🔥Relato Erótico de Confesiones: lLOS MUCHACHOS DE MI BARRIO II ❌Sin Censura❌

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Fecha: 2021-02-15


lLOS MUCHACHOS DE MI BARRIO II


Autor: alejandrogusta

Categoría: Confesiones

LOS MUCHACHOS DE MI BARRIO II Es oportuno destacar un aspecto en el desarrollo de esta narración para que pueda ser comprendida. Entiendo que todo relato sobre una historia vivida por cada protagonista tiene similitud con otras muchas historias que podemos leer en estas páginas. Los hechos son similares pero son solo vividos por los actores circunstanciales que los interpretan en el escenario complejo de la vida. Me atrevo a decir que la intensidad está determinada por el marco social y el momento histórico que da encuadre a las historias. Todo mundo que haya vivido momentos parecidos sabe que a la edad en que los muchos Chochis (8, 9, 10 años) despiertan con estas experiencias tan cruciales y determinantes en sus vidas se comienzan a vivir experiencias en cantidades nunca soñadas. Es como si de pronto se abrieran todas las puertas para que se encuentre todo ese mundo excitante y maravilloso de los adultos. Complejo, misterioso, apabullante, En mi caso las cosas se sucedían de manera que me llevaban a vivirlas sin razonar, motivado por el impulso antes que por la razón. En mi descargo diré que difícilmente a los 9 años se pueda razonar. Las semanas que estuve con mi tío Tito en el camión me mostraron un mundo del que ya nunca escaparía: El mundo de los grandes. Las cosas me sucedían de manera espontánea. Yo no las buscaba. Simplemente sucedían. Las cuento más bien de manera sintética y no abundo en detalles para que cada lector aporte lo suyo, su imaginación, para que el relato se enriquezca. Por ejemplo conté que la única experiencia con un chico de mi edad o cercano, fue con mi iniciador físico porque todas las posteriores fueron con adultos. Trato de contar lo que mis ojos de 9 años veían, con todas las sensaciones y las emociones de quien descubría todo lo nuevo. Lo del gringo Rafael es tal y como lo cuento. De verdad era enorme, más grande que todo lo que había visto, tocado y probado hasta ese momento. De verdad cada vez que eyaculaba, lo hacía de manera abundante y podía sentirse el latido de su sexo cuando regaba mi interior con su simiente. Desde las vacaciones de invierno que pasé con mi tío Tito en el camión, en el mes de julio hasta finales del mes de octubre conocí cuatro miembros diferentes. Cada dueño lo usaba de manera incomparable. Tenian una textura y un sabor no comparable. Salvo mi tío Tito que me hacía ver estrellas las primeras veces por su tamaño y porque fue el primer adulto que me penetró, los otros tres, mi hermano, el Jacinto y el gringo Rafael me hicieron sentir tanto placer, hicieron que me gustara tanto, que desde ese momento estuve atento a descubrir y aceptar las ocasiones que se me presentaron. No solo fue el tener en mis manos y en mi boca sus miembros sino que era sentir su piel, su cuerpo cubriendo al mío, poseyéndome y enseñándome los secretos para encontrar placer en cada gesto, en cada acción. Hablando de acción. Cuando el zapatero se fue, me quedé un rato más en la laguna. Estaba maravillado por lo ocurrido esa siesta. Primero lo acontecido con el Jacinto. Yo no sabía que se había distanciado de la novia y esa era la razón de sus urgencias que me facilitaron todo. Todavia siento sobre mis glúteos la caricia de su pelvis cuando se cobró la apuesta. La suavidad de su piel y el cosquilleo de los pelos de su pelvis, el roce de su glande húmedo y resbaloso entre mis glúteos y la sensación de su penetración alojándose totalmente en mi cuerpo están siempre presentes. La aparición después del cuidador de la finca fue la culminación de una siesta inolvidable. Lamento no contar