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Fecha: 2021-02-14


LOS MUCHACHOS DE MI BARRIO


Autor: alejandrogusta

Categoría: Confesiones

LOS MUCHACHOS DE MI BARRIO Relato Corría la década de los años 50. Mi edad era de 7 u 8 años, más o menos. Tenía hermanos mayores que yo en más de 10 años y ellos tenían amigos de su misma edad. Siempre andábamos mezclados y por eso fui conociendo las “cosas de grandes”. En este grupo heterogéneo en cuanto a edades había un chico mayor que yo. Tendría entre 10 y 12 años. Le decían Tato. Nuestras correrías se producían en las horas de la siesta que en mi pueblo son sagradas. Siempre el mismo grupo: el Bolita que tenía 14 años pero era tan menudito que parecía más un chico de 8 o 9 años y se diferenciaba porque calzaba un armatoste como el de los más grandes, Jacinto Q y Pancho Q que tenían el mismo apellido pero que no eran parientes y sus edades frisaban los 18 o 19 años, el Cazuela que andaba por los 20, el Tuerto Julio de la misma edad, el Tato M cuya edad ya dije y más chicos entre los que me encontraba yo, el Payito, el Curita, el Planeta, Omarcito G y Omarcito A y otros muchos más. La gomera u honda, era nuestra arma más potente y poderosa con la que no había vidrio de ventanas o farolas que se resistieran. Había quienes tenían una puntería inigualable con ella. El grupo de los cinco más grandes se separaba de nosotros y nos mandaban a jugar a cualquier cosa. A mí me llamaba la atención que incluían en el grupo de ellos al Tato M. Siempre lo llamaban con un gesto que disimulaban y se iban a bañar al canal del Valle Escondido, al de la calle Piedras o a la laguna que había en la finca de los Fernández muy metida hacia dentro de la finca a casi quinientos metros de la calle más cercana y rodeada de sauces llorones, higueras, olivos y parrales que daban privacidad a los bañistas. Casi siempre eran el Jacinto, el Pancho y el Bolita porque el Cazuela y el Tuerto trabajaban y solo aparecían en la siesta del día sábado y el día domingo. El Pancho salía cada día con su cajón de lustrabotas por lo que siempre estaba a la hora de la siesta mientras que el Jacinto laburaba con el padre repartiendo soda en sifones en un carro de cuatro ruedas tirado por un caballo y estaba también a la siesta con el grupo. En tanto que el Bolita trabajaba en una verdulería por la mañana. En una de esas siestas me encontraba yo, el Payito, EL Tato M. y el Jacinto Q. esperando que llegasen los otros. Como demoraban mucho y al parecer el Jacinto Q. tenía apuro dijo… -Chochi (así me decían a mi) vos con el payito espérenlo al Pancho Q. que yo y el Tato M. nos vamos primero para buscar las brevas y vénganse con él… Yo era muy pibe pero no era tan caído del catre (no era bobo) así es que le dije que sí y los miramos marcharse hacia la finca de los Fernández. Con el Payito esperamos un buen rato hasta que pasó el Pancho junto con el padre y dijo que se iban a hacer un trabajo. Entonces nos fuimos detrás del Jacinto y del Tato. Llegamos hasta la finca y nos metimos por un caminito trazado por nosotros para llegar a la laguna. La laguna no era otra cosa que un pozo rodeado de montones de tierra, pastos y arbustos y árboles frutales y de los otros hacia donde desviábamos el agua de riego para bañarnos en verano. Era bastante grande en diámetro y profundidad. En silencio buscamos alrededor a los otros dos y no los veíamos hasta que escuchamos que el Tato lloraba entre unos matorrales donde jugábamos a las escondidas. -No Jacinto, me duele mucho… (sollozos) No tonto ayyy… – Ya está, ya entró. No lo frunzas para que no te duela. Ya termino, aguantá un poquito… – No, nada más aaayyyyy… -Ya acabo, aguantá un poquito que te va a entrar toda la verga. Ahí está. Hasta los huevos Tato… -Ayyyy mamita… El Payito estaba asustado pero seguimos avanzando hasta llegar donde estaban. No nos habían escuchado. El Tato estaba boca abajo y el Jacinto montado sobre él se meneaba haciendo los movimientos clásicos. Los dos desnudos. Las piernas del más chico estaban bien separadas y entre ellas metido el Jacinto. Tenía las nalgas bien peludas y blancas. Cuando hablé se quedaron en la misma posición… -Eh, Jacinto ¿qué están haciendo?... El Jacinto se quedó quieto y el Tato dejó de llorar… -Nada estamos jugando a la lucha y al Tato no le gusta perder, por eso se queja… -Pero están desnudos los dos… -Y bueno, es que nos bañamos primero… ¿Se van a bañar ustedes?. El Jacinto quería distraernos de cualquier manera… -Jacinto tenés el poto re peludo – le dijo el Payito… -Oh, mirá se le ve el agujerito bien peludo en el medio de la rayita –dije yo Apremiado por lo que decíamos el Jacinto giró sobre sí mismo y al separarse del Tato