🔥Relato Erótico de Heterosexual: La pequeña Graciela ❌Sin Censura❌

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Fecha: 2020-12-28


La pequeña Graciela


Autor: Halcon nocturno

Categoría: Heterosexual

La pequeña Graciela A Graciela la conocí de manera fortuita durante una asesoría académica que yo proporcionaba en un curso de regularización para acceder a la Universidad. Ella se juntaba con ex alumnas ya mayores que ella, las que por cierto eran muy osadas y atrevidas; por ejemplo, una de ellas, a la que apodaban “la vaquita”, precisamente por sus enormes tetas, les hacía una fabulosa paja a sus compañeros hasta que se corrían en sus manos o en sus grandes senos por la módica cantidad de cinco pesos de aquellos años; otras de ellas, que por cierto ya lucían muy desarrolladas, se sabía que cogían a discreción y cada que podían incitaban a Graciela a que se iniciara en su primera relación sexual. Ella ingenuamente me platicaba todo eso y me manifestaba su interés sentimental por mí, a pesar de la diferencia de edades (nos llevábamos 6 años). Yo, que no era ajeno a sus encantos y su candidez me fui rindiendo poco a poco a su belleza y simpatía. Ella solía vestir una diminuta falda corta muy coqueta que dejaba ver unas piernas torneadas y hermosas, que hacían juego con sus blusas de lindos olanes y con un discreto escote en el que asomaban unos senos muy blancos y redondos que me fueron haciendo adicto a su presencia. Para entonces ya conocía su temperamento y su calentura, pues desde el principio nos besábamos con pasión y ansiedad desenfrenada. Yo degustaba su lengua introduciendo la mía y ella respondía abriendo su pequeña boquita tratando de empalmarla con mi boca de manera muy cachonda. Casi al mismo tiempo ella se prendía de mi palo y lo apretaba poniéndolo muy duro, mientras yo besaba su cuello y sus senos hasta liberarlos del sostén y chupar sus rosados pezones casi virginales y erectos. Entonces ella me pedía que le acercara mi verga por encima de su pubis y se empujaba con fuerza hasta sentir su rajita por encima de su pantaleta suave y delicada. No nos cogíamos porque yacíamos en un parque o en el cine pero ya todo estaba listo para consumarlo. Justo es decir que no tardamos mucho en intimar y en producirse la lucha “cuerpo a cuerpo” y así un día feriado (un primero de mayo) me propuso que nos viéramos desde muy temprano. Ella diría en su casa que tenía que asistir a una excursión con su grupo de escuela y por lo tanto, tendríamos todo el día para hacer lo que quisiéramos. Esa mañana nos citamos cerca de su casa y yo pasé a recogerla muy nervioso y emocionado; ella lucía esplendorosa con su carita hermosa y su radiante sonrisa, bello marco para una cita especial. Yo le pregunté a dónde quería ir y ella me respondió muy pícaramente: “dónde tú me quieras llevar”. Al escuchar su respuesta inmediatamente mi compañero de batalla respondió con una erección descomunal y al poco rato ya sentía mojada mi trusa al caminar. Disimulando mi nerviosismo y emoción me encaminé hacia las afueras de la ciudad y transitamos platicando muy amena y cachondamente; en el camino, yo colocaba mi mano sobre sus muslos para acariciar sus piernas mientras conducía y ella estirando la suya acariciaba mi entrepierna. Así conforme avanzábamos, yo seguía ascendiendo poco a poco hasta alcanzar su mojada pantaletita y ella por su parte recorría el contorno de mi pene hasta ponerlo todo erguido. En eso estábamos, cuando yo sentí que se cimbraba toda al llegar a su botoncito y jugarlo entre mis dedos, lo cual hizo que me soltara momentáneamente para abrir más sus piernas; entonces yo juzgué que era peligrosa la conducción en esas circunstancias y ambos nos detuvimos entre risas y bromas al respecto. Continuamos el trayecto trazado, ella me miraba pícaramente y me decía que teníamos que terminar lo empezado y yo le contestaba afirmativamente, hasta que llegamos a un pueblo mágico llamado Tepotzotlán donde desayunamos frugalmente y le dimos una vuelta al pueblito incluyendo el museo virreinal; después de un buen rato, nos encaminamos de nueva cuenta a la ciudad pero ya con la firme idea de detenernos en algún lugar donde pudiéramos culminar lo que ya habíamos iniciado, al amparo de testigos que no hacen