con un léxico que me permita describir lo que sentí cuando lo vi desnudo en el borde de la laguna. No era un adonis. Era un hombre grande, quizá 1,80 mts de estatura para un cuerpo formado por el trabajo cotidiano. Piernas gruesas, vientre plano, torax ancho, brazos musculosos, cola pequeña y todo cubierto de abundante pelo castaño. Ya hablé de la parte importante que sobresalía y que me había dejado una sensación de vacío en mi recto. Mientras ne tocaba la zona recordaba: “¿Vas a venir mañana?” No pude cumplir mi promesa de volver al día siguiente. No recuerdo la razón. Sí lo hice el domingo siguiente, unos cuatro días después. Mis hermanos no quisieron llevarme con ellos y los otros chicos a jugar futbol a otro barrio y quedé solo y aburrido. Me acordé de la laguna y hacia allí me fui. En la laguna no había nadie así es que bordeándola pasé y seguí camino a la casa del gringo. Bajo la galería de la casona estaba sentado el gringo Rafael. Cuando me vio se sonrió. Miró para ver que no hubiese nadie más cerca y me hizo señas para que entrara a la casa. -¿Viniste solo, nene?. -Sí… -¿Venis por esto? – dijo tocándose el paquete. Yo asentí. De inmediato se quitó el pantalón y el calzoncillo – Vení. Vamos al dormitorio. Mientras caminaba delante se quitó la camisa y entonces pude apreciar su cuerpo desde atrás. Espalda ancha, cola pequeña y piernas gruesas, muy peludo todo. En el dormitorio, se tendió en la cama. Me dijo que me desnudara y subiera a la cama. Separó sus piernas y yo me ubiqué entre ellas y me apropié de sus genitales. Los acaricié, besé, lamí, chupe todo lo que pude hasta que el miembro se endureció creciendo largo y ancho. -¿Te gusta, nene?. -Sí… -¿Lo queres en el potito?. -Bueno… -Sentate arriba mío y ponete la cabecita en el upite y dejalo que entre despacito. Me abri de piernas de espaldas a él y sobre su cuerpo. Cuando me senté me pinceló el culito con el flujo lubricante que le brotaba del pene, Puso sus manos en mis caderas y me acercaba a su cuerpo. La cabezota entró de golpe, completa y me provocó un dolor tan agudo y fuerte que me hizo caer de bruces hacia sus pies. Él me sostuvo evitando que el miembro se saliese. El gringo se sentó en la cama y me levantó de mis brazos dejándome después tendido sobre su panza peluda. Poco a poco el dolor remitió y comenzó un meneo suave sin sacar el pene y sin querer meter más. -¿Qué pasó, nene? Ya me olvido tu culito… -Me dolió un montón… -¿No queres mi pitito? ¿Queres que te la saque? Tenés adentro solo la cabecita, bicho… Negué con mi cabeza. El gringo se volvió de costado y quedamos en cucharita. Me acariciaba todo. Un rato después tomó mi pierna desde el tobillo y me hizo recogerla, montándola sobre su pierna. Asi, en esa posición inició el meneo delicioso que me dilató y permitió que de a poco el miembro entrara hasta sus dos terceras partes. -Mete tu mano por delante y tocate el potito y mi pichulita – No vi como estaba pero me impresionó sentir que casi había entrado todo ese enorme tripón del gringo – Tratá de tocarme los huevos con la manito – Al querer hacerlo como que yo mismo hice presión y pujé haciendo que todo el miembro entrara en mi. Sentí los pelos pegados a mis nalgas. Entonces el gringo se montó sobre mi y comenzó a cabalgarme de una manera que me obligaba a morder la sabana. Cada empujon en mis entrañas me dejaba sin aire. No se detuvo hasta vaciarse en mi recto. Nunca voy a olvidar el latido violento del miembro mientras eyaculaba. Tras la última contracción volvió a ponernos de cucharita. -¿Te gustó? -Sí… -Todavia tengo la chota dura pero no quiero lastimar al único culito que se aguanta todo mi pedacito. Mañana venite a la siesta y nos echamos otro polvito. ¿Vas a venir?. -A la siesta sí… -No te olvides porque si no tu culito parece que después me