se escuchó un sonido que a mi me pareció como del destape de una botella de sidra ¡Plop!, la verga morcillona, babosa y sucia se golpeo contra su muslo y se quedó tendido mostrando su pedazo baboso y sucio. Junto al sonido -¡Plop! -¡Ayyy! – dijo el Tato que se levanto y corrió a meterse entre los pastos y al momento se le escuchaba evacuar con mucho ruido… -Oh! Mirá que pedazo de chota que tiene el Jacinto – dijo el Payito dirigiéndose a mi… -Já! La tiene recontra peluda y gruesa, jajaja… El Jacinto se incorporó, quedándose sentado en el pasto y nos miraba enojado… -El que diga algo de esto y cuente que estábamos jugando a la lucha con el Tato, lo voy a hacer re cagar y no se va a juntar nunca más con nosotros… -A la lucha dice… -comento el Payito… -Siii, se lo estaba culeando al Tato… Mirá, tiene la chota sucia de caca… -dije yo… -Si dicen algo, el Pancho y los otros se van a enojar y no los van a dejar que vengan con nosotros… -dijo Jacinto -Está bien. No vamos a decir nada, pero vos te lo estabas culeando al Tato ¿O no?. -Y bueno, sí. Al Tato le gusta… -¿Vos te lo culeaste antes? –preguntó el Payito… -No. Esta es la primera vez…Le rompí el upite- dijo Jacinto -¡Oh! Sabés cuando se la ponga el Pancho. - Yo se la he visto parada y la tiene más grandota que vos y le sale leche como un surtidor…-dije yo. Eso lo sabía porque el Pancho era mi hermano y yo lo había visto hacerse la paja hasta acabar y tenía un miembro bien grande, gordo, largo y con una cabeza grande. Los huevos se correspondían y escupía leche en cantidad. – Oh, le va a dejar el poto abierto ¿Cierto Jacinto? -Es seguro. El Pancho no se la pudo meter porque la tiene muy cabezona pero ahora que se lo rompí, le va a dejar el upite como una flor. Ustedes no tienen que decir nada porque el que cuenta lo que ve, es porque anda buscando que le rompan el upite… Lo último que dijo me quedó rondando en la cabeza. Lo demás era cierto. Mi hermano tenía, para mí, la más hermosa chota que pudiera haber sobre la tierra. Pasaron los días y una siesta en que jugábamos con el Payito subidos a un árbol, vimos cuando el Pancho y el Jacinto se iban con el Tato hacia la laguna. -Oh, mira Cho, se lo llevan al Tato para la laguna – dijo el Payito -Seguro que se lo llevan para culearlo los dos… -¿Los sigamos para ver qué hacen?. -No. Si el Pancho me ve, me va a cagar a patadas… -Vayamos al escondite y los espiamos ¿Quieres?. El Payito insistió tanto que al final los seguimos. Nos metimos entre los matorrales y sin hacer ruido llegamos hasta un lugar en que los podíamos espiar sin que ellos nos vieran. La imagen me quedó grabada en la memoria. El Pancho estaba desnudo, recostado en un montículo de tierra. Las piernas abiertas y metido entre las piernas peludas, estaba el Tato que tenia la enorme cabeza del miembro de mi hermano en la boca y lo chupaba. Como estaba boca abajo el Jacinto lo montaba y se meneaba sobre él penetrándolo por el culito. Ninguno hablaba. Hasta que cambiaron de posición. El Jacinto lo puso a chupar el pene baboso y el Pancho se apresto a montarlo. Tenía la verga apuntando al cielo, gruesa, larga y cabezona. Se escupió la mano para untarse el miembro y luego como, ya tendido sobre el Tato guiaba el enorme pedazo para meterlo en el culito del Tato. Su espalda a la altura de los omoplatos cubierta de pelos. También sus nalgas pequeñas y sus piernas. Levanto el trasero para guiar con su mano la verga y ponerla en la roseta del upite del Tato. Cuando lo logró, los ojos del Tato se abrieron como platos y grito… -AAAAAyyyyy, NO PANCHITO, DESPACITO AAAAYYYYYY ME DUELE, ME HAGO CACA PANCHITO NNNNOOOOOOO NNNNAAAAADAAA MMMMAAAASSSSS… El Jacinto le puso el pene en la boca y lo silenció mientras el Pancho se quedaba quieto sobre él. El Tato trataba de safar de su posición y al pujar haciendo fuerza permitía que el miembro entrara más en su recto Un rato después Pancho entró a menearse y fue de a poco aumentando el ritmo hasta que apretando sus glúteos empujó su pelvis para acabarle bien adentro. Después los vimos separarse para meterse a la laguna. Esperamos un tiempo y salimos de nuestro escondrijo y aparecimos en la laguna y tras desnudarnos nos metimos al agua. -¿Recién llegan ustedes? – preguntó Jacinto -Sí – contestamos a dúo… Con el Payito nos miramos sin decir nada. Como todos estábamos desnudos podíamos ver los genitales de los dos más grandes que se veían morcillones. Recuerdo que pensé ¿Qué sentirá el Tato cuando le meten por el poto semejantes pedazos? Lo miraba jugar con los dos y me pareció que estaba contento. Tenía como amantes a los dos muchachos más deseados por las chicas de la zona. Con el tiempo el Tato se pegó mas al Pancho y hasta algunas noches