón tenía un olfato de sabueso) y dio más energía a sus manos. Yo me mordía la lengua, llevaba ya casi media erección. Entonces me dijo que me diera la vuelta. Vi como cogía un especulo — un aparato para abrir las paredes anales — y una pequeña pila. Examino mi conducto. Emitió un murmullo de aprobación. Dijo que me diera la vuelta. ¡No me lo podía creer! ¡Mi erección era total! — Estás al 100% Jesulin — dijo con brillo en los ojos y mirada profunda — ¿Te pasa a menudo? — Yo… yo… yo… n-n-no sé… que me pasa Tío. — Tranquilo, es la naturaleza — dijo en un tono de seguridad, como quien está acostumbrado — . Intentaremos bajar esa bandera, pasa a la silla camilla, estarás más cómodo. Una vez acomodado en esa especie de butaca como la de los dentistas mi tío se sentó en un pequeño taburete delante mía y con la mano izquierda sospeso mi escroto mientras me miraba a los ojos. — Tienes los ojos azules como tu madre, y no tienes ni vello, has desarrollado un físico bastante peculiar — en ese instante cogió con la otra mano la base de mi pene — ¿Te la has medido nunca…? Unos 14 diría yo. Me friccionaba el glande con su pulgar, sentía como mi polla estallaba. Extendió mi orificio del glande con los pulgares de ambas manos, parecía una pequeña boca que sonriera en un mi capullo. No podía evitar el moverme en pequeños círculos. — Tranquilo, tranquilo… Relájate Jesulin — dijo al mismo tiempo que hacía una arriba y abajo con la mano apretada en la polla. Mi prepucio subía y bajaba, de repente se paró. — ¡sí! ¡Sí! ¡más! — exclamé excitado. — No seas impaciente, ahora te haré un buen pajotazo. Se quedó mirando el glande y escupió sobre el, empezó un pajeo lento. Yo estaba excitadísimo. Volvió a pararse. — ¡Más! ¡Sigue… por favor tío… sigue! — volví a exclamar. — Lame un poco — me dijo poniendo su dedo corazón en mi boca — ensaliva bien. Con el dedo ensalivado me introdujo el dedo en mi zona anal, al mismo tiempo que con la otra mano iniciaba subes y bajas. Yo lo flipaba, joder, flipaba colores; mi tío estaba en su puta salsa. Hizo rotar mi polla a los lados arriba, la volteaba sin parar de pajearme. — ¡¡Ufff!! ¡¡Ohh!! ¡¡Dios!! ¡¡Sí!! ¡¡Así!! ¡¡Así!! — dije entre gemidos. — ¡Te quieres correr! — dijo mientras aceleraba el ritmo — . A ver esa leche, ¿te viene ya ehh? — preguntó al mismo tiempo que me introducía todo el dedo en mi ano. — ¡¡Sííí!! ¡Ya… Ya…! ¡¡¡Me corroooo!!! — grité con toda mi alma. Leché con potencia y abundancia, al ser pajeado con mi polla en vertical mi polla escupió la lefa hacía lo alto trazando un arco en su cenit y cayó a plomo sobre la parte baja de la butaca camilla al lado de mis tobillos. — Llevabas mucha leche acumulada — dijo mi tío con su dedo pulgar y índice lleno de semen aún con su mano en mi polla — . Me da que tenemos nuevo maricón en la familia — al mismo tiempo que ponía risa de complicidad —. Y por lo que he visto aún no has debutado con el culo. — Yo… yo… no… — conteste confuso. — Anda, vístete. Pase tras el biombo a cambiarme, ante mi estupefacción hizo pasar al enfermero y dijo que limpiara, que él ya se iba. Me cambié y pase — evitando mirarle —. Mi tío me dio dos besos en las mejillas de despedida y no pude evitar ver el charco de semen al mismo tiempo que el enfermero me sonreía. Ese día no podía ordenar mis pensamientos, mis ideas iban en bucle. No podía creer que hubiera flipado el soberano pajote que me había hecho el tío Cesar. Al llegar a casa de mis padres estaba ausente, me preguntaron que me habían dicho, les respondí que tenía que hacerme unos análisis, pero que no era nada serio. Oí como mis padres cuchicheaban a mis espaldas y se mofaban del hermano mayor gay. Una semana más tarde mis padres se fueron a un balneario, a mi no me apetecía y dispuso que fuera a comer a casa de la abuela en su ausencia. Allí me encontré otra vez a mi tío, el cual vivía en el piso superior. Tras el almuerzo mi tío me insto a que después me pasará y viera su nuevo televisor de plasma. Quedé un par de horas con la abuela, ya tenía una edad avanzada y se durmió en el sofá. Entonces empecé a pensar en lo del otro día en la consulta de mi tío. Los contornos de las imágenes que intentaba retener se desenlazaban: mi polla, la mano de mi tío, su calva, la paja, el semen. Esas imágenes se me desintegraban aun antes de que los hubiera asido bien. Mi confusión era total. Mi antagonista decía que no fuera, pero yo había comenzado a cambiar sin que yo me pudiera dar cuenta. Tomé la decisión de subir a ver a mi tío Cesar. La televisión la verdad es que era un flipe total, con la Play Station se jugaba de puta madre. Hasta ese momento mi tío me había observado como disfrutaba con los mandos de la consola. Tenía todos los putos juegos molones del mercado. Él se levantó mientras yo estaba absorto y flipando el juego de F1, era como si estuviera en el mismo circuito. Mi tío volvió, venía con un albornoz rojo con estampados de dragones, estaba recién duchado, olía a jabón; de su pecho salía una pelambrera de vello blanco. — ¿Te gusta eh…? — Sí, es la rehostia… está pantalla con esos juegos es impresionante — dije. — ¿Vemos una peli? ¿Te atreves con una de esas pelis…? ya sabes… — dijo guiñando un ojo. — Bueno… no… — No seas cagón, ya nos tenemos confianza ¿o no? Nos sentamos en el sofá, el me paso el brazo por encima de mis hombros, dio al play y salieron los títulos de la película (Rabos picantes), en ella salían hombres cachas con grandes penes. — ¿Qué te parece? ¿Te gustan? — me pregunto mientras notaba su aliento y después su lengua en mi oreja — Sé que te gustan… venga… no estés cohibido conmigo — al mismo tiempo me tocaba mi polla, la cual empezaba a abultar. — Si… demasiado sobreactuados, no sé… — conteste. — Razón tienes, demasiado postizo. ¿Te va más lo amateur, no? — al mismo tiempo que se abría el albornoz dejando un rabo aceptable a la vista — por ahí tengo uno de una fiesta que montamos con unos amigos. En las imágenes se veían cuatro machos, uno de ellos era mi tío, el otro un grandullón tatuado, los dos a la par follaban en la posición de perrito a dos jóvenes. La grabación era evidente que estaba hecha con un teléfono móvil. El tatuado follaba con un ritmo impresionante, a mi tío se le veía sudoroso con las cejas arqueadas con sus manos aferradas a las nalgas del otro. La imagen se acercó y en un primer plano se apreciaba como una gran polla del tatuado entraba y salía del culo; los dos enculados no tendrían más de 25 años. — ¿Te gusta más esto? — dijo al mismo tiempo que me lamia la oreja. — Ufff, auténtico si — respondí notando como mi polla estaba erecta — aunque toda esa polla en el culo intimida. — Sí, mi amigo tiene una herramienta de gran calibre, pero esos chicos que nos tirábamos ya son culos hechos, tienen mucho uso, se acoplan muy bien a un pene, sean cuales sean sus dimensiones — dijo mi tío en tono didáctico mientras la escena se cortaba. Intercambiamos miradas, mi tío de repente me morreó, note su lengua húmeda en mi boca, mis labios quedaron mojados, note otra vez sus labios cerca de los míos, note que me tocaba la polla. La tenía erecta, puse mi mano en su polla, note vello, era fuerte y venosa. Bajé su escroto y vi su glande. — Vamos a un lugar más cómodo la cama es ideal, hoy vas a debutar, Jesulin. Con su brazo alrededor de mis hombros nos encaminamos al dormitorio. Llevaba la bata abierta, su polla en erección sobresalía de su cuerpo de modo desafiante. Mis pensamientos se elevaban hacía el interior de algún espacio de fuera de mi mismo cobrando más y más altura, y después, cuando ya habían alcanzado una altura determinada fluían desde ese espacio en el que se estancaban hacia mi interior, como agua encima de una presa. La luz que se filtraba en el dormitorio era rojo sangre debido al color de las cortinas, en los lados sobre sendas mesillas de noche destacaban dos pequeñas lámparas que en su base eran dos testículos y el brazo que subía a la tulipa un gran pene. Con ojos de lobo estepario mi tío me dijo: — Quítate la ropa estarás más cómodo. Mientras me desnudaba la cara de mi tío resplandecía de gozo. Una vez más como dije anteriormente: ¡Estaba en su puta salsa! Al quedarme completamente desnudo él se quitó el albornoz, su cuerpo era velludo, su cipote estaba en todo su esplendor y sus testículos colgantes estaban amarrados a un aro testicular negro que los tensaba. Con mirada escrutadora y viendo que yo también estaba empalmado hizo la siguiente observación: — Tienes el cuerpo de niña adolescente — dijo en tono enérgico —. Siéntate en la cama. Al sentarme me di cuenta que era la lanzadera hacía una nueva vida, mi iniciación. Dejó caer un hilillo de saliva de su boca sobre su glande, lo esparció y me acerco la polla a la cara y como yo en esos momentos no tenía iniciativa propia me restregó la cara con el glande ensalivado. Notaba el olor de polla en mi cara. Al llegar a mi boca la abrí, succioné hasta el prepucio. — Mírame a los ojos — me dijo, al mismo tiempo que su rostro reflejaba intensidad —. Déjate llevar, limítate a abrir la boquita de maricona — al mismo tiempo que me agarraba por las sienes y empujaba su polla hacía dentro de mi boca —. ¡Así! ¡Así! Mueve la lengua. Me gusta follarte la boca. Note su glande en mi paladar hasta llegar a mi campanilla, al mismo tiempo que su vello púbico me hacía cosquillas en la nariz. En el silencio de la habitación se podía escuchar el jadeo de gozo de mi tío. De repente saco su polla de mi boca y con una mano se agarró el escroto quedando delante de mis ojos los testículos prensados. — ¡Come huevos antes que te prepare! — dijo poniéndolos sobre mi nariz —. Empieza un por uno. Parecía un globo en mi boca, no podía abarcarlo. — ¡Succiona como si chuparas un flan, para adentro! ¡Sí! ¡Así! ¡¡Ohhh!! Notaba vello en mi boca, que me causaba molestias; succione uno por uno los testículos como si de una ofrenda ante un altar se tratara. Me levantó la cabeza y me dijo: — Acuéstate en la cama, déjate llevar y goza. Me tumbé con las piernas en el suelo, note que me lamía el tronco, me bajo el prepucio y me succionó el glande. Me invadió una sensación placentera. Sentí la humedad de su lengua y de repente como una ventosa se engulló toda mi polla hasta el punto de notar el roce de su perilla en mi pubis. — ¡¡Ohh!! ¡¡Sí… Sí… Sí!! ¡¡No pares!!! — dije excitadísimo, al mismo tiempo que oía los chasquidos bucales. Usaba su boca como una aspiradora, levante la cabeza y vi como sus labios subían y bajaban dejando un reguero de saliva en mi polla, eran adentros y afueras dinámicos, cada vez que bajaba lo hacía para metérsela a fondo y mover su cabeza, como si quisiera sentir mi capullo en su campanilla. Era una mamada brutal, la flipé, pero no fue todo; me levanto las piernas cogiéndome por las rodillas y me succiono los testículos, podía oír los plof, plof, plof al entrar en su boca. Me levantó más y me lamió la entrada de mi culo, me sentía en el séptimo cielo. — Agárrate tu las rodillas y mantenlas altas — al mismo tiempo que colocaba una almohada bajo mis nalgas para tener más alta mi zona anal –. ¡Ahora vas a saber lo que es que te coman el culo a fondo. Noté la lengua en mi culo, sentía como sus manos abrían mis nalgas y el cosquilleo profundo me hizo jadear y bramar como un becerro. — ¡¡¡Si!!! ¡¡¡Oh… oh… oh!!! ¡¡¡Qué bueno!!! ¡¡¡La hostia puta! ¡Ohhhhhh!!! — Venga, vamos a dilatar, Jesulin — al mismo tiempo que se untaba un dedo de vaselina y lo introducía —. Está muy cerrado. Yo permanecía con las piernas semiflexionadas levantadas, noté como añadía otro dedo, sentí molestias. — Vamos a intentarlo — dijo mi tío reincorporándose y dándose sacudidas a su polla erecta poniendo mis rodillas encima sus hombros. El glande se puso sobre mi ano, podía ver la cara de mi tío, el sudor perlado llenaba su frente. Empujó, note molestias, volvió a sacarla, rectificó un poco su posición empujando otra vez y note más molestias. — Relájate, está cerrado de cojones — dijo intentado otra penetración —. Tendremos que abrir más el conducto — dijo en tono incomodo —, no te muevas voy a por una cosa de mi maletín. A grandes zancadas con su polla moviéndose como una bandera abrió su maletín y saco lo que yo ya había visto en su consulta. Era el especulo. Lo introdujo en mi ano y con la otra mano introdujo una cantidad abundante de vaselina. Se incorporó untándose también su polla y volvió a coger la misma posición. Con las piernas sobre sus hombros noté una penetración más profunda. La respiración de mi tío era acelerada, sus ojos estaban inyectados en sangre. — Allá voy Jesulin, ha llegado la hora — acto seguido embistió. La penetración está vez fue mucho más profunda, lance un aullido, bombeo otra vez y a la tercera fue un a ful notando como su peluda barriga chocaba con mi pelvis. Con la brusquedad que provoca el ansía mi tío empezó un pistoneo regular. Notaba como algo se inflaba en mi culo, me escocía. Mi tío acelero el ritmo, puso mis piernas en vertical. Me chupaba los pies. La notaba bien adentro, empezó a bombear con ritmo, se oían los plof, plof, y los chof, chof, chof de la enculada, notaba la polla dentro, tenía molestias pero gozaba. Mi tío tenía las mandíbulas apretadas, empezó a jadear y a dar bufidos, su respiración se aceleró. Me estaba dando a culo batiente, aceleró su respiración. Yo me cogí la polla y empecé a pajearme, noté que la lefa me subía. Deslefé, el churretón de lefa me llego hasta la cara. Mi tío daba los últimos coletazos. Tenía las cejas contraídas, los ojos cerrados, su rostro estaba enrojecido. Los bombeos retumbaban en toda la habitación. Entre bramidos de toro, alaridos y un estallido gutural final comenzó a deslefar. — ¡¡¡Ohhh!!! ¡¡¡Me corrooo!!! ¡¡¡Me corroooo!!! ¡¡¡Me corrooooo!!! ¡¡¡Ohhhhh!!! ¡¡¡Ohhhhh!!! ¡¡¡Ohhhhh!!! Fue brutal. Notaba mi culo lleno de lefa. Todo el peso de mi tío cayó sobre mi, note su respiración acelerada, su vello contra mi pecho. Se reincorporo. Empezó a lamerme la lefa de la cara , el cuello, el reguero de mi pecho y barriga, sacaba toda lengua, la usaba como una vaca que comiera forraje y en un alarde bravura me volvió a levantar las piernas introduciendo su boca en mi culo para amasar todo el semen posible en su boca. Su barba parecía una esponja húmeda debido a los restos de semen que había acumulado. Me miró y avanzo hacía mi boca para morrearme. Note el líquido caliente que me proporcionaba su boca, movía su lengua a conciencia, no se despegó de mis labios hasta pasado un buen tiempo, el cabrón se aseguraba que hubiera engullido una buena porción de lefada, para después lamerme la cara entera con los restos de semen que le quedaban. Permanecimos tendidos en la cama, las pollas estaban semiflacidas, tenía su brazo alrededor de mis hombros. Me miraba con orgullo viril y aires de considerarse el responsable de haberme proporcionado placer (mi deslefada así lo evidenciaba). Era evidente que se inclinaba por esa visión y yo no me quedaba más remedio que confirmarlo en mi conciencia, puesto que desde el principio había consentido encantado en “dejarle a él” que me administrara y custodiara como un recién adquirido bien. — Ya has debutado, y es evidente que lo has gozado — dijo en tono engolado —, te he dejado mi simiente dentro lo que evidencia que a partir de ahora eres una maricona ya que este mundo gay se compone de los activos y los pasivos, o lo que es lo mismo, los que dan y los que reciben. Los que dan tienen el apodo de maricones y los que reciben son mariconas — dijo categórico. Antes de ducharnos me morreo, note como en su perilla los restos de semen se resecaban.