falta en estos casos. Precisamente a las afueras de la ciudad y en los límites con el Estado de México nos detuvimos en un Motel que parecía tener la privacidad que necesitábamos; al entrar, nos trenzamos en un abrazo muy cachondo y desesperado, yo con el pito empalmado y ella con su chochito mojado. Apenas traspusimos la puerta de la habitación y ya casi estábamos desnudos, porque al ir subiendo la escalera no nos dejábamos de besar y quitándonos la ropa mutuamente. Creo que no supimos en que momento terminamos de desnudarnos, el caso es que sin darnos cuenta ya estábamos al borde de la cama, ella con su diminuta pantaleta y su brassier y yo solamente en calzoncillos. Entonces ella se tendió de espaldas sobre la cama y antes de secundarla, me puse contemplar su piel blanca, su sonrisa traviesa, su pelo castaño que le caía por la espalda casi hasta la cintura, su brassier de media copa donde se asomaban unos senos hermosos muy blancos y redondeados de un tamaño regular y que destacaban sobre una cintura muy esbelta que a su vez hacía lucir unos glúteos muy redondeados, no muy prominentes pero hermosos que hacían un marco perfecto para una colina cerrada donde destacaba un pubis cubierto por un vello que hacía juego con la maravilla de su pelo y más abajo sostenían ese cuerpecito divino, unas piernas hermosas y bien torneadas y unos pies pequeños que colgaban de la cama. Al contemplarla, no me di cuenta cuando se quitó el sostén, dejando a la vista unos rosados y virginales pezones que se asemejaban a unos jazmines adolescentes que demandaban atención. Fue entonces que me abalancé encima de ella y comenzamos a besarnos arrebatada y frenéticamente con besos cachondos y salivones, esos que nos calientan tanto. Yo metía mi lengua entre sus labios y jugaba con la suya abriendo los labios y rozándolos sin aterrizarlos, lo cual parecía excitarla porque me ofrecía sus senos y yo nada huraño los jugaba con mis manos sin soltar sus labios, haciendo rotaciones con la yema de mis dedos. Después de ascender por esos pechos turgentes y duros, bajé mis labios para chuparlos y degustarlos como un bebé hambriento, jugando mi lengua con sus pezones hasta saciarme, cosa que la hacían cimbrarse y que la pusieron fuera de sí. Después de ese largo diálogo con sus pezones dulces y suaves, yo mamaba con dulzura la boluda forma de su s generosos senos ansiosamente una y otra vez hasta que percibí que jadeaba con unos pujiditos muy sensuales y deslizaba mi mano hasta su rendijita hermosa y me incitaba a meterme muy lentamente en su anhelante vulvita mojada. Poco a poco llegue a su botoncito y lo sobé suavemente y ella respondió contorsionando su cuerpo y apretando sus nalguitas, mientras yo continuaba acariciándolo en circulo descendiendo hacia sus labios mayores y vagina que ya estaban sumamente lubricados, entonces, ella me terminó de quitar mi pantalón y se abalanzó sobre mi verga que yacía bien erguida y con la cabeza muy roja y palpitante, la cual acarició con fuerza llevando sus pequeñas manos de arriba hacia abajo varias veces hasta sentir como se empalmaba y le fluía ese líquido transparente que nos prepara para la batalla. De pronto se metió bajo las sábanas y se prendió de ella con su pequeña boca, lamiéndola con su lengua hasta descubrir toda la cabeza, que para entonces ya estaba lista y dispuesta para penetrarla. Fue entonces cuando, nos acomodamos en un delicioso 69, donde ella con su espalda sobre la cama mamaba mi pito apretadamente en su boca y yo chupaba su linda puchita metiendo mi lengua en su vagina una y otra vez hasta que ella comenzó a ponerse “chinita de las nalgas y contorsionarse toda, diciéndome “no me sueltes, dame más” mientras aceleraba la entrada y salida de mi verga en su boca. No tardó mucho en sentir que se venía, abrazándome fuertemente y emitiendo una especie de quejido y placer jadeante impactando sus fluidos en mi boca y bañando toda mi cara, sin embargo yo seguí chupando su botoncito con mis labios y mi lengua, mientras ella jugaba con la suya en mi glande con movimientos circulares que me hicieron sentir una corriente por mi espalda y una sensación como si flotara en las nubes; después, me sentí caer por un vacío al tiempo que se cimbraba todo mi cuerpo y una descarga de