se quedaba a dormir en mi casa. Claro, siempre se acostaba con el Pancho. Todo cambió cuando los dos más grandes se pusieron de novios y ya no necesitaron el poto del Tato. Entonces entró a tallar el Bolita que calzaba un miembro grande como el del Pancho pero tenía la misma estatura que el Tato. Antes de que se produjera eso, hubo toda una etapa de transición. Entre los más chicos (El Payito, el Omarcito G, el Omarcito A y yo) se inició un proceso lógico que tuvo como base la curiosidad. Lo habíamos visto al Tato chuparles las matracas al Jacinto y al Pancho y cómo estos se las metieron por el culin hasta el moño y que a pesar de llorar las primeras veces después andaba detrás de ellos para que le dieran más de lo mismo. Cuando estaba solo me dominaba este tema por sobre todas las cosas. Hasta llegar a imaginarme con la pichula del Jacinto en mi boca. Un día el Payito no apareció y me encontré con el Omarcito A que era hijo de un policía y nos fuimos a la laguna de los gringos Fernández. De casualidad nos encontramos en un escondite con el Planeta que era un poco más grande que el Tato y nos hizo señas de silencio, que no hiciéramos ruido. Cuando llegamos al lugar y miramos hacia donde el nos señalaba vimos al Jacinto desnudo sentado sobre el pasto, con la espalda apoyada a un árbol, las piernas separadas y metido entre las peludas piernas al Omarcito G, también desnudo, boca abajo, chupándole el pedazote. -Con los dientes no, con la lengua y los labios – le decía el Jacinto al chico al que le faltaban manos para tocar y acariciar. Cuando el Omarcito se cansó de mamar, el Jacinto lo montó y comenzó a jugar con su miembro entre las nalgas del chico hasta que embocó el upite y le metió un poco. El Omarcito gritó pero ya era tarde. Era sabido que si uno se dejaba, una vez que entraba la cabecita ya no había vuelta atrás. -A ti no mas… A ti no mas – gritaba el Omarcito G. el decía o quería decir “hasta ahí no más” El Jacinto se quedó quieto un rato y le decía algo que no podíamos escuchar. De vez en cuando hacia algún movimiento y era visible que le separaba cada vez un poco más las piernas hasta que comenzó a menearse despacito y a meter un poco más cada vez. El Omarcito gemía como un animalito hasta que el hombre se agitó y empujó el poto hacia adelante. Había acabado. -Ay, me hago caca, dale, dejame. El Jacinto se bajó y el potito desvirgado hizo como ¡plop! Y el Omarcito G se metió entre los yuyos a evacuar y se le escuchaba el ruido de los gases y el semen. Mientras el Omarcito G estaba entre los yuyos el Jacinto se metió desnudo a la laguna y nosotros hicimos un recorrido para llegar por otro lado así no se daban por descubiertos. En ese recorrido nos encontramos al Bolita que salió de otro escondite y se hizo un gesto con el Planeta que solo yo vi pero me quedé sin decir nada. Después los escuché decirse entre ellos -Que ocote, loco- dijo el Planeta -¿Viste? Ayer se culió al Payito y hoy al Omarcito- contestó el Bolita Esa información me estalló en la cabeza. No sé qué sentí. Como un poquito de envidia. Porque tanto el Jacinto como el Pancho eran la facha misma, mucho más cuando estaban desnudos. Pero yo no podía siquiera pensar en que mi hermano me dejara tocarlo aunque más no sea. -Pero bueno, no hay mal que por bien no venga ¿No?. -¿Por? -Ahora vamos a poder culiar nosotros- dijo el Planeta -Yo vengo culiando con el Tatito hace rato. Vos ¿no?- preguntó el Bolita -Conmigo se dejó una sola vez. Al Tato le gustan las chotas grandes. No quiere la mía -Yo quiero seguir culiandome al Tato porque se la puedo meter hasta los pelitos. Además la chupa como los dioses y se toma la leche huevon… -A mi recién me están saliendo los pelos y tengo poquita leche… -Ya te va a salir más ¿Cuántos años tenes?. -13 -Ves. Tené paciencia y culiate por ahora a estos dos… Me quedé sentado en un bordo de tierra. Pensaba en lo que dijeron. El Bolita tenia la pichula tan grande como el Jacinto y al Planeta le estaban saliendo unos pocos pelitos y tenía una pichula gordita y larga. Llamaba la tención que se le corría el pellejito fácilmente y dejaba descubierta una cabecita con forma de chota de grande como la del Pancho. -Eh, Chochi. Veni a bañarte. -Ya voy- contesté Al rato apareció el Omarcito G. Estaba vestido. Sin decir nada se fue despacito. Parece que le dolía el potito. Pasaron varios días. Una tarde, a la hora de la siesta, estaba aburrido y como no veía a nadie me fui a la laguna. Allí estaba bañándose, desnudo como lo hacíamos siempre, el Planeta. Estaba solo. -Eh, Chochi, vení metete que está buenísimo. Jugamos en el agua durante un largo rato y luego nos salimos y nos tendimos en el pasto. Cuando el Planeta no me miraba