Autor: Thotem Categoría: Sexo Gay

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MIS PADRES ME VENDIERON PARA PAGAR LA RENTA

2019-12-06


MI nombre es Aníbal soy un hombre cuarentón gay pasivo, mi historia comienza cuando tenía 11 años, era un chico muy lindo petiso media 1,55 m., delgado y muy culoncito. vivía con mis padres y dos hermanos menores de 6 y 8 años, alquilábamos lo que hoy se dice un PH, en aquella época se los conocía por departamento chorizo, el dueño era don Pedro un señor mayor de unos sesenta y pico de años, alto de 1.90 m., robusto como un oso, era bastante grosero y calentón pues cuando me encontraba por el pasillo se la pasaba diciéndome cosas sobre mi cola y lo que haría con ella, yo se lo decía a mis padres pero ellos me contestaban que lo aguantara y no le digiera nada porque podía echarnos de la casa Tiempo después mi padre quedo si trabajo y se atrasó casi 3 meses con la renta, entonces vino don Pedro a cobrarle, él le dijo que tuviera un poco de paciencia que pronto encontraría trabajo y le pagaría, a lo que el viejo contesto - ¿yo podría perdonarte estos 3 meses que me debes y aguantarte un poco mas sin echarte pero ya sabes que es lo que quiero a cambio?. - ¡está bien pero déjamelo pensar, tengo que hablar con mi esposa antes de decidir!. - ¡está bien volveré mañana por la noche a ver que decidiste ¡. Mi padre hablo con mi madre y luego me dijo ¡hijo tu sabes que nos están por echar de la casa, don Pedro dice que nos perdonara la deuda y nos esperara un poco más pero a cambio quiere que tu vayas a vivir a su casa y seas bueno con el!. Yo como no entendí le dije que no había ningún problema, al otro día cuando vino tome mis cosas y me fui con el viejo, al llegar a su casa pregunte donde dormiría y el me señalo el dormitorio, entre para guardar mis cosas y prepararme para acostar entonces vi que había una cama matrimonial, me quite la ropa quedando solo en calzoncillos y me metí en ella para dormir, al rato veo que entra el viejo totalmente desnudo y se cuesta a mi lado entonces me abraza apoyando su bulto en la raja de mi cola, pude sentir que estaba muy duro y caliente, luego con un mano me desliza el calzón dejándome con la cola al aire - ¡que rica colita bebe, siempre soñé tenerte así en mi cama nena, todo para mi solito!. - ¿Qué hace don Ramón, déjeme yo no soy una nenita?. -¿Cómo tu padre no te dijo que tenías que ser bueno conmigo y hacer lo que te diga, dime niño acaso quieres que los eche a la calle?. ¡no señor está bien hare lo que usted diga, pero no los eche por favor!. Entonces el viejo quito las cobijas y se acostó boca arriba con las piernas abiertas - ¡bien así está mejor, ahora ven aquí, ponte mi verga en la boca y chúpala como si fuera un helado, entendiste Aní ¡… yo no tuve más remedio que obedecer entonces tome su verga que era monstruosa con mis manos y me la coloque en la boca, al principio me dio asco y mientras se la chupaba me producía arcadas, - ¿si bebe que rica boquita tienes, trágatela toda, sigue así que vas bien ya se está poniendo bien dura?. estuve un rato largo mamándole la pija hasta que se le puso como un garrote y me dijo que me detuviera ¡así está bien Aní ahora ponte en cuatro como un perrito que quiero comerte esa colita nena!. Yo haciendo caso me coloque como me lo indico, estaba temblando de miedo pensando en que me iba a hacer - ¡no tiembles bebe que papi va a ser muy suave contigo, te quiero mucho y jamás te haría daño, vas a ver qué bien la vamos a pasar!. Entonces se colocó detrás mío y comenzó a pasar su lengua por todo mi trasero hasta llegar a mi agujerito, era una sensación extraña pero para nada desagradable, era raro sentir su lengua en mi agujerito y disfrutar con ello, - ¿ahora Aní papi va a coger ese culito hermoso que tienes, vas a ver nena que rico es comerte mi pija?. Entonces tomo un pote de crema y empezó a untar mi culito, luego metió un dedo en mi agujero y me dolió un poco, luego masajeándome metió otro y luego otro, tenía tres dedos en mi culo tratando de dilatar mi ano, se sentía raro pero ya no me doliera por la crema que tenía lidocaína para el dolor, entonces apoyo la cabeza de su pija y forzando la entrada logro meterla por completo, fue terrible sentí que mi culo se habría en dos como cundo partes una sandía, trate de aguantar para que no se molestara conmigo pero fue imposible entonces grite, él se detuvo un rato - ¿está bien Aní grita si tienes ganas, es normal que te duela porque es tu primera vez, ya con el tiempo el dolor va a pasar y lo vas a disfrutar mucho vas a ver que rico es nena? Luego deslizo suavemente su pija dentro de mí siempre con total suavidad y deteniéndose ante cualquier queja de mi parte, así hasta logra meterla por completo - ¡bien bebe ya entro toda, te portaste muy bien Aní, eres toda una hembrita mi amor, ahora papi te va a coger princesa!. Entonces comenzó el mete y saca con mucha delicadeza, a medida que pasaba el tiempo fue acelerando el ritmo hasta llegar a cogerme con la fuerza de una fiera, para mi extrañes no me dolía tanto y lo estaba gozando lo que el enseguida se dio cuenta - ¿te dije que te iba a gustar bebe, gózala mi amor que es toda tuya ahora, vamos a ser muy felices juntos nena, eres mi mujercita ahora!. Un rato después me la clavo bien a fondo y con varias embestidas empezó a acabar dentro mío, podía sentir sus espasmos mientras soltaba chorros de semen en mis entrañas, luego cayo exhausto a mi lado mientras mi cola latía ardientemente mientras derramaba semen por mis piernas, ¡Cómo estas bebe, te gusto que papi te hiciera la colita, no sabes cuánto lo deseaba y Dios cumplió mi deseo ¡… - ¿me duele un poco la cola pero estoy bien, está satisfecho don pedro conmigo, fui bueno como usted quería?. - ¡si Aní estoy muy satisfecho contigo, pero no seas tan serio conmigo, acabo de cogerte soy tu hombre ahora dime Pedro, es más nena cuando estemos solos dime papi que eso me calienta! …- ¿está bien don…digo papi?. Entonces me abrazo y comenzó a besarme en la boca - ¡que rico eres Aní, como te quiero bebe y a partir de ahora te voy hacer el amor hasta cansarme mi pequeña mujercita!. Esa noche me cogió dos veces más y me encanto, luego nos dormimos muy abrazados en cucharita los dos oliendo a sexo, unos días después fui a visitar a mis padres y me preguntaron si estaba enojado con ellos, si don Ramón me trataba bien, yo les conteste que se quedaran tranquilos que no estaba enojado con ellos por lo sucedido que sabía que no tenían opción, que gracias a ellos la estaba pasando de maravillas, que Ramón era muy bueno conmigo, que lo amaba porque me hacía muy feliz.