desconoce,,, -No. Mañana vuelvo Todos sabemos porque necesariamente hemos atravesado esa etapa inevitable de la vida en la que vamos descubriendo el mundo de los más grandes, que las experiencias se suceden sin solución de continuidad y vienen unas tras otras. Sobre todo en los barrios en donde no existen tantas inhibiciones sociales prontamente aparecen candidatos para darte hasta donde vos quieras. luego de que comienza el boca a boca. Los adultos casados censuran pero cuando te tienen a tiro te bajan la caña como cualquier hijo de vecino y son los que mas saben andar el caminito de tierra todo a condición de que no digas nada. Uno de esos casos fue el del zapatero del barrio que tenía un hermano policía y otro colectivero. Cuando lo vi esa tarde en la laguna me quedó la idea fija de hacerle una visita al taller de calzados. El taller estaba en una piecita chica a la entrada de un conventillo (vecindad) en la que vivian muchas familias de laburantes y tenia puerta hacia la calle y otra hacia el interior. Cuando llegue al tallercito de Manuel, este estaba solo lidiando con unas botas que erreglaba -Eh, Chochi tanto tiempo ¿Qué andás haciendo a esta hora de la siesta?. preguntó -Nada. Estoy aburrido. No se qué hacer… -Andate a la laguna… -Ahora no hay nadie… -Si me esperas un rato, termino esta bota y como no hay mas trabajo, vamos los dos ¿Te parece? -Sí, dije eufórico -Pero mirá si lo que vos querés es ver lo que te mostré el otro día no hace falta que vayamos. Te lo enseño aquí y hasta lo podes probar si querés Sin decir mas se corrió a un lado el delantal de cuero que tenia puesto y sacó de su pantalón tremenda tripa oscurita que dejó colgando a la espera que yo la tocara. Con un gesto me animó y yo la agarré. Suave y tibia. Se sentía pesadita. Quise sacarla más pero no me dejó. Yo quería tocarle los huevos pero me dijo que no porque era muy larga y si venia alguien no la podría guardar sin delatarse… -Dale unos besitos en la cabecita Chochi… La besé y traté de meterme la cabeza en la boca pero no pude… -Mirá Chochi. Los días domingo en la mañana no va nadie a la laguna, si la queres mamar y que te la de por el upite nos encontremos ahí. Aquí viene mucha gente a cada rato y no se puede… En ese momento apareció el hermano policía, el papá del Omarcito A , al que Jacinto ya había inaugurado… -Eh Chochi ¿Qué andás haciendo a esta hora de la siesta?. -Hola don Omar, lo buscaba al Omarcito… -Ya se fueron todos a entrenar con el Grillo allá detrás del molino harinero… -Ah, bueno. Me voy… -Ya sabes Chochi, trae todo el domingo y te lo arreglo. -Bueno. Gracias… Salí corriendo. El padre del Omarcito A me hacia sentir que sabia todo con solo mirarme. No se si estaba obsesionado pero a veces lo veía acariciarse el paquete que se le notaba con el uniforma puesto y parecía que ahi había mucho. Mientras iba camino del molino recordaba al Grillo, un hombre alto, morocho, peludo, de ojos saltones que se bañaba con nosotros en el canal del molino y siempre lo hacia desnudo y con el pedazo duro. No dejaba pasar la oportunidad de tocar alguna cola. Lo hacia como jugando. El canal, en la parte que nos bañábamos estaba rodeado de un gran cañaveral que nos tapaba de miradas indiscretas. Cuando llegué al lugar solo estaba el Grillo, el Omarcito G, el Payito, el Omarcito A y yo que llegaba. Todos estaban jugando en el agua. El Grillo había inventado un juego de preguntas y el que no respondía bien pagaba una prenda. En ese momento la prenda era dejarse pincelar el culito con la chota peluda del Grillo. Habia que ponerse en posición de sapito al borde del canal y allí te pincelaba. Me incorporé al juego y contesté bien. Le tocó al Payito y perdió. Se puso en posición y el Grillo se acercó, le miró el upite y se dio cuenta que ya no era virgen. Vi cuando se escupió