yo le miraba la pichula. Tenía más pelitos y como que los huevitos le colgaban un poco más. -Chochi, jugamos unas luchitas? -Dale ¿Qué apostamos? -Lo de siempre ¿Querés? -Bueno. Dale Lo de siempre era que el que se rendía se dejaba apoyar por la cola el pito del vencedor. Comenzamos a luchar y el primero en ganar… Fui yo. El Planeta se tendió boca abajo y yo lo monté. Volvimos a luchar y esta vez perdí yo porque de verdad me ganó. Me tendí boca abajo y separé las piernas. El Planeta me montó y me pinceló la rayita y sentí como que me mojaba el upite. Se tendió sobre mí y al sentir su piel sobre mi piel me relajé. La cabecita húmeda de su pichula estaba ubicada en mi upite. Yo levanté un poco mis nalgas y él hizo apenas presión y se me fue para adentro. No sentí dolor. Le mediría al Planeta unos doce centímetros. No dejó de empujar hasta meterla toda. No dijimos nada. Se entró a menear casi sin separar su pubis de mis nalgas hasta que se estremeció y me acabó adentro. Se salió de mi y no nos dijimos nada. Nos que damos callados un rato. Yo vi que a él no se le bajaba. Estaba duro. -Juguemos otra luchita ¿Querés?- me propuso. -Dale. Bueno. Volvimos a luchar y me ganó otra vez. Entonces el Planeta fue y trajo las ropas de los dos y me dijo vení Cho. Vamos allá, al escondite. Lo seguí Me tendí boca abajo y él me montó. Me pinceló la rayita y se puso saliva. Me penetró despacito y hasta la base. Me entró a bombear suave y esta vez duró mucho más. Me gustaba como lo hacia y lo que yo sentía. En un momento comenzó a agitarse -Huy Cho, que rico culito que tenes. Tiene que ser para mi nada más. No se lo prestes a nadie Cho. Sooooolllooooo paaarrrraaa mmmiiiiiiiiii… Sin que me lo pidiera y sin saber por qué, separé mis nalgas con mis manos para que el entrara más. Se convulsionó y luego se quedó tendido sobre mi. -No digas nada de esto Cho. Es un secreto de los dos ¿Sabes?. Por todo ese verano cada vez que podíamos nos desaparecíamos para tener nuestra historia. Ninguno se dio cuenta y solo la llegada del ciclo escolar y el frío después nos separaron un poco. Pero hasta allí lo hicimos cuantas veces pudimos. Casi a diario. Para las vacaciones de invierno (dos semanas) un tío, hermano de mi papá que era camionero, me invitó a que lo acompañe en un viaje al sur por casi esas dos semanas. Me entusiasmé y mi tío le pidió permiso a mi papá que me dejo ir. Las vacaciones comenzaban el 10 del mes pero el último día de clase fue el dia 7 así que esa noche partimos en un camión doble cabina como se decía entonces y que tenía una sola cucheta. Adentro del camión era cómodo para los dos. El dia sábado 8 casi noche ya, estábamos en un pueblito y habíamos bajado a atar unas sogas que se aflojaron de las carpas o lonas que cubrían la carga. Como si nada se desató una tormenta fenomenal que nos empapó de pies a cabeza. Hacía frío, mucho frío. Estábamos en invierno. Nos metimos en el camión y mi tío lo estacionó a un costado de la ruta y me dijo apremiándome… -Chochi sacate la ropa, toda la ropa y metete a la cucheta, dale. Así lo hice y el estrujó mi ropa y la tendió sobre el torpedo. Después se desnudó él e hizo lo mismo, tras lo cual se metió conmigo en la cucheta (cama del camión). La cama era estrecha y nos pusimos de costado. Sin querer quedamos de cucharita. Mi tío era robusto sin ser gordo, musculoso. Tenía 38 años por entonces y era soltero aunque tenía novia. Era muy peludo. Sobre mi desnudez sentí sus pelos y su piel. El indio se me había despertado. Con unos pocos movimientos acomodé mi cuerpo al suyo y mi cola se apoyó sobre su sexo. Él no dijo nada ni tampoco se alejó de mi. Me acuerdo que él tomó una petaquita que llevaba y de ella bebió un trago y me invitó. Yo tome un poco y tosí. Él se rió. -Un traguito de anís. Es para calentar el cuerpo. A mi se me calentó la cabeza y cada vez que podía movía mi cola sobre su miembro. -Tranqui Cho, que me vas a despertar al amigo y ese cuando se enoja hay que hacerle mimitos para que se calme- dijo -¿Qué amigo Tito?. -¿No sabés cuál amigo?. -No tío Tito…¿Cuál?. -La chota tontin, si moves mas el culito me la vas a hacer parar ¿Y que hacemos? -La hacemos dormir… -¿Sos capaz?. -Claro tío… -¿Con la boca o con el upite?. No invento nada. Esto ocurrió así… Hace un montón de tiempo. Desde el momento en que lo vi desnudarse sentí que mi cuerpo reclamó atención. Lo miré mientras colgaba la ropa en el lugar que fuese posible. En mi memoria están guardados cada detalle de ese cuerpo adulto. Formado por el trabajo de cada día. Piernas fuertes y musculosas, nalgas, piernas y espalda cubiertas de un manto de pelos negros que cubrían también el frente. De entre el bosque tupido que cubría su pelvis