la cabeza a los pies hacía que mi verga experimentara en su base una sensación ascendente que iba subiendo de tono, hasta que una oleada irrefrenable de leche y mocos salían intermitentes en la boquita de Graciela. Ella trataba de recibirlos dentro, pero era tal la fuerza con la que salían que tuvo que soltarla, esparciéndose por sus senos y en general por todos lados. Mientras tanto yo seguía mamando el chochito de Graciela y casi al mismo tiempo, ella aflojando el cuerpo dulcemente, se contorsionaba, arqueándolo nuevamente y bañándome abundantemente con sus jugos, diciendo: “que rico es esto”, ya me lo habían dicho, pero es mucho más increíble. Hicimos una pequeña pausa en la que ella, ya desnuda totalmente se dejaba admirar en toda su anatomía: su piel muy blanca y suave, sus senos boludos y redondos con sus pezones rosados, su cintura estrecha y una vagina empapada de sus jugos con un botoncito todo paradito y respingón. Todo ese panorama ante mis ojos hizo que mi verga volviera a crecer nuevamente y a ponerse muy dura y ella al percibirlo, volvió a engullirla en su boca y lengüetearla en toda su extensión con esos movimientos circulares que tanto me prenden, mientras que yo besaba todo su cuerpo explorando con mis labios toda su delicada anatomía: lo mismo su boca que su cuello, que detrás de las orejitas; besaba sus senos y su ombligo, sus piernas y su vagina y ella al sentirme se fue calentando de nuevo y soltando mi pene se volvió a prender de mis labios para besarme muy cachonda, jugando mi lengua con la suya e invitándome a que degustara nuevamente sus maravillosas tetas. Nuevamente, acepté la invitación acepté y me prendí de esas sinuosidades tan dulces y generosas, chupándolas ansioso y muy golosamente. Este jugueteo la excitó mucho y volvió a emprenderla contra mi pito, al que ensalivaba, chupando desde mis bolas hasta el hongo, el que apenas cabía en su boca y al que lamía y chupaba intermitentemente hasta ponerme tan excitado como ella, por lo que me susurró al oído: “esta vez métela toda en mi cosita”. Al decir esto se montó sobre mí, intentando ensartarse en mi verga, ella misma sin lograrlo y es que al ser su primera vez y yo con esta verga gruesa y cabezona no era fácil que la penetrara bruscamente, así que la puse debajo de mí y volvimos a hacer un 69 sensacional. Y otra vez yo chupaba su botoncito y ella mamaba el capullo de mi verga tan deliciosamente que sentí que nuevamente me venía, así que ambos nos detuvimos y llevé suavemente mi pito en hiperextensión el que nuevamente le acerqué lentamente mi palo abriendo sus labios y empujándolo suavemente, al tiempo que ella me recibía empujando ansiosamente hacia arriba. Al intentar traspasar la entrada de su vagina sentí la oposición de sus labios menores y su virginidad que franqueaba el paso de mi verga empalmada; y yo empujaba y ella recibía y no lograba metérsela y ella empujaba con sus piernas abrazadas detrás de mis caderas. Entonces la saqué suavemente y esta vez empujé poco a poco sintiendo como penetraba el capullo poco a poco, al tiempo que ella dejaba salir unas lágrimas de sus ojos, pero sin dejar de empujar hacia arriba. Seguí besándola tiernamente en su boca, en el cuello y en sus senos, al tiempo que continuaba metiendo mi palo en su cosita. Poco a poco se fue relajando su vagina hasta consentir toda la amplitud de mi verga y entonces ella al sentirla toda adentro se volteó y comenzó a cabalgar sobre mi pene de arriba hacia abajo una y otra vez hasta lograr un ritmo acompasado de cabalgadura. Yo seguía besándola y empujaba ensartándola hasta que ella comenzó a aflojar el ritmo del galope y contorsionarse sobre el pito que la penetraba y yo también sentí como un torbellino me envolvía y ella volvió a acelerar abrazándome fuertemente hacia ella, diciéndome: “métemela toda, no pares” “me moría de ganas por tenerla adentro”; yo seguía empujando pero cada vez sentía como me invadía esa sensación de flotación y de vacío y como se aflojaba mi cuerpo, al tiempo que sentía como una descarga por mi cuello y espalda y una especie de calambritos en la base de mi pene e iban ascendiendo hasta envolverme todo. Pero antes que me diera cuenta, ella empezó a ponerse”chinita“ de sus nalguitas y apretando su vagina