la mano, le pincelo la puertita, ubicó bien la cabeza y empujo. Por lo menos la mitad entró. Antes de que el Payito gritara o que los demás se dieran cuenta, lo abrazo y se metió con él al agua. Los otros no se dieron cuenta. En el agua lo soltó y siguió el juego. Esta vez perdió el Omarcito G y cuando el Grillo lo puso en posición vio que todavía esta sanito -Huy papito, un virguito para papá. Ya era hora. Despues de un rato se puso aburrido y el juego terminó. Me quedé con las ganas de equivocarme. Con el Payito y el Omarcito A nos venimos para el barrio. El grillo dijo que el Omarcito G le tocaba ayudarlo a ordenar la cancha y se quedó con él. Al Omarcito G no lo vimos por varios días. Incluso el Grillo desapareció para siempre del barrio y según contaban, lo buscaba la policía. Según cuentan en el barrio, lo había lastimado mucho al Omarcito G y tuvieron que ponerle puntos en el culito. Un día sábado de mañana el hermano del zapatero que se llamaba Mariano y era colectivero me pidió que le vaya a comprar cigarrillos. Mariano vivía solo en una de las piezas del conventillo que daban o tenían puerta directa a la calle. Era soltero, alto como sus hermanos y como pude comprobar cuando vine con el mandado, era repeludo. Cansado de su jornada de trabajo se había acostado sobre al acolchado de su camita vestido con solo un calzoncillo de esos que parecía un paracaídas: celestes, con dos botones en la pretina o cintura y la bragueta libre además de ser amplios de pernera. Estaba con las piernas y los brazos abiertos y roncaba. Como la ocasión hace al ladrón aproveche y me puse a mirar todo. No la pieza no. Miraba a Mariano por todos los rincones de su anatomía. Las piernas gruesas y peludísimas. Por una pernera del calzoncillo se podía apreciar un hermoso, gordo, peludo y colgante par de huevos que pedían a gritos una caricia. Como seguía dormido y roncando a pata suelta tendí mi mano y entre abrí la bragueta. Una selva de pelos y el nacimiento de lo que luego veria un hermoso ejemplar de pene. Parece una cuestión de herencia familiar. Con mucho cuidado lo fui sacando y lo dejé acostado hacia la derecha. Cabeza perfecta de prepucio suelto, lisa, suave y con una boquita bastante grande. La morocha era bien venuda y aunque dormida se anunciaba “obesa” pero una obesidad mórbida jeje. Me quedé sentado admirando esa obra de arte de la naturaleza hasta que no aguante más y me acerque, la acaricié y como no hubo reacción de Mariano, me lo metí en la boca y chupe, chupé hasta que se estiro a mas no poder. Me di cuenta que la puerta no estaba cerrada bien y le puse traba y volvi a la carga. Era un pedazo muy parecido al del gringo Rafael sin llegar a ser tan grande. No me di cuenta, en mi entusiasmo por mamar, cuando Mariano dejó de roncar y se había despertado. Tenia los brazos detrás de la cabeza y me miraba… -¿Te gusta putito? -Si… -¿Por el culito también?. -Si… -Bueno dale, ponete en bolas y segui chupando que hoy vas a comer para toda la semana Mariano me hizo de todo y me hizo hacerle de todo. Fue al primer hombre que le chupe el culito. Me acabó tres veces y las tres veces lo hizo empujándome todo su ser en mi ano. Me hizo sentir bien y cada momento fue placentero. Lo mismo ocurrió al otro dia en la laguna con el zapatero Manuel. Mi madre que pija larga. Mañana les cuento El día domingo me desperté temprano y después de desayunar y hacer los mandados me fui a la calle. No me había olvidado de la propuesta de Manuel, el zapatero, pensando en ir a la laguna me fui caminando haciéndome el distraído prestando atención de que no me viera nadie. Cuando llegué a la esquina de la casa del Jacinto al primero que me encuentro es a él. Despues de una noche de sábado de baile, venia hacia su casa. Traía el saco al hombro, la corbata floja y la camisa