emergía un pene blanco bastante gordo y larguito y un par de bolas bien gordas que se balanceaban con los movimientos de mi tío. Me llamó la atención la cabeza del miembro, muy parecida a la cabeza de un bull dog. Mi tío Tito se dio cuenta que lo miraba en detalle y se cubrió con la mano. Después se metió en la cama. Mirada a la distancia comprendo las sensaciones y emociones que sentía a esa edad, casi 9 años y la experiencia vivida con el Planeta (A quien volví a ver hace poco. Cómo pasa el tiempo) que me penetraba casi a diario. Claro que el pedazote que sentía sobre mis nalgas era como cuatro veces más grande. Creo que eso permitió, al provocar mi excitación, la primera parte de la penetración en mi upite de la bestia que tenía mi tío. -Y ¿Qué hacemos? Sentí que el miembro duro y resbaloso se deslizaba por la rayita de mi culito separando las nalgas y mojando todo a su paso. Una corriente eléctrica me sacudió el cuerpo. -¿Con la boquita o con el upite? La enorme cabezota se ubicó en la entrada. -¿Te gusta chuparla Cho? Asenti con un gesto mientras levantaba un poco la cola. Mi tío presionaba suavemente y yo pujé -¿Te tomás la lechita Chochi? -AAAAAyyyyyyy… -Quietito, quietito. Ya pasa. Aguantá un poquito -Ay tío. Me duele mucho. Saquemela… -Tranquilo Chochi. Ya está… La enorme cabeza había entrado en mi culito y me dolía una enormidad. En mi desconocimiento yo pujaba para sacarla de mi culito y lo que lograba era que entrara más. Sentía una enorme presión en mi ano, en la panza. Sentía que me defecaba. Al meter la cabeza y dolerme tendí a darme vuelta, boca abajo, pero mi tío también y lo tenía casi encima de mí por lo que no podía safarme. -Ya está bicho. Ya te entró por el upite la chotita de tu tío. Pensá que hermoso pedazo de chota te estás comiendo Chochi. El tío Tito te la va a dar toda por el potito mi amor. Te voy a llenar de leche cosita. No empujó más pero sí se dedico a acariciarme la cola con una mano y con la otra me buscó y apretaba las tetinas y un poco doblado me besaba. Me di cuenta que en mi afán de quitármelo de encima una de mis manos estaba aferrada a una de sus nalgas peludas y la acaricié. -Así, mamita. Deje que el tío se lo va a culiar como nadie. Tranquilito y no apriete el upite así no le duele y puede comerse todo lo que le doy. Poco a poco sentí que el dolor inicial desaparecia -¿Estas bien Chochi? -Sí -Si te la aguantás bien, tenés chota segura para todo el viaje. Por el culito y por la boquita ¿Te gusta chupar? -Nunca chupé tío Era verdad. Con el Planeta solo hubo penetración. Nunca insinuó que le chupara. -Yo te voy a enseñar. Acá tenés una buena chota para aprender a mamar. Te voy a enseñar a que me chupes los huevos y a tomarte la lechita Cuando notó que me había relajado comenzó a menearse despacito. No sé por qué pero en ese momento recordé a mi hermano Pancho meneándose sobre el Tato y la imagen de su cola peluda levantándose y hundiéndose rítmicamente sobre el Tato me excitaron tanto que no me di cuenta en qué momento mi tío había empujado todo su miembro en mi cola. Me percaté cuando comenzó a eyacular y pegaba su pelvis en mis nalgas y las pulsaciones del grueso miembro me hicieron gritar. Despues se quedó quieto sobre mi hasta que el pedazo salió de mi cola. Como ya no llovía bajamos desnudos a lavarnos. Estábamos en medio del campo. Sin demorarnos mucho por el frío volvimos al camión. Una vez pasada la excitación, sentí que el culito me ardía y me dolía cuando apretaba un poquito. Estábamos desnudos en la cucheta. Mi tío me agarró una mano y la guió hasta su pelvis y me hizo tomar su miembro. Lo acaricié y entonces me tomó de los hombros y me llevó hasta sus genitales para comenzar una clase magistral. Al final, como me dolía mucho el culito y no quise dejarme, me acabó en la boca y pude saborear su espesa y tibia leche. Durante todo el viaje se suscitaron situaciones parecidas que no describo para no aburrir. A las dos semanas volvimos y terminadas las vacaciones reinicie mi actividad. Era invierno y no hubo mucho contacto con los muchachos. Una noche de sábado mis padres tuvieron que ir a casa de unos familiares y me dejaron a cargo de mi hermano Pancho que se había peleado con su novia. Además estaba un poco resfriado y se metió en su cama. Me di cuenta que se estaba acariciando y le dije -Tengo sueño. Dejame acostar con vos. No se negó pero dejó de jugar con su pedazo y me hizo lugar junto a él. Rapidamente me desnudé hasta quedar en calzoncillos y me metí junto a él. Apagó la luz del velador y yo me acomodé dándole la espalda quedando en posición de cucharita. Sentía en mis nalgas el calorcito de los genitales mas deseados por mi. Cada tanto me movía y acomodaba mi