intermitentemente, hasta que emitiendo un grito, dijo: “me vengo, me vengooo” y explotando con sus fluidos, me salpicaba con fuerza a pesar de tener mi miembro adentro. Entonces y casi al unísono exploté dentro de ella, al sentir como nuevamente una descarga irrefrenable de semen impactaba explosiva en su vagina. Era nuestra primera vez y al terminar ambos, en lugar de descansar y relajarnos seguimos abrazados y empujándose uno contra el otro, como si nada hubiera pasado, al tiempo que nos besábamos y acariciábamos por todo el cuerpo, fue entonces que me di cuenta que mi tálamo continuaba bien erguido y su vagina seguía ensartada en él y con ese vaivén de ir venir comenzamos a excitarnos o tal vez nunca dejamos de hacerlo. Ella me decía cositas en el oído que no entendía y yo acariciaba con mis manos sus extraordinarios senos virginales, los que rotaba entre mis dedos y después los besaba ensalivándolos y chupándolos de nueva cuenta. Ella besaba mi cuello y mi boca y jalaba hacia ella mis caderas para que la penetrara toda. Era maravilloso sentirla ensartada y ansiosa, empujando primero suavemente y después acelerando el ritmo, yo por mi cuenta la empujaba tratando de emparejar esas embestidas. No sé cuánto tiempo pasó, era tal el placer, que perdimos la noción del mismo, solo existíamos los dos y nadie más, hasta que ella empezó a jadear y aflojar sus embestidas como disfrutando y alargando su orgasmo o tal vez teniendo varios de ellos sin manifestarlos. De pronto yo también comencé a sentir como me elevaba hasta las nubes y hasta sentí como si me ausentara y flotara abrazado de ella, y ambos comenzamos decirnos cosas como: “que linda estás, qué cuerpecito tan bonito me estoy cogiendo” o “que rica verga tienes” “no la saques por favor” y en medio de este ambiente tan propicio y halagador, empujando y recibiendo, con restos de semen y de sus jugos vaginales de la batalla anterior, oliendo a sexo, nos fuimos consumiendo en una entrega maravillosa en la que sentíamos como resbalaba mi verga en su estrecha cuevita y como sonaban nuestras partes íntimas al entrar y salir deslizándose una y otra vez hasta que a pesar de hacer repetidas pausas para alargar estos inolvidables momentos, por fin estallamos al mismo tiempo, uno descargando ríos interminables de leche y ella explotando con sus fluidos, a tal grado que tuve que sacar mi verga para que pudiera desahogarse plenamente, aunque volviéndome a ensartar de inmediato. Así nos quedamos ensartados uno dentro del otro hasta que mi verga se relajara y el semen escurriera por sus piernas; ella me besaba tiernamente en las mejillas y en la frente y se abrazaba dulcemente de mi cuello. Yo me dejaba querer y también abrazaba su tibia piel blanca y la acariciaba toda. Así permanecimos unos cuantos minutos hasta que me susurró al oído diciendo: “quiero más”, quiero más de esa rica verga”, al tiempo que se prendía de mi pene y lo chaqueteba suavemente para después mamarlo a placer; yo por mi parte le correspondía besando y lamiendo sus virginales pezones y con mi mano introducía los dedos en su mojada vagina y estimulando su botoncito hasta que bruscamente se volteó y se ensartó sobre mi pito que la recibió con un estoconazo hasta al fondo que resbaló sonoramente; “swap” “swap” y así emprendiendo galope subía y bajaba como diestro jinete, galopando enérgicamente de arriba hacia abajo y viceversa. Yo por mi parte la recibía empujando hacia arriba haciendo que sus embestidas la penetraran todita a un ritmo frenético que rápidamente la prendió, haciendo que emitiera unos pujiditos muy cachondos: “aghhh, ufff, uhmmm, “que rica me la estas metiendo” “dámela toda” hasta que contorsionándose y empujándome con sus piernas abrazadas a mi espalda explotaba con fuerza expulsando sus jugos y haciendo que yo también apresurara mi venida explosiva con una nueva descarga de semen que impactaba en las paredes de su vagina, hasta dejarnos exhaustos de tanto placer, lo que no sería obstáculo para que pasados unos minutos, nos volviéramos a coger de nueva cuenta. Eran tantas nuestras ansias que podríamos haber seguido cogiendo y cogiendo, pero mi fiel amigo necesitaba recuperarse y ya habría tiempo para otras sesiones más.


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