Autor: cojefer61 Categoría: Sexo Gay

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Traición

2019-12-02


Su cuerpo desnudo estaba empapado y su pelo chorreaba sobre su pecho. Se cubría con una pequeña toalla enrollada en la cintura. Me quedé mirándole de arriba a abajo en silencio. Oculto en el portal de enfrente vi como salía de la casa. Llevaba un vestido rojo y se la veía radiante. Caminaba con paso decidido contoneando provocativamente las caderas. La seguí con la vista hasta que giró en la esquina de la calle. El sol caía a plomo sobre el asfalto en aquel caluroso día de Agosto. Permanecí dubitativo en la oscuridad del fresco zaguán, mientras mi cabeza se debatía con mil sentimientos enfrentados. ¿Qué podía hacer? O mejor dicho ¿Que debía de hacer? Al fin me decidí y salí a la calle, de cuatro zancadas crucé la calzada entre los bocinazos de los automóviles que pasaban esquivándome. Cuando estuve frente el amplio portalón miré el número que estaba sobre el dintel, el 30 de la calle Platerías, Era un edificio decimonónico perfectamente rehabilitado. Tras dudarlo empujé la puerta de entrada y al comprobar que estaba abierta me decidí y entré. El pulido mármol que decoraba el interior daba al lugar la apariencia de un mausoleo. Me quedé unos instantes quieto en el centro de la estancia sin decidirme aun. Por un momento me eche atrás volviéndome hacia la puerta, mas no pude contener mi rabia y me dirigí hacia el ascensor. Entré, cerré la puerta y pulsé el botón de la séptima planta La cabina acristalada me permitía ver la escalera de forma oval que se retorcía como una sierpe a lo largo de la subida. Al fin el elevador se detuvo. En aquel rellano sólo había dos apartamentos uno a derecha y otro a la izquierda. Me encaminé hacia el de la izquierda y pulse insistentemente el timbre. Dentro de la vivienda se oyó el estridente sonido del llamador. Nada. Volví a pulsar el botón con más insistencia. Durante unos minutos nadie acudió a la llamada. Por tercera vez apoyé el dedo en el pulsador y lo deje sonar sin tregua. Tras un largo rato en el interior escuché una voz que gritaba “ya voy, ya voy”. Al fin se abrió la puerta. Pude observar la expresión de sorpresa en su cara. Ah eres tú. Perdona chico estaba en la ducha - se disculpó. Era evidente. Su cuerpo desnudo estaba empapado y su pelo chorreaba sobre su pecho. Se cubría con una pequeña toalla enrollada en la cintura. Me quedé mirándole de arriba a abajo en silencio. Tenía un cuerpo atlético donde se podía observar sus muy entrenados músculos, abdomen cincelado, pecho fornido, brazos poderosos, caderas estrechas y amplios hombros. Y las piernas esbeltas de un corredor de fondo. ¿Pero bueno que haces por aquí? ¿Y a qué vienen tantas prisas? - me dijo retador mientras se apoyaba con un codo en el quicio de la entrada. Quería hablar contigo. ¿Puedo pasar? - le contesté con firmeza. Por supuesto. Pasa. Se dio la vuelta y comenzó a andar delante de mí por el pasillo. Las huellas de sus pies mojados cubrían el suelo. Contoneaba el trasero mientras su ancha espalda se bamboleaba en su marcha. Cerré la puerta. Eché la mano a mi espalda tanteando la culata del arma que ocultaba en la cinturilla del pantalón. La dejé donde estaba. Fui tras él hasta desembocar en el amplio salón. Se volvió hacia a mí y colocando sus manos en jarras me preguntó con tono desabrido. Bueno, Que eso tan importante que quieres hablar conmigo. ¿No tienes nada que contarme? - le interrogué mientras la clavaba una mirada furibunda. Que yo sepa nada tan importante como para sacarme de la ducha con estas prisas. - me respondió retador. ¡El estar tirándome a mi mujer te parece un asunto baladí! - le escupí rabioso. Ah es eso. - dijo torciendo la cabeza con una sonrisa de medio lado. Si cabron de eso se trata Mira Lucas, Laura es una zorra ya te lo dije antes de que te casases. No soy el único que se la tira. Se cepilla a todo dios. Ese chocho necesita más rabo del que le podemos dar tú, yo y medio Pamplona si me apuras. Además ya me conoces soy un picha brava y no lo puedo evitar. Si encuentro un agujero a tiro la meto y santas pascuas - se disculpó mientras me sonreía pícaramente. Sí que le conocía. Era mi mejor amigo desde la infancia. Habíamos crecido juntos. Estudiado juntos. Y tras acabar nuestras carreras, montado el bufete juntos. Sé que era un salido. Siempre la había sido. No le importaba la pieza. Era de gatillo rápido y antes de que te dieses cuenta ya estaba entre las faldas de la primera que se abriera de piernas. Ya sé que Laura es una puta. Pero es a mí a quien has traicionado. Es a mí a quien has herido. ¿En tan poca estima tienes nuestra amistad? Mira Lucas no es eso. Solo es una aventura sin importancia. Olvídalo. No volverá a ocurrir. - me dijo con cara seria. Pero me los has hecho a mí. A MÍ. - le dije soliviantado Me miró intensamente a los ojos y una sonrisa capciosa se dibujó en su cara. ¿No estarás celoso, verdad? - me dijo insinuante ¿Celoso de ti? - le conteste despectivamente No. De Laura - me dijo mientras me guiñaba un ojo. Me sonrojé. El comenzó a andar sigilosamente hacia mí. Sé que te gusto. Lo sé desde hace muchos años. Acaso te crees que no te veo observándome cuando nos duchamos en el gimnasio. O como te encelabas en la Universidad cuando yo salía con alguna chica y te dejaba de lado. O como me miras con gula el paquete. Pero a mí no me importa. De hecho me halaga. Siempre lo he sabido y siempre me complació que estuvieses colgado de mí. Retrocedí unos pasos y saque el arma apuntándole. Salvador se detuvo en seco. Eso es mentira. Una sucia patraña- le grité furioso. Levantó las manos y miró hacia el suelo. Luego irguió la cabeza y mientras se acercaba me dijo. A sí que has venido a matarme. A vengar tú honra. Todo esto por una mala pécora como Laura. Me la he tirado para ver si así despertabas de tu letargo. Ya sé que estas al corriente de sus correrías tras las braguetas de la toda ciudad. Tras dar el último paso apoyó su pecho contra el cañón del arma. Venga aprieta el gatillo. No voy a defenderme. Si te hace feliz darme muerte, hazlo.- me dijo arrastrando con parsimonia sus palabras. Mis manos temblaban. Salvador bajó lentamente las manos y tras posarlas sobre el arma me la quitó con suavidad dejándola caer al suelo. Si me importas Lucas. Más de lo que te imaginas. - me dijo con dulzura. Rompí en sollozos. Sus manos se apoyaron sobre mis hombros y me atrajo hacia él estrechándome entre sus fuertes brazos. Yo lloraba desconsoladamente. Mi pecho se agitaba contra su pecho. Al fin se detuvo mi llantina. Entonces me apartó suavemente y cogiendo su cara entre sus manos acercó sus labios y me dio un beso. Fue un leve roce, como el del pétalo de una rosa. Me aparté de él y retrocedí unos pasos Con los ojos cerrados negaba con la cabeza. No, no puede ser verdad. Lo que a dicho no es cierto - me decía para mis adentros Pero la certeza me iluminó como el resplandor de un relámpago en la oscura noche. Fui consciente de la verdad que encerraban sus palabras. No obstante algo en mí repelía la aceptación de aquella realidad que cuestionaba mi hombría. Abrí los ojos. Me apoyé en la pared con las manos. Le miraba expectante. Aquel macho poderoso medio desnudo frente a mí me hizo temblar. Sin atreverme a pestañear esperé a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos. Salvador se me acercó, apoyó su cuerpo contra mi cuerpo y acercó su boca a mi boca. Su lengua me picoteó la entrada e inconsciente abrí los labios permitiendo que entrase en mí. Fue un beso apasionado. Sin oponer resistencia dejé que me besara con fruición. ¿Pero qué estás haciendo? - me dije al percibirme de la situación Le aparté de mí y volví la cara asqueado por mi sumisión. Mi mejor amigo me había llamado maricón a la cara, Me estaba besando y yo no oponía resistencia. Me estaba dejando seducir como un una putilla adolescente por aquel tiarrón. ¿Qué pasa? Acaso no te gusta lo que te hago. - me dijo mientras cogiéndome por la barbilla me obligaba a mirarle a los ojos. Negué con la cabeza. Salvador con una sonrisa de medio lado me dijo. Mientes. Y tú lo sabes. Me sonrojé. Volvió a pegarse a mí y me chupó el cuello. No pude evitar exhalar un suspiro. Su respiración agitada resonaba en mi oído y con su pelo humedecía mi mejilla. Me estaba poniendo cachondo con sus avances. Se apartó levemente y mientras me miraba profundamente a los ojos comenzó a desabrochar los botones de mi camisa. Yo estaba paralizado, hipnotizado por sus profundos ojos verdes. Como un pajarillo ante una serpiente. Cuando sus labios mordisquearon mi pezón un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Pero mi mente era incapaz de asimilar la situación. Intente apartarlo de nuevo, la verdad sin mucha insistencia. Algo estaba empezando a despertar allí abajo Salvador debió de notarlo, pues una de sus manos se deslizó por mi cuerpo y comenzó a frotar mi bragueta. De nuevo un suspiro salió de mis labios. Pero qué era aquello pensé.¡ Me estaba dejando meter mano! Y lo más terrible para mi autoestima es que muy a mi pesar me estaba gustando. Tenía que parar aquel escarceo. Detente. No sigas. - le dije mientras le cogía por la muñeca deteniendo sus caricias. No seas tonto. Sé que te gusta. Tus ojos te delatan y…...tu polla también- me dijo sonriendo pícaramente. Su otra mano continuó con la labor que su compañera aprisionada era incapaz de realizar. Esta vez no me opuse. Solté mi presa y deje que Salvador me sobara el paquete. Me desabrochó el pantalón y bajó la bragueta. Su mano se deslizó por la cinturilla del calzón y noté el calor de su piel en mi piel. Mi polla latía entre sus dedos. Cerré los ojos y me deje hacer. Me masturbaba pausadamente mientras mordisqueaba mi cuerpo. Mi rabo empezó a babear. Aceleró el ritmo de la paja y con ella mi excitación. . La verga empezó a latir y a hincharse, estaba al borde del orgasmo. Al percibir que a punto estaba de derramarme sobre su mano se retiró y me dijo Desnúdate para mí. Mis ojos se clavaron en sus pupilas y luego bajé la cabeza lleno de vergüenza. No podía ser. Aquello había ido demasiado lejos. Estaba a punto de tener sexo con un hombre. Con un amigo que no hacía ni media hora se había follado a mi mujer. Me había hecho cornudo y ahora me iba a convertir en un bujarrón, un sodomita, un maldito maricón. No mejor lo dejamos aquí. Olvidémoslo todo. Haremos como si no hubiese sucedido nada- le dije azorado Me encaminaba ya a la salida cuando me agarró por una muñeca. Me volví. Me vas a dejar así. - me dijo melosamente mientras con la vista mostraba el bulto de la toalla. Sin dejarme reaccionar puso mi mano sobre el bulto que formaba su polla sobre la tela. Sin darme cuenta mi curiosidad hizo que la tantease y comencé a recorrerla mientras le frotaba. Dios que cacho de tranca- pensé Le mire a los ojos. Sin saber qué hacer. Desnúdate. - repitió Al fin azorado comencé a despojarme de mis vestimentas. Mientras me desnudaba pude ver la carpa que su rabo enhiesto formaba en el lienzo. Conocía muy bien aquella polla y sabía lo bien dotado que estaba Salvador, pero nunca la había visto en todo su esplendor. Una desazón me carcomía. Por un lado mis prejuicios me reclamaban que huyese de aquel hombre que como fruta prohibida se me ofrecía. Por otra parte, una curiosidad morbosa se apoderaba de mí, apartando el arrojo y el descaro que me impelía a ver aquel rabo, que para que mentirme, mi vista recorría cada vez que se presentaba la ocasión. Ya desnudo me aproximé a él. Armándome de valor le arranqué la toalla. Tenía ganas de ver aquel glorioso Príapo que se ocultaba a mi mirada golosa. ¡Dios que rabo! Más que rabo cipote, más que cipote tranca. Ahora no me extrañaba que las mujeres se le abrieran tan fácilmente de piernas. Y comprendí lo que buscó la zorra de Laura cuando le hizo bajarse los pantalones. La cogí con la mano y la observé. Larga y recta como un tolete pero ancha y poderosa como una garrota. Su prepucio aun cubría medio glande y una gota diamantina brotaba de su boquita. Debajo dos huevos como dos puños y todo ello decorado por un suave vello que trepaba como la hiedra hacia su ombligo. La curiosidad me pudo. La rodeé como pude con mis dedos y la descapullé. Se mostró entonces un rosado glande, colosal como el corazón de un toro. Aquello era portentoso. ¡Menuda polla se gastaba el amigo! Envalentonado mi otra mano recorrió todo su cuerpo deteniéndose en cada uno de sus formas para acabar acariciando sus testículos. Le mire a los ojos sin saber cómo continuar mis avances. Era un neófito en estas lides y mostraba el pudor y de una virgen. ¿A qué te gusta, verdad? ¿No era lo que deseaste siempre?¿Ya estás seguro de querer continuar? - me dijo Salvador mientras me miraba inquisitivamente No ¿No?. Si quieres lo dejemos - me dijo decepcionado Me quedé mirándole durante unos instantes dudando y luego dije No Me atrajo hacia él y nuestros cuerpos desnudos se tocaron. Comenzamos a frotar nuestras pollas una contra la otra. Aunque yo no estaba mal dotado al lado de tan poderosa herramienta mi pilila semejaba la de un púber. Sentía como el destilado de nuestros rabos humedecía nuestros cuerpos. Nuestras manos acariciaban afanosas todos los rincones de nuestra anatomía. Mi lengua, al fin liberada, ansiosa lamía su piel. La calentura se apoderó de nosotros y comenzamos a jadear mientras nos tocábamos. Salvador se detuvo y me dijo. Chúpamela, Lucas Me quedé paralizado una cosa era magrearse, hacernos una paja y otra muy distinta hacerle una mamada. Eso eran mariconadas. Mientras negaba con la cabeza le dije. No. Eso no. Me da asco. Yo no sé la chupo a otro tío. Me acabo de duchar. Está limpia. Prueba y si no te gusta lo dejas. - me convencía anhelante Bueno probaría, decidí. En mi fuero interno era consciente que no era que no me importara, en realidad lo deseaba. Poco a poco fui encogiéndome para, tras recorrer sus poderosos pectorales, bajar por su abdomen hasta tener su rabo frente a mis ojos. Me arrodillé ante su pubis y pude oler la fragancia de su sexo. Con la punta de la lengua recolecté el néctar que su rabo destilaba. Era dulce como la miel. Me relamí glotón con el sabor del brebaje que cataba por vez primera. Alcé los ojos y le miré directamente a la cara. Salvador me observaba expectante. Le cogí el rabo. Lo acerqué a mi boca. Entreabrí los labios y lo absorbí como delicioso fresón de primavera. Su piel suave como la seda, tersa y caliente acarició mis labios, lamerón fui poco a poco engullendo su capullo. Cuando al fin lo tuve dentro apenas dejaba espacio para más. Tal era su volumen que apenas podía mover la lengua en el interior de mi boca. Me dedique a absorber y presionar como un ternero mamón. Oía a Salvador jadear y una mano se apoyó en mi cabeza y comenzó a acariciar tiernamente mis cabellos. Dios Lucas que bien lo haces. Me estas matando de gusto.- dijo Salvador entre suspiros y jadeos animándome. Intente fallármelo con la boca pero apenas podía meter más allá del capullo. En una de estas me cogió por el cogote y me apretó contra su cuerpo. Sentí como su punta atravesaba la campanilla y se enterraba en mi garganta. A punto estuve de la asfixia. Le empujé y me retiré sacudido por las arcadas. Lo siento- se disculpó Es que es muy grande. No puedo tragar más. - le dije mientras intentaba recuperar la respiración Me tendió una mano ayudándome a incorporarme. Me estrechó en sus brazos y me besó apasionadamente. El sabor de su polla edulcoró nuestro beso. Luego metió su verga entre mis muslos comenzando a frotarse entre ellos. Los cerré con fuerza y dejé que su cipote me acariciara el perineo. Descubrí una deliciosa sensación en aquella parte de mi anatomía que hasta ese momento ignoraba. En un espejo pude ver a Salvador perreando contra mi cuerpo. Una oleada de calor me inundó viendo aquel macho gozando con su rabo entre mis piernas. Le acariciaba la espalda mientras su tranca me mojaba el interior de mis muslos. Al ser más alto que yo, tenía que agacharse levemente y yo ponerme de puntillas para facilitarle el acceso. Al fin deteniéndose me dijo. Pongámonos más cómodos. Ven. Me agarró de la mano y me condujo por el pasillo hasta una estancia iluminada tenuemente por la luz tamizada a través del cortinaje. Era su dormitorio. En el centro una enorme cama con las sábanas revueltas y la mancha, aún húmeda, de su anterior corrida sobre la bajera. Me empujó y me tiró de espaldas sobre la cama. El efluvio del perfume de Laura flotó en el aire. Allí mismo hacía un rato Salvador se había follado a mi mujer y ahora estaba dispuesto a hacerme gozar a mí. Se inclinó sobre mí y comenzó a besar todo mi cuerpo. Bajó desde mi cara para morder mis apuntados pezones. Luego babeante descendió por mi vientre hasta llegar a mi sexo. Su lengua recorrió todo mi palo y tras ello se metió, uno tras otros, mis huevos en la boca. Al fin me agarró la polla con la mano y la engulló. A punto estuve de correrme en su primera acometida al sentir la caliente humedad de su interior. Presuroso la sacó iniciando una lenta mamada. Su lengua recorría cimbreante todo mi capullo y acariciaba mi frenillo. Luego se la tragaba y chupaba con fruición el glande que acariciaba con su lengua. Que gusto Salvador. Sigue así te lo ruego. Hacía años que no gozaba como tú me estás haciendo gozar. Te lo juro. - le decía entre jadeos Una mano se introdujo bajo mi culo y comenzó a pasar acariciante por mi raja. Apreté las piernas aprisionando a la descarada. No me toques por ahí. Nadie lo ha hecho nunca- le dije enojado. Pues ya va siendo hora- me respondió sacando mi polla de la boca ¡Ya te he dicho que no soy maricón! - le grite furioso Y eso me lo dices mientras tienes la polla metida en la boca de un tío- se rió capcioso Sin hacerme caso prosiguió con sus caricias. Mientras, seguía lamiendo el capullo sin tregua. Un dedo se detuvo en mi agujero y acarició todos sus pliegues. Al intentar introducirse en mí, una punzada de dolor me hizo dar un gritito. ¡¡Ay!! Te he hecho daño - me dijo Salvador solícito mientras se detenía No. pero espera - le dije Cogí su mano metiéndome el dedo corazón en la boca y lo chupé hasta dejarlo bien ensalivado. Ahora - le dije alentándole a proseguir. Se metió de nuevo la polla en la boca y volvió a juguetear con mi ojete. Ahora cuando hizo presión entró sin dificultad. Era la primera vez que algo traspasaba en aquella dirección mi cuerpo por aquel lugar. Un estremecimiento, no sé bien si de placer o de pudor, recorrió todo mi ser. Cuando empezó a moverlo hacia dentro y hacia fuera como si de una pequeña picha se tratara, en mi esfínter nació una sensibilidad que desconocía poseer. Me estaba dando gusto. Y mucho. Mi culo pedía más. Ansioso le agarré de nuevo la mano y le chupé todos los dedos uno a uno. Salvador proseguía mamándome la polla. Más quiero más. Me estas causando mucho goce - le confesé Fueron entonces dos los dedos que se alojaron en mi interior. Y luego fueron tres los que dilataron mi entrada. El sonido que su boca producía chupándome el rabo y uno de los dedos juguetones, que dentro de mí acariciaba un punto mágico, hacía que me volviese loco de placer. Ay qué gusto. Que delicia - repetía al borde del paroxismo Sigue. sigue. sigue - gritaba enloquecido Me estas matando de gusto cabrón Estaba llegando a un punto sin retorno. No sabía por dónde se iba a desatar el clímax. Si por mi culo ensartado por sus dedos o mi rabo chupado por su boca. Tanto uno como otro empezaron a latir espasmódicamente. Y sin poder remediarlo, empecé a gritar. ¡ME CORRO! ¡ME COOORRO! Empecé a descargar una portentosa corrida en la boca de Salvador, mientras mi culo palpitaba desaforadamente apretando con fuerza los dedos que hollaban mi interior. Trallazo tras trallazo fui disparando mi leche. Salvador proseguía frenético la mamada. Cerré los ojos y creí morir. Al fin mi cuerpo derrotado dejó de convulsionarse. Cuando los abrí de nuevo vi la cara de Salvador sobre la mía. Un goterón de leche se desprendía por una de las comisuras de sus labios. Le agarré por la nuca y le atraje hacia mí, introduciendo mi lengua golosa para saborear el néctar que él había destilado. El sabor de mi semen en su boca me hizo estremecer de placer. Saber que me había lamido hasta derramarme hizo que mi polla brincase de nuevo. Salvador se recostó sobre mí y enterró su tranca entre mis muslos. Los apreté con firmeza. Empezó entonces a culear simulando un apareamiento entre mis piernas. Su rabo babeante mojaba mi piel y su roce en el perineo me excitaba. Le agarré las nalgas y se las estrujé para luego ayudarle empujando en sus acometidas. Sabía que no iba a hacerle eyacular fácilmente. Recordaba cuando éramos estudiantes y a través del tabique que separaba nuestros cuartos, escuchaba los sonidos de sus lances amorosos que se prolongaban y prolongaban eternamente mientras oía a la amante de turno gritar gozosa orgasmo tras orgasmo. Transcurrido mucho tiempo al fin oía los impetuosos gruñidos de Salvador cuando se corría, a la vez que los embates del cabecero de su cama hacían temblar la pared. De repente se incorporó y clavó sus ojos en mis ojos. Déjame que te follé. Quiero metértela. - me dijo en un gutural susurro. Abrí los ojos espantado. ¿Darme por el culo?. ¡Ni lo sueñes! - le contesté airado. Me miró con una sonrisa de medio lado. Introdujo su mano bajo mi trasero deslizando sus dedos por la raja alcanzó mi ojete y mientras lo acariciaba con sus dedos me decía insinuante. Anda déjate. Veras como te gusta. Agarre su mano y la aparté de mi culo. De eso nada. No voy a dejar que me sodomices como si fuera un bujarrón - le dije mientras le obligaba con mis brazos a incorporarse apartándole. De rodillas, erguido entre mis piernas, me miró desafiante con las manos en las caderas. Su cipote levantado se movía con pequeñas sacudidas mientras un finísimo hilillo se descolgaba de él. Eres una autentica puta. - me dijo rabioso - Mas que tu mujer. Al menos ella cuando calienta a un hombre corresponde con el placer que recibe haciéndole gozar también, pero tú eres un calientapollas. Me incorporé y le arreé un tremendo bofetón. Inmediatamente me arrepentí. Sabía que me superaba en fuerza. Y también conocía el resultado de su ira. Te aseguro que no me vas a dejar así- me contestó furioso mientras se acariciaba la mejilla abofeteada. Sin dilación me agarró por los tobillos y levantó las piernas dejando mi ojete expuesto, se agacho y comenzó a lamerme babeante el ojo del culo. No, no lo hagas - te lo ruego le suplicaba incapaz de librarme de su presa. Eso no Salvador. No quiero. Dejémoslo así Su lengua cimbreante comenzó a introducirse en mi palpitante esfínter que traicionándome empezó a latir autónomo con sus avances. Me escupía y esparcía por mi agujero su saliva. Salvador detente, te lo ruego. No me la metas. No me humilles de esta forma. - le rogaba entre sollozos. Se incorporó y pensé que se había apiadado de mí. Cuan equivocado estaba. Puso mis piernas sobre sus hombros, agarró su rabo con la mano y lo situó en la entrada. Yo le miraba aterrorizado. Me estaba literalmente violando. Ahora vas a saber lo que siente tu mujer- me dijo con una cruel sonrisa. No, no. No me des por el culo Salvador. Por dios no me la claves. - Le decía entre llantos. ¿No era eso en realidad lo que venías buscando? ¿No es eso lo que anhelabas todos estos años? Que te follara. Entregarte a mí. No de esta manera. ¡Así no! Empezó a ejercer presión son su capullo pero yo cerraba el ojete con fuerza. Sin darse por vencido insistió, más fue incapaz. Que estrechito esta esto. - dijo al ver que no podía abrir mi cancela. ¿Eres virgen de verdad? Yo afirme con la cabeza mientras los lagrimones se escapaban de mis ojos. Nunca me lo hubiese imaginado- añadió con una risita. Salvador no lo hagas me vas a destrozar. - le dije tembloroso. Se quedó mirándome dubitativo y luego, pillándome por sorpresa, dio un empujón y me clavo medio capullo. Creí morir de dolor SACALO.SACALO- empecé a gritar como un poseso. Me dio una enorme bofetada para después taparme la boca. Aproximó su cara a la mía y me dijo con rabia. Te voy a follar te guste o no te guste. Aunque apuesto la cabeza de que te va a encantar. Tú decides, podemos hacerlo de dos maneras, con mucho dolor o sin dolor. Bueno o con menos dolor - corrigió sarcástico Apartó la mano que tapaba mi boca y me miró expectante. Yo aterrorizado asentí con la cabeza. No me hagas daño, Salvador. No te preocupes no es el primer culo que me follo. Al fin al cabo todos los agujeros son iguales. Cuando no encuentro un buen chocho no me importa metérsela a cualquier tipo que me ponga el culo. - dijo entre risas Le miré sorprendido. En todos aquellos años nunca me imaginé que a Salvador le pudieran ir los hombres. Mi determinación comenzó a tambalearse. Lo imaginaba con mujeres follando pero aquello nunca pasó por mi cabeza. Salvador fallándose a un tío. Así que eres maricón- le dije con un tono de sorpresa en mi voz. Me miró con sorna de arriba abajo. Bueno gay…. bisexual. ¡Lo que sea!- corregí Ya te he dicho que lo que me priva es clavarla en un agujero. Si tienen tetas mejor pero si tienen rabo no les hago ascos.- me dijo sonriendo. ¿Y nunca has sido tú el que recibes? - inquirí curioso. No. A mí nadie me da por el culo. - me contestó retador.- No me gusta. A mí tampoco me ha penetrado nadie. - le dije ofendido. Ya pero a mí no me gusta que me metan nada por atrás y tú has gozado como una zorra con mis dedos en tu culo- declaró triunfante. Aparte la vista avergonzado. Verdaderamente era la pura verdad. ¿Me juras que si te digo basta te detendrás? - le dije Estoy seguro que esas palabras nunca saldrán de tu boca.- me contestó ufano. Ve con cuidado. - le dije al fin claudicando. Está bien. Pero hagámoslo bien. Date la vuelta y ponte la almohada bajo las caderas. Obediente seguí sus indicaciones. Espera que voy por el bálsamo de las vírgenes - me dijo levantándose de la cama. Al poco le oí regresar. Venía untando el enorme cipote con un líquido que extraía de un frasco. Dios que cacho rabo - pensé mientras observaba la brillosa polla embadurnada. Se colocó tras de mí. Yo temblaba en la espera como un mimbre. Cuando sentí su mano extendiendo el unto en mi entrada y sus dedos lubricando el ojete no pude evitar suspirar. Un extraño calor se produjo en la zona tal vez por la pomada que usaba. Ahora ábrete bien de piernas y no te cierres. Veras como vas a disfrutar. Siempre lo consigo. Allí estaba yo con el culo en pompa esperando expectante a que aquel macho bravío me rompiese el culo. Me desflorase. Estrenara mi puerta trasera. Me agarré a las sabanas aguardando nervioso la acometida. Mi esfínter boqueaba. Al notar el contacto de su rabo en mi ojete, un escalofrío me recorrió la espina dorsal. Al fin inició la penetración. Un dolor lacerante se desencadenó a la puerta de mi gruta. Comencé a jadear y gruñir. No lo podía soportar aquella estocada. Saca…- empecé a decir, pero una mano de Salvador evitó que continuase hablando. De un empellón me clavó la polla. Sentí como todo el grueso glande entraba en mí. Comencé a gruñir como una bestia herida. Su polla y mi esfínter latían desacompasadamente. Algo muy grande y muy gordo se alojaba en mi interior. Ya entró el capullo. Es lo peor. Ahora veras como va a ser todo más fácil - me tranquilizaba Salvador. En el cristal del portarretratos que estaba en la mesilla se reflejaba la escena. Mi cuerpo yaciente con aquel macho detrás que tenía su polla clavada en mi culo. Una oleada de vergüenza me invadió. Salvador dejó que pasasen unos minutos. Sin moverse. Acostado sobre mi espalda, acariciándome los cabellos. El dolor lacerante se fue atenuando hasta hacerse soportable. Lo debió de percibir porque inició un lento mete y saca. Sentía cada pliegue de su rabo rozando cada pliegue de mi piel. Nunca me imaginé que tuviera tanta sensibilidad en aquella parte de mi cuerpo. Te gusta. ¿Verdad?. - me susurró al oído Siii . -le contesté entre jadeos Ya sabía yo que tú lo que necesitabas era un buen rabo clavado en el culo. Con un golpe de caderas me enterró de un golpe el resto de la polla. Vi las estrellas. Dolor y goce de forma inexplicable se mezclaron en un sentimiento antes nunca experimentado. Sus huevos pegados a mi piel confirmaban que había culminado la penetración. Sentía su polla muy, muy dentro. La entrega entonces fue total. No solo era el placer físico, sino también el saber que al fin Salvador era mío. O mejor dicho que él me había hecho suyo. Y entonces descubrí el placer de ser poseído. Follame Salvador te lo ruego- le dije meloso. Quieres polla, eh cabrón Sí. Fóllame como yo sé que lo sabes hacer. Dame placer. Comenzó entonces a penétrame con ansia. Casi sacaba la polla por completo para luego enterrarla con potencia hasta las trancas. Con sus acometidas mi polla se frotaba contra la almohada y el placer se extendía desde mi rabo hasta mí derribada cancela para retornar de nuevo como un relámpago. Salvador bufaba en mi espalda. Yo jadeaba sin cesar. Era tal el deleite que aquel macho me aportaba que maldije el tiempo perdido. Dios que culito más sabroso - me decía. Es todo tuyo. Para siempre. Siempre que quieras.- Le contesté entre jadeos. No me imaginaba que fueras tan puta, Lucas- me dijo riendo Aceleró la monta. Yo ya no podía más. Estaba a punto de alcanzar el clímax con el roce de su cipote en mis entrañas. Al fin se desató el orgasmo. Comencé a convulsionar mientras Salvador me follaba sin tregua. Durante segundos creí morir. La pequeña muerte como dicen los franceses. Cuando mi cuerpo comenzó a serenarse, Salvador se detuvo y me preguntó ¿Te has corrido? He tenido un orgasmo. Pero…. Metí la mano entre la almohada y tanteé mi polla. Que extraño. Ha sido un orgasmo increíble, pero no he eyaculado. -le dije mientras le miraba por encima del hombro. Que cabrón un orgasmo seco. Sexo Tántrico. Ya lo he conseguido con otros - me dijo sonriente y sudoroso. Se salió de mí y se puso de rodillas. Giré medio cuerpo y apoyándome sobre un hombro le pregunté ¿Y tú? Para hacer que me corra yo, hay que trabajar mucho -me dijo con una sonrisa de medio lado. ¿Laura lo consigue antes?.- le pregunté curioso La muy zorra saca mucho provecho de mi polla. Creo que te la he convertido en multiorgásmica. - Te habla de mí. De mí en la cama.- proseguí interrogándole. Sí. Me dice que eres del montón. Pero está equivocada. Lo que pasa que con ella no tienes el papel que tú bordas. - ¿Y cuál es ese papel? - le pregunté extrañado. El de recibir polla. El de poner el culo como una zorra para que te monte un buen macho. ¿Tú crees? - le dije picaron Estoy seguro. Te gusta más tener una polla clavada que a la puta de tu mujer. Y eso es mucho decir. - me contestó muy serio ¿Y ella como le gusta que te la folles? - le pregunté acuciado por el morbo. A cuatro patas. Como una perra. También le gusta que le dé por el culo. Y fuerte, muy fuerte- me dijo sonriendo de medio lado mientras lo rememoraba. Me incorporé. Me puse a cuatro patas. Con mis manos separé mis nalgas mostrando el culo, le mire por encima del hombro y le dije provocativamente. Pues fóllame como a ella. Que zorra eres- me contestó mientras me daba una sonora nalgada. Vamos a ver quién te hace gozar más cabrón. Venga clávamela- le dije retador Joder que boquete te he dejado.- me contestó mirándome el culo Así entrará mejor ese cacho rabo que tienes entre las patas. De un pollazo me la clavó hasta la empuñadura. Tal fue el ímpetu que a punto estuvo de derribarme. Huauuu! - exclamé Me empitonó como un Miura. Aquella monstruosa garrota me lleno con una profunda penetración. Sentía sus huevos pegados a mi piel. Comenzó entonces un mete y saca poderoso que me agitaba como velero en temporal. La cama se estremecía y crujía con sus embates. Las gotas de sudor caían como cálida lluvia sobre mi espalda. Agarrado a mis caderas me follaba con pasión. Le oía bufar como un garañón mientras me sodomizaba. El olor a sexo y hombre se mezclaban con los efluvios del perfume de Laura, y a la satisfacción de la homérica monta se añadió el dulce sabor de la venganza. Me estaba follando el amante de mi mujer en la misma cama que hacía un rato se la había tirado a ella. Como una revelación mi mente al fin lo comprendió. Salvador había acertado. Aquello era lo que había estado deseando durante todos aquellos años. Tener aquel macho dentro. Poseyendome. Haciendome su hembra. Comencé entonces a moverme buscando su placer. Apretaba el culo para sentir con más intensidad su polla. Arremetía contra él buscando su rabo. Cimbreaba mi cuerpo serpenteando alrededor de aquel cipote descomunal que me estaba haciendo gozar como una loca. El plas- plas de su cipote entrando y saliendo me enardecía como la música militar en un desfile. Mi interior ardía como la lava. Mi culo recién estrenado escocía por el roce frenético de aquel enorme Príapo inagotable. Pero era más el ardor de mi espíritu sabiendo que era el objeto de su placer. Entablé entonces una furibunda competición para conseguir darle más placer al macho que me montaba que el que le había proporcionado la zorra de mi mujer. Aquel semental era inagotable. Me sodomizaba durante interminables minutos para luego descansar sobre mi espalda con su verga clavada en mi culo. Tras unos segundos de descanso proseguía la cópula con un inusitado furor. Dios Salvador. No te vas a correr nunca. Me estás destrozando - le dije jadeante. Acaso no disfrutas. - me dijo sin detenerse Sí. Gozo como una perra- le respondí ¿Acaso no quieres más polla? Sí. Dame fuerte, más fuerte, aunque me rompas - le contesté al borde de paroxismo. Te voy a dejar el culo para que no te sientes en un mes. Eso es lo que necesitabas que te follasen con ganas. Si fóllame. Quiero que me des por el culo hasta que no puedas más. Fóllame como te follaste a Laura- le dije desafiante Qué más quisiera Laura que tener un culo tan magistral como el tuyo. Eres una autentica máquina de follar. Eres la perra más caliente que nunca me haya tirado. Y créeme me he tirado a todo lo que se mueve. Comenzamos los dos a culear como azogados. El removía su cipote en mi interior frotándome por doquier, yo bamboleaba mi trasero mientras mi culo estrujaba y removía su cipote como una batidora industrial. De repente empezaron unas arremetidas de tal violencia que me hacían salir disparado para luego con un fuerte agarrón atraerme de nuevo hacia él impetuosamente. Parecía que quería introducirse todo el en mí con sus últimas estocadas. Entonces su polla empezó a hincharse frenética aumentando su grosor y estirando la piel de mi esfínter hasta el borde del desgarro. ME CORRO. ME CORRO- empezó a gritar Salvador Intentó salirse. Eche una mano atrás y agarrándole el culo le grité No te salgas, Córrete dentro. Préñame Su cipote comenzó a convulsionarse y el disparo de algo caliente inundó mi interior. No se los trallazos de leche que soltó aquel rabo portentoso. Ni los conté, ya que con el primero un orgasmo incontenible se desató en mí. Sin siquiera tocarme, de mi polla comenzó a manar mansamente la leche de mi corrida. No con disparos de lefa sino continua y lentamente como el agua de un manantial. No era mi verga la que se agitaba. Era mi culo el que espasmódicamente con sus ondas sísmicas producía aquel terremoto por todo mi ser. Su polla y ano palpitaban desaforadamente tras el éxtasis y al fin agotados nos dejamos caer sobre las sábanas. El sentir el cuerpo de aquel macho aplastándome produjo el último espasmo y el goce postrero. Miraba los altos techos de la estancia mientras me tanteaba el culo. Tenía el ojete más abierto que un bote de conserva. Rezumante de la abundante corrida de Salvador. Cuando mis dedos tocaban su piel unas dolorosas punzadas se desencadenaban como pinchazos de alfileres. Pero a la vez rememoraban el momento de la monta y me hacían estremecer de placer. ¿Te duele? - me preguntó Salvador que yacía a mi lado Un poco - le dije mirando al techo Lo siento - me dijo compungido No lo sientas. Ha sido maravilloso. - le contesté volviendo mi cara hacia él ¿Te arrepientes? - me preguntó mientras me pasaba el porro. Sí. Pero de no haberlo hecho antes. Maldigo el tiempo perdido- le confesé Sabía que te gustaría- me dijo sonriente Durante un rato permanecimos viendo flotar las volutas de humo que subían lánguidamente hacia el techo. Me reincorporé sobre un codo y cogiéndole la polla con la mano le pregunté coqueto. ¿Y a ti te ha gustado? ¿Te he dado placer? Más que nadie te lo aseguro.- me contestó con una radiante sonrisa en la cara Sentí algo en mi mano y cuando le miré la polla vi como desafiante, comenzaba de nuevo a empinarse. Bueno. Es increíble. Eres inagotable -le dije entre risas. Lo sé - me respondió divertido. De repente una voz nos sacó del ensimismamiento. ¿Pero esto que es? - dijo Laura desde la puerta con la boca abierta de par en par. La pregunta no merecía respuesta. Dos hombres desnudos en la cama. Mi mano agarrando su polla y el olor a sexo que se expandía por la habitación aclaraban todas las dudas. Que me he tirado a Salvador. Ha sido una gozada. Pero eso bien lo sabes tú. ¿No?- le contesté retador. Entró en la habitación cogió su teléfono móvil de la cómoda y salió no sin antes darse la vuelta y gritarnos. Cerdos. Sois un par de maricones. Los dos estallamos en carcajadas. Al fin se marchó presurosa. Mientras taconeaba furibunda por el pasillo Salvador le gritó. Por cierto deja las llaves al salir. Quiero que Lucas las tenga. Cuando cerró de un portazo todavía proseguían las carcajadas en el interior.