cola sobre la zona crítica hasta que sentí que el miembro reaccionaba a mis “caricias” y se ponía duro. No me decidia a dar el paso siguiente. Estaba convencido que si lo tocaba se enojaría. Pero desde que apagó la luz no había dicho nada. Muy lentamente bajé mi mano hasta el miembro duro y lo acaricé por sobre el calzoncillo. El silencio de mi hermano me dio libertad para seguir y lo saqué de su encierro. Lo toqué a lo largo y ancho. Sentí que la cabecita estaba muy humeda y viscosa. Decidido me baje mi calzoncillo y me lo quité. Después oriente la cabecita hasta la entrada de mi ano y la apoyé. Bastó un poquito de presión para lograr que entrara. Me dolió bastante porque mi hermano la tenia mas grande que mi tio pero no me detuve hasta que sentí los pelos de su pubis pegados a mis nalgas. Mi hermano se había quitado antes sus calzoncillos y entonces podía sentir sobre mis glúteos el contacto de su piel y de sus pelos. Metí una de mis manos entre su pelvis y mis nalgas y acaricié el tronco de su miembro y sus gordas bolas, lo único que estaba fuera. El pene tan deseado por mí al fin estaba dentro mío. Sin decirme nada, solo guiándome con su cuerpo, fue poniéndome boca abajo y separando mis piernas se montó sobre mí. De la misma manera que lo hacía con el Tato lo estaba haciendo conmigo. No sé cuánto tiempo estuvo montado sobre mí, meneándose y hundiendo su largo miembro en mi upite. Cuando comenzó a eyacular dentro mío se hundió con fuerza inundando mi interior con su semen. Después nos dormimos. La vida siguió su curso normal, sumando ahora mi actividad con mi hermano que se repitió muchas veces, aún cuando se reconcilió con su novia. Llegó la primavera y recomenzó nuestra visita a la laguna, con menos visitantes porque hasta diciembre que terminaran las clases no podíamos juntarnos todos. Yo iba en horario de mañana por lo que me quedaba la tarde para mí. No tenía con quien ir a la laguna y una siesta me salí de casa y me orienté a la esquina en casa de Jacinto. Antes de continuar quiero comentar algo que puede parecer irreal para quien no vivió una experiencia parecida. A partir de la re-inauguración y ampliación que me hiciera en el viaje el tío Tito, me ocurrieron una serie de hechos, experiencias o como quiera llamárseles, con hombre adultos, mayores, que parecía descubrían rápidamente mi condición. Mirando hacia el pasado y recordando un segmento de tiempo hasta que terminé la escuela primaria hago un recuento de lo vivido y debo decir que conocí todos los tamaños, colores y sabores que tenían dueñas. No me costó mucho acumular experiencias. En muchos casos había hombres que no sabían practicar el sexo anal. Las primeras veces ( o sea que he repetido con muchos) se auto imponían restricciones pero una vez que probaban darme por el culín o que yo los felara, ellos eran los que me buscaban con insistencia. Yo siempre, desde esa edad, fui solidario y no le negué a ninguno un grato momento. Cuando llegué a la esquina, sentado sobre el carromato de sodero sin el equino uncido, estaba Jacinto en soledad. -Hola Cho – me dijo -Hola Jacinto ¿Qué hacés?. -Nada. Estoy aburrido y con los huevos llenos. Esperando por si viene alguno de los pendejos… -No van a venir hasta después de la hora de la escuela… -Huy, cierto – bajando la voz dijo- Me parece que voy a tener que hacerme una pajita si no viene el Payito o el Omarcito… -Están en la escuela- Mientras mi cabeza trataba de crear alguna idea para aprovechar el momento. Yo no olvidé el día en que lo descubrimos montando al Tato y el Jacinto dijo que jugaban una luchita… -¿Lo has visto al Tato? Cho… -Sí… -¿Dónde? -Me dijo que iba a ir a la laguna. Me preguntó si quería ir a nadar… El Jacinto se bajó del carro dispuesto a ir a la laguna -Salvado entonces. Nos vemos… -Esperame. Yo le dije que si iba a ir. La cosa es que nos fuimos los dos camino a la laguna. Ya veré, pensaba, qué se me ocurre después. Nos metimos a la finca y caminamos hasta la laguna. No había nadie. -No hay nadie Cho… -Enseguida llegará. Mientras yo me voy a tirar al agua. Hace mucho calor… Con rapidez me desnudé y dejé mi ropa y zapatillas con cuidado, poniendo dedicación en darle la espalda al Jacinto que no dejó pasar por alto el hecho. -Mirá que hermoso culito que tenés Cho. Me hace cosquillitas la cabeza de la chota, jajá Me reí con él que se acariciaba el bulto. -Vení Jacinto. Nos metamos a la laguna y después jugamos unas luchitas ¿Querés?. Sin decir palabras se desnudó con rapidez. Recordemos que en la laguna todos nos bañábamos desnudos. Se le veía bastante morcillón el miembro y me pareció que desde el año anterior como que le había crecido bastante. Jacinto tenía ya 20 años como mi hermano. Nos