afuera. No me pude ocultar a tiempo y me vió -Eh, Chochi ¿Cómo andas? -Bien -¿Qué haces en la calle tan temprano? Hoy es domingo… -Nada… -¿Querés hacer algo?. -No sé… -Vení… Por el costado de la casa había un pasillo por el que se llegaba a la pieza del Jacinto, bien en los fondos de la propiedad. Me hizo señas con el dedo en los labios y entramos sin hacer ruido. Una vez en la pieza cerró la puerta y abrió la ventana que daba a los fondos de otra casa. Se desnudó completamente y luego se acarició los genitales. Despues de mi hermano Pancho, el Jacinto era el que más me gustaba. Era blanco, muy peludo y tenia la chota igual que mi hermano con los huevos bien gordos y con el escroto bien largo por lo que cuando acababa no se le subían y quedaban golpeteando entre las piernas. Las nalgas eran pequeñas, peludas y las piernas gruesas de jugar futbol. Sin decirme nada comenzó a desnudarme. No me resistí y tan pronto me quité el pantaloncito corto que llevaba, me prendí de su verga mamándola con ganas. Sabía que esa noche alguna tonta la despreció dejándola con ganas para mí. El día anterior Mariano me había enseñado a chupar el culito y cuando el Jacinto se tendió en su cama con las piernas abiertas y recogidas, con mi lengua llegué hasta su lugar más oscuro, tibio y un poquito amargo. Estaba limpio aunque muy peludo. Se dejó hacer y le hice todo lo que había aprendido el día anterior. Cuando ya estaba por explotar me tendió boca abajo en su cama, me besó el culito y cubriéndome con su cuerpo me penetro hasta la raíz de su miembro. Con calma me cogió en esa posición hasta llenarme. Se quedó tendido sobre mi. Sentia que su pija estaba dura dentro de mi recto. Descansó un rato y luego volvió a menearse un rato. Me puso en cuatro y de esa manera bombeo hasta venirse otra vez dentro mío. Se salió de mí y se limpió con una toalla que tenía -Gracias Chochi. Siempre que tengo el tanque lleno aparecés vos y me salvás. Me voy a dormir un rato. Sali por donde entramos sin hacer ruido. Chau -Chau… Sentia que tenía el culito lleno de leche pero ya, después de probar tantas chotas a lo largo de casi un año del debut con mi tío Tito, podía tenerla en mi interior el tiempo que yo quisiera. Eran como las 9,00 de la mañana y seguí mi camino hacia la laguna. Cuando llegué, no había nadie. En una parte del descampado, por donde pasaba un canal, habíamos construido un refugio que muy pocos conocían. Allí era donde los más grandes nos hacían las transfusiones de leche a los mas chicos. Escuché que alguien silvaba una canción y cuando me cercioré que era Manuel, el zapatero, salí de mi escondite… -Hola, don Manuel… -Eh Chochi, creí que no ibas a venir… ¿Está algunos de los otros chicos? – preguntó… -No, don Manuel… -¿Te vas a bañar?. -Enseguida… Mire, venga por aquí El hombre me siguió hasta que llegamos al refugio. Era tan alto el cañaveral que podíamos estar de pie sin problemas… -Un lugar secreto… -Don Manuel… ¿Me la va a mostrar?. -¿Me la querés ver?. -Si… Manuel se quitó el pantalón y los calzoncillos y junto con mi ropa hicimos como una camita y se tiró con las piernas abiertas… -Acá la tenés servida, chupala, mamala que después te la vas a comer toda, hasta los huevos… De verdad era la pija más larga que había visto hasta ese momento. Menos gruesa que la del gringo pero sí mucho mas larga. Se la bese y chupe de todas las maneras que yo podía hasta que decidió… -Vení Chochi. Quiero el culito. Despacito pero te la voy a dar toda por el chiquilín… Me puso en cuatro y a pesar de estar dilatado por la cogida de Jacinto, costó un poco que entrara. Como lo dijo, me la fue metiendo despacito hasta que sentí sus pelos en mis nalgas. Entonces ahí me hizo tender boca abajo y comenzó a culearme. Cada metida me sacaba el aire y cada sacada me dejaba vacio. Sin violencia