Autor: galo bravo Categoría: Sexo Gay

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Que delicia ser hembra en lo sexual

2019-12-01


Desde que era bebe tanto para mi madre como para mi hermana que era mayor como 6 años, fui la muñequita esperada, les gustaba adornarme y vestirme con la ropa de niña y cuando ya tenia unos 3 años y que me llevaron al jardín de niños nada cambio para mi pues allí la costumbre era vestir con ropón a chicos y chicas, y cuando estaba en casa no solo me seguían vistiendo con ropa de niña, sino que me arreglaban el cabello con adornos y cintas, cuando cumplí los 5 años llego el momento de iniciarme en el colegio en primaria y les toco vestirme de acuerdo a mi genero, yo no entendía ciertas cosas pero mi hermana me explico la diferencia entre niños y niñas y acepte vestir como chico en el colegio, sin que eso quitase la ya costumbre de usar en casa mi ropita de niña en especial los calzoncitos con encajes que tanto me gustaban, paso el tiempo y ya de 9 años entre a ser parte del coro del colegio, allí conoci al maestro de música y desde que lo vi me pareció alguien fabuloso, un día en que me quede de ultimo después de clase, mi profesor me despidió con un beso, otro día en que lo busque me acaricio la cabeza y me beso en la boca emocionado, por eso me anime y busque la forma de hablarle, le conté que yo en casa vestia ropita femenina y de lo que vi hacer a mi hermana y su novio que era un poco mayor que ella, ese chico era atento y cariñoso y le llevaba regalitos a mas de que la besaba y acariciaba y le ayudaba en lo que ella necesitaba, y como en una oportunidad que ellos creían estaban solos en casa, a hurtadillas los vi como mutuamente se quitaron la ropa quedando en la interior, se acariciaban y se besaban, y como ella le cogió el pipicito y lo besaba hasta los huevitos, luego se lo metio a la boca y se lo chupaba como si fuese un delicioso caramelo mientras El la acariciaba toda y le chupaba las téticas, estaban como locos, El todo afanado le quito los calzones y la besaba entre las piernas, luego se hizo encima de ella y vi que El tenia el pipi grande y parado y como empezó a metérselo por la rajita, ambos se retorcían y agitados se movían como locos hasta que en medio de jadeos y estertores pararon y quedaron abrazados riendo. Y termine mi relato diciéndole que yo quería ser como mi hermana y tener un novio que me quisiera, que si El quería estar con migo y hacerme su novia, El me escucho con atención y sorprendido me miro y me dijo que si de lo que yo le decia alguien se enteraba se formaría un grave problema, que yo era muy chico que solo tenia 11 años para todo eso, yo atrevidamente me le acerque y le toque el pipi por encima del pantalón y le rogué que me hiciera su novia sin que nadie se diera cuanta, que yo ya sabia lo del sexo y lo que los chicos hacían con las chicas y que yo eso era lo que queria, me dijo que yo si le gustaba pero para El eso era muy complicado además que lo podían no solo echarlo del colegio sino enviarlo a la cárcel, que mejor me fuera para mi casa y que esperara para cuando fuera mayor. Al otro día me quede y él como afanado me llevo al cuarto bodega del colegio, allí nadie iba sino muy rara vez, empezamos a hablar, yo le repetía que quería ser su novia, El estaba sentado en una vieja silla y yo parado la frente, de pronto me le acerque y lo bese en la boca, el me abrazo y me dijo que todo era imposible, que si yo fuese mayor tal vez aceptaría, le dije que dejara estar con el esta vez, que después resolviera él quedo callado y ya sin dudarlo alegre y emocionada, me arrodille y le saque el pipicito del pantalón, cerro los ojos y se dejo llevar por el momento, como hacia mi hermana le pase la lengua por la cabecita y segui a todo lo largo hasta llegar a sus huevos, era delicioso sentía su temblor y su tibieza, luego con esfuerzo me lo meti en la boca no me cupo todo pero empecé a chupárselo, El me acariciaba metiendo sus manos dentro de mi ropa, gemia y temblaba, después de un rato en medio de jadeos me dijo que ya no aguantaba mas que se iba a derramar, yo no pare sino por el contrario busque que su pajarito se me entrara mas profundo y sentí como brotaba su lechesita, con dificultad pero feliz me la bebi toda, fue tan rico y El quedo como sin fuerzas. Aproveche para decirle que me dejara hacerlo feliz, que hay donde estábamos nadie se daría cuenta de lo de nosotros, que me vestiría de nena para El, pero que arreglara nuestro rinconcito donde no se viera además que ya le había hablado a mi hermana y ella estaba de acuerdo en ayudarnos, que si quería también podía ir a mi casa, cuando estuviese solo. Al fin dijo que si, pero que si se daba algún problema todo lo negara y nada nunca contara. Ese fue el principio para convertirme en una verdadera hembra, siempre que podíamos corríamos a nuestro nidito a hacernos el amor, se convirtió en nuestra costumbre y pasaron tres años. Aprendí de lo sexual, ya en principio no solo me acariciaba y besaba en el cuerpo sino que lo hacia en mi ano y manipulaba mi pipi hasta que me venia, una vez estando ambos emocionados le dije que porque no me lo metia como el novio se lo hacia a mi hermana, El acepto encantado pues muchas veces lo había querido pero siempre lo dejábamos para después, me quito las bombachas me alzo la falda y busco dilatarme con los dedos un poco, aunque eso ya me lo había hecho antes, yo ya no solo lo necesita sino que lo deseaba mucho, El se recostó, tenia el pene tan duro y parado que no dude en hacerme encima y yo misma tratar de comérmelo con el anito, el corazón me latía acelerado y mi respiración parecía se iba a detener, enfile su verga hacia el objetivo y poco a poco deje que se me fuera metiendo, que sensación tan deliciosa, en mundo se me perdió y solo con los ojos cerrados yo jadeaba como loca, no sabia si reir o llorar, y cuando sentí que sus huevos tocaron mis nalgas me di cuenta que estaba bien empalada, me quede quieta pero el empezó a subir y bajar, después de un rato cambiando de posición me tumbo boca arriba, me levanto las piernas sobre sus hombros, coloco su precioso miembro en la entrada de mi culito palpitante y me lo empezó a meter despacito, me encantaba sentirme poseída por mi hombre… Le pedí que empujara mas, y empezó a moverse, en cada embestida un poquito mas adentro, hasta que entro del todo…. ufff creía que me moría de gusto, no se cuanto tiempo estuvimos clavados yo estaba en el cielo, de pronto note que se tensaba y le dije: Amor, quiero que cuando te vengas, me lo metas a fondo, fuerte, y te quedes quieto dentro. Quiero sentir como me preñas. El hizo lo que le había pedido y note como su pene engordaba, una corriente caliente me lleno por dentro, la sensación era de locura fue tan grandioso que se me vino un orgasmo fabuloso, nos quedamos quietos y mas apaciguados sentí como me chorreaba su leche ardiente por las piernas. Desde ese dia culiabamos cada que podíamos y eso era prácticamente todos los días lo hacíamos en todas las posiciones y formas, me gustaba la del portabebe donde el tomaba por debajo de las piernas y me alzaba yo ponía mis brazos alrededor de su cuello y mis pernas alrededor de su cintura, él sosteniéndome de las nalgas me dejaba caer un poco hasta que me lo metia todo, luego me subia y me bajaba y asi me daba unas culiadas de antología, como me gusta tener su verga bien adentro y derramando su lechesita, me fascinaba bebermela y untármela por todas partes. Esa época hasta cuando mi novio fuese trasladado a otra ciudad yo fui su amante, yo ya tenia como 15 años y solo quería ser toda una mujercita, cosa que perduró por siempre.

Autor: Anónimo Categoría: Sexo Gay

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Un hermano ayuda a su hermano

2019-11-26


A principios del año pasado, mi hermano mayor tuvo un grave accidente automovilístico. Se golpeó hasta el punto en que pasó varios meses en el hospital y luego varios más en rehabilitación física. Todavía no se había recuperado completamente cuando lo enviaron a su casa vacía; se había divorciado de su esposa un año antes de estrellarse. Una semana después de que llegó a casa, me detuve en su hogar para dejar sus compras, ya que ir de compras era algo que no estaría haciendo por algún tiempo gracias a su espalda en mal estado. Cuando terminé de guardar los comestibles para él, lo escuché decir algo desde la sala de estar. "¿Huh?" Pregunté mientras caminaba por el comedor." Estaba guardando tu comida". "Acabo de comprar una porno, ¿tienes prisa o puedes quedarte y verlo conmigo?", Preguntó. “Déjame tomar un refresco ¿Quieres uno?”, Pregunté, dándome la vuelta y volviendo a la cocina. "Por favor", respondió. Regresé a la sala de estar justo cuando la advertencia "FBI" terminó de mostrarse cuando se abrió el menú del DVD para la película. Él seleccionó reproducir; El habitual "bla, bla" que nos animaba a defender nuestro derecho a comprar pornografía pronto fue reemplazado por una chica bonita que lo hacía con un hombre de mediana edad. A medida que pasaba el tiempo, un hombre más joven, supuestamente el hijo del hombre de mediana edad, la penetro por detrás. Mientras la acción continuaba, sentí los movimientos de un bulto en mis pantalones. "Es una lástima", dijo mi hermano cuando el hombre de mediana edad bombeó su pene sobre las tetas de la chica. “Con mi brazo derecho enyesado y mi hombro izquierdo jodido, ni siquiera puedo masturbarme. Pero siéntete libre de hacerlo". "Está bien", le dije."Puedo esperar hasta llegar a casa". "¿Supongo que no podría convencerte para que me saques la polla?", Preguntó. "Creo que podría ser capaz de masturbarme con la punta de mis dedos". Agarré la hebilla de su cinturón y la desabroché. La acción me puso completamente erecto, sorprendiéndome. No soy gay, nunca había sido más que un poco curioso. Mi erección comenzó a doler cuando desabroché los pantalones de mi hermano y saqué su polla flácida sobre estos pantalones cortos. Levantó el culo, y le bajé los pantalones y el bóxer. Volví mi atención a la pantalla del televisor cuando él buscó su polla flácida con su brazo menos herido. "Maldita sea", murmuró después de varios minutos. "Además de los antidepresivos, creo que mi diabetes me impide tener una erección y ni siquiera puedo tener un buen agarre para lograr que cobre vida". "¿Huh?", Pregunté, me había impresionado la mujer que lo hacía con un "padre" y su "hijo" en la pantalla del televisor. "No puedo levantarlo", dijo. "¿Hay alguna manera de que me ayudes un poco porque ni siquiera puedo agarrarme?" "¡Eso es de enfermo!", Respondí mientras mi bulto se tensaba contra mis jeans. "Además no soy gay". "¡Oye hermano!", Gritó mientras me miraba a los ojos, "No te enojes, sé que no eres gay. Es solo que ha pasado más de un año desde que arrojé una carga, desde antes del accidente, y es frustrante no poder ni siquiera conseguir una erección". Miré hacia abajo involuntariamente, las puntas de sus dedos intentaban acariciar su pene flácido. Sin pensar más allá de mi miembro cada vez más dolorido, me acerqué y con cautela tomé su miembro en mi mano. Era suave y flexible y se movió un poco ante mi toque. Retiró su brazo cubierto de yeso cuando comencé a acariciar lentamente su herramienta. Volví la vista hacia el televisor mientras me desabrochaba el cinturón y me desabrochaba los jeans para darle a mi furiosa polla algo de espacio muy necesario. Vimos la acción en la pantalla durante varios minutos más. "Esto no está funcionando", dijo mi hermano mayor después de un rato. "¿Supongo que no considerarías besarlo y lamerlo hasta que se ponga duro?" No quería hacer algo tan desagradable. Mi boca estaba terriblemente seca mientras tomaba un sorbo de refresco. A pesar de mí oposición, me encontré de rodillas con la cabeza entre sus piernas, mirando su serpiente semidura directamente. Usé mis hombros para abrirle las piernas un poco más. "Te voy a ayudar", mi aliento genero una brisa caliente hacia su pene. Mi lengua se movió, la punta tocó la polla de un hombre por primera vez. Su miembro volvió a retorcerse en mi mano, animándome a lamerlo desde la punta hasta el saco de nueces y volver a subir. Escuché a mi hermano gemir, el sonido hizo que mis labios se abrieran para meter su pene lentamente. Pensando en cómo me gustaba la boca de mi novia en mi polla, hice una "v" con mi lengua y la usé para mantener la presión en la parte inferior de su polla mientras la bombeaba dentro y fuera de mi boca. Lentamente, su polla se hinchó y la saque de mi boca, aunque mi mano continuó acariciándola. "¡Oh, por favor, no te detengas!" “Por favor, ha pasado un año. No me correré en tu boca. Te lo diré antes. ¿Solo me la chupas, por favor?". Lo miré a los ojos mientras su polla volvía a mi boca. Él no lo sabía, pero no tenía la intención de dejar de chuparlo. Solo necesitaba que pidiera que no soy gay, solo lo estoy ayudando a aliviar su acumulación de esperma. Me balanceé arriba y abajo sobre su miembro, la mano coincidía con los movimientos de mi boca, mientras mi otra mano acunaba suavemente sus bolas y acariciaba suavemente. Una gota o dos de pre-semen de sabor desagradable se filtró en mi boca, me concentré en la tarea de ayudar a mi hermano mayor con su problema. "Oh hombre, me voy a correr", respiró hondo. “Por favor no te detengas, déjame correrme en tu boca. ¿Por favor? Mi esposa nunca lo hubiese hecho. Oh... ". Cuando sentí que su saco de nueces se tensaba y su polla palpitaba, supe que estaba a punto de soltar su carga. Su buena mano envolvió la parte posterior de mi cabeza a pesar del dolor que debió haberle causado. Sus caderas se levantaron del sofá cuando una espesa y pegajosa corriente de semen de sabor desagradable golpeó el fondo de mi garganta. Me atragantó, tragué porque no tenía otra opción. El segundo disparo de esperma rodó sobre mi lengua, sin la fuerza del primer disparo. A diferencia de las películas y las innumerables historias, no tuve problemas para tragar su semen con muy poca fuga de mis labios. Pensé que debía ser un espectáculo o algo así mientras sostenía su polla en mi boca hasta que las pequeñas convulsiones finalmente se detuvieron. Dejé que el miembro nuevamente flácido se deslizara entre mis labios, usé mi lengua para limpiar los pequeños restos de esperma que quedaban en si pene. "¡Oh hermano!", Respiró hondo mientras yo me volvía a poner los pantalones. "Oh hermano, simplemente no sabes lo que esto significa para mí". "Solo olvídalo, ¿de acuerdo?", Pregunté. "Solo olvídalo", repetí, completamente disgustado con lo que acababa de hacer, con cuánto lo disfrutaba, absolutamente disgustado con cuánto quería volver a hacerlo. "Oh, maldita sea, lo siento mucho", dijo. "Oh, mierda, lo siento". Al ver la angustia en sus ojos, no pude evitarlo. Me deslicé entre sus piernas nuevamente y comencé a lamer y provocar el pene flácido. "¿Qué?" Murmuró antes de que lo viera cerrar los ojos. No sé lo que estaba pensando, no sé a quién estaba imaginando entre sus piernas. Su miembro se endurecía lentamente mientras mi boca trabajaba en él. Mientras mi lengua jugaba con su pene, su respiración se hizo mucho más rápida y su pene saltó a la máxima dureza en mi boca. No pasó mucho tiempo antes de que volase otra carga en mi boca. Nuevamente lamí su polla flácida. "Levanta el culo", le dije mientras le levantaba de nuevo sus pantalones. "¿Cómo puedo pagarte?", Preguntó. "Simplemente no sabes cuánto necesitaba eso". "Estoy seguro de que pensaré en algo", respondí, sintiéndome como un pervertido incestuoso. "Seguramente lo haré".