metimos al agua y después de nadar un largo rato nos salimos para tendernos al sol. -Dale Cho. Juguemos unas luchitas… -¿Qué apostamos?. -Lo de siempre ¿Querés? -Bueno dale… Lo de siempre era dejarse apoyar en la cola el miembro del que vencía. Esta de suyo que el ganador siempre sería el Jacinto, un hombre de 20 años acostumbrado a trabajar con los cajones de soda. Comenzamos a “luchar” y claro está, me ganó. Me tendí boca abajo y con las piernas separadas para pemitirle que me pincele la raya con su pene. Tan pronto se montó sobre mí, sentí que el pene estaba erecto y destilando gotitas. Me pinceló el upite que se mojó con el precum y me dejó la cabeza del pene apoyada en mi ano. -Que culito hermoso que tenés Cho. Suavecito y sin pelitos. Presionó un poco y mi ano se abrió dejando entrar la cabecita. Entonces fingí dolor -¡Ay! Me duele, Jacinto. Me duele mucho. Hice el gesto como de intentar pararme y Jacinto se tendió sobre mi empujando mas de su pene en mi interior y aplastándome para inmovilizarme. -Huy, que rico Chochi. Que hermoso potito guacho. Por favor prestamelo un ratito. Te lo voy a hacer suavecito para no lastimarte y no le voy a contar a nadie. Te lo prometo. Vos tampoco le vayas a contar a nadie. -No. Jacinto el Pancho me va a castigar y le va a decir a mi papá -Por eso no digamos nada. Se buenito Chochi. Hace muchos días que no la meto y tengo los huevos adoloridos de tanta leche. Dejame que te llene el potito… -No. Jacinto. La leche adentro no A todo esto el Jacinto se meneaba como si se le escapara la vida -Estoy muy caliente Chochi. A este culito lo tengo que llenar… Hhhhhuuuuuuuugggggg me viene Chochi tellenoooooo… Su acabada fue en lo mas profundo de mi cuerpo. Nos quedamos en silencio. Despues se lavó en la laguna se vistió y se fue. Antes me dijo -Es un secreto de los dos… Habia sido diferente con el Jacinto. Me levanté del pasto y me tiré a la laguna. Un rato después escucho que alguien pregunta -¿Está buena el agua?. -Sí. Buenísima – El que me preguntaba era uno de los caseros que tenían en la finca. Un gringo grandote. -¿Está como para bañarse? -Sí…- Había pensado en salirme para irme pero me quedé en el agua al ver que el hombre se quitaba la camisa primero y el pantalón y el calzoncillo después y se paró desnudo en el borde. Era imponente, blanco, peludo por todos lados y con un pedazo largo y gordo que se balanceaba sobre un par de bolas rosaditas bastante grandes. Se tocó los genitales y luego se tiró al agua. Yo me salí primero y enseguida él me siguió. Me tendí en el pasto y él se quedo parado tocándose el miembro. Mirado desde abajo se puede apreciar en su plenitud y en todas sus formas. Nos miramos y el hombre me sonrió. Yo no podía quitar mis ojos del cuerpo desnudo y en particular de los genitales del casero. -¿Te gusta lo que ves?. -Sí. Es bonito -Vení. Si te gusta dale un besito… Me arrodillé delante de él y bese el gordo glande y acaricie todo. Trate de meter la cabezota en mi boca… -Mejor vayamos a la casa. Estoy solo ¿Venís?. Bueno Nos vestimos y caminamos por entre los parrales hacia la casa en que vivía el hombre que luego supe se llamaba Rafael. Como ya dije era el cuidador o casero de la finca. Tenía, calculo, unos 35 años y vivía solo en la finca. Había quedado viudo un par de años atrás y no se volvió a casar. La esposa murió al parir un hijo del gringo al que dejó al cuidado de unos familiares. Llegamos a la casa ubicada en medio de la finca, como a 300 metros de la laguna y me hizo pasar a una habitación en la que él dormía. La cama era grande y tenía una ventana bastante alta, como casa de campo. -Desnudate que tengo un rato hasta volver a controlar el riego de los frutales…-dijo mientras se desnudaba. Yo me quité el short, la remerita y las zapatillas y me senté en el borde de la cama. Desnudo se paró frente a mí ofreciéndome su miembro al que traté de meter en mi boca – Chupa despacito, nene Traté de meter la enorme cabezota en mi boca y apenas cabía la mitad. Entonces lo lamí por todos lados. En verdad este fue el pedazo más grande que conocí en ese tiempo. Gordo y cabezón. Bastante largo y con unas bolas rosaditas bien gordas y peludas, muy colgantes. El gringo era bien peludo. -¿Crees que te puede entrar por el potito?. Vi que el flaco te la mandó hasta los huevos… -¿Usted nos vió? -Sí. No te hagas problemas. Soy una tumba… Seguí chupando… Mira mi chota es más grande que la de tu amigo así que vas a tener que aguantarte un poquito. Te va a doler al comienzo pero una vez que entre la cabecita lo demás va y viene. Si te la aguantas vas a poder venir todas las siestas y hacerte la fiestita con mi pija ¿Qué decís?. -¿Me la va a meter despacito?. -Te lo