me la hizo comer toda. Sí me dio miedo cuando comenzó a acabarme. La pija se hinchaba enorme y soltaba unos chorros fuertes que creí que se orinaba pero, no. Todo era leche y bien espesa. Me la sacó de la misma manera en que me la puso, con suavidad. Me dejó tan cansado que me quedé acostado allí mientras el se fue a lavar a la laguna. Cuando volvió se vistió y antes de irse me preguntó -¿Te gustó Chochi?. -Sí, don Manuel… ¿Me la metió a toda?. -Hasta los huevos… Lindo culito tenes. Aguantador. Chau… Nos vemos -Chau, don Manuel… La vida siguió su curso. Cada uno de los muchachos del barrio siguió teniendo experiencias de todo tipo. Si bien no reniego de aquellos años y de lo vivido tengo un recuerdo especial para los moralistas de todas las épocas. Siempre hubo un adulto rompiéndole el culo a un chico, ya sea un tío, un primo, un hermano, un vecino, un amigo. Nada cambió. Es solo que la Sociedad hipócrita sigue negando lo que ella misma genera. En mis recuerdos hay un impasse desde don Manuel hasta el próximo adulto que se relaciona sexualmente conmigo. A lo largo de una semana nos reencontramos con los mas chicos: los Omarcitos A y G, el Planeta, el Bolita, el Tato y el Payito. Con el primero que me encontré fue con el Omarcito G al que el Grillo le había roto el potito y tuvieron que ponerle puntos. Le pregunté y me contó como fue que el Grillo lo lastimó tanto. El Omarcito G me dijo que después que nos fuimos los otros chicos se quedó un rato más con el Grillo y volvieron a jugar a las preguntas. Que el perdió muchas veces y que el Grillo le pincelaba el culito con la chota y que de a poquito algo le entró pero que le dolió y se lo dijo al entrenador… -Grillo, acá no juguemos más porque puede venir alguno a bañarse y nos van a ver… -Bueno O. Vení vayamos a los vestuarios a guardar todo y nos vamos. Una vez que guardaron todo el grillo le dijo que jugaran un ratito mas y que se irían. El Omarcito G aceptó y jugaron. Él perdió y el Grillo lo puso en cuatro sobre una banqueta y le pincelo de nuevo pero ahora le puso vaselina y le metió un dedo en el culito. Como le dolió le dijo que nada mas… -Mira, lo juguemos de otra manera. Si perdés, me la tenes que soplar. No era muy difícil el Omarcito G, además el entrenador era un hombre lindo, bien peludo, de ojos grandes, y muy simpático. Volvió a perder y sentado en la banqueta en vez de soplar terminó chupándole la chota al Grillo. Dice que le gustó y que siguió sin que él se lo pida hasta que el hombre le acabó en la boca y se lo hizo tragar. Esperaron un rato y el Grillo le dijo que si no quería que les cuente a los demás que se la había chupado y tomado la leche que se dejara pincelar el potito. Una vez que aceptó lo puso boca abajo y con mucha vaselina se la dejo ir de golpe. El Omarcito G frunció el upite y el Grillo, que de paso portaba una buena chota, se la empujó a la fuerza y lo lastimó. -Omarcito ¿Te gustó chuparle la chota al Grillo? -Sí. No digas nada pero me gustó tomar la leche - ¿Te la vas a dejar poner en el culito? Esa primera tarde nos quedamos en la esquina el Bolita y yo. Ya comenzaba a hacerse noche y el Bolita me dijo… -Tengo unas ganas de hacerme la paja… Me voy a mi casa. Ah estoy solo hasta el sábado. No hay nadie… ¿Queres venir? -Dale… Nos fuimos caminando hasta la casa del Bolita y entramos a su pieza. Era verdad que quería hacerse la paja porque tan pronto entró se desnudó entero y se tiró en la cama y comenzó a tocarse. Al verlo recordé que el Bolita le decían así porque a pesar de su estatura ya tenia 18 años y la pija tan grande como mi hermano. Era bien peludo. tenia unos centímetros mas de estatura que yo, y la forma del cuerpo de un hombre en chiquito. Sentí ganas de tocarsela… -¿Querés que juguemos una luchita Chochi?. -Dale… -Sacate la ropa y