Autor: Faraday Categoría: Sexo Gay

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Tino, mi perverso vecino, me rompe el culo en su casa

2019-11-26


Cada vez que se acercaba el sábado, me iba poniendo más nervioso. Sabía que tenía que acudir a la casa de mi perverso y chantajista vecino, Tino. Estaba completamente seguro de que iba a volverme a dar por el culo, y la verdad es que aparte de no gustarme nada de nada mi perverso vecino, me asustaba que volviera a romperme el culo con aquel monstruoso consolador que tenía y me había ensartado la otra vez, cuando acudí a los trasteros. Además, temía que quisiera volverme a amarrar y me volviera a sacar fotos y gravarme en vídeo, no las tenía todas conmigo y desconfiaba de sus intenciones, lo del chantaje me tenía demasiado preocupado. Lo único bueno que le veía, era la larga polla y sus enormes pelotas, eso sí me gustaba y me hacía palpitar el culo. Pero su manera de mirarme y el pedazo de barrigón que tenía, no me gustaba nada. Los días fueron pasando y el sábado llegó, por lo que nervioso y excitado, a las 11 de la mañana, acudí a la cita. Con los nervios que tenía, antes de que dieran las 11 de la mañana, ya estaba saliendo de mi casa, antes había mirado a ver si veía a Luis, mi vecino, pero en su casa no había nadie, y no se veía movimiento alguno, por lo que antes de que dieran las 11 de la mañana, ya estaba saliendo de mi casa para acudir a la de Tino. Cuando llegué a la planta donde vivía él, toqué el timbre, esperando que no tardara en abrir, no me gustaba que me vieran los demás vecinos. Ya estaba muerto de nervios, cuando escuché como alguien subía en el ascensor. Si ya estaba nervioso, escuchar como el ascensor se aproximaba a la planta donde estaba, me ponía aún más alterado. Estaba a punto de marchar escaleras abajo, cuando de pronto se abrió la puerta del piso, haciendo aparición en el umbral de la puerta vestido tan solo con una bata, el perverso de mi vecino, Tino. Dios, en aquellos momentos las piernas me temblaban, me recorría un sudor frío por la espalda y la cara se me empezaba a enrojecer. No era capaz de abrir la boca, me quedé mirando aquella silueta que me había abierto la puerta, quedándose contemplándome con una cara de lujuria y perversión, que me hizo estremecer. Noté como las piernas me temblaban, y el vecino me miraba esbozando una sonrisa en su cara. Bueno bueno, pero si es mi vecinito. Menos mal que esta vez no me has fallado, me decía dejando que su bata se abriera mostrándome la enorme pija que le colgaba. Dios que hijo de puta, el muy cabrón solo llevaba puesta aquella ridícula bata, y por encima había dejado que se abriera, mostrándose la larga polla que tenía. Se le veía enorme, y eso que se veía flácida. Yo no podía quitar la vista de aquella verga, ¡ufff! Aquella visión me estaba empezando a excitar, notaba como mi polla se empezaba a empalmar, estremeciéndoseme el culito, quedando allí en el umbral de la puerta mirando medio hipnotizado, la figura de mi perverso vecino. Pasa me dijo, apartándose a un costado para que pudiera pasar. Yo como hipnotizado empecé a moverme para entrar, y justo al llegar a su altura, el muy cabrón mientras cerraba la puerta, llevaba su mano a mi entrepierna, agarrándome la polla y genitales. Así me gusta putita, que seas obediente y no me falles cuando tenemos una cita, me decía mientras me agarraba el paquete y me empezaba a sobar. Yo por instinto al sentir su mano en mi entrepierna, me giré quedando pegado a la pared del pasillo, justo delante de él, sin poder hacer nada, solo pude llevar mis manos a la suya y soltar un pequeño gritito al notar como me agarraba por mis partes, empezando a acariciarme. Eres muy escurridizo, estuviste tratando de evitarme para no coincidir conmigo, eh putita… Pero bueno, veo que hoy sí has sido de palabra. Vamos a ver cómo te portas hoy me decía, sujetándome una de mis manos mientras me sobaba el paquete, acercando su boca a la mía, empezándome a pasar su larguísima lengua por mis labios. Anda abre esa boquita y deja que te meta la lengua que quiero probarte, me decía pegando su boca a la mía. Con algo de asco fui abriendo ligeramente la boca, hasta que él, introdujo por completo su lengua en mi cavidad bucal, empezando a saborearme toda ella. Chupaba mi lengua y mordía mis labios, sin dejar de manosearme la polla y genitales, que ya empezaban a estar más que excitados. Después de unos minutos donde me estuvo comiendo la boca y manoseando el paquete allí en la entrada de su casa, cuando ya me tenía hinchados y enrojecidos los labios de tanto morderlos y chuparlos con su boca, llevó su otra mano a los cachetes de mi culo, diciéndome lo mucho que le gustaba mi culito y lo sexi que le parecía. Ay maricón como me gusta este culito, me decía estrujando los cachetes de mi culo, me gusta cómo lo mueves y lo sexi que se te ve. Anda vamos para el comedor, que quiero verte desnudito, quiero ver este sexi culito tan rico que tienes, me decía poniéndose detrás mía, sin dejar de sobarme con sus manos. Pegado a mí, me fue guiando por el pasillo, hasta llevarme al comedor, donde además de un televisor, tenía una mesa de comedor redonda, donde tenía abierto un periódico y revistas, así como otros objetos que no pude saber que eran. Al parecer cuando llamé al timbre, se encontraba allí sentado, leyendo el diario, esperando mi llegada. Nada más llegar a la altura de la mesa, se paró, y sin despegarse de mi culito, abrazándome por la espalda, seguía acariciándome y restregándose a mí. Empezó a aflojarme el cinturón del pantalón, mientras me lamía y mordisqueaba mi oreja susurrándome al oído, las ganas que me tenía. ¡Ay maricón que ganas tengo de tener tu culito! Quiero ensartarte de nuevo y entrar en ti, dejándote preñado con mi lechita, me susurraba terminando de aflojarme el cinturón. Empezó a desabotonarme el pantalón sin dejar de manosearme y lamerme la oreja, hasta que una vez desabotonado, empezó a subirme la camiseta que llevaba puesta, y nada más tirar de ella para subírmela, el pantalón empezó a caerme a los tobillos. Me hizo levantar los brazos para sacar la camiseta, la cual una vez me la hubo sacado, la tiró al suelo, empezando a pasar sus manos por mi pecho y abdomen, acariciándome a la vez que pellizcaba mis excitados y duros pezones, mientras me susurraba lo bueno y sexi que estaba. ¡Ay maricón que bueno estás! Me decía acariciándome el pecho y abdomen con sus manos. Y este culito tan rico y sexi que tienes, que me vuelve loco, me decía pegándome a él, mientras me acariciaba con sus manos. Yo a aquellas alturas ya estaba más excitado y caliente que una yegua en celo, tenía la polla dura he hinchada a más no poder. El culito me ardía al igual que las orejas, y los pezones los tenía tiesos he hinchados, de tanto manoseo que me estaba dando, el muy cabrón de mi vecino. Empezó a bajarme el slip, dejando mi culito y genitales al aire, pegando un respingo mi polla, quedando esta pegada a mi pubis mirando al techo, al bajarme por completo el slip. Así maricón, así te quiero tener siempre delante mía, me susurraba restregando ahora su polla por el canal de mi culito. Notaba su larga verga y enormes pelotas restregándose por la raja de mi culo, y como este me pegaba a su entrepierna, sujetándome por mis genitales, los cuales acariciaba a la vez que se restregaba a mí. Notaba el calor en mi culito que me llegaba de su entrepierna, como se iba restregando por él, el contacto de su bata que tenía medio abierta, al rozar mi cuerpo cuando se restregaba, y las caricias de sus manos recorrer mi abdomen, pecho y genitales. Ya estás caliente, eh maricón… Me decía sin dejar de restregarme su paquete por mi culito mientras me acariciaba con sus manos. Mira lo empalmado que estás, me decía agarrándome la polla a la vez que me la iba descapullando, mientras se restregaba a mi culito. Dios, yo estaba que echaba humo por las orejas, el cuerpo me ardía en llamas. Aquella mano acariciándome la polla mientras me la iba descapullando, su otra mano retorciendo mis pezones, me hacían que me inclinara pegándose mi culito a su entrepierna, haciendo que notara su órgano sexual pegado a mi culo, notando el calor que desprendía su polla y pelotas. Como me gustas, maricón, mmm, que calentito estás, me decía mordisqueándome el cuello y hombro mientras me mantenía pegado a él acariciándome y restregando su paquete por mi ardiente y caliente culito. Si continuaba el cabrón con aquello, no tardaría mucho en hacerme correr. El muy hijo puta, tenía mi cuerpo en ebullición, y si seguía con aquello, me llevaría al clímax haciéndome explotar en un orgasmo. El cabrón de mi vecino, veía cómo me retorcía de gusto y como me hacía ronronear con aquellas caricias. Sabía que ya me tenía a punto de caramelo, sabía que estando como estaba, le iba a entregar mi culito y dejarle poseerme y hacer lo que quisiera. Anda maricón, quítate los zapatos y termina de quitarte el pantalón, me dijo separándose de mí a la vez que apretaba con sus manos los cachetes de mi ardiente culito, mientras él se sacaba la bata, quedando en pelotas al igual que me había dejado a mí. Me agaché para sacar los zapatos y terminar de sacarme el pantalón y slip, y mientras estaba así inclinado, me pegó unas palmadas en el culo, diciéndome lo sexi y bonito que se me veía. ¡Ay maricón que caliente me pones! Con lo sexi y bonito que se te ve este culito, me decía dándome unas palmadas en él. Anda maricón, ven para aquí, me decía sujetándome por mis estrechitas caderas, llevándome hacia la mesa para que apoyara las manos sobre ella. Me hizo poner las manos y parte del pecho sobre la mesa, dejándome inclinado listo para ser enculado. Me hizo luego abrir las piernas, quedando mi rosadito y caliente agujerito, totalmente expuesto a él. Se agachó a la vez que me abría más de piernas y separaba los cachetes de mi culito. Noté como acercaba su boca a mi ojete, empezando a pasar la punta de su larga lengua, por la entrada a mi agujerito, haciéndome dar un suspiro a la vez que me estremecía. ¡Ohhh ooohhh! Suspiré a la vez que me estremecía soltando un ligero gemido, al notar como la punta de su larga lengua recorría el contorno de mi caliente agujerito. Te gusta, ¿eh? Decía pasando la punta de su lengua por el contorno de mi caliente y rosadito agujerito. Este culito tan sexi que tienes me vuelve loco, decía mordiendo ahora los cachetes, haciendo que gimiera de nuevo al sentir como mordía mi culito. Siguió hurgando con su lengua en mi agujerito, mientras abría mis cachetes con sus manos. Me gusta lo limpito y lampiño que tienes el culito, no tienes ni un solo pelito y veo que te has lavado bien, me gusta el olor que desprendes, maricón, eres toda una nenita, me decía sin dejar de mordisquear los cachetes de mi ardiente culito y como hurgaba con su lengua en mi esfínter. Después de un buen rato lamiendo mi caliente y desesperado culito, empezó a presionar con un dedo en mi rosadita flor, haciendo que esta se fuese abriendo, dejando paso a aquel dedo que presionaba. Metió el dedo por completo en mi ardiente culito, haciendo que mi esfínter se dilatase, mientras yo daba un gemido al notar como entraba su dedo en mi culo. ¡Ohhh! ¡ooohhh! Gemí al notar como su dedo abría mi esfínter introduciéndose en el interior de mi culo. Tranquilo maricón, tranquilo, relájate y disfruta que tan solo es mi dedo. Vamos a preparar tu agujerito para que puedas recibir esta tranca que te va a hacer disfrutar, ya verás cómo luego chillas como toda una nenita y te hago gozar con ella dentro de este lindo y sexi culito que tienes, decía doblando su dedo en mi interior, haciendo que mi agujerito se fuese dilatando y se abriera más. Después de meter y sacar su dedo presionando el interior de las paredes de mi culo, varias veces, empezó a meter un segundo dedo, haciendo que el agujero de mi culo se expandiera y abriera más. Yo gemía cada vez más, notando como ahora sus 2 dedos iban abriendo y dilatando mi caliente y cada vez más desesperado culito. Así maricón, así, abre bien las piernas y deja que dilate con mis dedos bien tu agujerito, y pueda hacerte luego mi nenita. Después de abrirme bien el culo con sus dedos, me hizo incorporar dándome la vuelta y quedarme frente a él. Puso sus manos sobre mis hombros empujándome para que me agachara y metiera su larga y gorda tranca en mi boca, empezando a chupar y se la dejara lubricada con mis babas y saliva. Anda maricón, abre esa boquita y chúpala y mámala bien, que luego vamos a metértela para dejarte bien preñado esta barriguita. Agarrando aquella verga que ya empezaba a estar dura y tiesa, con mis manos, abrí la boca empezando a engullirla como si de un helado se tratara. ¡Ohhh maricón! Así, así, ¡ooohhh que boquita! Gritaba mi vecino, enredando sus dedos en mi pelo, mientras impulsaba su pelvis introduciendo su polla en mi boca. Asiiií, maricón, abre bien la boquita y trágala decía bombeando su pelvis mientras yo tragaba todo lo que podía aquel rabo. Los enormes cojones de mi vecino, cada vez que me introducía la larga y gorda polla en la boca, pegaban en mi barbilla, Como si fuera el badajo de una campana. Pegaban una y otra vez, introduciéndose aquella polla en lo más profundo de mi boca. Dios, ya no podía más, cada vez que aquella polla llegaba a lo más profundo de mi boca, me abría en arcadas, soltando babas y bilis por la comisura de mis labios, dejando empapada aquella larga y gorda polla. La saliva y babas caían por los enormes cojones del de mi vecino, dejándolos empapados por completo. Sujetándome por los brazos me incorporó, haciendo que apoyara mi culo en el borde de la mesa. Me hizo abrir de piernas a la vez que se agachaba, agarraba mi polla que estaba tiesa y dura mirando para el techo, y mientras me decía lo caliente y excitado que estaba, metía mi polla en su boca, engulléndola hasta los mismísimos cojones. ¡Ohhh! ¡ooohhh! Gemí sujetándome con mis manos en su cabeza, viendo como el de mi vecino, se tragaba toda mi polla. Dios, que boca tenía el hijo de puta, se había engullido mi rabo por completo y sacaba la lengua lamiendo mis bolas. Te gusta ¿eh putita? Me decía sacando mi polla de su boca mientras la sujetaba con su mano y me ordenaba que me abriera bien de piernas. Llevó su boca mientras me hacía abrir bien de piernas, a mis pelotas, empezando a chuparlas. Las mamaba metiéndolas en la boca, luego pasaba su lengua por mi perineo, llegando a mi caliente agujerito, haciéndome soltar pequeños gemidos mientras me sujetaba a su cabeza y me abría todo lo que podía de piernas. Viendo que ya me tenía más que listo y a punto de explotar, me dio la vuelta poniéndome recostado con mi pecho sobre la mesa del comedor, como me había puesto al principio, echó la mano a uno de los objetos que había sobre la mesa, empezando a untarme con su mano el contenido que tenía aquel objeto que parecía un tarrito. Noté como resbalaba su mano por mi agujerito, introduciéndose primero un dedo, para luego hacerlo un segundo dedo, untándome de aquel lubricante, dejando mi culito bien abierto y listo para ser sodomizado. Así maricón, así, decía mi vecino, abriéndome de piernas, mientras colocaba la cabeza de su garrote en la entrada de mi agujerito. Una vez puso la punta de aquel nabo que me iba introducir, sujetándome por las caderas, presionó un poco haciendo que mi esfínter comenzase a abrirse, y dándome una fuerte estocada, enterró toda su virilidad en mis entrañas. ¡Ohhh! ¡ooohhh ohhh! Grité notando como mi culito se abría dejando paso a aquella larga y gorda verga quedando enterrada hasta los mismísimos cojones en mi interior. Ya maricón, ya está, ya la tienes toda dentro, putita, me decía sujetándome por la cintura a la vez que tiraba de ella, haciendo que su verga quedase bien ensartada en mi culito. ¡Ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto! Gritaba empezando a bombear su pelvis, sacando y metiendo su polla en mis entrañas. ¡Ay maricón que culito mas rico tienes! Me gusta lo estrechito y calentito que tienes el agujerito, cabrón, me decía taladrándome el culo una y otra vez. Yo gemía sin parar, allí recostado sobre la mesa, con las piernas abiertas y el culo ensartado por la verga de mi y perverso vecino, mientras este me sodomizaba, haciéndome por segunda vez suyo. Así mi nena, así, goza de tu macho que te va a preñar esta barriguita, y te voy a hacer mi hembrita. Quiero que seas mi nenita y me entregues tu culito siempre que te lo pida, vas a ser mi amorcito, me decía dándome por el culo una y otra vez. ¡Ohhh mi nena que gusto! ¡ohhh que gusto! Como me gusta tu culo estrechito y tan sexi, cabron, me decía sin dejar de culearme. Yo estaba que no podía más, notaba como su verga entraba una y otra vez rozando mi próstata cada vez que su polla me sodomizaba, haciéndome gemir y que mi pene no dejara de gotear, derramando gotas de semen. Tanto era el gusto que estaba sintiendo, que sabía que mi corrida era eminente. Y así fue, empecé a notar como una corriente que subía por mis cojones, me hacía llegar al orgasmo, empezando a eyacular sobre el suelo del comedor donde me tenía abierto de piernas dándome por el culo. ¡Ohhh! Me corro, me corro, ¡ohhh! ¡ooohhh! Gritaba largando varios trallazos de leche sobre el suelo, mientras mi y perverso vecino me seguía dando por el culo. Así mi nenita, así, córrete, córrete y goza del orgasmo que tu macho te ha hecho tener. ¡Ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto! Gritaba el cabrón de mi vecino, follándome cada vez más rápido y profundo. Los jadeos y respiración eran cada vez más sonoros. Cada vez que me ensartaba la polla en el culo, levantaba mis pies del suelo, quedándome apoyado sobre la mesa, pudiéndose escuchar el golpeteo de su pelvis contra mi culito, cada vez que su polla se introducía en mí. Plof, plof plof. Se escuchaba cada vez que sus cojones y pelvis, golpeaban la entrada de mi agujero. ¡Ohhh maricón que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto! ¡ya, ya me corro! Ya Me corro, gritaba el de mi vecino, empezando a eyacular, llenándome el culo con su esperma, dejándome preñado con su leche. Soltó 4 o 5 trallazos en lo más profundo de mi culito, notando yo como su verga palpitaba e iba escupiendo el semen en mi culo. ¡Ay maricón que gusto! ¡ay que gusto me has dado! Decía acariciándome la espalda mientras iba recuperando la respiración. Ya maricón, ya te he preñado esta barriguita, me decía dejándome levantar mientras me abrazaba por la espalda a él. Justo en esos momentos que nos estábamos recuperando, sonó el timbre de la puerta. Vaya que oportuno, menos mal que fue cuando ya habíamos terminado de follar, soltó mi vecino, poniéndose la bata para ir abrir la puerta. Quédate así como estás, y espera aquí, me dijo yendo a abrir la puerta. Podéis escribirme a: Danisampedro91@gmail.com