prometo. Despacito pero hasta los huevos… -Huy, no. Toda es muy grandota… -No te asustes. Te voy a ir abriendo el upite de a poco hasta que llegue el día en que te entre hasta los pelos. Todos los días un poquito más… Acostate boca abajo y pone flojito el potito para que mi bicho te entre. Eso así. Ponete la almohada en la pancita para que el culito quede levantadito y abiertito. Así… Que bonito que se ve… ¿Sabes? Nunca me culié un chico pero cuando vi al flaco que te la daba con todo primero me enoje y lo iba a fajar y escuché que vos querías, entonces me quedé a mirar y se me paró la pija. El hombre este se fue muy rápido y entonces pensé que por lo menos me podrías chupar la chota… Mientras hablaba se trepó a la cama. Acarició mi cola y después llevó de su miembro flujo que le brotaba como un manantial y me mojó la rayita y en especial el agujerito de mi culo. Separó mis piernas y metiéndose entre ellas colocó su miembro entre mis nalgas y me cubrió con su cuerpo, sin aplastarme. Luego pincelaba con su miembro duro y enorme toda mi rayita y mi ano. Sentía mi boca seca y que mi corazón latía alocadamente, pero también me sentía muy excitado. Con una de sus manos guió su miembro hasta la puertita de mi potito, apoyó con firmeza e hizo presión hasta que de golpe entró la cabezota y un poquito más. Me dolió pero mordí la sábana y lo soporté… -Qué rico nenito… Entra bien. Estas bien dilatadito, chiquitín. Tranquilo que lo vamos a pasar muy bien. ¿Te duele mucho?. -Un poquito… ¡Ay! No se mueva, espere un poquito… No me la meta a toda, don… -Tranquilo… No tengas miedo que yo te voy a culear de una manera que te va a gustar y no me vas a olvidar en tu vida… Los movimientos de sus caderas eran apenas perceptibles. El rose de su peluda piel en mis nalgas y en mi espalda me transmitían una sensación de placer que nunca había sentido y esto permitió que me relajara y dilatara mi ano. Sentí como se deslizaron hacia adentro de mi cuerpo varios centímetros más de su miembro. Sentí un placer singular mezclado con un poco de dolor… -¡Huy! -Tranquilo. Se fue solito porque yo no empuje ¿Te duele mucho?. -No, don. Me asusté un poco… -Yo te voy a culear despacito. Si te hago doler o querés que te la saque, decimelo… -Bueno…- ¿Cómo iba a querer que me la saque? Sentía las enormes dimensiones del falo del gringo que empezó a menearse y hacerme sentir que me partía en dos, que me subía el estómago hasta mi boca cuando metía y me dejaba vacío cuando sacaba. Además me hacía sentir el roce de sus pelos en mis nalgas y el balanceo de sus enormes bolas deslizantes, suaves y calientes. -Estás muy apretadito para mí y te voy a llenar enseguida… OOOOHHHHHH TE DOY PENDEJITO… ¡QUE HERMOSO CULITO ME DISTE! Aaaauuuuuugggghhhh A mí también me transmitió su gozo y su placer al sentir la violencia de sus pulsaciones al darme su semen. Acabó de una manera interminable y yo lo disfruté. Era tanto su liquido volcándose en mi recto que le pregunté -Don ¿Se está haciendo pis?. -No. Jajajajajá. Siempre acabo así. Mucha leche sale de mis bolas… Recordé que mi tío Tito me había hecho beber su semen y le dije -Oh. Si se la chupo me va a ahogar… -No. Te tragas un poco y te bañas con el resto, jajajaja Sentía su miembro duro todavía dentro mío y pensé que seguiría como mi tío pero dijo… -Que joda, nene. Me gustaría seguir pero debo ir a controlar el riego. Veni mañana, después de comer y seguimos… ¿Te gustó? –preguntó mientras con suavidad sacaba su miembro de mi ano… -Sí -¿Te hice doler mucho? -No -Entonces ¿mañana vas a venir?. -Sí… Nos vestimos y él se fue en bicicleta hacia el sector de los frutales y yo me fui hacia el lado de la laguna. Antes de llegar me metí entre los matorrales bajo de los parrales y evacué litros de semen. Al levantarme miré y ví que era bastante espeso. Despues seguí hasta la laguna. Me quería meter un rato para lavarme un poco. Al llegar vi que había varios bañistas retirándose, entre ellos el Bolita, Jorgito, Omarcito A y Omarcito G y se quedaba en el agua Manuel, el zapatero del barrio que además era el cuñado del Jacinto. Esperé que se alejaran un poco mientras me desnudaba para meterme al agua. Mientras observaba al hombre que nadaba plácidamente. -Hola Manuel… Saludé y me tiré al agua -Hola Chochi ¿Cómo andás? Estuvimos un rato más y nos salimos. Antes nunca lo había visto a Manuel desnudo y me asombré al ver lo que portaba… -¿Qué mirás tan asustado?. -Mamita mía que pichulón… -Jajajaja. Qué ¿Te gusta? –dijo moviéndose hacia los lados para que el largo miembro se balanceara – Todos los días lo vas a encontrar en mi taller. Claro que va siempre con mis piernas… CONTINÚA? SI QUIEREN


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