vení… Mientras me desnudaba vi que se le había parado y estaba en todo su esplendor. Vista desde mi posición se veía que en el tronco era bien gruesa y tenia venas bien gruesas y visibles. Le mediria como 18 y era bien cabezona. Me desnudé y me subí a la cama y comenzamos. Al ratito ya me tenía boca abajo y con su pija dura puerteandome en el upite. Me quise resistir cuando sentí que la cabeza me entraba…. -No, Bolita, no -Ya entró Chochi. aflojate y no te va a doler. -No,no – me hacia el dificil. -Nadie se va a enterar Chochi. Yo no voy a decir nada te lo prometo. Yo me resistía pero ya no habia retorno. Estaba hasta los pelos La habitación del Bolita tenía una cama amplia una mesita de noche, una mesa escritorio, una silla y un ropero enorme de cuatro puertas que tenía en cada una un espejo a todo lo largo y ancho. Recuerdo que haciéndome el difícil giré mi cabeza y me encontré a mi mismo, mi cara, saliendo de abajo del Bolita. Esa visión me produjo un shock. Sobre mí, que estaba con las piernas separadas, estaba el peludo cuerpo del Bolita. Era chiquito de estatura pero su cuerpo tenía las formas de un hombre. Muslos bien formados, nalguitas pequeñas y muy peludas, torso bien armado por la gimnasia, pelos en la espalda. Habia metido sus brazos por debajo de mis axilas y con sus manos me tomaba de los hombros. Clavaba la punta de sus pies en la cama y bombeaba como los conejos, muy rápido y sin parar. Cuando sentía que llegaba su orgasmo se quedaba quieto hasta calmarse y volvía a empezar. A pesar de la velocidad del bombeo, no hacia daño y provocaba unas sensaciones placenteras incomparables. Cuando notó que me relajé y aflojé mi cuerpo, dijo… -Así, chiquito. Dame bien el potito. Paramelo, Chochi, ponelo bien paradito… -Bolita no vayas a decir nada sino mi viejo me mata… -No papá. Nadie sabrá de esto Chochi… Me quedé con la cabeza vuelta hacia los espejos mirando el trabajo del Bolita sin decirle nada. No sé cuánto tiempo estuvimos ahí pero cuando terminó dentro mío sentí cada chorro de su leche entrando. Además me gustó ver como apretaba sus nalgas mientras acababa. Cada día de esa semana, cada siesta, busqué alguna excusa para quedarme con el Bolita para que al final me invitara a ir a su casa, donde siempre me proponía… -¿Jugamos una luchita?. Y yo siempre aceptaba. Como al tercer día de luchas y cuando ya me tenía boca abajo y con su pene metido en mi culito le dije… -Bolita… -Que papá?. -Mirá tu ropero… -Guau… ¿Te gusta mirar?. -Si… -¿Querés ver como te entra en el culito? -Dale… Desde ese día, cada vez que pude, me gustó mirarme en un espejo… Hace poco tiempo volví al barrio querido. Está cambiado y algunos de los muchachos ya no están. Se fueron. Me encontré con el Bolita. Se casó, tiene muchos hijos, nietos y un bisnieto. Le pregunté del ropero y sonriéndose me dijo… -Lo conservo hermano. Guarda lindos recuerdos. Volviendo al barrio, cuando pasó aquella semana y ya no se pudo volver a la casa del Bolita, una siesta me fui a buscar al Omarcito A, el hijo del policía, al conventillo (en algunos países le llaman “vecindad”). Me extrañaba no verlo. El portón estaba cerrado y en la pieza del tío, Mariano A, el chofer del colectivo, no había nadie. Solo estaba abierta la puerta del taller del zapatero, don Manuel A, también tío del Omarcito. Me quedé en la vereda esperando porque dentro don Manuel hablaba con alguien… -¿Y ahora que vas a hacer? – decía don Manuel – ¿Te vas a La Rioja?