Autor: danisampedro91 Categoría: Sexo Gay

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Pagando las cuentas

2019-11-22


Me han despedido de mi trabajo, mi casero viene a cobrarme la renta y solo le puedo pagar de una forma Económicamente, me va como el culo, el día de hoy me acaban de despedir, uno de esos idiotas que me envidiaba porque mi culo era más grande me hizo la vida imposible, hablo mal de mí con el jefe, lanzo por toda la oficina el rumor de que yo tenía herpes. Aun debo la cuenta del departamento donde me estoy quedando, me he atrasado un mes, no me queda casi nada de dinero para comer, compararme ropa, movilizarme, sinceramente no sé qué haré. Llegue a mi departamento, trate de evitar al casero a toda costa. Con mucho esfuerzo lo logre, comí algo ligero y me puse a ver televisión. Ha sido un día pesado necesito relajarme. Fui a mi carpeta privada y cogí una de mis películas porno gay favoritas, me quite los pantalones y cogí mi consolador rosado. Mientras veía como el negro dominante de la película besaba apasionadamente a su pareja, yo con una mano me dedeaba el culo y la otra la tenía metida en mi boca. Llegado al momento del clímax del video, el negro metió su enorme polla en el culo de su amante blanquito, yo inmediatamente metí el consolador en mi culo y no pare hasta tenerlo bien adentro. Conforme miraba el video, seguía dándome placer en mi culo, lo metía y sacaba, luego hacia movimiento circulares con el dildo. Deseaba que todos mis problemas se fueran a la mierda y solo estuviera ahí un negro que me encule sin piedad. De manera que me había quedado dormido en el sillón, me había sentado por completo sobre el consolador y este se había metido en mi culo, pero yo no me había dado cuenta. Desperté y lo primero que oí fueron golpes bruscos en la puerta, era el estúpido de mi casero que venía a cobrar la renta, no podía evadirlo más, me puse mi bata y fui a abrir la puerta. Raúl, mi casero, era un ser desagradable, era alto, gordo, siempre me miraba las piernas y el culo, en especial cuando usaba shorts cortos, siempre lo captaba masturbándose en el mostrador del hotel, y en ocasiones me decía, la siguiente: se la dedicare a tu hueco, un ser desagradable realmente. Raúl: y bueno, ¿ya tenemos la renta para el día de hoy? Yo: Lo siento Señor Raúl, tendrá que esperar una semana más hasta que me paguen… Raúl: francamente ya me estoy cansando de esperar, llevas casi 2 meses ya, tendré que obligarte a que cojas tus cosas y te largues Yo: Por favor señor Raúl se lo imploro deme unos días más Raúl: No hay forma en que me pagues, además ya sé que te despidieron Yo: Yo encontrare la forma de pagarle Raúl: O por supuesto que lo harás… En ese momento Raúl toco mi pierna, acarició mis muslos mientras dirigía su mano a mi trasero, trate de quitar su mano, pero era muy insistente. Raúl: si quieres quedarte esta noche debes dejar de poner resistencia… No me quedaba de otra, el señor Raúl y yo nos dirigimos a la habitación, desafortunadamente fue más fácil para él porque estaba en bata y podía obtener su cometido fácilmente. Me pidió que me ponga en 4 sobre la cama, y levanto la parte de la bata que cubría mi culo; “tienes un culo enorme, rico, jugoso y enorme, justo como a mí me gusta”. Con sus enormes manos cogió mis nalgas y las sacudió, las estrujo y les dio palmadas, mi culo era suyo, lo estaba apretando a su antojo y yo no podía hacer nada al respecto, en el fondo una parte de mi estaba disfrutando mucho. Mientras apretaba y jugaba con mis nalgas el consolador que tenía dentro de mi iba saliendo lentamente. Ummm veo que eres una perrita muy golosa-el tipo cogió el consolador y decidió usarlo para que me siga prendiendo de placer. El sujeto tenía razón, yo era una perrita muy golosa, estaba en 4 y estaba disfrutando mucho como mi casero mi follaba con un consolador. De algún modo se engancho el consolador al pantalón, con ambas manos abrió bien mi ano y me embistió duro con el consolador, solté gemidos, ya para ese punto era evidente que me estaba gustando que ese hombre jugara con mi culo, mientras me embestía me daba nalgadas y me acariciaba la espalda. No quería decirle que realmente lo estaba disfrutando, me estaba volviendo loco la manera como me empujaba ese consolidar hasta el fondo, yo estaba babeando, por momentos me era imposible evitar gemir, no quería que ese idiota supiera que lo estaba disfrutando. Estuvo buen rato, luego retiro el consolador y con sus propios dedos siguió dándome placer, abrió bien mi ano y metió hasta el fondo lo más que pudo 2 dedos con los que comenzó a moverlos en círculos, en ese momento no me percate que se había quitado los pantalones y se estaba masturbando. El sujeto retiro sus dedos y sin previo aviso metió su pene hasta tenerlo completamente dentro de mí, para él le fue muy fácil, mi culo ya estaba bien dilatado, pero aun así me dolió, su pene no era muy largo, pero si era muy grueso y cabezón. Con su polla bien adentro de mí, me quito la bata y él también se quitó la camiseta, ambos estábamos completamente desnudos. Raúl: UMMM…piernas depiladas, caderas anchas, brazos delgados y un culito muy pero muy tragón…sinceramente deberías dedicarte a esto querido (empieza a hacer movimientos circulares con su pene) pero antes veamos la calidad de tu boquita. De tirón la saca de mi culo, yo me pongo de cuclillas en frente de su gruesa verga, la cogí suavemente y empecé por lamer bien toda la cabezota, la lamí toda, la limpie con mi lengua, lentamente fui recorriendo con mi lengua todo el cuello de su pene, el hombre acariciaba mi cabeza mientras tanto, llegue a la parte de su escroto y trate de metérmelo a la boca para masajearlo con mi lengua, esto hizo que el hombre gimiera levemente. Nuevamente me puse enfrente de su pene, y lo metí hasta el fondo de mi garganta de un solo intento, el hombre gimió fuerte, comencé a hacer las cosas enserio, me trague bien esa verga, la metía y la sacaba a un ritmo constante, el hombre me pedía que no parase, yo tampoco quería hacerlo, mientras lo chupaba sin cesar acariciaba sus huevos, decidí ir un poco más brusco y chuparla metiendo y sacándolo rápido, de manera que sus huevos chocaban con mi barbilla, estuve así un buen rato hasta que el hombre no pudo aguantar más y soltó un gran chorro de su rica leche caliente dentro de mi boca, no quería sacar el pene de mi boca hasta habérmela tragado toda. Cuando por fin la saque su polla estaba durísima, más que antes, no fue necesario que me lo pidiese, yo me puse en 4 sobre la cama con la cara pegada al colchón, él se subió a la cama también, se colocó detrás de mí y metió su polla en mi culo, esta vez con la intención de llenarme bien el culo. El hombre sabía lo que hacía, su gruesa polla me estaba perforando y yo cada vez lo estaba disfrutando más, en un principio la metía y la sacaba entera pero con cariño, no lo podía ver, pero sentí como escogía otra posición y empezó realmente a romperme el culo, esta vez era más brusco. Se oía fuerte como sus muslos chocaban con mis nalgas y como su pene agrandaba el agujero de mi ano, el hombre estaba excitadísimo, me daba nalgadas, me cogía de los hombros, todo era perfecto. El hombre se dispuso a terminar el trabajo, me arrastro al filo de la cama, con un pie en el suelo y la otra aun en la cama, el de pie, y yo en esa posición me penetro definitivamente con la intención final de rellenar mi culo y así lo hizo, me la metió tan fuerte que no pudo aguantar más y derramo toda su esencia dentro de mí. Ambos estábamos exhaustos, solo nos quedó recostarnos en la cama y quedarnos dormidos Al día siguiente: Raúl: Bueno de verdad eso estuvo delicioso, puedes quedarte unos 3 días más Yo: A partir de ahora tendrá que ser siempre así? Raúl: Podría ser siempre así si tú quieres, o que tal si piensas en la oferta que te hice Yo: Prostituirme??? Raúl: Técnicamente sí, pero no le digamos así, tus nalgas son muy pronunciadas y tus caderas muy anchas, varios hombres de este edificio tienen las bolas llenas y necesitan un lugar donde vaciarlas. Yo: Iré de cuarto en cuarto teniendo sexo con cada hombre…(la idea me gusta) Raúl: jeje no, veras, tengo un cuarto desocupado en el 3er piso, es un poco oscuro, hay una cama y un baño, ese piso está casi deshabitado así que puede ser nuestro pequeño secreto. Yo: … Raúl: en recompensa te dejare que te quedes en un mejor cuarto y te daré una parte de las ganancias, que dices? Sin duda acepte, pero con la condición de que usara un antifaz para proteger mi identidad. Raúl había esparcido el rumor por todo el edificio, la acción estaba prevista para dentro de 3 días…yo estaba muy nervioso, Raúl me había dicho que ya tenía 5 citas confirmadas. Pero ya no podía dar marcha atrás, y yo realmente quería hacerlo. Gracias por leer este relato, los quiero a todos Correo: bangsmario@hotmail.com

Autor: BangsMario Categoría: Sexo Gay

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Mi papá me usa de sacaleche

2019-11-20


Me llamo Rodrigo, tengo 33 años rubio ojos azules, hijo varón único, con 4 hermanas, desde los 4 recuerdo a mi Papa Juan Carlos Giacotieri como me vestía de nena, me metía en su cama y me besaba todo el cuerpo especialmente mi pitito y colita recuerdo su lengua húmeda en mi ojete y bolas yo en 4 patas tanga en los tobillos Y mi papa atrás mio arrodillado desnudo chupando mi cola y bolas después siempre me penetraba analmente y eyaculaba en mi boca me obligaba a limpiarle el culo después de ir al baño si estábamos solos. Un día el pediatra me reviso desnudo y noto mi culo dilatado y las nalgas abiertas me preguntó si yo jugaba con mi cola o alguien más lo hacia no me anime y le dije que yo jugando me metía cosas por la cola porque lo vi en una peli como una mujer lo hacia y parecia divertido, me dijo que deje un tiempo de hacerle eso a mi culo me puso una pomada recuerdo que me recordó a mi papa, sentir su mano en mi zanja y me relaje el medico lo noto porque digamos que estuvo como 15 minutos poniéndome pomada en la zanja de mi cola muy lento. Le conté a mi papa lo que me preguntó el doctor y se quedo helado asustado, desde ese día a mis 10 años mi papá no volvió a culearme hasta los 25.

Autor: Rodrigo Categoría: Sexo Gay

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Trekking en los Picos de Europa