… -No. Solo tengo dos días de franco. Si por mi fuera me iría. Tengo los huevos llenos. Hace 8 días que la negra se ha ido y no la puse una sola vez… Tengo leche como para hacer quesillos… -Dale trabajo a la mano… Yo estoy igual que vos, sin hacer nada… -Mirá, de última… Ya veremos. Por lo pronto le voy a dar una paliza a la cama, estoy cansado. Me doy una lavada y a dormir un siestón… Nos vemos. -Bueno… Cuando sonó el golpeteo del martillo sobre algún zapato, entré… -Hola don Manuel… -Eh, Chochi ¿Cómo andas?. -Bien… Estoy buscando al Omarcito… -No está el Omarcito. Vuelve el lunes, creo. –me miro como pensando algo – ¿Andas buscando alguna cosita, Chochi? – tocándose el paquete. Asentí con un movimiento de cabeza. Bajando la voz me dijo… -Mirá Chochi. Ya yo no puedo tengo que entregar unos trabajos hoy pero si vos querés andá hasta la pieza del Omarcito y sin que ningún vecino te escuche decile al padre que digo yo que si en vez de tirar los quesillos no quiere dártelos a vos, que vos te los comés. Pasá… Entre al patio del conventillo, no había nadie. Encontré que el padre del Omarcito A salía del baño tapándose con una toalla pequeña y todo mojado. Entró a su pieza. En la puerta había una cortina de tela tapando la entrada… -Don Omar – llamé – Soy el Chochi y me manda don Manuel… -Veni, pasá que estoy todo mojado. Entrá… Entré. Parado frente a mí, tapándose el bajo vientre con la toallita, estaba el hombre. A diferencia de Manuel o Mariano, este tenía el cuerpo mas trabajado. Piel bastante clara. El pecho, la panza y las piernas cubiertos de abundante pelo… -¿Qué pasa, Chochi?. -Don Omar, dice don Manuel que si usted quiere, en vez de tirar los quesillos me los dé a mí que yo me los como… -¿Qué? No me digas…- al decir esto se le soltó la toalla de una de sus manos y descubrió sus genitales, casi iguales que los de don Manuel – ¿Te gusta comerte esto? – me dijo tocando su pene… -Sí… -A ver… Vení, mostrame… Me acerqué hasta él y tendiendo mi mano tome el grueso y largo miembro y lo llevé a mi boca. Antes de que siquiera lo besara, ya estaba duro y palpitante. Parados en el medio de la pieza lo felé a lo largo y ancho, besé sus grandes huevos. El me dejaba hacer sin obligarme a nada… -¿Me vas a dar el upite? ¿La querés por el culito?. -Despacito… -Pero hasta los huevos… Con suavidad, aún cuando por el grosor limitaba la copula, el hombre me fue penetrando acostados en su cama. Cuando estuve bien receptivo, comenzó a menearse dándome y dándose placer. Siempre se ha dicho que los riojanos saben hacer el culito, que sienten placer de culear y lo hacen muy bien. Yo lo confirmo. Cuando eyaculó, no me la sacó sino que esperó un tiempo manteniendo “la mocha” durita y a los minutos reinicio su meneo y volvió a acabarme bien adentro. Cuando me la sacó se lavó bien mientras yo me vestí y fui al baño. Volví limpio. Él estaba acostado, desnudo y fumando… -¿Te gustó? -Sí… -¿Te dolió?. -Un poco… Me deja que le de besitos?. -Sí. Chupala si querés… Así lo hice. Lo chupé hasta que el me avisó para que la sacara de mi boca y yo le hice un gesto de que no… -¿Querés la lechita?. Asentí y el hombre me dio la vida… Cuando se durmió, Salí de la pieza y me fui al taller… -Comiste, Chochi?. -Sí don Manuel… -Mañana vení en la mañana, si querés… -Bueno… Chau -Chau Camino de mi casa me encontré con el Payito… -Eh, Chochi, te andaba buscando… -¿Para que?. -Veni, vamos a la canchita… La canchita era un terreno baldío que utilizábamos como cancha de futbol. Llegamos y el Payito me dijo… -¿Chochi lo conocés al Felipe?. -¿Al carnicero?. -Ahá… -Sí. ¿Qué pasa?. -Me dijo que si quería ayudarlo a limpiar la carnicería que me iba a pagar y yo le dije que sí, que bueno… -¿Y fuiste?. -Sí… Cuando terminamos quedamos sucios de grasa y nos fuimos a bañar… Se desnudó y se metió a la ducha conmigo… Mamita mía… -¿Qué pasó? -Tiene una chota grandísima… Me la hizo tocar y… -¿Y…?. -Se la chupé y como no me entraba en el potito me acabó en la boca ¡Qué asco!. “¡Que tonto!” pensé yo… -Me dijo que si quiero ir a trabajar y yo le dije si podía ir con vos y me dijo que sí ¿Querés venir?


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