2019-11-18


Un fin de semana para hacer senderismo por la montaña acaba de manera inesperada... ‘A las ocho en la puerta de mi casa. No te retrases’ Eran las siete treinta de la mañana y todavía tenía la mochila por preparar. Por suerte, tampoco tenía muchas cosas que meter dentro. Se trataba de pasar un finde largo en la montaña, así que tampoco necesitaría muchas cosas: lo puesto, para hacer senderismo, un par de mudas limpias, un pijama y un chándal de repuesto. Gustavo me había dicho que me llevase ropa de abrigo. Aunque mayo estaba bien entrado y aquella primavera había venido bastante buena, el clima en la montaña era siempre mucho más frío. Metí también un forro polar y me pillé el plumas de invierno, que hacía semanas que ya no usaba. Con esas cosas bastaría. Eran menos veinte y todavía tenía que ir hasta casa de Gustavo y Rocío. No vivían lejos, pero no quería retrasarme. Arranqué mi coche y tardé unos quince minutos en llegar hasta su barrio. El plan era viajar en el coche de ellos y dejar el mío en su garaje. Su barrio era seguro, pero un coche parado más de dos días en la calle nunca estaba del todo a salvo. Cuando llegué, vi que el Golf de Gustavo estaba aparcado junto a la puerta. Él estaba colocando el maletero sobre las bacas, por si no había espacio suficiente en el trasero. Inicialmente, habíamos hablado de llevar las bicis, pero era un poco lioso, así que simplificamos el plan, que quedó reducido a un fin de semana en los Picos de Europa, para hacer senderismo y probar algunas rutas que Gustavo conocía bien. Su abuelo había sido pastor y tenía una cabaña entre León y Asturias, que usaba para refugiarse cuando subía el ganado a pastar. Con el tiempo, la habían arreglado y ahora la usaban para pasar fines de semana alejados de la ciudad. Gustavo era compañero de curro desde hacía ya algunos años. Nos conocíamos bien y se podría decir que éramos bastante amigos, aunque tampoco podría definir nuestra relación como íntima. También conocía a Rocío, su mujer, ya que había estado cenando en su casa en más de una ocasión. Aunque llevaban más de cinco años casados, todavía no tenían hijos y los dos llevaban una vida más de solteros que de matrimonio. A ambos les gustaban los deportes de aventura y no era raro que se escapasen a hacer viajes, que incluían rutas de montaña, pesca submarina, rafting o escalada. Aquel finde habíamos planeado ir los tres a hacer trekking en la montaña, donde se nos uniría un primo de Gustavo que vivía en Mieres o Pola de Lena y al que, al parecer, también le gustaba mucho el campo. Arrancamos poco después de las ocho, según lo previsto, y un radiante sol matutino nos acompañó durante buena parte del viaje, que se hizo realmente ameno gracias a la divertida conversación de Rocío, que no paraba de contar anécdotas divertidas sobre sus viajes, desde el día que se quedaron atrapados en la montaña por culpa de un temporal de viento y nieve, hasta otra ocasión en la que Gustavo se había clavado por accidente una flecha en el muslo haciendo pesca submarina: - Menos mal que no había tiburones, ¡¡¡ jajajajaja!!! Te habrían devorado vivo y yo me habría quedado viuda… Rocío me guiñaba un ojo, maliciosamente, cada vez que hacía una chanza de este tipo para picar a mi compañero de curro, que se reía despreocupado, sin quitar ojo a la carretera. Paramos a desayunar en una gasolinera de la A6 y continuamos el camino hacia León, donde pararíamos a comprar víveres, ya que la cabaña estaba en una zona alejada de la civilización y era posible que, para cuando llegáramos allí, todas las tiendas de los pueblos cercanos estuvieran cerradas. Poco antes de llegar a la capital leonesa, el móvil de Rocío sonó y, por la conversación de ella, deduje que pasaba algo grave. Estuvo hablando como cinco minutos y, cuando colgó, nos explicó lo que pasaba: - Es mi hermana, que se ha puesto de parto hace un rato. ¡Joder! Tengo que volverme a Madrid. Dice que está acojonada y que me necesita allí. - Vale, nena. Nos volvemos. No hay problema. ¿No te importa, verdad, José? – dijo Gustavo, mirándome desde el espejo retrovisor. - No, no, para nada. Esto es fuerza mayor. Nos volvemos y punto. - No, chicos. No es necesario que nos volvamos todos. Sé que este finde os apetecía bastante y no os lo quiero fastidiar. Además, es posible que sea una falsa alarma, así que lo mejor que puedo hacer es volverme yo sola. Me pillo un bus en León y, con suerte, después de la hora de comer, estoy ya en Madrid de vuelta. Vosotros idos a la montaña. Además, que Titín estará allí y tampoco quiero que le deis plantón. - ¿Estás segura, nena? No pasa nada. Nos volvemos los tres y punto. Titín está harto de pasar findes él solo en la cabaña. - ¡Qué no! ¡Qué no! Déjame en la estación de buses, me pillo el primer ALSA para Madrid y punto. - Está bien, como veas… Continuamos el viaje hasta León e hicimos una parada junto a su estación de autobuses, donde nos despedimos de Rocío, que consiguió billete en un bus que salía a las dos de la tarde. Para no perder tiempo, nos encaminamos a un Carrefour que había en la ciudad y allí compramos suficiente comida para pasar lo que quedaba de sábado, el domingo entero y parte del lunes, ya que el lunes después de comer con volveríamos a la capital. Gustavo dijo que su primo Titín seguro que llevaría más cosas, así que llenamos el maletero con la comida y proseguimos nuestro viaje hacia los Picos de Europa. Desde León, la ruta dejó de ser autovía, así que se hizo un poco más pesada. Según nos acercábamos a la montaña, la carretera se hacía más sinuosa y los kilómetros más y más largos. Con todo, serían las dos y media o así cuando llegamos a la cabaña del abuelo de Gustavo. En efecto, estaba en una zona bastante recóndita. Habría no menos de veinte kilómetros hasta el primer pueblo. Por lo que me contó, en invierno solía quedar incomunicada y no sería la primera vez que se habían cruzado con un oso o un lobo por sus inmediaciones. La perspectiva de pasar los próximos días en un paraje tan recóndito y diferente a la gran ciudad me animó bastante. Los paisajes eran sobrecogedores: escarpados picos grises, combinados con interminables valles de un verde cegador, merced al radiante sol que, aún allí, seguía brillando con fuerza. La cabaña era una tosca construcción de piedra con techumbre de pizarra, rodeada de verdes prados y con una alberca adosada a una de las paredes laterales. Supuse que en un pasado remoto, habría servido de abrevadero para el ganado. Ahora estaba llena de un agua cristalina, que brillaba deslumbrante al contacto con los potentes rayos de sol primaverales. Un Land Rover que había conocido mejores tiempos estaba aparcado a la puerta. Supuse que sería el coche del primo que, al parecer, se nos había adelantado. Bajamos del Golf, pillamos las mochilas y las bolsas del maletero y nos encaminamos a la cabaña, donde, en efecto, estaba ya perfectamente acomodado Martín. - Hey, primo, ¿cómo va esa vida, chavalote? – dijo Gustavo, dándole un fuerte abrazo a su pariente. - Ya ves, tío. Hacía un huevo que no nos veíamos. Ya nunca subes por aquí, cabrón. - He estado liado, macho… Ya sabes, el curro y tal… Pero si no vengo, no es por falta de ganas. Mira; éste es mi colega José, del que te hablé. José, mi primo Martín, aunque todos le decimos Titín. Estreché la mano del primo, que me me miró con sonrisa franca y abierta. Siempre me había gustado la gente del Norte, tan cercana y campechana. Titín me explicó el origen de su apodo: - De pequeño, cuando me preguntaban cómo me llamaba, yo decía que Titín, así que me quedé con ese nombre –dijo mientras sonreía y le daba una colleja a su primo. Bueno, ¿qué? ¿Habéis comido ya en el camino? ¿O preparamos algo? Y, por cierto, ¿dónde está Ro? - Su hermana se puso de parto y tuvo que volverse a Madrid desde León. No quiso que la llevara, por no arruinarnos el finde. - Hostia, ¡qué putada! ¿Pero está todo bien? - Sí, sí… No hay problema. Voy a poner el móvil a cargar, de todas formas, por si me llama luego, aunque si la cobertura de este sitio sigue siendo la de siempre, me da que hasta el lunes, estaremos incomunicados. ¿Está el generador conectado? - Sí, macho. Lo conecté nada más llegar. Traje también gasolina, por si había poca. Confío en que tengamos suficiente para estos tres días. Además, que como los días son ya largos, la luz del sol dura bastante. Aquella cabaña no tenía ni agua, ni luz eléctrica. La luz se obtenía a través de un generador eléctrico de gasolina y el agua provenía de una fuente natural que llenaba la alberca que había visto nada más llegar. - Bueno, José, aquí no hay muchas comodidades, como puedes ver – me dijo Titín exhibiendo una vez más su franca sonrisa de chicarrón del Norte-. Ven, que te enseño el resto de la casa… Titín me mostró el resto de la cabaña, que tampoco era gran cosa: una sala amplia, que hacía las veces de salón y cocina, y un par de estancias con literas, que servían de habitaciones. Todo amueblado de forma parca, pero confortable. - Bueno, chavales, si queréis, id a dar una vuelta, mientras yo preparo algo para comer – dijo Titín -. Me he traído una cecina cojonuda de Asturias. Os va a flipar. - ¡Guay, macho! - dijo Gustavo -. Va, venga, José, ven conmigo, que te enseño un poco los alrededores, aunque tampoco hay gran cosa que ver. Nada más lejos de la realidad. Aquel paraje era paradisíaco: montañas y prados por todas partes, un aire prístino y un silencio sepulcral, roto únicamente por los insectos del campo. Para un urbanita como yo, pasar un par de días en aquel lugar alejado del mundanal ruido era un sueño hecho realidad. El fragante aroma del campo se empezó a entremezclar con un olor a comida recién hecha. Al parecer, Titín estaba asando algo de carne o embutido en la parrilla, así que mi estómago empezó a hacer ruidos. Gustavo se dio cuenta y me animó a volver a la cabaña. No habíamos tomado nada desde el desayuno y ya era hora de tomar un buen almuerzo. En efecto, las comidas en pleno campo saben mucho mejor. Es como si todo se volviera más apetitoso y sabroso: aquella comida había sido deliciosa y, para postre, Titín se había traído de Asturias un orujo de bayas que fabricaba él mismo. Si de veras existía el cielo, debía ser un lugar parecido a aquél. Después de comer, nos tiramos los tres un rato en la hierba a tomar el sol y a descansar. Creo que incluso me quedé un poco traspuesto. Cuando me desperté, Titín estaba recogiendo los cacharros y Gustavo miraba al infinito, sentado a mi lado: - Qué diferente es la vida aquí, ¿eh? A veces fantaseo con venirme a pasar una temporada. Olvidarme del curro, del teléfono, del ordenador, los mails y estar aquí como ahora… Algún día lo haré, jejejeje. Según dijo esto, se incorporó y se puso de pie. - Venga, chaval, pilla tus palos, que nos vamos a caminar un poco, antes de que se meta el sol. En efecto, una vez que Titín terminó de recoger, los tres pillamos los bastones de hacer trekking y empezamos a caminar por escarpadas sendas que rodeaban las montañas y desde las que había espectaculares vistas. Aproveché para hacer fotos de aquellos parajes tan agrestes y bellos. En al menos dos o tres horas de caminata, no nos cruzamos con nadie, excepto una pareja de excursionistas que también habían ido a pasar el día por allí. En la montaña atardece antes y, aunque los días eran ya bastante largos, consideramos prudente volver antes de que la noche nos pillara en medio de la montaña. Gustavo y su primo conocían bien aquelos caminos, pero era mejor no tentar a la suerte. Además, al quitarse el sol, el agradable clima del mediodía y la tarde había dado paso a una suave brisa que se convertiría en un viento frío en cuanto se quitase definitivamente el sol. Gustavo y Titín me explicaron que allí había que encender la chimenea todo el año. Salvo días muy puntuales de junio y julio, por la noche bajaban bastante las temperaturas y la cabaña de piedra no era precisamente cálida, a no ser que se encendiera un buen fuego. Es por eso que, nada más llegar, el primo pilló unos buenos troncos de leña, que estaban apilados en la pared opuesta a la de la alberca y en un plis plas, encendió un crepitante fuego, que iluminó el salón y empezó a caldear la cabaña. El sol se ocultó rápidamente y dio paso a una noche oscura, pero estrellada hasta el infinito. Al no haber ningún tipo de contaminación lumínica, se podían ver todas las constelaciones. Aquel lugar habría sido el paraíso para cualquier aficionado a la astronomía. Mientas yo me entretenía mirando el cielo, Gustavo y Titín hablaban de sus cosas y preparaban la cena. - En efecto, no hay cobertura. ¡Qué putada! No puedo llamar a Ro, a ver qué tal le ha ido a su hermana. Titín me explicó que las montañas dificultaban la recepción de las señales de televisión y móvil. De hecho, ya desistían de llevarse la tele allí, ya que no se pillaba ningún canal, prácticamente. Con suerte, la televisión pública, pero poco más. Pensé que, aunque era idílico hasta decir basta, no era un lugar muy práctico para vivir: incomunicado, sin nadie a quien pedir ayuda en caso de necesidad. Y eso que estábamos a las puertas del verano. Aquello en invierno debía ser terrible. Cenamos copiosamente, ya que la caminata nos había abierto el apetito a los tres. Titín salió a por más leña y Gustavo y yo nos quedamos frente a frente, iluminados por el fuego de la chimenea. - ¿Te gusta este sitio, entonces? - ¿Y a quién no, tío? Es espectacular. - ¿Sabes? De pequeño, odiaba venir aquí. Se me hacían interminables los días en esta cabaña. Y eso que solía venir mi familia y la de mi primo. Pero no sé, ahora es mi lugar favorito en el mundo. Creo que es el único sitio donde soy verdaderamente feliz. Gustavo pegó un sorbo a su vaso de vino. Entrar en este tipo de confesiones indicaba que, quizá, estaba un poco achispado. Decidí seguirle el rollo: - Tu primo y tú sois de la misma edad, ¿no? - Sí; más o menos; él me lleva un año, pero siempre nos hemos criado juntos. Al menos, los veranos y eso, porque mi familia es de Madrid y la suya de Asturias. Pero ya te digo que solíamos pasar los veranos aquí, así que somos casi como hermanos. - Ah, ok. La verdad es que tenéis un cierto parecido… En efecto, había algo de similar entre Gustavo y Titín. Físicamente eran antagónicos, ya que Gustavo era delgado y fibrado, mientras que Titín era fornido y atlético, de espaldas anchas y gruesas piernas. Incluso se le vislumbraba algo de barriga bajo la camiseta, aunque no ese tipo de barrigas descolgadas, sino las firmes, las que tienen los tíos de verdad. En todo caso, había un brillo similar en los ojos de los dos primos. Es difícil de explicar, pero aunque físicamente fueran la noche y el día, su parentesco era obvio. Estaba inmerso en estos pensamientos, cuando Titín entró con varios troncos de leña, algunos de los cuales fueron directos a la chimenea, levantando una nube de chispas y cenizas. - Joder, empieza a hacer rasca ahí fuera. Reparé un poco mejor en la espalda de Titín, mientras echaba leña al fuego. Sus hombros eran anchos y ligeramente caídos y sus brazos eran como los de un leñador. Me llamó la atención su corte de pelo militar, que le daba una apariencia más ruda, aunque su sonrisa era abierta y sincera como la de un crío. Pude comprobarlo cuando se dio la vuelta y, maliciosamente, dijo que había traído algo especial para entrar en calor. En efecto, al salir a por leña, había aprovechado y se había pasado por el Land Rover, donde había recogido un par de botellas que debían ser whisky o ron. - Tenemos que entrar en calor, y me parece que el fuego no va a ser suficiente. Va, venga, primo, recoge la mesa. Y tú, José, ayúdame a extender unas mantas aquí, junto a la chimenea. Gustavo apiló los platos sobre la encimera de la cocina, y Titín y yo movimos la mesa e hicimos espacio para tirar unas mantas y cojines en el suelo, a una distancia prudencial del fuego, para no salir ardiendo todos. - Venga, Gus, tío. Vamos a tirarnos aquí, como en los viejos tiempos. En unos minutos, estábamos los tres tirados en el suelo, sobre las mantas, medio incorporados sobre los cojines, y bebiendo a morro de aquellas botellas de alcohol que Titín había traído. El vino de la cena, unido al cálido efecto de aquel whisky y a la proximidad de aquel crepitante fuego, hizo que rápidamente empezáramos a sudar, así que los tres nos quitamos las sudaderas de chándal y las zapatillas de trekking. Tres tíos que se han pegado una buena caminata por la montaña no huelen especialmente bien, especialmente en un entorno en el que no hay baños ni duchas, así que aquella cabaña se inundó inmediatamente de un picante olor a macho sudado que encontré curiosamente agradable. Era parecido al olor de los vestuarios del gimnasio, pero más intenso, más natural, sin colonias ni desodorantes de por medio. Titín no paraba de hablar y de recordar anécdotas vividas entre aquellos muros, como cuando los padres se fueron a un concierto de El Último de la Fila en León y dejaron a los dos chavales, adolescentes, amos y señores de aquella cabaña. - Hoy sería impensable: los críos están megaprotegidos. Pero ya ves: nos dejaron aquí a mi primo y a mí una noche solos. Joder… Y lo bien que lo pasamos, ¿eh, primo? – Titín le pegó un codazo a Gustavo, que miraba pensativo el fuego, haciéndolo salir de su ensimismamiento. Me pareció que Gustavo se había sonrojado, aunque quizá fuera efecto del fuego y su proximidad. Titín era el que más whisky pimplaba, así que cada vez hablaba más y se reía de forma más estruendosa. - Joder, tíos. ¡Qué calor tengo! Me voy a quitar esto. Ni corto ni perezoso, Titín se quitó la camiseta y el pantalón de chándal, quedándose en gayumbos. En efecto, su cuerpo era como el de un jugador de rugby, consistente y pesado, pero perfectamente firme. Dos pezones rosados y salientes y una suave mata de vello castaño cubriendo la parte superior de su torso. Una fina hilera de pelos se ensanchaba más allá del ombligo. Las piernas anchas, con buenos muslos, y forradas en esa misma capa de vello castaño del pecho. Martín se dejó caer sobre la manta y se abrió de piernas, para estar más cómodo. - ¿No os importa, no? – dijo, mirándonos intermitentemente a su primo y a mí -. Joder, es que me estoy asando, tíos. A mí, lejos de molestarme, tener a veinte centímetros escasos a aquel tiarraco medio en bolas, bebiendo como un cosaco y sudando como un cerdo, me puso un poco cachondo. Pero tampoco quería ponerme en plan salido: no era ni el momento, ni la situación. Gustavo era mi colega de curro y lo último que me apetecía era que supiese que me daban morbo ese tipo de situaciones. Seguimos hablando de banalidades y dando buena cuenta de aquellas botellas de whisky. Titín dijo que tenía más en el coche, que si se acababan, salía a por otra, que un poco de aire le vendría bien para despejarse. Pero la segunda botella estaba todavía por más de la mitad, así que por el momento estábamos más que servidos. Yo notaba que el alcohol empezaba a turbarme un poco y que cada vez estaba más y más desinhibido. No quería mirar muy descaradamente a Titín, aunque le lancé un par de miradas furtivas al paquete, mientras él hablaba con su primo, que no apartaba la mirada del fuego. Titín lucía un bóxer que embutía literalmente sus anchos muslos de jugador de rugby. El paquete no parecía muy espectacular, aunque se dibujaban un poco la forma de la polla y los cojones. Traté de pensar en otra cosa: los paisajes, las estrellas, los senderos… Cualquier cosa era buena para quitarme de la mente la imagen del paquete de Titín. Si seguía por ese camino, me iba a empalmar y no era el momento. - Joder, sí que empieza a hacer calor – dijo Gustavo -. Yo también me voy a quitar la ropa. Acto seguido, Gustavo se desprendió de su chándal y nos dejó ver su cuerpo fibrado. Era delgado y de piel blanca, con poco vello y un bonito culo. Un par de tatuajes no muy grandes salpicaban su anatomía. Pensé que era la primera vez que veía a mi colega de curro medio en bolas. Los dos se quedaron mirando para mí. - ¿Y tú? ¿Qué pasa? ¿No tienes calor o qué? – dijo Titín con su sonrisa de niño grande. - Bueno… No sé. Estoy bien, por ahora. - Ok, como veas, pero esto está empezando a pegar fuerte. Creo que no hará falta más leña por esta noche. De esta manera, me quedé tumbado junto a los dos primos medio en bolas, temeroso de quitarme la ropa, para que no notaran mi excitación. Titín seguía dándole al whisky y pasándonos la botella de forma insistente. Yo seguí bebiendo, con la esperanza de aplacar mi excitación, aunque sólo conseguía el efecto opuesto. Cada vez estaba más empalmado. Aquella camaradería entre hombres me estaba poniendo cardíaco. Para que luego digan que el alcohol te la pone floja. Llegó un momento en el que estaba sudando como un pollo, así que no me quedó más remedio que quitarme la camiseta. Con la mirada de estos dos clavada en mí, me pareció que sería más ridículo no quitarme el pantalón que hacerlo, así que también me deshice del pantaca de chándal, y me quedé en gayumbos, como mis dos compañeros. Afortunadamente, esto sucedió en un momento en el que mi polla no estaba completamente empalmada, sino ligeramente morcillona, así que lo único que me delataba era un rabo un poco más grande de lo habitual que, en todo caso, no pasó desapercibido para Gustavo y Titín. Los dos se quedaron un poco embobados mirando mi entrepierna. Titín no parecía muy pollón y Gustavo tampoco, así que supuse que sentirían curiosidad por mi paquete. Al fin y al cabo, a todos los hombres, independientemente de su orientación sexual, les interesa la dotación de sus colegas. Estaba de puta madre, tirado frente al fuego, ligeramente pedo, y acompañado por un par de tíos que me caían genial. No sé cómo fue, pero la conversación empezó a derivar hacia el tema favorito de los hombres, las pibas y el sexo. Gus y Titín empezaron a contar anécdotas sobre sus novietas de juventud, que si uno le había pisado un ligue al otro, que si el otro se había follado antes a una tía… En fin; las rivalidades propias entre primos. Yo mantenía un sepulcral silencio y me limité a escuchar y a dar un trago entrecortado a aquella segunda botella de whisky, que empezaba a acabarse. - ¡Buah! Y la de pajas que nos habremos hecho aquí, ¿eh, chaval? – Titín le metió otro codazo a su primo. ¡Joder! Cuando los viejos se iban al pueblo a comprar, nos la cascábamos como monos. Al fin y al cabo, aquí siempre ha habido pocas distracciones y de aquélla estábamos más salidos que el pico de una plancha, ¿eh, tío? Gustavo volvió a sonrojarse. Eso me pareció. Ahora no era cosa del fuego. Su primo le estaba levantando los colores. Titín estaba bastante contentillo a esas alturas de la noche y ya estaba en ese punto en el que no se cortaba un pelo. - Buah, tío, pero no te cortes. Seguro que el José también ha guarreado alguna vez con sus colegas. ¿A que sí, tronko? Me quedeé un poco cortado, ante ese giro tan inesperado de la conversación, pero respondí como un autómata: - Sí, claro, todos lo hemos hecho alguna vez. Cosas de adolescentes… - ¿Ves, tío? Es lo más normal del mundo. Hacerse unas pajillas entre colegas, De hecho, ahora mismo, me está empezando a apetecer cascarme un buen pajote –soltó Titín, como si tal cosa. Gustavo lo miró de reojo, con cara condescendiente, como sabedor de lo que iba a pasar, y yo me quedé ojiplático. Aquello no estaba pasando: el primo rugbier de Gustavo se iba a cascar un pajote a mi lado. La polla se me puso como un misil, sólo de pensarlo. - Pues sí, ¡Qué coño! Me apetece zumbármela un poco antes de dormir. ¿No os importa, verdad? Gustavo ni se molestó en responder. Yo dije que no con la cabeza y acabé el último culín de la botella de whisky. - Joder, tronko, tú también estás contentillo – dijo Titín, mirando descaradamente la erección que se marcaba bajo mi gayumbo. No supe qué responder. Instintivamente, me llevé la mano al paquete, para taparlo un poco, pero conseguí el efecto inverso. El contacto de mi mano con mi entrepierna la avivó más, si cabe. A Titín pareció divertirle la situación. - Vaya trabucazo que marcas bajo ese gayumbo, chaval. Seguro que tienes a todas tus novias locas con ese pedazo de polla. Gustavo salió una vez más de su ensimismamiento y me echó un vistazo a la entrepierna, donde mi polla marcaba un bulto más que tremendo. - Va, venga, yo ya me he puesto cachondo, así que me la suda. ¡Voy a cascarme una paja! – Titín se puso de pié y se bajó el bóxer. Su rabo morcillón saltó furioso y dejó caer dos pesados cojones envueltos en el mismo pelo castaño que forraba el resto de su cuerpo. Volvió a dejarse caer sobre la manta y empezó a pajearse, sin importarle la proximidad de su primo y la mía. Gustavo no le quitaba ojo a la polla de su primo. Parecía hipnotizado con el espectáculo, si bien es cierto que el show no era moco de pavo. Titín se terminó de empalmar rápidamente. No tenía un pollón, pero sí que era gorda y cabezona y los cojones eran bastante apetecibles. Noté que Gustavo se estaba tocando por encima del gayumbo. Ya no quedaba más whisky que tomar, así que decidí sobarme el rabo yo también. - Mola esto, ¿eh, tíos? Es como volver a ser jovencito – Titín nos miró a los dos de forma intermitente. Ninguno respondió. Todos teníamos las miradas fijas en los paquetes de los demás. Gustavo todavía no se había bajado el calzoncillo, pero marcaba un bulto considerable, y mi polla pugnaba por salir cuanto antes de su prisión de tela. Titín estaba despatarrado, sobándose la tranca y los cojones, y respirando de forma entrecortada, dejándose llevar por la excitación del momento. La tensión sexual del momento se podía cortar con un cuchillo. Así estuvimos unos minutos, hasta que Titín, sin ningún tipo de miramiento, echó mano al cipote de su primo, lo sacó del gayumbo, y empezó a pajearlo. Gustavo cerró los ojos y se dejó llevar. Titín me miró fijamente a los ojos y luego clavó su mirada en mi polla. Entendí que quería verla, así que me puse de pie y me liberé del calzoncillo. Mi cipote saltó agradecido, tras ese suplicio al que lo había estado sometiendo toda la noche. El primo parecía fascinado por mi tranca. Soltó la de Gustavo y empezó a pajearme a mí. No me dio opción a dejarme caer sobre la manta. Cuando me quise dar cuenta, tenía su boca clavada en mi entrepierna hasta los pelos del pubis. El cabrón la chupaba de puta madre. Intuí que no era la primera vez que lo hacía. Gustavo, por su parte, estaba como idiotizado, mirando la escena, mientras se la cascaba. Martín me la comió durante un buen rato, deleitándose con mis huevos y con mi capullo. Mi polla le había molado, no había duda alguna. Mi sorpresa fue mayor cuando vi que Gustavo se incorporaba y se acercaba también a mi entrepierna, con la intención de meterse mi cipote en la boca. Mi compi de curro de años me estaba haciendo una mamada. Aquello era irracional, pero tampoco tenía mucho sentido darle vueltas al asunto. Titín se puso en pie y se acercó a mí. Entendí que quería que yo se la comiese, así que eso hice: me metí su cipote gordo en la boca y empecé a mamar a fondo. Estaba deseoso de comerme aquellos gordos cojones, así que los metí uno a uno en mi boca y los amasé con parsimonia, al tiempo que Gustavo me hacía una mamada de campeonato. Los tres sudábamos y jadeábamos. Cuando Gustavo se cansó de comérmela, se puso en pie y me ofreció su rabo, así que me puse a comer los cipotes de los dos primos, uno detrás de otro. Hubo un momento en el que los dos estaban tan próximos, que me los metí a la vez en la boca, dándoles un placer indescriptible. Sus pollas estaban empapadas por mi saliva y chocaban una contra otra. Aquello era alucinante. Durante un buen rato, nos pajeamos y comimos en todas las combinaciones posibles: yo a Gus; Gus a su primo, Titín a mí… Aquello era una fiesta fuera de control… Nuestros cuerpos sudaban y el sudor de nuestros pechos se mezclaba con la saliva de los penes. El olor a macho se incrementaba por instantes. El primo dijo algo que, a priori, me pareció un poco críptico: - Bueno, ¿qué, Gus? ¿Una folladita por los viejos tiempos…? Gustavo no respondió. Simplemente se puso a cuatro patas, mirando hacia el fuego, y volvió la cabeza hacia nosotros, expectante. Su primo, en cambio, no tardó en actuar. Se puso de rodillas frente al blanco trasero de Gustavo, le soltó un lapazo, y empezó a comérselo a fondo. Yo estaba flipando con aquella escena. Gustavo empezó a gemir y Titín siguió soltando lapos y lametazos en todo el ojete de su primo. Yo me pajeaba de forma irracional y miraba el trabajo anal de Titín y la cara de placer de Gustavo, iluminado por las llamas de aquel fuego. Cuando terminó de comérselo a fondo, Titín soltó un lapo más consistente que los anteriores y acercó su rabo a aquel ojal empapado. Lo siguiente fue una embestida seca, directa, contundente. Gustavo ahogó un grito de dolor y cerró los ojos con fuerza, mientras su primo de lo follaba vivo. Empezó dándole suaves embestidas, para luego ir incrementando el ritmo, hasta acabar en una follada demencial. Su cuerpo de toro sudaba por los cuatro costados mientras se empalaba a su primo como si no hubiera un mañana. Movimientos rápidos sucedidos por embestidas cortas e intensas. Así estuvo no menos de veinte minutos, hasta que un resoplido fuerte indicó que se había corrido. Titín le había llenado el culo de lefa a Gustavo. Sacó su polla blanqueada por la saliva y el semen, y medio morcillona todavía, y lanzó una mirada rápida sobre mi polla y, a continuación, sobre el ojal de su primo. Entendí lo que quería, así que me lancé a follarme el ojete de Gustavo, dilatado y húmedo tras la preñada de Titín. Aquella follada fue puro morbo, no sólo por el entorno, ni por la compañía, sino porque me estaba empalando a mi amigo casado y el cabrón lo estaba disfrutando de lo lindo. Mi ritmo no fue tan frenético como el de Titín, y mi aguante tampoco, pero le solté una buena corrida en todo el ojal, que metí para adentro con la última embestida. Los gemidos sordos de Gustavo indicaron que él también estaba a punto de correrse. Todavía con mi cipote dentro, noté sus espasmos al eyacular. Los tres nos quedamos tirados en aquellas mantas, empapadas en sudor, saliva y semen, y sin fuerzas para nada más que mirar al fuego, que fue consumiéndose poco a poco, hasta convertirse en un rescoldo que apenas alumbraba aquella cabaña en tinieblas en medio de las montañas de los Picos de Europa. [FIN]

Autor: rohirrim Categoría: Sexo Gay

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El jardinero ceremonioso

2019-11-18


- Opa – pensó Horacio – menudo paquete carga el jardinero… El timbre sonaba insistentemente, y Horacio, bajo la ducha, soltó una sonora puteada. Tendría que enjuagarse de prisa, secarse y ponerse al menos una bata para saber quién estaba tras la puerta y qué quería con tal desvergüenza de no retirar el dedo del botón. Descendió la escalera de dos en dos y corrió el pasador, malhumorado, para abrir la puerta y encontrar al joven cuyo dedo seguía pegado al timbre. -Bueno, ¿dónde es el incendio, pues? – preguntó al importuno con la peor de sus caras. -Disculpe, señor. Soy el jardinero que pidió el administrador del complejo, y quería presentarme – respondió un joven bien parecido que llevaba un overol azul y un bolso del que sobresalían las láminas de una enorme tijera de podar. - ¿Y? ¿No cree que debiera presentarse al administrador entonces? Yo no me dedico a contratar personal – dijo Horacio todavía enojado por la insistencia del timbrazo, pero recreándose en la figura que tenía delante: morocho, corpulento, con ese acento venezolano que se estaba volviendo tan habitual últimamente en la ciudad. El muchacho, azorado por el mal trato, sonreía tímidamente. - Le pido mil perdones, señor. Debo haberme equivocado de casa, solo quería ponerme a las órdenes… - añadió mientras se dirigía pesadamente hacia la salida del jardín. - Bien, está disculpado – contestó Horacio – Lo cierto es que estaba duchándome en el piso superior y el timbre nunca dejó de sonar. Pero bueno, ya que está aquí podría dar una recortada al seto de ligustrina. Con las lluvias de estos días pasados se ve un tanto desprolijo. El rostro del venezolano se iluminó con una blanquísima sonrisa. - Claro que sí, señor. Ya en seguida emparejo su seto – respondió aliviado – Retome su actividad que no le molestaré más. Horacio asintió ya menos tenso, añadiendo apenas una recomendación: - Cuando termine golpee la puerta, le invitaré con un café. - Gracias, señor. Ese café será muy bienvenido, por cierto. Mientras el joven dejaba su bolsón en el suelo junto al seto y sacaba las tijeras, Horacio cerró la puerta y por detrás de los visillos de la ventana contempló el comienzo del trabajo indicado. - Vaya con el jardinero- pensó – Quizá lo traté demasiado descortésmente y debiera arreglar eso… Decidió vestirse decentemente, para lo que subió a su habitación, eligió un cómodo chándal y una camiseta sin mangas que dejaba ver su figura compacta y cuidada, con horas y horas de aparatos de gimnasia. Desde la ventana del cuarto que daba al jardín, volvió a observar al jardinero, escuchando el sonido rítmico de los tijeretazos que iban dejando perfectamente armónico al seto. Mientras lo hacía, tomó conciencia de que debajo de su chándal el amigo también aprobaba al desconocido con una media erección jubilosa… Bajó a la cocina y puso una medida de café en el aparato de Express para que filtrase lentamente mientras esperaba que su invitado finalizara el trabajo. Pero no tardó en correr hacia el living para poder ver hacia el jardín donde trabajaba el mozo con sus tijeras. En ese exacto momento el jardinero sacó de su bolsillo un pañuelo con el que secó la transpiración de su frente, y con la otra mano, la que aún sostenía la herramienta, se acomodó el paquete. - Opa – pensó Horacio – menudo paquete carga el jardinero… Aprovechando que la cortina impedía ver hacia adentro también acarició el suyo, cuya erección era ahora un poquito más pronunciada, seguramente a causa de la morbosa visión del muchacho sudando a pleno sol. Se recreó unos minutos en ella y metió una mano para recoger la gotita opalescente que despedía su meato con un dedo que llevó a sus labios, degustándola con fruición. El golpeteo en la puerta le distrajo, y hacia ella se dirigió para abrirla, donde el venezolano sonriente le anunció: - Listo, caballero. Sea tan amable de verificar mi trabajo, por favor. Salió al jardín y recorrió los tres metros escasos de seto recortado con precisión y esmero. - Magnífico trabajo – le sonrió al mozo- Este trabajo tan perfecto bien merece un sabroso café. Pase, pase. El muchacho le siguió al living y Horacio cerró la puerta de entrada, pasando la llave. - Perdone mi atrevimiento, señor – dijo el jardinero- ¿Sería tan amable de permitirme usar su baño? El sol está fortísimo esta mañana y quisiera lavarme las manos y la cara porque estoy muy transpirado. - No faltaba más – se sorprendió Horacio- aquí está el baño social, pero si quisiera tomar una ducha, hay otro baño arriba. No quisiera que pasara desprolijo por la siguiente casa… - No, no se preocupe, señor. Esta cerca era la única que no había atendido. Ya terminé mi trabajo por hoy- respondió el muchacho – Me refresco un poco y ya. Horacio, que sintió nuevamente el aviso de su miembro, insistió: - No, pero qué va, si es su último trabajo del día lo mejor es que tome un baño y así se puede ir más fresco a casa. - No sabe cuánto le agradezco – dijo el mozo – En la pensión donde vivo hay un único baño, y somos dieciocho para compartirlo. A veces cuando llega mi turno el tanque ya está vacío… Si me indica el camino… - Venga, venga – respondió Horacio muy campechano acompañándolo al piso superior- ¿Tiene ropa para cambiarse? Si no puedo prestarle de la mía mientras ponemos en el lavarropa la suya. En un poco más de media hora estará limpia y seca. - Qué amable, señor- dijo el jardinero- acá en el bolso tengo mi toalla, no se preocupe. Ya que me ofrece poner el boxer a lavar, si no es demasiada osadía de mi parte y no le causa molestia, puedo cubrirme con ella mientras se seca. Horacio no quiso insistir, y mucho menos cuando vio la toallita que el venezolano sacó de la bolsa: era una toalla de mano, que difícilmente podría ocultar el cuerpo bien formado del muchacho. Como buen anfitrión, pasó delante del invitado para abrir la ducha, y poder ver de reojo cuando este se quitaba el overol, el boxer, las medias… Lo que vio le dejó impactado: el venezolano portaba un arma de grueso calibre entre sus piernas, coronada por apenas un vello oscuro cuidadosamente recortado. - ¡Qué amabilidad! – añadió el jardinero – Menos mal que ha sido capaz de perdonar mi insistencia cuando le timbraba… - Qué va – dijo Horacio- siempre hay que ponerse en la situación de los demás. Y le fue imposible dejar de notar que el trabuco del inmigrante se había empinado de manera prodigiosa, rozándole con el bálano descubierto y lustroso el ombligo adornado por un hilillo de vello oscuro. - ¡Perdóneme, caballero! No es mi intención avergonzarle – dijo el muchachón – creo que debe ser mi largo tiempo de ayuno… - No hay nada que perdonar, es normal. Yo también tengo el mismo problema – dijo bajándose el chándal para que el otro pudiese apreciar que también él había sufrido una completa erección. - ¿Puedo? – preguntó el jardinero asiendo la verga de Horacio, que sorprendido, dejó hacer sin mediar palabra. - Claro, pero pero permítame devolver su gentileza- respondió Horacio, echando mano al tronco enhiesto del mozo, que orgulloso comenzó a latir. - Mmm..., ¡Qué rico se siente! – dijo el jardinero – No hay como una mano amiga para sentir más placer… - ¿Le gusta? – inquirió Horacio deslizando su mano arriba y debajo de la poronga del venezolano, que apenas podía cerrar dado el grosor alcanzado. - Mucho, ¡qué rico! – dijo éste, correspondiendo con la suya sobre la de Horacio. Con un dedo calloso retiró prestamente de la punta otra subrepticia gota de prelefa que la coronaba y la llevó a su boca para sorberla con gula - ¡Qué rico! Horacio estaba en la gloria. Se quitó la ropa para acompañar a su invitado en la ducha, y una vez dentro, pasó la barra de jabón demoradamente sobre los huevos llenos del muchacho, que lanzó un rugido de placer. El jardinero se viró, buscando su boca, y la invadió con una lengua sabia y experiente que puso a Horacio todavía más cachondo. Con su mano callosa acarició las nalgas de su huésped, demorándose en el agujero que latía de deseo. - ¿Está todo bien? – preguntó ansioso. - Muy bien – dijo Horacio, deseoso de que uno de esos dedos se introdujese en su culito hambriento. - Espero no lo tome a mal, porque lo cierto es que me encuentro muy arrecho – avisó el jardinero. - No, ¡qué voy a tomarlo a mal! – respondió Horacio complacido cuando facilitado por el jabón el dedo medio del venezolano se introdujo con facilidad en su ojete, que alborozado se cerró en torno a él. - ¡Qué hermoso culo, señor! – dijo el jardinero sin dejar de dedearlo. - ¡Qué bueno que le agrade! También a mí me gusta ese dedo que me está hurgando y llevando a tope… - Si no fuera mucha molestia, ¿me permitiría penetrarlo con mi pinga? – preguntó ansioso el jardinero. - Mmm.....… ¿molestia? – respondió Horacio gimiendo como una gata en celo - ¡Lo estoy deseando! Más en confianza, el invitado cerró el grifo, se sentó en el suelo del duchero con la verga hecha un fierro, e invitó: - Venga, pues. Siéntese de frente en ella, que se la voy a colocar. Horacio no se hizo esperar. Se sentó a horcajadas sobre el muchacho y con su mano dirigió la verga al agujero, que ansioso y elastizado por la calentura engulló la terrible cabeza de un tirón. Pese al dolor que experimentaba, al sentir la lengua del otro buscando la suya se sentó con fuerza hundiéndose el tronco venoso y caliente hasta el fondo, porque el roce sobre su próstata originó una copiosa eyaculación que desbordó sobre el vientre del venezolano. - Ah, ¡qué rico! ¡Cómo le gusta comerla duro…! – señaló en éxtasis el jardinero – Cabálguela un tantico, así, así… Horacio no se hizo rogar: se levantaba apenas de ella tratando de hundirla más profundo, lo que la posición en la que se encontraba impedía un poco. - ¿Qué le parece si vamos a un lugar más cómodo? –preguntó a su invitado. - Si no es molestia… porque verdaderamente quiero culearlo bien sabroso, bien profundo – respondió encantado el muchacho. Horacio se levantó no sin esfuerzo, porque la herramienta incrustada en su recto estaba tan firme que impedía el escape de allí, pero una vez logrado lo condujo al dormitorio. Se apoyó de bruces sobre la cama, pidiendo al jardinero que se colocara por detrás, empinando el culo para facilitar la introducción. El jardinero reanudó su penetración y Horacio aulló de dolor por la primera sacudida de aquella poderosa verga que le traspasaba. - Déme un momento, nada más – pidió. Con esfuerzo se la sacó y tomando un tubo de gel del cajón de la mesilla, se pasó abundantemente por la raja, introduciendo con dos dedos una generosa porción en su ojete. Luego colocó más sobre la pija del visitante, deslizándola sobre el tronco palpitante. - Ahora, venga de nuevo – anunció al venezolano que, ni corto ni perezoso, la metió de un solo tirón hasta la profundidad de su ser. La tranca ya rehumectada profusamente entraba y salía aunque no sin dificultad debido a su generoso tamaño, pero a Horacio le producía mucho más placer que antes aunque no hubiese dejado de doler. - Mmm...… ¡qué rico su culo, señor! – jadeaba el jardinero mientras le atravesaba las entrañas – creo que voy a dejarle bastante lechita, porque como le dije, ando muy arrecho… - No se preocupe por eso, déjemela nomás – dijo Horacio con los ojos llenos de lágrimas- estoy deseándola… - Gracias, señor, es muy amable – añadió el visitante mientras descargaba sus huevos en las profundidades de Horacio en potentes chorros calientes y espesos. - ¡Cuánta leche, por Dios! – señaló Horacio incrédulo era cierto pues que tenía una considerable provisión con atraso… - ¿Quiere que deje algo para saborear? – gruñía el jardinero mientras eyaculaba furiosamente. - No, ya habrá otra oportunidad, supongo – respondió jadeante el dueño de casa sintiendo que la poderosa erección del jardinero se iba aflojando. - Oh, sí, señor, claro que sí, cuando quiera es solo avisar… - dijo el muchacho retirando la herramienta del culete rezumante de Horacio, que con un sonido sordo se liberó dejando un charquito en el suelo luego de correr copiosamente por el escroto dolorido. Horacio se dio la vuelta y tomando en sus manos la verga que le había perforado, la acercó a su boca y la limpió cuidadosamente a lengüetazos, como un gatito hambriento. - ¿Le gustó, entonces? – preguntó el venezolano. - Mucho, me gustó mucho – dijo Horacio sonriente- Venga, dese una buena ducha y baje a tomar el café, que ya se debe haber enfriado. - Muchas gracias, señor – respondió sonriente el mozo. Me vendrá muy bien el café. Pero ¿no le molesta si bajo en pelota? La toalla es muy chica y no me cubre la cintura… - Baje en pelota, nomás. Somos gente grande y tenemos confianza – dijo Horacio sonriente- Y quizá después del café me ofrezca usted una revancha… El venezolano, con una amplia sonrisa de dientes blanquísimos, repuso: - Pues claro que sí, señor. También yo estoy deseando probar la carne y la leche locales, que en todo el mundo tienen buena fama.

Autor: Lazarino Categoría: Sexo Gay

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